Fundamento para suspender contrato de minera (II)

Soy del criterio que se debe recurrir al Principio de Precaución que es perfectamente aplicable en esta situación, por las graves afectaciones al ambiente y a la salud de los ciudadanos. El principio de ‘precaución', también llamado ‘de cautela', exige la adopción de medidas de protección antes de que se produzca realmente el deterioro del medio ambiente, operando ante la amenaza a la salud o al medio ambiente y la falta de certeza científica sobre sus causas y efectos.

La crisis del agua que en estos momentos vive el país, por la que se ha visto afectada la operación del canal, se está afectando la producción de alimentos y agrava la escasez de agua potable para el consumo humano, son razones suficientes para que se tomen todas las medidas que sean necesarias para mitigar los efectos del cambio climático que estamos sufriendo.

Lo que debe hacer el Ministerio de Comercio, en este caso, es preparar un informe detallado de todas las afectaciones al Parque Nacional Chagres como consecuencia de la actividad minera y la necesidad de restaurarlo hasta donde sea posible. Concluyendo en que es imposible restaurar esta área protegida y al mismo tiempo desarrollar la actividad minera, con lo cual se suspende indefinidamente el contrato que ampara la actividad. Al final, la Resolución que dicte el MICI terminará en la Corte Suprema de Justicia. Y no tengo la menor duda de que, por el principio de precaución y tomando en cuenta la gravedad de la situación, terminará declarando legal la Resolución que suspende indefinidamente la actividad minera.

En un fallo del Pleno de la Corte de fecha 24 de febrero de 2010, que tuvo como ponente al magistrado Alejandro Moncada Luna, se resolvió la apelación de un Amparo de Garantías Constitucionales presentado por el Licdo. Luis González en contra de una Resolución dictada por la Dirección General de Salud de Veraguas en la que confirmaba el otorgamiento del Permiso de Construcción para la ubicación de una torre para antenas de telefonías móviles, troncales y similares; el pleno le dio la razón al accionante en cuanto a que estas torres no se debían instalar cerca de las poblaciones.

El Pleno concedió el amparo y terminó diciendo: ‘Concluye el Pleno reiterando que la aplicación del principio de precaución al presente caso está dirigida a asegurar que la población no sea expuesta en forma cercana y prolongada a los campos electromagnéticos que de ellas emanan, con el consecuente peligro de que se produzcan daños graves a la salud humana, hasta tanto no sea posible descartar dicho peligro con un alto grado de certeza científica'.

 

Los consumidores y su derecho a la información

La manipulación genética de los productos alimenticios provoca fuertes emociones siempre que se habla sobre ella. Hasta ahora, esta discusión se ha dado sobre todo en Europa y América del Norte, y durante demasiado tiempo se la ha caracterizado como un conflicto entre los intereses comerciales y los de los consumidores. Se han cavado trincheras y las posiciones se han endurecido. Pero los que defienden o atacan los alimentos transgénicos han quedado atrás frente a los avances logrados en el campo y en los laboratorios

Para sacar este debate de las trincheras y hacerlo provechoso, debemos preguntar cómo garantizamos que los nuevos productos son seguros para los consumidores y si estas tecnologías benefician a las naciones en desarrollo y productores agrícolas. En efecto, se dice que los alimentos modificados genéticamente (AMG) podrían cambiar el paradigma en la producción de alimentos en el mundo, al ofrecer una solución para reducir las deficiencias de vitamina A y hierro a través de cultivos ricos en estas sustancias. Esto es importante porque la deficiencia de hierro afecta más de 5000 millones de personas en todo el mundo y constituye un problema de salud pública de proporciones epidémicas, y la deficiencia de vitamina A afecta a una cifra que oscila entre los 100 y 500 millones de niños en el mundo y provoca la ceguera de un millón de ellos cada año, la mitad de los cuales muere dentro de los doce meses de haber perdido la vista.

Agregar nutrientes a los productos alimenticios no es una idea nueva. La mayoría de los países del mundo ha agregado yodo a la sal durante décadas para evitar el bocio y las discapacidades mentales causadas por la deficiencia de yodo. Muchos cereales para desayuno y otros alimentos de nuestra mesa tienen vitaminas agregadas. Lo nuevo es que, en este caso, los científicos no agregan sustancias, sino que mueven genes para que las plantas produzcan las propias. En los países afectados por bajos índices de inmunización, estos productos podrían salvar muchas vidas. Sin embargo, estas afirmaciones de los fabricantes de semillas genéticamente modificadas no pueden ser aceptadas sin un previo análisis. Si no se llevan a cabo las pruebas adecuadas, podrían tener efectos secundarios peligrosos e inesperados.

Si las autoridades reguladoras no tienen como prioridad los intereses de los consumidores, podríamos ver productos que incrementen las ganancias de las grandes empresas sin darles demasiados beneficios a los que necesitan estos productos.

El tema de la seguridad es clave, pero también debemos dar respuesta a preguntas referidas a si los AMG son beneficiosos y para quién. A los consumidores europeos y norteamericanos no les ha impresionado demasiado el argumento de que deberían comer maíz y porotos modificados porque estas nuevas variedades son más baratas de producir y por lo tanto aumentan las ganancias de los productores agrícolas.

Quizá habrían escuchado con mejor disposición el argumento de que, como son más resistentes a los insectos, las nuevas variedades necesitan menos insecticidas y por lo tanto son más respetuosas del medio ambiente. Pero estos argumentos en buena medida han sido desmentidos por aquellos que sostienen que sabemos demasiado poco sobre las consecuencias ecológicas de la manipulación de genes.

Una serie de afirmaciones de los reguladores, los productores y los científicos que trabajan en el campo de la biotecnología parecen sugerir que, para ellos, los problemas se originan en la incapacidad del consumidor para comprender y comparar científicamente el riesgo de los AMG con el riesgo de los alimentos tradicionales.

Basar las deliberaciones futuras en este punto de vista podría ser un segundo error muy grave. El primer error fue no hacer participar a los consumidores (y otras partes interesadas) en el proceso de análisis de los riesgos. Muchos reguladores consideraron que el proceso de evaluación científica y las consiguientes decisiones administrativas eran demasiado complicados para el consumidor común. En términos generales, el alcance de cualquier evaluación futura debería ser amplio e incluir aspectos nutricionales, ambientales y de seguridad como también consideraciones socioeconómicas, éticas y de eficiencia.

Cualquiera sea el camino que elijamos en los niveles nacional e internacional, debemos reconocer el derecho del consumidor a participar y a estar informado. Los nuevos productos no solo deberían ser seguros, sino también beneficiosos para los consumidores y más eficientes que los productos existentes.

La hora de la compasión

Sirios y libios huyen de la muerte. Sus países se han convertido en mataderos. Escapan a donde pueden. Ya hay 2 millones radicados en Turquía. Un tercio de la población libanesa proviene de Siria. En lo que va de este año, 435 mil han conseguido llegar a Europa. Italia y Grecia son los países más castigados. No se trata de una invasión de gentes decididas a dominar la tierra a la que llegan, como sucedía en el pasado, sino de una estampida de familias desesperadas porque quieren salvar el pellejo.

Algo parecido, pero a otra escala mucho menos dramática, sucede en América. Los centroamericanos del triángulo norte –Guatemala, El Salvador y Honduras– huyen de las decenas de miles de maras que aterrorizan a esos países. La extorsión es la norma. Le aplican a cualquiera, por pobre que sea, la brutal ley de “plata o plomo”. O pagan o los matan. O les asesinan a un hijo.

La policía que persigue a los delincuentes con frecuencia se confunde con ellos. A un buen amigo que vive en El Salvador lo han asaltado dos veces en la frontera guatemalteca. Los ladrones eran policías. En México ocurre otro tanto. El escritor cubano Raúl Rivero jura haber leído en Tamaulipas un elocuente titular de periódico: “Chocan un tren y un autobús. Los heridos y sobrevivientes huyeron despavoridos a la llegada de la policía”. Si non e vero e ben trovato (aunque no sea verdad, está bien contado).

¿Qué deben hacer las víctimas ante este letal fenómeno de inseguridad? Obviamente, lo que hacen las personas víctimas de persecuciones o en peligro de muerte: huir. Lo hicieron los peregrinos del Mayflower. Yo lo hice cuando era un muchacho. Mi familia lo hizo. Pero, ¿y las naciones receptoras de inmigrantes? Es absolutamente cierto que un cambio demográfico sustancial y relativamente rápido puede transformar el modo de vida de una región o de una nación.

Hay 100 ejemplos. Los europeos –españoles, ingleses, franceses, portugueses y holandeses– que llegaron a América barrieron con las formas de vida de los habitantes nativos e impusieron sus dioses, sus creencias, sus instituciones, todo. A los comanches, a los aztecas e incas, a los arahuacos, no les quedó otra opción que el lamento, la subordinación total, el suicidio o la rebelión, que era otra forma de perder la vida.

A veces se trata de matices. Los cubanos le han impuesto su sello a Miami, “la ciudad más cercana a Estados Unidos”, como dicen irónicamente los “anglos”. Creo que esa influencia le ha dado cierto mestizaje cultural muy positivo, luego enriquecido con venezolanos, colombianos, nicaragüenses, argentinos y otros latinoamericanos supervivientes de mil catástrofes, siempre dentro de un marcado acento latino, como sucede en Los Ángeles o en San Antonio con relación a los mexicanos.

Al fin y al cabo, tenía razón mi amigo Samuel Huntington, con quien colaboré en el libro Culture Matters junto a Larry Harrison: una riada imparable de inmigrantes modifica el sesgo de la civilización previamente asentada. Así ha sido desde tiempos inmemoriales y así ocurrirá en el futuro.

¿Qué pueden hacer Europa y Estados Unidos ante la inevitable entrada de refugiados? Resignarse, reducir los daños y convertir la crisis en ventajas. Poner muros es inútil. Los saltarán, los rodearán o cavarán túneles. Y los que lleguen indocumentados, si no les franquean las puertas, constituirán guetos y surgirán mafias que los controlen. Es peor.

Lo sensato es regularlos, explicarles cómo funcionan las sociedades democráticas regidas por la ley, dispersarlos por el territorio, y permitirles que estudien, trabajen y se incorporen plenamente a su nueva realidad. No hay que temerles. La infinita mayoría viene en son de paz. Buscan oportunidades y seguridad para ellos y sus hijos. A medio plazo, convienen y crearán riquezas. Traen el “fuego del inmigrante”.

Lo justo, por otra parte, es exigirles seguro médico y negarles los beneficios del Estado benefactor hasta que hayan contribuido sustancialmente con la riqueza colectiva. Esa limitación desmentiría la hipótesis de que llegan en busca del welfare.

Recuérdese la imponente cifra: cada persona que vive en Estados Unidos, cuando nace o cuando se radica en el país, recibe un valor hipotético en infraestructuras e instituciones intangibles valoradas por el Banco Mundial en aproximadamente medio millón de dólares. El promedio europeo es algo menor, pero en algunos países, como Suiza o Suecia resulta, incluso, un poco mayor.

Las sociedades que durante siglos han amasado ese inmenso patrimonio material e inmaterial a base de trabajo y orden social (lo que las ha hecho inmensamente atractivas) tienen derecho a cuidarlo y a exigirles a los recién llegados que paguen su cuota antes de recibir los beneficios. Pero lo primero, previo a pasarles la cuenta, es ayudarlos. Hoy se reconocen el derecho y el deber de proteger a las víctimas. Cerrarles la puerta es una vileza. Es la hora de la compasión.

Impostergable renovación de la jurisdicción contencioso – administrativa (II)

Y a nuestro entender, no le faltó razón al Dr. Quintero, pues los hechos así lo han demostrado, básicamente porque, no en pocas ocasiones, los magistrados de la Sala Tercera han querido asimilar el proceso contencioso administrativo con el proceso civil, en cuanto a tener como iguales al demandante (administrado) con el demandado (Administración Pública). Incluso en algún tiempo se asimiló el recurso de plena jurisdicción al recurso de casación civil, en donde se le exigía al demandante que debía definir si la infracción a la ley era por omisión o por violación directa. Esos parámetros jamás han estado contemplados en la ley; y lo más grave es que por ello se desestimaban las demandas.

Al revisar los precedentes judiciales, encontramos que los mismos responden a concepciones formalistas que contradicen la naturaleza y origen de la jurisdicción, que siempre fue concebida como una institución garantista; es decir, tuteladora de los derechos y garantías de las personas y las empresas, frente a la voluntad de la administración manifestada en un acto administrativo.

Entre los motivos de rechazo de las demandas podemos mencionar las siguientes:

1— No se dirigió el libelo al presidente de la Sala Tercera.

2.— No se designó como parte al procurador de la Administración.

3.— Que la resolución impugnada se presentó en copia y sin constancia de su notificación.

4.— Que no se acompañó copia certificada del acto administrativo y tampoco se adjuntó copia de la solicitud de certificación.

5.— Que en la demanda se incluyeron como normas infringidas normas constitucionales. Sin embargo, en casos en los que se invoca la violación al fuero de maternidad (art. 68 de la Constitución Nacional) se admite, porque también se le considera una garantía legal. (Auto de 22 de febrero de 2005).

Todas estas demandas podían ser perfectamente admitidas, pues esas deficiencias no las hacen ineptas, pues lo que importa es que el recurso haya sido interpuesto en el término de dos (2) meses, que es el lapso de la caducidad de la instancia por disposición legal. La Sala Tercera tiene la facultad de solicitar las copias correspondientes a la entidad pública demandada, para luego decretar su admisión, tal como lo prevé el artículo 56 de la Ley 135 de 1943. De hecho, en algunas ocasiones, el magistrado sustanciador ha ordenado la corrección de la demanda, por ejemplo, en auto de 5 enero de 2005 y auto de 14 de febrero de 2005.

La forma de analizar y atender las demandas por parte de la Sala Tercera es contraria a principios procesales modernos de acceso y efectividad de la justicia. El decretar la inadmisión del recurso de plena jurisdicción por los reparos ya indicados anteriormente, nos parecen que no tienen la importancia que hagan inviable el recurso.

Los jueces y magistrados de cualquier jurisdicción no pueden agregar o adicionar condiciones o requisitos que restrinjan la admisión de las demandas, sobre todo las contencioso-administrativas que enfrentan el vencimiento del plazo fatal de dos (2) meses para su interposición en el caso del recurso de plena jurisdicción. Ese lapso de tiempo no es un término tan amplio como pudiera pensarse, por ello, cualquier reparo del magistrado sustanciador da como resultado que la causa del afectado no pueda discutirse en el fondo.

Así pues, paralelo a una renovación de la normativa legal, también se deben revisar las interpretaciones y directivas jurisprudenciales proferidas por la Sala Tercera de la Corte Suprema, que responden a criterios formalistas y que han generado un gran número de inadmisión de demandas. Basta revisar los registros judiciales en donde podemos encontrar un gran porcentaje de recursos que no fueron admitidos y que sus causas jamás fueron revisadas, lo cual implica una clara desprotección del ciudadano o administrado. (Continúa)

La Corte de la injusticia

He visto en la televisión a muchas personas denunciando algo que hace rato ocurre y que, al parecer, seguirá igual. Lamentablemente ¡nuestra Corte Suprema de Justicia está en una crisis! Todos los días hay algo nuevo, si los magistrados no están viajando, los están acusando de coimeros, por vender supuestamente fallos o sencillamente los procesos duermen el sueño eterno cuando los intereses tocan a quienes los llevaron a esos puestos.

¿Qué está pasando en nuestra Corte? Se supone que debemos tener confianza en la justicia, pero ¿cómo podemos confiar en esta institución, si vemos casos como el de Santa Mónica, donde la Corte rechaza un amparo, aceptaron firmas que resultaron ser falsas y se manejan con selectividad a la hora de aplicar lo que dice la Ley?

Pero veo una casualidad en cada uno de los casos, nombres como el de Alberto Vallarino, aparecen y desaparecen como por arte de magia. Sí, aparece en muchos casos de supuesta corrupción, pero desaparece ante los ojos de la justicia.

Señores, comprendan que todo lo que hagan hoy afectará el buen desarrollo del país, para eso es la justicia, para que un país tenga calma y pueda seguir trabajando por las futuras generaciones.

En días recientes, también fuimos testigos de cómo una madre denunciaba cómo pusieron en libertad a unos sujetos que aparentemente aparecen en un video robando a mano armada su hogar y amenazando a su hijo. ¿Y la justicia?

Lo mismo que el caso de Juan Hombrón y fallos en la Corte que buscan anular procesos y que las otras autoridades no los acogen. ¿Dónde vivimos?

Señores magistrados: Sean serios y que las autoridades acojan los procesos dictados.

El presidente debe prestarle atención a este tema, parece que la Corte funciona a razón del poder económico y no en función de una justicia verdadera. ¿Hasta cuándo van a manipular la justicia? Tenemos que alzar nuestras voces, no podemos quedarnos callados ante tanta injusticia. !Los panameños, quienes pagamos los salarios de los magistrados de la Corte Suprema, merecemos justicia!

 

La ciudad colapsada

Las transformaciones socio-ambientales asociadas al crecimiento económico nos pasan la factura con graves consecuencias en el entramado social denominado “ciudad”. La temporada lluviosa da cuenta de esto, y solo basta que caiga una leve precipitación para que se produzcan inundaciones.

Los intentos por mostrar una ciudad fastuosa, repleta de edificios que propician la contaminación visual, antagoniza con el entorno ambiental. El crecimiento escasamente posee una planificación que identifique y logre armonizar todos los elementos inherentes a lo urbano de manera ordenada.

Como expresión social, la ciudad de Panamá exhibe desorden y poca articulación entre sus componentes y lejos de integrar, segrega, margina y polariza. La colonización de los espacios urbanos se ha hecho bajo un modelo que podemos denominar de “rapiña” y este se expande hacia las periferias este y oeste.

Hoy presentamos signos inequívocos de una ciudad enferma, con amplias posibilidades de colapsar. Las recurrentes inundaciones y los trillados paliativos (dragados) no dan cuenta de una gestión urbana que disminuya los riesgos y las consecuencias de la falta de sistemas de drenaje, con capacidad de absorción, por eso, las constantes lluvias dan al traste con el “modelo” de ciudad en venta.

El crecimiento actual muestras claras señales de insostenibilidad en lo ambiental. Ni pensar en lo social, por los desplazamientos, casi obligados, hacia la periferia en donde la oferta inmobiliaria se ajusta a las posibilidades económicas reales de la mayoría de la población.

Con frecuencia, lo insostenible se revela bajo una ecuación simple: las precipitaciones pluviales, por un período determinado, más la marea alta dan como resultado alta vulnerabilidad ambiental, con avenidas inundadas, deslizamientos de tierra y demás desastres, producto de la inadecuada intervención del hombre en el medio natural.

Otro elemento es la subvaloración del caudal hídrico de algunos ríos y quebradas de las zonas urbanas, debido a la escasa y deficiente referencia de estudios que describan el comportamiento de estos, lo que hace más desalentador el panorama.

A lo anterior hay que sumar el rezago de las altas entidades del Estado en lo que respecta al conocimiento objetivo del presente ambiental. Ni mencionar a los gobiernos locales, más pendientes de la oferta de forma que de fondo. Por ejemplo, el manejo del potencial hídrico al servicio del comercio mundial por parte del la Autoridad de Canal de Panamá se contrapone a lo que hacen el Ministerio de Ambiente y otras instituciones vinculadas al tema.

Algunas zonas urbanas recibirán el recurrente impacto de la ecuación enunciada antes, con graves consecuencias. Las medidas paleativas que se aplican solo afrontan las consecuencias, pero dejan de lado el conocimiento consciente de los verdaderos factores que generan el problema.

En resumen, si no abordamos este asunto de forma integral, tragedias como las que ocurrieron la semana pasada en el corregimiento de Juan Díaz, en algunas localidades del distrito de San Miguelito, en la provincia de Panamá Oeste y en otras zonas, serán más recurrentes y con impactos en amplios en los sectores poblados.

Los recientes hechos socioambientales (inundaciones, deslaves y otros) evidencian la situación de vulnerabilidad de un considerable número de panameños, en distintas áreas de la geografía nacional. Son las víctimas del desencuentro entre la dinámica económica, la oferta ambiental, los modelos de intervención del llamado “desarrollo urbano” y de una institucionalidad con evidentes signos de marasmo.

Aun cuando se legitime la supuesta naturalidad de algunos eventos en el entorno social, desde las instituciones pertinentes, esa perspectiva es una ruta equívoca para el desarrollo de los modelos de intervención. En el fondo, los muchos subsidian el riesgo que pueden enfrentar unos pocos. ¿Quiénes son los más vulnerables?

Al final de todo es que los pobres aparecen como parte de la ecuación y en una suerte de encrucijada: ¿es la pobreza la que agrava los eventos socioambientales o son los eventos socioambientales los que agravan la pobreza?

 

Presidente Varela, ¿qué es lo que está pasando?

Por donde uno camine las críticas hacia la presidencia de Juan Carlos Varela son constantes; múltiples los calificativos que le endilgan y que se resumen en la lentitud y falta de decisión de su gestión. No sé si la culpa de lo que pasa es del fenómeno de El Niño o el arrastre del mal Gobierno anterior; la realidad es que le echan la culpa a Varela. Por eso, acudo a asuntos puntuales que observo con preocupación y llamo la atención al presidente Varela, pues aspiro a que las cosas se hagan bien en nuestro país.

1. Me aseguran por donde voy que la gestión de quienes encabezan en la Fuerza Pública el Servicio Nacional Aeronaval (SENAN) y el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) deberían ser separados de sus cargos por la manera irregular como manejan las finanzas bajo su responsabilidad. Al comisionado Abrego le tienen varios expedientes en el Ministerio Público. Al preguntar, ‘¿y entonces por qué siguen en sus cargos?', la inverosímil respuesta que escucho es que estos fueron escogidos por los norteamericanos. ¿Qué clase de país tenemos entonces? Recordemos que eso mismo decían de Noriega, que hasta estaba en la planilla de la CIA.

2. En la Autoridad Marítima de Panamá (AMP) se ha suscitado un escándalo con lo de las licencias a marinos, que se creía ubicado en la administración anterior, pero que trasciende a la actual. ¿Por qué la actual dirección de la AMP no ha dicho absolutamente nada sobre este escándalo? Y de paso, al no ver a nadie de la administración anterior en la AMP subiendo escaleras de fiscalías, ¿debemos imaginarnos que allí no se manejó nada turbio durante el quinquenio anterior? ¿Por qué aún Gaby Btesh ostenta dos concesiones en la AMP, que por cierto impiden desarrollo de anteriores negocios productivos en el área?

3. ‘Vox populi' es conocido que el ministro de Seguridad no se lleva con su viceministro desde el primer mes de trabajar juntos. ¿Qué clase de coordinación puede haber entre ambos, si ni siquiera se hablan? Igual situación se comenta en otros ministerios, como en Educación. (En Turismo fue esa la razón de su reciente cambio). ¿Se puede trabajar así en equipo?

4. En Cable & Wireless el Estado panameño se hace representar en su directiva por tres designados por el Ejecutivo: el ministro de Comercio e Industrias, Melitón Arrocha; el presidente de la Directiva de la Caja de Ahorros, Álvaro Tomas, y Carlos García de Paredes, que desconozco quién es. A sabiendas de las irregularidades denunciadas por mí en enero pasado, sobre que existen en la administración de esa empresa telefónica, donde el Estado posee el 49 % de sus acciones, ¿por qué estos señores, que reciben mensualmente B/5000.00 de dietas de C&W, no han defendido los intereses panameños en esa empresa, convirtiéndose con su omisión en encubridores de posibles graves delitos? ¿Por qué de una vez por todas el Órgano Ejecutivo no designa en esos cargos a personas que cumplan con su deber de velar por los mejores intereses del país? ¿O esas directivas sirven para redondear emolumentos de quienes son nombrados allí?

5. La denuncia de bien oculto que presenté contra Cable & Wireless, que bien podría significar una buena cantidad de millones para el Estado y hasta la cancelación de la concesión a esa empresa, reposa en el despacho de la viceministra de Economía, Eyda Varela de Chinchilla, desde el 28 de enero de este año. ¿Qué estarán esperando?

6. Panamá no ha sido consecuente con su alegada neutralidad ante las instancias internacionales, argumento esgrimido falazmente al negarse el 31 de agosto pasado a avalar en la OEA la petición de Colombia de convocar a los cancilleres del continente para discutir la crisis fronteriza provocada absurdamente por el régimen venezolano. Lo neutral hubiese sido aceptar la pedida reunión de Colombia de cancilleres. Igual ocurrió con la absurda deportación de Panamá a Venezuela del teniente Eduardo Figueroa, quien a su regreso fue sometido a torturas. Lo mismo pasó con el extraditado Galo Lara, pes a que aún se investiga en la CSJ posible corrupción del entonces presidente Ricardo Martinelli para revocarle su asilo en Panamá, ello no fue óbice para que Cancillería procediera a su deportación.

Quizá habría que preparar más interrogantes a quienes hoy nos gobiernan. El objetivo es que el país avance sin los obstáculos que pareciera algunos están poniendo y la falta de decisión que envuelve a los llamados a actuar con rapidez, coraje y determinación, sin miramientos de ningún tipo.

 

Participación ciudadana, motor para el desarrollo

El activismo y el voluntariado estimulan los cambios sociales, guardan un enorme potencial para el bienestar de la sociedad y aminoran la sensación de impotencia de los individuos frente a las crisis de carácter humanitario. Algunas de las líneas de acción del voluntariado son la filantropía y el servicio a los demás, así como la promoción, la difusión y la participación cívica. Esta última contribuye a fortalecer la gobernanza democrática y a construir comunidades cohesionadas, capaces de alcanzar metas comunes.

La participación en movimientos sociales que busquen aportar propuestas a la gestión gubernamental está sujeta al grado de conciencia individual, y la formación en materia cívica juega un papel importante. La pasividad ante la forma como se administra el Gobierno producirá sus efectos, igual que lo hará ser coartífices de la democracia, mediante sus acciones. Con frecuencia, los panameños nos vemos en la necesidad de exigirle al Gobierno que cese las actividades que afectan a determinado sector de la comunidad. Esto sugiere que en el proceso mediante el cual las autoridades ejercen poder, no se lleva a cabo, de manera eficaz, la fase deliberativa en la que participa la población.

A través del empoderamiento, las personas desarrollan acciones para lograr cambios que pueden repercutir en el bienestar comunitario. Es una herramienta que facilita la participación de grupos vulnerables que han sido excluidos de la toma de decisiones. Por ejemplo, el empoderamiento femenino ha sido esencial para el fortalecimiento de la productividad económica. Su sensibilidad, en temas de carácter comunitario, consolida a la mujer como actora en la consecución de cambios positivos. Sin embargo, los procesos de activismo comunitario por sí solos no logran generar resultados eficaces si no van acompañados de un Gobierno interesado en promover ese ejercicio y en adoptar políticas de información que generen transparencia.

La participación deliberativa debiera ser un proceso institucionalizado. Se necesita encontrar espacios públicos para este fin. Así se contribuiría a construir una cultura democrática que concibe a los ciudadanos como sujetos autónomos, con un sentido de propiedad en la solución de los problemas que los aquejan.

El curso que han tomado distintos sucesos en una diversidad de países demuestra que internet es una herramienta de interacción para los ciudadanos, y que incluso trasciende la capacidad de comunicar de los medios locales. La característica de colectividad que implica el empleo de las redes sociales pudiera ser aprovechada para involucrar a los ciudadanos en la toma de decisiones.

Por su impacto en la solidaridad, autoestima, espiritualidad y la inclusión, el activismo comunitario y el voluntariado deben ocupar en nuestro presente y en el futuro, un sitio central en el diseño de las políticas sobre el desarrollo social.

 

Sociedad, crimen y derecho penal

Desde hace años escribo acerca de la criminalidad y, al igual que lo señalé en una charla dirigida a jóvenes y orientada en la economía informal, considero que sería injusto pedir a los miembros de los estamentos de seguridad un 100% de efectividad en el cumplimiento de sus deberes. Además de apostar por la represión de los delitos, esta cruzada debe abordar el problema con un enfoque integral, en el que converjan profesionales de la sociología, de la antropología y de la criminología, además del instituto que dedica sus esfuerzos a combatir el delito, y tomar en cuenta la participación ciudadana.

Lo anterior tiene su fundamento en una verdad de acuño, tal como lo señala uno de los más consagrados criminólogos, el maestro Antonio Beristain, quien en su obra La droga, aspectos penales y criminólogos –cuyo prólogo es de la autoría del Dr. Hernando León Londoño– señala que la matriz delictual es la propia sociedad. Un análisis que ignore esta realidad, será siempre sesgado e improductivo.

Probar lo anterior no demanda esfuerzo, sobre todo, en una sociedad con carencia de valores y en la que predominan los medios masivos de comunicación que incentivan la dolce vita, mediante la actividad delictual. Por esta razón, es cínico endosarle la culpa entera a la familia, cuando esta enfrenta una crisis que empieza por su autodesintegración, y el Estado panameño no tiene control sobre esta variable.

No es suficiente que los que patrocinan y promueven los “culebrones” que transmiten las televisoras adviertan que “no son aptos para menores”. ¿Defienden la libertad de expresión o el libertinaje alienante?

En esta materia el debate no para, mientras tanto, la escuela del crimen gana cada día más adeptos. Una situación difícil de lidiar para el sistema.

Lo anterior nos lleva a señalar que carecemos de una visión antropológica de esencia garantista que, inmersa en una política de Estado, nos permita manejar la lucha contra la criminalidad desde una perspectiva integral y humana. Téngase esto como una crítica sana. Los panameños desconocemos los fundamentos tácticos y estratégicos para enfrentar el crimen, solo tenemos versiones sesgadas. Para que no se me malentienda, no aludo a cuestiones de inteligencia y contrainteligencia, sino a un componente de lo que yo denomino el enfoque integral del fenómeno delictual.

En este contexto, no podemos –como ocurre– apelar a un derecho penal represivo. Debemos procurar que se castigue y reprima la acción penal y que el autor responda por ello, sin perder la condición humana. Esto, por lo general, no ocurre. En nuestro medio, el sistema penitenciario se torna en “centros de formación delictual”, en los que el recluso acumula odio y resentimiento contra la sociedad. Por eso, al salir recaen en la delincuencia.

El derecho penal, hoy modernizado por una concepción garantista, predomina. En materia de la lucha contra el crimen, el Estado no debe actuar como un ente vengativo, sino en apego a la justicia. Y eso lo deben saber los jueces y fiscales.

Por último, a todo pulmón le he pedido a las autoridades que convoquen una gran mesa para intercambiar ideas que ayuden a enfrentar la delincuencia con un enfoque integral–estratégico, tal como lo ha hecho el presidente de El Salvador, quien entendió que se debe involucrar a la sociedad y a los ciudadanos, para enfrentar los desafíos que plantea el crimen. Ya no se trata de ganar o perder, sino de ganar ganar, para lograr un país de paz, sosiego y tranquilidad.

Señor presidente, agarre la sartén por el mango y ponga manos a la obra.

 

A prepararnos para el sistema penal acusatorio

El sistema penal acusatorio no es el nombre de una oficina gubernamental ni una “cosa que no se sabe cómo se mastica”, como me dijo una señora. Es un sistema de administración de justicia penal.

A partir del año 2011, la ley que se aplica para juzgar los delitos en Panamá cambió. Este cambio se ha implementado, poco a poco. Empezó en 2011, en Coclé y Veraguas y, también, en Panamá solo para los procesos que se siguen en la Sala Penal y el pleno de la Corte Suprema de Justicia y la Asamblea Nacional; siguió en Herrera y Los Santos, en 2012, y en 2015 entró en vigencia en Chiriquí y Bocas del Toro. En Panamá, Colón, Darién y la comarca Guna Yala será aplicado en el año 2016. Como sistema para investigar y juzgar delitos, hoy día funciona en casi todos los países de América.

Antes, el fiscal investigaba, podía hacer allanamientos y detenciones, si así lo consideraba. Ahora, ese fiscal es investigador en el sentido estricto. Para hacer allanamientos, intervenir comunicaciones, incautar correspondencias, pretender que alguien sea detenido o se le imponga “casa por cárcel” debe pedir autorización o tener el visto bueno de un juez de Garantías. Llamado así porque su función es garantizar que se cumplan las reglas, que no se violen los derechos y las garantías de la víctima ni de la persona acusada. De igual forma, el juez es solo eso, aquel que escucha a las partes, examina y valora las pruebas, decide y juzga. No investiga, tampoco produce, consigue ni ordena que se hagan pruebas. Esto se conoce como “principio de separación de funciones”.

Antes, a la víctima del delito se le tenía solo como un nombre. Si quería ser parte activa del proceso y ser avisada de lo que ocurría, tenía que conseguir abogado. Casi no se le prestaba atención. Ahora, la víctima es parte fundamental de la investigación y del proceso, y los actores del sistema (fiscal y jueces) tienen que brindarle atención y protección oportuna; explicarle sus derechos y deberes e informarle el curso del proceso.

Antes, se procuraba investigar para castigar; ahora, sin perjuicio de que se consiga el castigo para quien comete el delito, también hay otras opciones para terminar el proceso que, además del castigo, procuran que el infractor de la ley repare el daño causado a la víctima; y es que el nuevo sistema está diseñado para investigar y sancionar el delito, a la vez que promueve la reparación del daño. Esto se conoce como “justicia reparadora o restaurativa”.

Hay muchas otras bondades del sistema penal acusatorio, imposibles de resumir en este espacio. Mi objetivo no es darle una clase de derecho, sino invitarlo a que se informe, que conozcan sus derechos, como víctimas o acusados, según sea el caso. Los habitantes de un país deben conocer a sus instituciones, así como el sistema de administración de justicia, lo suficiente para ejercer sus derechos y defenderlos.

Además de presupuesto y dinero para su implementación y ejecución, el nuevo sistema requiere mucha preparación técnica y práctica de los abogados litigantes, de los operadores judiciales, del Instituto de Medicina Legal y del Ministerio Público. Todos deben aprender nuevas técnicas de litigio, vocabulario y ciertas destrezas como: oralidad (todo se examina en audiencia oral, solo hay una que otra actuación escrita); argumentación (debatir, negociar, convencer); hacer interrogatorios y producir las pruebas (no gana el caso quien más habla, sino quien logra probar que los hechos ocurrieron o no) y, además, hacer docencia en la sociedad sobre derechos de la víctima, medidas de protección, procedimientos alternos de solución de conflictos (formas de terminar el proceso antes de hacer un juicio oral), reparación de daños, derechos del imputado y dónde poner una denuncia, entre otros. Comprendamos que el cambio debe brindar mayor rapidez a los procesos y hacer que la justicia penal, además de castigar el delito, procure reparar a la víctima; pero, sobre todo, presupone adaptación y preparación para lograr los fines de una justicia ágil y reparadora.