El comercio informal

Se dice que el comercio informal en Panamá mueve alrededor de 500 millones de dólares anuales y que ocupa al 40% de la población activa. Esto es un gran problema porque es un semillero de futuros indigentes, dependientes de programas de subsidio, como “120 a los 65”, y los gobiernos prefieren mirar a otro lado, asumiendo que no les tocará afrontarlo.

En este rubro se ubican buhoneros ambulantes y estacionarios, los “bien cuidao”, los lava carros en parques, los conductores de taxis, de buses piratas y de “diablos rojos”, los cargadores en los supermercados, etc.

Debe haber una forma de organizar este desorden. De no hacerlo, lo tendremos que pagar el resto de los trabajadores, por lo que es mejor que encontremos una forma de incorporarlos al régimen de la Caja de Seguro Social (CSS), al menos para que al final de sus vidas productivas tengan una pensión y no sean una carga para el resto de los ciudadanos.

Se puede ligar el pago vía ACH de sus cuotas, con la apertura de cuentas bancarias en las que depositarían sus ingresos y retirarían lo que necesitan. Eso le daría a un banco la idea del dinero que ellos mueven diariamente; su nivel de responsabilidad y hasta podrían ser considerados sujetos de crédito –si tienen un movimiento sostenido responsable por un año–, que les serviría para compras mayores, hacer mejoras en el hogar o adquirir una casa a su alcance.

Hay que buscar maneras creativas para que se semiformalizacen. Una podría ser que para ejercer esas actividades se les exija ser panameño, estar afiliado y cotizar a la CSS. El Estado y la CSS pueden ejercer un padrinazgo que les permita afiliarse, sin llevar toda la carga impositiva que se le aplica a las cuotas.

Si igual, al final del camino, se les entrega un subsidio, es mejor hacerlo ahora durante su vida productiva, cuando pueden contribuir parcialmente a sus cuotas. De esta manera, se ganarían su pensión, que ya no sería una limosna; se reglamentarían sus actividades; tendrían seguridad social y acceso a un crédito especial, contando con que algunos bancos, si no privados, estatales impulsen un microcrédito eficaz que pueda transformarlos en empresarios autosuficientes.

Es una premisa aceptada, entre los conocedores del tema, que es más fácil y económico hacer un empresario de un entrepreneur (emprendedor) que haya fracasado o que esté trabajando una actividad, que partir de un neófito.

Esta simple reglamentación haría un cambio brutal en todas las actividades, favoreciendo a los que ejecutan los trabajos y se incorporan a ella; daría un marco legal para retirar a los que no cumplen con este requisito, sin dar lugar a los consabidos reclamos de violación de los derechos de los ciudadanos.

Un simple ejemplo: Los cuidacarros colectan diariamente más de 20 dólares que, depositados durante cinco días hacen 4 mil 800 dólares al año de ingreso comprobado. Aunque se consuman el 95% de la ganancia, la actividad quedaría registrada y comprobada, y dejaría de ser informal.

Otros casos: por día un conductor de autobús pirata recoge para sí, más de 30 dólares; un vendedor de frutas, alrededor de 15 dólares; un cargabolsas en los supermercados, unos 15 dólares, y así hay muchos ejemplos de actividades informales que superan con creces estos ingresos.

Nadie ha dicho que es fácil. Lo que se requiere es la voluntad, la determinación y el deseo de mejorar la condición de la gente humilde que trabaja, sin esperanza. Ya es hora de que esos bancos que se gastan miles de dólares en promoción muestren otra cara, que contribuyan mediante una verdadera responsabilidad social a mejorar la condición de miles de personas, y que se atrevan a mover los más de 500 millones de dólares, producto del sudor de los más humildes.

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