Cómo debe ser un magistrado
Como dije en un artículo anterior, la situación de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) no cambia con la sustitución de sus miembros, refiriéndome en aquella ocasión a la destitución de Alejandro Moncada Luna. Posteriormente, tras la renuncia del magistrado Víctor Benavides, como abogado litigante, puedo decir que nada ha cambiado. Aunque haya un magistrado que ahora –no antes– resuelve expedientes con una celeridad nunca vista, porque lo que intenta es quedarse en el puesto.
Con la participación de la sociedad civil, se puede elegir a los abogados más honrados del país, como nuevos magistrados del órgano superior de justicia, pero el actuar habitual de estos no cambiará, porque formarán parte de un sistema judicial que no funciona correctamente.
Los abogados estamos cansados de que en los juzgados parecen utilizar “códigos judiciales” diferentes, pues no hay una interpretación uniforme de sus normas. Impartir justicia no debe ser una cuestión de subjetividades, sino de un objetivo: la búsqueda de imparcialidad en su aplicación. Pero sucede que un día el juez interpreta una norma de una manera y, al día siguiente, la aplica de forma diferente.
No se deben emitir fallos subjetivos, que se basan más bien en la relación entre abogados o abogadas, y secretarios o secretarias o con los propios jueces o juezas, como es costumbre. Es notorio ver cómo abogadas tratan al personal femenino de las fiscalías o juzgados de manera amigable, preguntándole por vestimenta, celebraciones, etc. Esto no hay magistrado honrado que lo cambie. Si los que se elijan para ser los nuevos magistrados son honrados de verdad, lo primero que tienen que solicitar es una constituyente originaria, de lo contrario estará claro que lo que más les interesa es su jugoso salario y tener la mala fama que, inmediatamente, adquirirán al ser miembros del segundo órgano del Estado con la más mala percepción ciudadana. Mientras sean los políticos los que nombren a los magistrados, procuradores y contralores, nada cambiará en Panamá.
En una ocasión, una exmagistrada de familia (compañera de clases) me dijo que nunca sería magistrada de la CSJ, porque ella no era corporativa. Después de su salida de la más alta magistratura no la he vuelto a ver para recordarle su frase. Y es cierto, es costumbre de ellos ser corporativos, o sea, adecuarse al sistema y a su doctrina. Veremos si los nuevos, elegidos por esta administración, serán valientes y se convertirán en una voz crítica.
Hay tantas cosas que cambiar. Por ejemplo, nombrar más personal en los juzgados, reducir la cantidad de guardias de seguridad para los magistrados, darle más equipos y útiles a los juzgados y eliminar tantos edecanes dedicados a servir, café, sodas, emparedados, etc.
Deseamos un magistrado que, desde su posición, informe legalmente a la ciudadanía de las cosas incorrectas que observe y que no hable tímidamente después de su salida del órgano. Con la mora judicial da la percepción de que lo que se busca es una gratificación, como al parecer pasó en el caso de Moncada Luna. Y aclaro, percepción, porque no hay pruebas, mientras no se terminen esos procesos.
Según nuestro ordenamiento jurídico los fallos deben darse en 30 días, hay casos en la CSJ que demoran más de 10 años. Por lo que en muchos se produce la vergonzosa sustracción de materia, o sea, lo reclamado ya pasó a mejor vida. Y aclaro, vergüenza para los magistrados. ¿Realmente cree la sociedad civil –que ahora participa en complicidad con los políticos– que un nuevo magistrado, por más honrado que sea, cambiará todo el sistema judicial? Si es así, entonces pecan de ilusos.