Este mes de marzo, declarado el mes de la ‘francofonía’, quisiéramos recordar algunos aspectos de este país que ha sido un acérrimo crítico de la plataforma de servicios internacionales de Panamá, llamándonos delincuentes, poniéndonos en listas negras y, sin reparo alguno, humillando a nuestros funcionarios y a nuestro pueblo. Pareciera que en Panamá solo nos sentimos orgullosos cuando suena ‘Patria’ de Rubén Blades. Al oírla sonar todos lloramos a moco tendido. Pero ante las afrentas de Colombia y Francia somos indiferentes y sale a relucir esa actitud de ‘eso no es conmigo’ tan típica de los panameños.
Recientemente, el gobierno francés envió una delegación de funcionarios de baja jerarquía para negociar con el gobierno de Panamá algunas cláusulas del tratado para evitar la doble imposición que se encuentra vigente entre ambas naciones. Me pregunto: ¿Quién tiene la ventaja en la negociación si nunca le aplicamos una medida de retorsión a Francia y ellos no sacaron a Panamá de su lista negra? ¿Para qué negociar con el gobierno de Hollande, que tiene un pie afuera? ¿Por el bien de la diplomacia?
No dudo de la buena fe y de la capacidad de nuestros negociadores, pero recuerden siempre las palabras del sabio diplomático Lord Henry Temple Palmerston ante el parlamento inglés en 1848: ‘No tenemos aliados eternos y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y solo debemos seguir esos intereses.’ Dicha frase ha sido repetida innumerables veces por diplomáticos y políticos como el sobrevalorado Charles de Gaulle, que dijo: ‘Francia no tiene amigos, solo intereses’. Panamá no puede dejarse intimidar por una potencia pasada de moda con una conducta arrogante que solo sirve para esconder su fracaso como nación.
La población panameña debe comprender que los franceses esconden la verdad y nos atacan en forma despiadada sin razón. La plata de sus empresarios y de la clase privilegiada sale de Francia porque son un infierno fiscal, al igual que muchos estados socialistas en Europa, y porque nadie quiere pagar hasta 75% de impuesto sobre la renta para subsidiar a un mega estado lleno de burócratas que no sirven para nada. Casi 60% del producto interno bruto (PIB) francés se va en mantener a su impresentable burocracia.
Por esa y otras razones, -como una economía que no crece hace años, un flujo de inmigrantes fuera de control, con 25% de la población joven desempleada y la incapacidad manifiesta de sus gobernantes- es que el año pasado más de 12,000 millonarios franceses se fueron de su país. Un informe citado por CNN Money en febrero de este año, llamado New World Wealth, establece que desde el año 2000, Francia ha visto despedirse de su tierra a más de 60,000 millonarios. El informe establece que las causas principales de que los millonarios salgan de sus países de origen son el crimen, los impuestos y los asuntos financieros. Ese mismo informe indica que, por segundo año consecutivo en 2016, Australia fue el país que más recibió millonarios extranjeros, seguido de EE.UU. y el Reino Unido.
La Organización Internacional de la Francofonía (OIF) dice tener 80 países miembros, pero dudo que existan tantas naciones en el mundo que adulen a Francia o a su idioma. Me pregunto si las antiguas colonias francesas en África, que fueron tan salvajemente explotadas, participan en estos eventos en que se enaltece el idioma galo. No creo que tengan el entusiasmo después de haber sido objeto del ‘Código Negro’ que representa, en las palabras del profesor Daniel Jacobo Marín (Universidad de San Luis de Potosí, México, 2010), ‘el fruto aciago del pensamiento racial del hombre blanco europeo y la culminación de un proyecto inhumano de grandes dimensiones de la poderosa nación francesa.’
El ‘Código Negro’, abolido finalmente a mediados del siglo XIX, constaba de 60 artículos y establecía las normas para el tratamiento de los esclavos. Entre sus principios se establecía que: eran bienes muebles; los amos tenían la facultad de azotar, pero no mutilar a sus esclavos; si el esclavo se fugaba se le cortaba una oreja y era tatuado con una flor de lis; había pena de muerte si el esclavo golpeaba a su amo, ama o a sus hijos en la cara o con efusión de sangre y no podía acceder a la propiedad. Yo no me imagino a esos descendientes de esclavos saltando en un pie y gritando: ¡Loor al idioma francés!
Para no dejar pasar la oportunidad de golpear a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), leo en el Washington Post de 24 de febrero de este año un artículo de Ishaan Tharoor denominado ‘The World’s Shame’ (‘La Vergüenza del Mundo’). El autor detalla la grave crisis que se cierne sobre Somalia, Sudán del Sur, el norte de Nigeria y Yemen donde más de 20 millones de personas, de los cuales 1.4 millones son niños, pueden morir de hambre en los próximos meses. ‘La situación es crítica’, dice Antonio Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Guterres estima que se necesitan más de $4.4 mil millones pronto para evitar esta tragedia.
Me pregunto: ¿Qué pensarán Gurría y Saint Amans, ambos flamantes ejecutivos de la OCDE, cuando leen estas noticias sobre las necesidades de estos pueblos donde aún -en pleno siglo XXI- se mueren seres humanos de hambre? ¿Cómo es posible que lideran el cartel de países más ricos del mundo y sólo saben atacar a países como Panamá, sacar estudios estériles que nadie lee y que no sirven para nada más que para abanicar su complejo de superioridad?
La OCDE, en vez de estar hablando babosadas en contra de la competencia fiscal y el derecho a la privacidad, debería hacerse útil y ayudar a atajar esta tragedia que se avecina en el continente africano (el cual sus miembros europeos explotaron durante siglos dejándolo en ruinas). Espero que Donald Trump recuerde cuando Gurría (Secretario General de la OCDE) lo llamó racista y atienda el llamado de los ‘think tanks’ de su partido para recortar los fondos a esta organización tan inútil y tan desfasada. EE.UU. aporta alrededor de 23 % del presupuesto anual de la OCDE y no creo que Francia corra a llenar el vacío en las arcas.
Por como nos trata el gobierno francés y por hacer justicia con nuestra historia como nación, es que apoyo el movimiento de cambiarle el nombre a la Plaza de Francia y devolverle el nombre original a ese parque en el Casco Antiguo de la ciudad: Plaza Chiriquí. Pocos saben que fue en el Baluarte Chiriquí donde se sofocó la revuelta de los generales colombianos el 3 de noviembre de 1903. No fue hasta 1922 que Belisario Porras, en uno de sus pocos errores como Presidente de la República, le cambia el nombre a Plaza de Francia.
Álvaro Tomas