Corrección política
La condición necesaria para resolver cualquier problema de salud, física mental o social, es tener un diagnóstico adecuado. No resulta fácil, pero en su ausencia el tratamiento resulta imposible, supone algo así como ir dando palos al azar. Como la situación política española nos daba risa al principio, con los comentarios que se sucedieron desde los distintos partidos políticos tras el 20-D, pero ahora da ya miedo, el hacernos con el diagnóstico preciso que indique a qué se debe lo que nos está pasando resulta urgente.
Se ha publicado la noticia de que un par de los grupos políticos emergentes con papel destacado en la búsqueda de una solución para la presidencia –cada vez más improbable en España– ha pedido que se cambie el nombre de la cámara baja de las cortes españolas por discriminatorio. Se llama “Congreso de los diputados”.
La discriminación consistiría, en términos formales y tal y como argumentan quienes hacen la propuesta en ese sentido, en que no hay “Ayuntamientos de los concejales” ni “Senado de los senadores”–tampoco, cabría añadir, “Parlamentos de los parlamentarios” ni “Diputaciones de los diputados”–, así que la coletilla sobra. Pero, por supuesto, no es una cuestión gramatical la que preocupa a sus señorías.
La cuestión de fondo afecta, de acuerdo con la solicitud del cambio de nombre, a que un Congreso de los diputados deja fuera “no solo a las mujeres diputadas, sino también a las que representan”.
Estamos de nuevo ante la corrección política que se ha impuesto en España y que, como diagnóstico, es, en mi opinión, equivocado. Cambiando el nombre del Congreso no desaparecerá ni uno solo de los muchos obstáculos que dejan a la mujer en peores condiciones laborales y sociales que las propias de un hombre equiparable en capacidades, formación y talento.
Se trata en realidad de un problema de corrección gramatical, no política, pero si vamos a esta segunda, ¿desde cuándo los diputados varones no representan en España a las mujeres? Tanto a las que les votaron como a las que no lo hicieron. Si hay alguna discriminación en el nombre del Congreso español afecta solo a las diputadas y a condición de que se entienda que no se encuentran incluidas dentro “de los diputados”, expresión que hasta hace muy poco carecía de sentido de género y servía para los dos.
Igual sucede con “las personas”, de género femenino pero cuyo significado incluye a los hombres sin que a nadie, por fortuna, se le haya ocurrido todavía hablar de “las personas y los personos”. Todo llegará.
Así que lo suyo a estas alturas parece que no va tanto de buscar una fórmula para gobernar España, sino de imponer la corrección política mientras damos con alguna salida imposible de ver en estos momentos.
¿Hay ya por lo menos un diagnóstico en ese sentido? Sí, si que lo hay: a los diputados y a las diputadas de los grupos que han presentado esta proposición en las cortes españolas les preocupa poco la corrección gramatical