Constituyente, reformas y desgaste de la clase política
Por tradición los partidos políticos han sido los vehículos utilizados para acceder al poder, como estructuras algunas siguen ideologías o personas, algunas capacitan a sus miembros y otros por el contrario se activan solo en los periodos electorales. En todo caso son encabezados por personas con supuestos interés de servicio a beneficio del país y de los más necesitados. Con el tiempo al ir en decadencia estos partidos, se ha visto mayor actividad de personas que aspiran como independientes, quienes luchan contra mil y una trabas para participar en igualdad de condiciones.
Para nadie es sorpresa cómo los partidos han ido perdiendo militantes, y digo militantes , pues miembros siempre tendrán y sobre todo si es un partido en Gobierno, al cual se inscriben muchos para obtener un beneficio. Sobre lo de militantes lo decimos pues son los pensantes, los que tienen más que aportar, que exigir al partido y son estos los que igualmente son los más desencantados, pues el rechazo a la clase política es cada vez más evidente. Cada elección repiten las mismas figuras cuestionadas, pero no se puede hacer nada, ya que son electas y no impuestas y eso lo permite la Ley y es Democracia.
Si vemos ejemplos como en España, ante el bipartidismo del PSOE y el PP, aparecen movimiento como Ciudadanos y Podemos que se presentaron a elecciones y captaron muchos votos que eran miembros de los sectores tradicionales, izquierdas y derechas. Que producto de dicho desencanto electoral España está en una crisis institucional, a casi un año con un presidente en funciones, es un tema a debatir, pero ahí es donde se observa el desencanto de la población y el desgaste de la clase política que no quiere dar paso a los relevos generacionales y a las nuevas ideas que apuntan a un mundo más inclusivo, más verde y sobre todo, más participativo de las riquezas nacionales.
Pero ¿cómo evitar que ese desgaste de los políticos de siempre nos absorba como sociedad? Hay que ir a la raíz del problema, y no es más que la Constitución, la cual permite muchas ventajas para sectores que legislaron para sus partidos o movimientos políticos. Y es donde se impone buscar una reforma profunda, no más parches como los de 1978, 1983, 1994 y 2004. En todos estos casos se legisló por temas específicos e incluso si añadimos 1998, donde, por un interés personal, se quiso reformar para introducir la reelección presidencial inmediata. Como se puede ver, la Constitución de 1972 la tienen que ‘más vale un remiendo feo, que un agujero hermoso '.
En Panamá, la Constitución en su Título XIII, artículos 313 y 314, señala las formas como se puede reformar la Constitución, dándole iniciativa a los tres Órganos, por medio de la Asamblea Nacional, Consejo de Gabinete y a la Corte Suprema de Justicia. Los mismos deben utilizar los procedimientos de aprobación de la propuesta en dos Asambleas diferentes sin poder introducir cambios y el otro acto constitucional aprobado por la Asamblea vigente en dos legislaturas, donde sí caben modificaciones, con la diferencia de que se debe someter a referéndum. Pero estas dos vías son para meras reformas, como se ha hecho hasta ahora. Quedando así lo normado por el artículo 314, que habla de que se podrá adoptar una nueva Constitución por medio de una Asamblea Constituyente Paralela. Es decir que el Gobierno sigue funcionando mientras legisla el constituyente, pudiendo ser convocada por la Asamblea Nacional o el Órgano Ejecutivo.
Adicional, se encuentra la convocatoria por iniciativa legislativa, la cual estableció un piso del 20 % de los miembros del Registro Electoral, lo cual resulta muchas veces difícil e incluso hasta desmotivador para un país tan politizado por medio de la prebenda y regalo de los políticos que nada quiere que cambien para seguir con su statu quo. De ahí que hay que empinarse por encima del interés particular, y tener la convicción y voluntad política, para reformar de una vez y por todas nuestra Carta Magna y limitar el abuso y concentración de poder alrededor de pequeños sectores de la sociedad por encima del resto de la población.