Hacia dónde va nuestro Sistema Penitenciario

Estimados lectores, retomando nuestra preocupación por el desarrollo de las políticas públicas de nuestro país, en esta ocasión seré enfática en que nuestra Constitución Nacional, en el artículo 28, indica: ‘El Sistema Penitenciario se funda en principios de SEGURIDAD, REHABILITACIÓN Y DEFENSA SOCIAL…', añadiendo de forma concluyente ante este artículo responsabilidad de los gobernantes: RESOCIALIZACIÓN Y REINSERCIÓN SOCIAL.

En nuestro país existe el sistema penitenciario de atención integral de adultos y el sistema penitenciario de atención integral a los adolescentes en conflicto con la Ley que se regula bajo sistema y regulación especial (Instituto de Estudios Interdisciplinarios); cabe mencionar que ambos se encuentran bajo el Ministerio de Gobierno. Producto del determinante deterioro del Sistema Penitenciario y descontrol por la carencia de política criminológica, personal idóneo, haciendo referencia a la inexistencia de experiencia y preparación y, ante todo, de compromiso real de la responsabilidad que implica atender este tema tan álgido para todos los Gobiernos, es lo que más ha incrementado el deterioro observado, creciente y destructivo, convirtiéndose en un sistema totalmente inoperante.

El Sistema Penitenciario es responsabilidad de país, no solo de los gobernantes y ministros del ramo que, lamentablemente, al llegar el momento de cambio de poder, producto de nuestro sistema político e idiosincrasia de pueblo, los Gobiernos cambian cada cinco años, se ha convertido ya para nuestro país, la mejor lotería, siendo criolla descriptivamente, que se designen en cargos tan delicados a ciudadanos responsables y preparados que comprendan que el administrar los fondos del Estado producto del ‘mandato del pueblo', CONTRATO SOCIAL de Jean-Jacques Rousseau, es un derecho que ha decidido el pueblo que así sea.

Esto no lo han heredado ni tenían derecho, son designaciones, reitero, para administrar nuestros recursos, en beneficio del pueblo no en beneficio de ellos y mucho menos peldaños para figuraciones destructivas, en donde lo que menos les interesa es desarrollar su principal compromiso: EFICIENCIA, CALIDAD Y RESULTADOS bajo los cargos que administran.

Quedando que fueron designados bajo falsas identificaciones de promesas de soluciones; sorpresa, al llegar a los cargos es donde se percatan de que no era como decían y que en realidad era más delicado de lo vociferado y que van a iniciar a estudiar, a aprender para entonces ver qué se puede hacer y ya pasaron los 5 años señores.

¿No les ha parecido muy común la identificación que acabo de hacer? Estimados lectores, qué tristeza observar de qué forma tan progresiva y acelerada se deteriora nuestra sociedad en donde las políticas públicas son determinantes en el norte de los pueblos y la educación debe ser siempre el principal pilar de toda sociedad.

Con qué admiración atendemos información de sociedades en donde los centros penitenciarios, tanto de adultos como de adolescentes, han ido disminuyendo. Podremos los panameños algún día lograr avances, cuando el tema de sistemas penitenciarios, de adultos o adolescentes, esté realmente atendido como política de Estado y tema de seguridad y no bajo la concepción de que no se puede hacer nada, solo rogar a Dios no caer en estos lugares y mucho menos nuestros familiares.

Porque debemos estar claros que es comparable el INFIERNO DE DANTE y quizá peor, porque estos individuos saldrán a la sociedad, si lo logran, a seguir en sus etapas de subsistencia, a veces, hasta bajo compromisos preadquiridos en estos lugares, producto de favores delictivos, pasando a incrementar las cifras de SIEC (Sistema de Integración de Estadísticas Criminales).

Hay que seguir trabajando para que en algún momento nuestros gobernantes comprendan que no solo se debe tener buena voluntad y que cualquier profesional posee la capacidad para la atención integral de estos sistemas que deben ser atendidos de forma multidisciplinaria bajo compromiso, conocimientos, experiencia y, ante todo, entender que no son cargos de figuración y para solo devengar salarios. Sigamos trabajando por nuestro país.

Eliminar la corrupción en Panamá

El crecimiento y bienestar de un país está estrechamente relacionado con la educación de la población. Es por ello que la base fundamental de toda sociedad sin lugar a dudas es la familia, fuente primaria del conocimiento para todos los niños a través de las enseñanzas de los padres, fundamentadas en el amor, el ejemplo de vida y los sólidos valores.

Al ir integrando, poco a poco, estos valores a nuestra personalidad, crecemos como personas, y al ponerlos en la práctica hacemos la diferencia como seres humano racionales, con respecto a los demás seres vivos. Posteriormente, estos valores son reforzados en los diversos centros de enseñanza escolar del país, y es por medio de nuestros trabajos que somos sometidos a las pruebas en el proceso de la toma de decisiones, mediante el desarrollo de nuestras habilidades en los puestos de trabajo en que nos desempeñamos.

Una definición más general de corrupción, es la presentada por el abogado en derechos humanos Javier García Espinar, quien señala: “El fenómeno de la corrupción (ya sea en forma de tráfico de influencias, o en forma de obtención de favores ilícitos a cambio de dinero u otros favores) constituye una vulneración de los derechos humanos por cuanto que generalmente entraña una violación del derecho a la igualdad ante la ley, y en ocasiones, llega a suponer una vulneración de los principios democráticos, conduciendo a la sustitución del interés público por el interés privado de quienes se corrompen”.

Los ciudadanos debemos exigir más información y certeza de castigo para los corruptos. Somos conscientes de que se seguirán presentando nuevos casos de corrupción, pero estoy convencido de que los hombres y las mujeres que se rigen con sólidos valores somos mayoría en nuestro país.

La receta para eliminar la corrupción en el hombre es volver a darle la importancia a estos conceptos: principios, valores, familia, sociedad.

La corrupción es uno de los males que afectan gravemente el desarrollo y la convivencia en las sociedades, y no entiende de razas, idiomas o tipos de gobierno; acecha de manera inevitable a los poderes de un país y golpea a los ciudadanos, a las inocentes víctimas de los sistemas de gestión corruptos.

Por desgracia, ha sido y es parte natural dentro del contexto del poder. A lo largo de la historia donde haya negocios, poder y dinero aparece, de forma evidente, el concepto de corrupción. Políticos, empresarios, funcionarios, etc., han caído en las espesas redes de este flagelo social.

Las deficiencias en la administración de la justicia, en la Ley de Contrataciones Públicas, el financiamiento electoral, el acceso a la información y la transparencia siguen, de una forma u otra, creando condiciones para generar actos de corrupción.

La transparencia “es el mejor antídoto contra la corrupción”.

 

Un Tema Importante Al Que No Le Dan Prioridad

En los últimos 30 años, el problema por la falta de agua empeoró al punto de que cada día más panameños sufren, pues carecen de este líquido en sus hogares. Se trata de un tema que debe ser abordado como una prioridad, sin embargo, ninguno de los últimos cinco gobiernos movió un dedo para resolverlo, y el actual se hace de la vista gorda. Los problemas en el Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales (Idaan) van desde su infraestructura hasta la gestión humana.

Muchas son las anomalías que padece esta institución y una de las más grandes es su gestión de cobro. No he visto a ningún director del Idaan lograr poner en regla a todos los panameños morosos, tanto personas naturales como jurídicas, por eso, pregunto: ¿Quién supervisa el trabajo de esos señores?

Me da coraje ver cómo exdirectores de la entidad se presentan a programas de opinión a debatir el tema. ¡Que charlatanería más grande! Quieren pasar por expertos en la materia, y no hicieron nada para salvar el hundimiento de este barco.

Observo otra falla importante en su Departamento de Planificación y Mantenimiento. La población en la ciudad de Panamá ha crecido a tal punto que el abastecimiento que se debe brindar no cumple con la demanda. No hay planificación para nada y, si hablamos del mantenimiento y prevención de daños en la propia infraestructura de las plantas potabilizadoras, concluimos que realizan un trabajo mediocre, cuyos resultados los vemos a diario y no los podemos soslayar.

El agua es el elemento más importante en el planeta Tierra, pero en Panamá nadie hace nada para preservarla. Si se respetaran las leyes y se castigaran a los que deforestan las cuencas hidrográficas y a los funcionarios que otorgan permisos a las concesionarias que sacan materiales de los ríos, todo sería diferente.

Los ciudadanos nos opusimos a la privatización de varias entidades públicas en el pasado. Estoy casi seguro de que si ahora se realiza un referendo para consultarle a la población sobre la venta del Idaan, el “sí” ganaría de forma contundente, igual que ocurrió con el referendo para la ampliación del Canal de Panamá.

Los gobernantes deben planear cómo preservar el agua de este país, para el bienestar de las futuras generaciones. Aún tenemos tiempo de hacer mucho al respecto, sin embargo, la clase política no da muestra de querer hacerlo y solo vela por aumentar sus riquezas personales.

Por esto, le hago un llamado a las autoridades para que reflexionen y planifiquen un proyecto que salve nuestro tesoro más importante: ¡El agua!

 

 

La Corrupción Es Enfermedad Contagiosa

El virus, incubado en varios despachos públicos, ha resistido hasta ahora los inocuos remedios que le han aplicado. O fingido aplicar. Ha infectado a quienes llegan a ocupar puestos públicos, a pesar de las sopeteadas promesas de que permanecerían incólumes e intachables. Los hay peores: quienes, con malicia, diluyen controles para que el virus se alimente y crezca con mayor virulencia.

De manera especial en el último cuarto de siglo desde la invasión, coincidiendo con el renacer de nuestra democracia, el aprovecharse indebidamente de puestos públicos ha sido, con demasiada frecuencia, moneda de curso forzoso. Reales o percibidos, cuestionamientos y suspicacias no han faltado desde el deshonroso Club La Llave, el discreto maletín recostado bajo la mesa de un restaurante, el congelador repleto de papeles no comestibles y el CEMIS, una cinta costera rebautizada ‘coimera' y, últimamente, todo eso elevado a la enésima potencia. Como burla al ciudadano, todavía resuenan las engañosas campañas que prometían ‘0 Corrupción' o que permitirían ‘meter la pata, pero no la mano'.

El virus se ataca hoy por dos vertientes: la sanción a quienes se investiga por haber desviado descaradamente dineros públicos, con el recobro de esos dineros más intereses y multas incluidas; y las medidas inmediatas para impedir la recurrencia de esas trampas.

El Ministerio Público es responsable de llevar ante la justicia a quienes, después de una escrupulosa investigación, resulten responsables de tantos atracos; pero la cantidad y calidad de los delitos investigados requiere contar con mayores recursos técnicos especializados y suficientes partidas presupuestarias que le permitan desempeñar su función como aspira el pueblo panameño. Nadie quiere que las investigaciones terminen en fracasos técnicos por la falta de recursos necesarios.

De manera paralela, es necesario cerrar de inmediato las brechas y fisuras que puedan permitir que se repitan los mismos abusos por negligencia, ignorancia o falta de experiencia de los actuales funcionarios. La Contraloría General, como entidad fiscalizadora de nuestros impuestos, tiene la responsabilidad primaria de cerrar cualquier brecha por donde se puedan colar prácticas malsanas.

En ambas vertientes no debe terminar todo: existe otra, con un horizonte más lejano. El manejo irregular descubierto ha sido tan organizado y difundido en tantas actividades de Gobierno —calificado como una real organización para delinquir— que una solución integral adecuada no debería ser función exclusiva de entidades que tienen responsabilidades propias que reclaman su atención en el normal acontecer diario. Estimamos que se requiere dedicación exclusiva para recomendar soluciones que integren una gama de aspectos como economía, finanzas, ingeniería, administración de proyectos, requisitos éticos concretos, transparencia, buenas prácticas de conducta, sentido común, buen juicio, sentido de solidaridad, responsabilidad en el manejo de asuntos ajenos, inteligencia emocional, honradez comprobada, etcétera.

Podría ser oportuno designar un reducido panel —no lo llamaría ‘comisión', porque es un concepto desacreditado entre nosotros— de personas honorables, para analizar todos los sonados casos de corrupción en los últimos años y proponer las medidas más severas que cierren las puertas, ventanas o rendijas por donde pueden colarse las malas prácticas descubiertas.

Mediante ley especial facultaría al panel para investigar y recabar toda la información que estime pertinente en todos los procesos gubernamentales, salvo los relativos a la seguridad nacional o a las relaciones exteriores. Incluiría la posibilidad de obtener asesoramiento de países con menor incidencia de corrupción, como Suecia, Dinamarca y Finlandia.

Y aprovecharía la oportunidad para incorporar algunas de esas recomendaciones a las próximas reformas constitucionales. Necesitamos hacer lo que hasta ahora no se ha hecho realmente: aplicar vacunas que nos fortalezcan contra el contagio y antibióticos que lo curen cuando ya se ha contagiado.

Abogados Penalistas Defensores

Los panameños observamos, sorprendidos, la bonanza económica y profesional que le llega a los abogados penalistas, quienes tramitan la defensa de aquellos exservidores públicos, empresarios y hasta civiles imputados en los casos de corrupción generados durante el gobierno de Ricardo Martinelli.

Nunca se había visto tal cantidad de abogados penalistas tramitando, de forma simultánea, la defensa de múltiples imputados a consecuencia de la corrupción que vivió el país. Al ritmo que se descubren los casos, parece que no habrá suficientes penalistas para atenderlos. Y no se trata solo de funcionarios. Ahora se inculpa a empresarios, chicos y grandes y a civiles, hombres y mujeres.

Aunque es verdad que existe la presunción de inocencia, algunos de estos casos son tan obvios, que los panameños no comprendemos cómo los imputados no son enviados directamente a la cárcel, en lugar de a sus residencias. Con esta actitud se le da el pésimo mensaje a la ciudadanía de que en Panamá el crimen sí paga. Por otra parte, los abogados, en vez de hacer una defensa legítima de sus representados, se valen de argucias para demorar los juicios hasta que prescriban. En el caso del Programa de Ayuda Nacional, el de más alto perfil hasta ahora, solo un acusado está preso. Al resto, que suma a la fecha más de 60, se le ha dado casa o país por cárcel, incluida la oportunidad de gozar de los lujos que adquirieron de forma mal habida.

Lo más asombroso de los abogados defensores es que no aceptan la responsabilidad de sus clientes y sostienen que los fiscales son los culpables, que el debido proceso ha sido violado, que las acusaciones responden a persecución política, que los términos han sido violados, que si las injusticias del sistema, la violación de la Constitución, de los derechos humanos, en fin, invocan toda clase de excusas o cualquier otro argumento, por más inverosímil o increíble que parezca.

El grupo más numeroso de abogados es el que asume la defensa de Martinelli –pese a que aún no ha sido imputado–. Ellos aducen que el expresidente es la persona más perseguida en la historia de Panamá, solo por una “venganza personal”. No admiten sus irregularidades, aunque lo señalen varios de sus ministros, altos funcionarios y allegados, también imputados. Su secretario privado y asistente personal está prófugo de la justicia, igual que el mismísimo exmandatario, quien espera volver, eso sí, “cuando el clima sea más propicio para regresar”. Es decir, cuando pase la sequía, llueva, haga frío o caiga nieve. Me impresiona que el único de estos defensores que ha conminado a su cliente a que hable ha sido el abogado de Rafael Guardia Jaén, Víctor Orobio, quien expresó que había conversado con su defendido y que este prometió devolverle al Estado los bienes mal habidos y que confesaría todo lo que sabía sobre estos delitos. ¿Por qué, si colabora con las autoridades, es el único que está en prisión, mientras los otros gozan casa por cárcel y disfrutan los lujos mal habidos?

 

La Cultura Del Sapeo

Desde mi época escolar los profesores promovían el sapeo. Entre los estudiantes cierto que había un código ‘antisapos', pero al final triunfaban los miembros del club del sapeo. Al final, el compromiso era sencillo, los malos alumnos tenían su lista de sapos y se cuidaban de que estos no se enteraran de sus andanzas. Si se copiaban, no lo mencionaban frente a un reconocido sapo; si se fugaban de la escuela, jamás celebraban el éxito frente a sapos y así todos vivíamos en paz. Claro, éramos niños y en juego no había gran cosa.

Luego aprendí, gracias al cine y ciertas novelas, cómo la mafia italiana controlaba el posible sapeo. Cualquier aspirante simplemente tenía que cometer un crimen, lo que era conocido por los otros y así el novato no hablaría, porque de hacerlo le sacarían su crimen y pagaría cárcel igual que los que el sapeara. Eran hermanos en el delito. Y eso me trae a Panamá y el siglo 21.

En el siglo 20 me comentó en una ocasión el general Noriega, entonces jefe de Inteligencia, que lo difícil de su trabajo investigativo era interrogar a un panameño, cuando hablan no paran, ‘hay que pegarles para que no hablen más', me decía. Tristemente me tocó comprobar esto después de la invasión, al quedar detenido en el campo de las fuerzas de defensa (aunque era civil) y ser interrogado en una batería de toldas donde se interrogaban a varios a la vez. Yo, adicto al cine, recuerdo a los oficiales gringos, nazis, japoneses, que siendo interrogados daban su rango, número de identificación y nada más. Creí que oiría eso al quedar en una tolda, siendo yo interrogado, al lado de otra donde interrogaban a un capitán conocido mío. El capitán estaba explicando interioridades del manejo de las fuerzas de defensa que ni yo sabía, al extremo que le pedí a la capitana que me interrogaba si podíamos parar un rato para oír al de al lado. Yo hubiese pensado que lo tenían colgado por los pies, o sentado en hielo, pero no, al salir vi que estaba cómodamente sentado y tomando café. El sapeo, aprendí, funcionaba también en nuestro ejército.

Nuestra cultura del sapeo muchas veces va acompañaba de precios. En el juicio de Noriega sé de varios que hablaron contra él, porque le pidieron ciertas cosas al general detenido y él no se las concedió. ‘¡Ah!, si no me lo das, hablo'. Y eso me trae a nuestros tiempos. Cuando el Gobierno expresó su voluntad de hacer justicia contra la corrupción del Gobierno anterior, yo siempre supuse que no sería difícil. Alguien sapea. Lo que nunca me imaginé es que TODOS sapearían.

Los fiscales Anticorrupción solo han tenido que interrogar a los imputados y ha seguido una lluvia de implicados. Guardia Jaén se encargó de los empresarios que se beneficiaron, casi 100 de ellos, y el caso del PAN no termina de aumentar implicados. Cada interrogado suma o refuerza denuncias contra otros. Recientemente el último interrogado la semana pasada en el caso de Cobranzas del Istmo, Tobín Salerno, metió a Cucalón y nada más y nada menos que al presidente Martinelli. El sapeo, en Panamá, está en su mejor momento.

En estos casos es casi comprensible, aunque son de la misma cofradía, ahora prefieren sapear y buscar acomodarse frente a las acusaciones que se les hacen. Si compartieron en el delito ahora se acusan mutuamente, siguiendo la cultura del sapeo, muy distantes del comportamiento de los miembros de bandas mafiosas. Curiosamente las pandillas locales tienen un mejor código de silencio, y además tienen su código de solidaridad, donde mantienen a las familias inmediatas de los detenidos o caídos.

Nuestra sociedad se prepara para seguir viendo el desfile de funcionarios del Gobierno anterior que seguirán cayendo en las investigaciones, víctimas del sapeo. Ya ni saben cómo reaccionar ante beneficios como casa por cárcel por sapear, si en el fondo el sapo es un delincuente. Un preso denuncia un magistrado de la Corte, en uno de los casos por excelencia de sapeo. Los gringos, con un poco más de vergüenza, llaman a esos sapos ‘testigos protegidos' y pasan de delincuente a testigo. Pero allá el sapeo no está tan arraigado en su cultura como acá.

Al final del camino, quizá qué importa que las investigaciones se logren vía sapeo y no por trabajo investigativo. Lo cierto es que lo importante es descubrir toda la trama detrás de los millones robados, después nos ocuparemos de los sapos.

 

Corrupción: ¿Cuál Es El Problema?

Hay quienes suelen decir que la corrupción política se refiere al mal uso del poder para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente de forma secreta y privada. Asimismo, este fenómeno no se limita a los funcionarios. En cada acto de corrupción hay corruptos y corruptores. Pero, ¿el problema es el sistema o los que participan de él?

Quienes creen que la corrupción no es parte del sistema, sino conductas individuales, plantean que el término opuesto a corrupción política es transparencia, por ende la tarea es avanzar en transparencia como base para combatir la corrupción.

Juan López Caballero, sociólogo, señalaba que ‘Mientras sobreviva y subyazca la noción de que el mercado es el creador del mejor orden y, en ausencia de un Estado fuerte, organizado alrededor de un modelo de desarrollo, lo previsible es que esa corrupción se manifestará en todos los frentes'. López expresa que ‘No hay día en que no aparezcan nuevos escándalos que, aunque presentados solo como fruto de abusos de los funcionarios públicos, tienen necesariamente un complemento en los actores privados. En otras palabras, es posible que sea más correcto ver el problema como el de una cultura o un modelo de sociedad y de economía basado en la corrupción, que una deformación de algunas ‘manzanas podridas' que se toman el sector político y el sector oficial'. Afirma finalmente, que hoy nos sentimos en el reino de la corrupción y no sabemos a qué atribuirlo. Buscamos chivos expiatorios, sin intentar siquiera encontrar alguna explicación de por qué se ha multiplicado en esa forma. Por donde deberíamos empezar es por reconocer que ese aumento en esa modalidad de delitos es coincidente con la implantación del modelo neoliberal, y con el avance de los intereses de a quién él beneficia. Por lo tanto, es interesante buscar cómo se explica esa correlación.

En Panamá, la corrupción es galopante, no es solo del Gobierno anterior, sino de todos los que los han sucedido y el actual presenta los mismos vicios. No es solo en el Ejecutivo, sino también en el Legislativo y Judicial. No es solo de la esfera pública, sino también de la privada. No es de un partido político tradicional, sino de toda la partidocracia. Esta realidad ha llevado a Frenadeso a catalogar el escenario como de crisis institucional, ‘una crisis del sistema que no solo tolera estas prácticas delincuenciales, sino que las promueve, mientras pone a andar la gran maquinaria institucional, publicitaria y de medios de comunicación para manipular a la opinión pública…/ … Por eso es que se oculta la verdadera dimensión de la crisis que vivimos, mientras los medios, como en el pasado, se hayan más interesados en sembrar falsas expectativas…'.

Insiste Frenadeso, ‘El sistema está herido de muerte. La gobernabilidad solo se sostiene por las componendas más inverosímiles entre los partidos burgueses, que tienen entre sus principales ingredientes la impunidad, la manipulación mediática, el nepotismo, los negociados, los acuerdos de recámara entre los componentes de la mafiocracia reinante y, si se hace necesario, el uso de la represión contra el pueblo rebelde, tal como ha acontecido en cada uno de los Gobiernos que se han sucedido'.

En este escenario, las llamadas fuerzas de recambio (sociedad civil e independientes) que promueven los grupos de poder económico ante la crisis institucional inicia un proceso de descrédito ante la conducta que han asumido algunos de sus miembros incorporados en las esferas de Gobierno. Se trata de las mismas prácticas nefastas de corrupción, nepotismo, viajes y silencio cómplice frente a cuestionables decisiones del quehacer público.

En definitiva, tenemos ante nosotros una serie de realidades escandalosas, pero inscritas en la lógica misma del capitalismo neoliberal que atestiguan cómo funcionan las instituciones políticas y los sectores dominantes.

La única salida real para acabar con este estado de situación, obligatoriamente pasa por crear las condiciones para la autoconvocatoria por parte del pueblo de una Asamblea Constituyente Originaria soberana con plenos poderes, capaz de fundar una nueva república.

 

La Justicia Sí Importa

A diario escuchamos quejas de la ciudadanía en cuanto a la aplicación irregular de la justicia en el país. Señalamientos van desde la Corte Suprema de Justicia, pasando por jueces y fiscales, hasta los niveles de los corregidores. La opinión ciudadana insiste que el sistema judicial en Panamá ha fracasado en la administración de justicia. Se destacan anomalías que han sido denunciadas por propios magistrados, que van desde la venta de fallos hasta la aplicación sesgada de los procedimientos jurídicos aplicables según dicta la Constitución Nacional y las leyes específicas.

El ciudadano común percibe que la justicia no se está aplicando de acuerdo con los preceptos fundamentales que sustentan un Estado de derecho. Al parecer, los encargados de impartir justicia se han quitado la venda de la imparcialidad para actuar según sea la conveniencia política en función de quién es la persona que se juzga. Muchos llaman la atención sobre la inexistencia de la presunción de inocencia y aplicación del debido proceso.

Los procesos jurídicos adolecen de una ejecutoria de acuerdo con lo razonable, o lo equitativo o lo indicado por el estricto derecho, dado que se incluyen consideraciones de carácter puramente político. Hay dudas sobre si la justicia se está aplicando de acuerdo con lo que la sociedad considera como bueno y lo que es malo, lo equitativo y razonable y sin arbitrariedades.

Se han dado reacciones de fiscales que parecen responder a presiones creadas mediante los medios de comunicación, los que parecen haberse convertido en fiscales, jueces y hasta procuradores, interviniendo con juicios a priori que rayan en lo que se ha denominado “linchamientos mediáticos”. Adicionalmente, algunos abogados han hecho denuncias públicas expresando que sus clientes fueron coaccionados para declarar en contra de algunas personas sobre las cuales había algún interés de involucrarlos en la investigación del fiscal. De ser cierto, sería una grave falla del sistema judicial.

Estas irregularidades han generado serias dudas sobre la aplicación en derecho de la justicia, llevando las investigaciones judiciales al plano político. Injerencia de la política desvirtúa las funciones del sistema judicial y sus personeros, lo que ha provocado la pérdida de confianza de la sociedad en el poder judicial en Panamá.

En consecuencia, la sociedad panameña ha perdido la perspectiva que “la Justicia Sí es Importante”. Ya no podemos simbolizar la justicia con la figura de una mujer que porta en la mano una balanza equilibrada y que tiene sus ojos tapados con una venda, lo que comúnmente referimos como que “la justicia es ciega”. La justicia llevada al plano político es una aberración que hay que erradicar en este país.

 

La Inseguridad Ataca A La Democracia

Ya a nadie le resulta ni extraño ni difícil de comprender que la delincuencia y la violencia son el resultado de múltiples causas y efectos que perjudican, gravemente, la convivencia pacífica, el arraigo de la Democracia y el Estado de derecho, el disfrute de los DDHH y garantías constitucionales en nuestro país, así como el desarrollo económico de nuestro pueblo.

En el diagnóstico del problema, Panamá ha identificado como sus factores críticos generadores: La incapacidad de retención del sistema escolar; la exclusión de grandes sectores de población del goce de derechos y beneficios sociales básicos; el crimen organizado, dentro del cual destacan el narcotráfico y la trata de personas; la violencia doméstica; la proliferación y fácil disponibilidad de armas de fuego, entre otros.

Junto a estos factores, se evidencia la debilidad institucional del Estado para prevenir la delincuencia y la criminalidad de manera integral, de la misma forma en que, ahora, interviene coercitivamente de manera agresiva para reprimirla. Los agentes causales de violencia insisten en incrementar su capacidad de penetración, influencia y dominio social.

El narcotráfico en particular, es el factor principal que está detrás de gran parte de la violencia que nos afecta. Después de más de dos décadas de lucha contra el mismo, cabe preguntarse si este flagelo representa ahora una menor o una mayor amenaza para nuestra institucionalidad democrática, y si las actividades ilegales que le son conexas causan menos daños a la población en términos cuantitativos y cualitativos. Igualmente, si las drogas están hoy más al alcance de la población o no y si, en definitiva, existe una mejor y mayor conciencia y control sobre el perjuicio personal que causa el consumo de drogas a los ciudadanos, y si se ha reducido significativamente o no.

Estas interrogantes son válidas hoy para todos los países, y ya no son aplicables exclusivamente en función de la visión trilateral de países productores, países de tránsito y países consumidores. Por supuesto, no pretendemos soslayar la corresponsabilidad de países con mayores concentraciones de consumidores con recursos económicos para pagar el consumo de las drogas.

Nuestra sociedad experimenta un creciente grado de afectación, porque la introducción del narcotráfico ha producido oferta y demanda. Y cada vez más, penetra y vulnera la economía formal, las instituciones de seguridad, las de administración de justicia y procura comprar al aparato político que da sostén a la vida en democracia. Hoy se paga con drogas, dinero y armas a las pandillas que apoyan los esfuerzos del narcotráfico en nuestro país. También se incrementa la posibilidad de que se financien campañas electorales e instalen, a su favor, funcionarios de elección popular.

Nuestras autoridades policiales se esfuerzan por evitar que toneladas de drogas sean traficadas a través de nuestros espacios ter ritoriales. De manera progresiva, batallan por reducir el impacto destructor de la creciente parte que se está quedando en el país. Desde esta perspectiva, Panamá ha planteado su decisión de perseguir al crimen organizado, mientras persevera en articular una estrategia de prevención de la violencia y la delincuencia en el país.

Se requiere asignar recursos presupuestarios en la adquisición de equipo y tecnología para fortalecer la capacidad operativa de la Policía Nacional, hoy bajo el mando de un policía profesional. La Institución está realizando ingentes esfuerzos para enfrentar la criminalidad y dentro de ésta, el narcotráfico y delitos asociados. Ha tenido importantes avances, particularmente en la represión y persecución de delincuentes, aún con mucho por hacer. También por parte del Servicio Nacional Aeronaval y el Servicio Nacional de Fronteras, que exhiben importantes éxitos en sus misiones de seguridad nacional y cautelación de drogas y detención de traficantes.

Ahora, todas las instituciones de seguridad están bajo dirección de profesionales en la materia, demostrando una mayor efectividad policial. No obstante, éxitos solo serán posibles con políticas, estrategias y decisiones operativas de seguridad, propuestas y dirigidas por el Ministerio de Seguridad sobre una base integral, multidimensional y de amplia participación institucional y ciudadana. El Plan Barrios Seguros con más oportunidades y Mano Firme serán críticamente evaluados en sus reales resultados, no por estadísticas, por el pueblo panameño.

El escenario actual reclama una amplia visión integral de aspectos, dada la evidente fortaleza del crimen organizado en nuestro país. Ello presupone incrementar la presencia policial comunitaria en los barrios, así como la certeza del castigo a infractores, mediante la correcta administración de justicia y el proceso de rehabilitación realizado por un sistema penitenciario eficaz. Ese es el gran reto del país.

ABOGADO

Las Venas Abiertas De La Nación

Definitivamente, la pobreza y la inequidad social pueden cambiar el mundo. Frente al saqueo económico, escandaloso, exorbitante y delincuencial, del que fue objeto nuestro país durante la gestión gubernamental del presidente Ricardo Martinelli –sin descartar los actos irregulares que se cometieron en otras administraciones–, pareciera ser que los panameños somos muy tranquilos, pacíficos, flemáticos e indiferentes ante los hechos ilícitos y antipopulares. Esto, como es manifiestamente notorio, se traduce en grandes y graves problemas sociales que son ahora el caldo de cultivo en el que se produce descontento y violencia de todo tipo, en cualquier parte del país. Es evidente que esto pone en jaque al “orden público y la paz social”.

Ante esa aparente realidad pasiva, es peligroso que nos equivoquemos, pues podría tratarse de un simple espejismo. Como reza el refrán: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. La actitud “conformista” de los panameños (en su mayoría) se debe a que estamos profunda y patológicamente frustrados, al observar que la mal llamada “democracia local” se limita a que cada cinco años se celebren elecciones generales para votar por candidatos que aspiran a ocupar distintos cargos públicos en el gobierno. Y, como si el gobierno fuese un tren, los bandidos que lo manejan se bajan en una estación, para que en la próxima se suba otro grupo de ellos a tomar el mando. Mientras, los pasajeros –en este caso es el pueblo– quedan en manos de sujetos proclives a la demagogia, a la corrupción y a la maleantería.

Como se desprende del mencionado refrán, tal frustración tiene un punto final. En ella está el caldo de cultivo para el descontento social y político que desencadena en violencia. Como la que vemos in crescendo en los barrios populares, en los arrabales o los guetos del país, y que se manifiesta en forma de delincuencia común. Esta, desafortunadamente, enfrenta al pobre contra el pobre. Pero, una vez que no queden más presas famélicas para saciar el hambre o las sinvergüenzuras de los delincuentes, sin lugar a dudas, esa especie de “lobos humanos hambrientos” extenderá su coto de caza hasta lugares supuestamente más seguros (como ya ha sucedido). Así cualquier persona –sin que importe su posición ni seguridad personal– correrá el riesgo de convertirse también en una “presa”.

A la par, los indignados por las injusticias del sistema imperante crecerán, como una avalancha, por culpa de los reconocidos “politicastros” que durante muchos años han arribado o asaltado al gobierno, y no para servirle al Estado, sino para servirse del Estado, con una voracidad salvaje.

El destino o futuro por esta cruda realidad es patético. Habría que ser una persona ciega para no percatarse de que la inmensa mayoría de panameños sufre un sinfín de males sociales, por la forma grosera e inhumana como se han vandalizado y saqueado los recursos económicos del Estado. Esto provoca la escasez de comida, agua, viviendas populares, medicamentos, educación, recreación y justicia. En consecuencia, aumenta la angustia social, a tal extremo que si alguien requiere ir a un hospital público, por motivo de cualquier enfermedad, sería aconsejable que lleve una Biblia, pues tomando en cuenta las pésimas condiciones de los establecimientos públicos de salud, le pueden adelantar su visa de salida al más allá, sin boleto de regreso.

Como escribió Eduardo Galeno: “En la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación”.