Educación sin equidad

Hace 30 años empecé mi labor, como docente de inglés, en un colegio rural en Chiriquí. Mis estudiantes llegaban en unas carretas desde sus fincas y algunos ni zapatos tenían. Cada uno tenía una historia de sobrevivencia entre la pobreza y la incierta situación política y económica de la época de la dictadura, de mediados de la década de 1980. Los que no han visto la pobreza de cerca, ignoran que hay otro mundo de grandes situaciones familiares y económicas. No solo hay carencias económicas, sino una gran desesperanza por las pocas oportunidades académicas a las que se enfrentan.

Esta experiencia me expuso a una cruda realidad que debe llamarnos a la reflexión, como sociedad. Conocí casos de niñas de apenas 13 años que quedaban embarazadas y dejaban la escuela. También era común escuchar a las compañeras decir: “Ella no viene más porque quedó embarazada y se fue a vivir con un hombre”. Niñas teniendo niños. Niñas que a lo mejor iban a sufrir violencia y más pobreza, en un círculo vicioso que destruye la célula más esencial de la sociedad: la familia.

En mi experiencia docente, he trabajado con jóvenes que no tienen ni qué comer, y con otros que hasta dejaban su comida y sus cuadernos tirados porque sabían que tendrían nueva merienda y útiles al siguiente día. Pensando en los niños de esos campos que se inundaban en la época lluviosa y que utilizaban la escuela como albergue hasta que bajaran las aguas del río, me da tristeza y dolor ver cómo unos tienen tanto y otros tan poco en un país tan pequeño. ¿Será porque no tenemos mejores escuelas? ¿Mejores familias? ¿Pocos valores? ¿Tenemos escuelas para educar o para albergar?

Los años pasaron y tuve la oportunidad de encontrarme con diversas situaciones escolares que me han enriquecido, para así comprender mejor que en este oficio de enseñar debemos ser flexibles y comprensivos. Los docentes, especialmente los que laboran en zonas apartadas, tienen el reto de sacar a estos niños y jóvenes de las fauces de la pobreza. Aunque suene a tema que ya ha sido discutido, la educación es y seguirá siendo la respuesta a los problemas sociales de un país.

En esta época, en que muchos estudiantes emprenden nuevos rumbos al pasar de un nivel escolar a otro, sería conveniente repasar qué logros se han alcanzado y qué papel ha jugado la familia y el Estado en la formación de estos estudiantes. La sociedad en que vivimos está llena de retos que se deben enfrentar con las herramientas adecuadas. Un joven sin educación y sin aspiraciones tiende a caer en los vicios y las malas acciones. Un joven sin educación puede emprender el camino de la vida fácil con terribles consecuencias.

Una sociedad sin equidad educativa no tendrá equidad económica ni esperanza de un mejor futuro para sus ciudadanos. Y vuelvo a recordar a esos niños sin zapatos y aquellos que tiraban su comida sin razón. ¿Cuántos se habrán podido superar? Sin duda, la familia ha debido ser fundamental en ese trayecto de triunfos y fracasos. Sin duda, hemos llegado a un punto de inflexión educativa para poder superarnos como país.

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