¿Seguro Social O Seguro Mortal?:
Sobre la base de mis experiencias personales, le he pedido a mi esposa y demás familiares que, si caigo enfermo, jamás me lleven a los hospitales de la Caja de Seguro Social (CSS). No obstante, esto no podrá suceder, gracias a Dios, pues no tengo derecho a atenderme en esa institución, porque no cotizo.
Cuando era joven sufrí un fuerte golpe en mi rodilla izquierda y mi papá–que era funcionario de la CSS– me consiguió cita con un médico ortopeda. Para hacer más fácil la atención, fui en pantalón corto y el galeno me pidió que me los bajara. Por supuesto, salí huyendo del consultorio. Mi padre me hizo regresar y el médico mandó que me enyesaran, sin siquiera haberme tomado una radiografía. Mi rodilla jamás se recuperó. Después de viejo, mi papá reconoce que fue algo extraño lo sucedido.
Un tío, que se dedicaba a la ebanistería, sufrió un accidente y se cortó varios dedos de la mano con una sierra. Yo lo llevé al cuarto de urgencias del hospital de la Transístmica, pero tras ser atendido él me pidió que lo trasladara al Santo Tomás, porque en la CSS le querían amputar cuatro dedos. Así lo hice, y en el “elefante blanco” solo le amputaron la falange de uno de los dedos, lo que le permitió seguir trabajando.
Cuando mi primera esposa quedó encinta, se le diagnosticó embarazo ectópico. Perdimos a nuestro hijo, porque ella era estítica y el tratamiento que le recetaron los matasanos la hizo abortar.
En otra ocasión, mi tercer hijo padecía una fiebre de 40 grados y lo llevé, en brazos, al cuarto de urgencias del hospital que ahora se llama Susana Jones. La administrativa pidió la documentación correspondiente. Le entregué el carné de asegurado y la ficha de julio, pero ella dijo que no podían atender al niño, porque el “patrón estaba moroso”. Como yo tenía la ficha de julio en mano, pero era agosto, la insulté delante de un policía y me fui a una clínica privada, donde lo inyectaron contra la gripe y se curó.
Ahora, para desgracia familiar, mi mamá se cayó y se fracturó la cadera. Me informaron que los cirujanos de la CSS eran buenos operando a personas de edad avanzada. Como ella es diabética, hubo que esperar un tiempo para intervenirla. Tras ser operada y tres días después de haber sido dada de alta, tuvo que regresar con un coma diabético, porque se infectó la herida. Se logró recuperar en el hospital viejo, pero un día la fisioterapeuta que la atendía le hizo un ejercicio que le provocó fuerte dolor y sobrevino un paro respiratorio, fallo cardiaco y derrame cerebral.
Después, cuando ya tenía un agujero en el coxis del tamaño de un plato mediano, por estar largo tiempo en cama, fue que nos dijeron que teníamos que comprarle un colchón antillagas. Ahora mi madre sigue en cama, bajo el cuidado de mi hermana, pero ya no es la misma de antes.
Es seguro que debe haber panameños con historias más tétricas que la mía.
A mi tía Margarita, por ejemplo, la quemaron en el oncológico y todavía mi prima está esperando reparación por el daño y perjuicio ocasionado. Mi suegra, de 71 años de edad, tuvo que llamar al call center de la CSS, para solicitar cita, y se la dieron para el 2016. Ella sufre de desmayos, pues no le llega suficiente oxígeno al cerebro.
A mi cuñada, que padece obesidad y presión alta, el doctor le ordenó, con carácter de urgencia, un examen del corazón, pero la cita también se la dieron para el próximo año. Espero que lleguen a esa fecha y no se mueran antes.
Si la atención en la CSS es pésima, cruel, etc., etc., etc., ¿cómo será si se unifica el sistema de salud? A propósito, este proyecto del actual presidente no ha sido consultado con los dueños de la CSS –los asegurados– cuando es notorio que no hay capacidad siquiera para atender de forma adecuada a los asegurados.
Reitero, no hay medicinas, médicos ni equipos para hacer exámenes a los pacientes con enfermedades raras o poco comunes; no hay reactivos, camas, cuartos, suficientes camillas ni la cantidad de ambulancias requeridas para dar una buena atención, y falta mucho personal e implementos.
Y ahora, para acabar de entristecer más a los asegurados, se habla nuevamente de aumentar la edad de jubilación y las cuotas. Mientras tanto, las cuantiosas cotizaciones sirven para comprar televisiones y tranquilizar a los impacientes asegurados, y para otras cosas innecesarias.
Todavía no ha llegado quien administre, adecuadamente, esta institución estatal, a pesar de que lo que se cotiza es suficiente para que se brinde una atención de excelencia. En la CSS, si no lo matan a usted por alguna razón médica, lo matan por el maltrato de los funcionarios que trabajan en los hospitales.