De apariencias y realidades

Muchas veces la percepción cuenta más que la realidad. Así, de tiempos inmemoriales se decía ya que ‘la mujer del César no solo tiene que ser casta, sino parecerlo '. Muchas veces los Gobiernos, especialmente, caen víctimas de la percepción y no de la verdad. Hoy, por ejemplo, por más estadísticas y cifras que muestre el ministro de Seguridad defendiendo que la seguridad ha mejorado, que la criminalidad ha bajado, la percepción es todo lo contrario y lamentablemente el pueblo simplemente no le cree.

La percepción de lentitud del Gobierno, ejemplo, no permite que el pueblo acepte que las cosas van bien, los proyectos se están ejecutando, la economía sigue estable o creciendo, que hemos bajado el déficit, hemos terminado proyectos iniciados por el Gobierno anterior, pero todo queda envuelto en el manto de la percepción de lentitud.

El problema de percepción también afecta a la justicia. Es por eso que políticos, familiares de encausados y abogados utilizan los medios para proyectar deficiencias del sistema, vicios del debido proceso y hasta acusaciones de violaciones de derechos humanos y persecución. Lo difícil es probar las denuncias, pero el morbo juega un papel en lo que finalmente percibe el ciudadano al que se quiere influenciar. En la actualidad, hay una situación peculiar. El Gobierno anterior tuvo tal nivel de corrupción que casi todas las entidades quedaron afectadas. Eso, por supuesto, da la apariencia de que es persecución política cuando vemos a casi todo el gabinete bajo investigación, la mayoría de los directivos del partido afectados, y una gran cantidad de directores en medio de investigaciones.

Pero el mundo de las apariencias nos lleva a todas las realidades del Gobierno. Así, un Gobierno que puede mantener más de 1300 millones de dólares en subsidios, que aumenta la planilla estatal considerablemente en un año, que crea el famoso 100 a los 60 adicional, proyecta que financieramente está solido. Pero luego, frente a la realidad, vemos a la policía sin reparar patrullas, al Gobierno sin pagar cuentas de proveedores, a medidas de austeridad aunque, curiosamente, los viajes al extranjero siguen y se multiplican.

El panameño ha sido víctima de este juego de apariencias y realidades. La Ley de Blindaje, la Ley de Contrataciones Públicas, ejemplos, se vende la idea de que serán modificadas, que son rechazadas en su actual forma por el Gobierno, pero la realidad, una vez sembrada la percepción de cambio, es que no cambian. Es más, la Ley de Blindaje al modificarla la empeoraron, mientras que la de contrataciones públicas ni se ha discutido. El Gobierno proyectó que acabaría con el PAN, pero año y medio después sigue igual, con las mismas leyes que antes. Se proyectó que desaparecían las partidas circuitales, pero el primer diciembre se les dio a los diputados el primer tipo de partida extraordinaria para sus regalos de Navidad a las comunidades.

Hoy, igualmente, nuevamente el pueblo se enfrenta a percepción y realidad en el caso de la Caja de Seguro Social. La realidad financiera de la Caja se desconoce, pero comienzan a circular rumores de problemas a corto plazo con los planes de IVM. Eso da cabida a especulaciones sobre si habrá que subir la edad de jubilación, subir las cuotas o, como sugiere el presidente, la posibilidad de que los ingresos de la ampliación del canal puedan resolverlo. Lo cierto es que cualquier actuario puede certificar que la situación de la Caja es insostenible. La cantidad de jubilados hoy con una expectativa de vida de más de 75 años, cuya jubilación en gran medida depende de las cotizaciones de los que siguen, lo hace insostenible. Si añadimos la realidad de que cada asegurado tiene como dependientes a su esposa, hijos, padres, le ponen a la hospitalización una carga igualmente insostenible. Países como Nicaragua solo dan hospitalización al asegurado, su esposa y los hijos hasta los seis años.

Quizá lo más crítico de la percepción está en la denominada sociedad civil. Distintos grupos se han formado agrupando a menos de 100 personas y entran al ruedo de la discusión nacional con su bandera de sociedad civil. Un país con más de 2 500 000 votantes, en manos de grupos de 100 personas me parece absurdo. Por los menos los partidos políticos agrupan a más de un millón de ciudadanos, organizados o no. Pero caemos en lo mismo, la proyección que les dan los medios a estos grupos hace que el pueblo los perciba como una verdadera fuerza de opinión. La realidad, en el fondo, es otra.

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