Delincuencia, un asunto de todos

La inseguridad se ha convertido en el problema de mayor preocupación para los panameños. Hoy, la población no se siente segura, a pesar de todo el esfuerzo que realiza la Policía Nacional por tratar de controlar la delincuencia en el país.

Datos de la Unidad Antipandillas de la Policía Nacional revelan que, actualmente, en el país existen más de 200 pandillas concentradas en las provincias de Panamá, Colón y Chiriquí.

La pandilla literalmente es un grupo de personas que se asocian con fines delictivos. El pandillero sale de nuestros barrios, de nuestras calles, veredas y de nuestros hogares. El pandillero es ese joven descontento que busca en estos grupos el apoyo que no pudo encontrar en su familia. La falta de comprensión, de amor y de orientación espiritual en casa, la ausencia de padre, madre o de ambos son elementos fundamentales que marcan la vida de un individuo desde su infancia.

Cada cinco años vemos cómo los Gobiernos de turno implementan distintas estrategias con el propósito de frenar la delincuencia durante el período de mandato, con el afán de sacar rédito político, cuando todos los expertos en el tema sostienen que nadie en cinco años va a poder solucionar este problema. La única forma es a través de políticas de Estado a largo plazo, pero para ello se necesita el compromiso de todos los partidos políticos y de todos los sectores de la sociedad.

Nos hemos concentrado durante muchos años en la represión, cuando estudiosos de la materia sostienen que esa no es la única vía.

Hay calles y barrios en este país dominados por la pandilla, donde el adversario no puede transitar, ya que pone en peligro su vida. El rencor, el odio y la venganza controlan el día a día de muchos de estos jóvenes que sueñan con quitarle la vida al que asesinó a su familiar o amigo. Mientras esto no se resuelva por la vía del perdón y la reconciliación, esta guerra continuará en el barrio o en la cárcel, con el peligro de que mueran personas inocentes. Decía Juan Pablo II: ‘La espiral de violencia, solo la frena el milagro del perdón’.

Hay que pensar que la delincuencia es como una tubería donde hay dos extremos, uno de entrada y otro de salida y siempre me pregunto ¿qué estamos haciendo para tapar el agujero de entrada a esa tubería de la delincuencia, cuando cada vez vemos más niños de 8 a 10 años cometiendo delitos y otros miles desertando del sistema educativo?

La principal víctima del mundo moderno en que vivimos ha sido la Familia. Estamos viviendo una era donde la tecnología nos facilitan todo; sin embargo, hemos sacrificado muchas cosas que marcaron positivamente la vida de muchos de nosotros que hoy tenemos más de 50 años. Hay que retomar conductas del pasado que jugaron un rol muy importante en cada uno de nosotros. ¿Quién no recuerda la mirada de papá o mamá cuando irrumpíamos en una conversación de adultos con un comentario inapropiado? La hora de regreso a casa era las 9 de la noche, cuando nos daban permiso para salir a alguna actividad nocturna, si tu comportamiento en la escuela no era adecuado, tus padres eran citados por la maestra o profesora y luego teníamos que atenernos a las consecuencias.

Recuerdo la convivencia con amigos y primos en el barrio alrededor de una pelota de béisbol, jugando el escondió, la tiene, la lata o cualquier otro juego que nos permitiera divertirnos sanamente, reunirnos para escuchar los cuentos del abuelo. En mi caso, tuve la dicha de convivir gran parte de esa infancia con tres de mis abuelos, quienes me inculcaron principios y valores, a pesar de no tener estudios de ninguna naturaleza.

Hemos sido testigos mudos de la desintegración que ha sufrido la familia en los últimos años y de la desconexión que hay de los padres con los hijos.

Este tema no solo debe ser analizado desde el punto de vista policial, ya que es un problema social que debe ser abordado de manera integral desde el Gobierno, con la participación del Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Salud, el Ministerio de Trabajo, el Ministerio de Educación, el Instituto Nacional de Cultura, Pandeportes, Inadeh, etc. También deben sumarse a esta tarea la empresa privada, la iglesia y los clubes cívicos, pues si no frenamos esta escalada criminal ahora, dentro de unos años estaremos siendo parte del grupo de países más peligrosos de la región.

Álvaro Alvarado

 

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