Descentralización y Gobiernos locales

En aras de fortalecer la democracia y la participación ciudadana, el Gobierno nacional ha avanzado de forma decidida en el empoderamiento de los Gobiernos locales, un asunto en el que Panamá estaba rezagado y que finalmente vemos que hay legislación en ese sentido.

Con la formulación de la Ley de Descentralización encontramos objetivos precisos como promover el desarrollo local sostenible, reducir niveles de pobreza y marginalidad, garantizar la igualdad de oportunidades, aproximar el Gobierno Local a los ciudadanos fomentando los procesos de participación ciudadana y la información en la acción de Gobierno municipal, como base indispensable de un proceso transparente. Promover el desarrollo y la productividad de la economía regional y municipal, basados en su potencialidad, posicionando al Municipio como agente promotor del desarrollo local.

Además trasladar gradualmente competencias por parte del Gobierno central a los Gobiernos locales para fortalecer integralmente la capacidad de gestión de la administración local.

Mas, debemos tomar un punto medular y es la planificación de este sueño. Presidentes electos, ministros, munícipes de la democracia son víctimas del terrible desaliento de no poder cumplir muchas veces sus promesas electorales por falta de pericia administrativa. No pueden llevar a efecto sus promesas electorales, no porque sean demasiado pretenciosas, sino porque son políticos, no administradores. Naciones enteras, por no hablar de las firmas o sociedades o grupos comerciales, han vivido décadas de incierta agitación porque los sueños y planes básicos nunca llegaron a buen término.

Ya sea que uno esté planeando un gran crecimiento económico para nuestra comunidad o un cobertizo de carga más cerca de la carretera, se encontrará que la distancia entre el plan y la realidad es la falta de pericia administrativa. Debemos hacer que la planificación se convierta en un hecho. Que la ley de descentralización cumpla con los objetivos propuestos para una sociedad más equitativa, solidaria, transparente y donde los cambios comunitarios sean producidos por los propios residentes de esas comunidades, como dice el papa Francisco: ‘La deuda social exige la realización de la justicia social. Juntas, nos interpelan a todos los actores sociales, en particular al Estado, a la dirigencia política, al capital financiero, los empresarios, agropecuarios e industriales, sindicatos, las iglesias y demás organizaciones sociales '.

Es aquí donde la Secretaría Nacional de Descentralización como parte del Órgano Ejecutivo, cobrará gran importancia, en el poder guiar a los Gobiernos locales en la planificación de los objetivos primordiales de cada una de las provincias, en la administración de los recursos disponibles y de la transparencia de su gestión. Tomando siempre en cuenta que el propósito final es el fortalecimiento de la democracia y de una sociedad más justa y participativa para todos.

Panamá está en mora con la Corte Penal Internacional

En julio de 1998 la República de Panamá se convirtió en signataria de la Corte Penal Internacional (CPI) y, el 21 de marzo de 2002, depositamos el instrumento de ratificación del Estatuto de Roma. Transcurrió más de un siglo de vida republicana y tres lustros desde nuestra adhesión al Estatuto de Roma para que Panamá tuviese su primer embajador residente ante el Reino de los Países Bajos y, por ende, un representante Permanente ante la CPI. Corría el último mes del año 2012.

Sin personal de apoyo, pero decidido a trabajar con ahínco para cumplir con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, presenté credenciales ante una organización en la que se ventilan graves crímenes que constituyen una amenaza para la paz, la seguridad y el bienestar de la humanidad.

Acto seguido pregunté: ¿Se encuentra Panamá al día con la CPI? No solamente teníamos una mora económica con la CPI, sino algo mucho peor: la legislación nacional en materia penal no se complementaba con el Estatuto de Roma, estábamos desfasados.

El tener que atender cinco organismos multilaterales en La Haya me permitió establecer contacto con Parlamentarians for Global Action, pilares en el proyecto. Así nace la idea para desarrollar un anteproyecto de ley que adecuara la normativa nacional penal al compromiso de la CPI. Fueron meses de trabajo, reuniones, de lecturas legales y de consultas que concluyeron con un documento bien pensado y con la debida sustentación para que fuese recibido, con beneplácito, por las autoridades en Panamá, y así prohijar cambios y subsanar la desidia de muchos años.

Reconozco la buena intención de la procuradora Ana Belfon y del magistrado José Ayú Prado, quienes comprendieron que no podíamos permanecer en mora en tan delicado tema. Se coordinó realizar un seminario en Panamá, financiado en parte por la CPI. Tal era el interés, que el presidente y la fiscal de la CPI viajarían a Panamá para darle fortaleza al evento, motivación alimentada por la visita previa que realizó el secretario general de la Procuraduría de Panamá a la CPI para tratar el tema.

Nuestra proyección trascendería fronteras e invitaríamos a procuradores y fiscales de países del Sistema de la Integración Centroamericana para incentivarles a realizar procesos similares en sus respectivas circunscripciones, y prohijar la adhesión de la República de El Salvador al Estatuto de Roma.

El proceso electoral de 2014 interrumpió lo que ya tenía fecha, financiamiento y logística de apoyo. Era la oportunidad para que nuestro país brillara en materia penal internacional. Sin embargo, el resultado de las elecciones no debería ser óbice para continuar hacia nuestro objetivo e hice contacto con diputados y autoridades electas, conocedores a fondo del problema, mas no hubo ambiente para acoger la iniciativa.

Han pasado ya dos años, pero no pasó al olvido la meta trazada para que el tema se debata en el ámbito nacional. Recientemente participé en un seminario internacional, organizado por estudiantes de derecho y ciencias políticas, sobre el poder constituyente. Aquí hago un paréntesis: es impostergable la convocatoria prometida para la elección de una asamblea constituyente que genere un nuevo contrato social y que ordene, de una vez por todas, conceptos constitucionales para una nueva sociedad acorde a los tiempos.

Volviendo al tema principal. En dicho seminario conversé con el presidente del Colegio Nacional de Abogados para que fuese este organismo el que liderara este esfuerzo iniciado en 2013. Entonces, vino la pregunta obligada: ¿qué hace un médico preocupándose por presentar un anteproyecto de ley para modificar la legislación penal panameña al Estatuto de Roma? Sencillo, es un compromiso moral para que este país, al que he representado con dignidad y orgullo, subsane su mora con la humanidad y así enviar un mensaje alto y claro: nadie jamás debería siquiera pensar que puede cometer graves crímenes de lesa humanidad, venir a Panamá y salir impune, porque aquí no tenemos interés para adecuar nuestras leyes a los convenios internacionales, convenios a los que nos adherimos de forma voluntaria y nos comprometimos acatar. Es así de simple.

Ni juez ni fiscal

La VERDAD es que ni soy juez ni soy fiscal. Es más, ni siquiera soy abogado. Soy ingeniero industrial y comentarista de radio, TV y prensa escrita. Pero, como buen panameño, opino de todo. En medio de todo lo que he escuchado contra el expresidente Ricardo Martinelli, quiero expresar mi verdad. Ricardo Martinelli Berrocal fue un presidente de mucha visión, visión que le permitió soñar con grandes proyectos que requería el país. El Metro, el Metrobús, ciudad hospitalaria, cadena de frío, pasos elevados e intersecciones espectaculares, mercado de abastos, expansión de Tocumen, aeropuertos de France Field y Río Hato, carretera Boqueta-David, proyecto Curundú, ampliación Paso Canoa-Puerto Armuelles, etc.

Martinelli tuvo una gran ayuda en su ministro del MEF, Alberto Vallarino, que comprendió que podíamos endeudarnos hasta llegar al 48-60 % del PIB y estaríamos bien vistos por las calificadoras, lo que quería decir que, si llegábamos a doblar nuestra deuda externa, estaríamos bien. Esos dos factores nos llevaron a realizar los sueños, doblando la deuda pero manteniendo la calificación de B+.

Sin ser juez ni fiscal, me imagino que el presidente Martinelli calculó que podría coimear un 10 % de lo que sería la inversión; es decir, de 5000 millones, con 500 millones más que suficiente y eso estaba dentro del parámetro que el país resiste sin mayor rechazo. Lo que creo que pasó es que simplemente el presidente, habiendo eliminado controles fiscales, no midió que sus funcionarios iban a aprovecharse igual que todos a coimear sin contemplaciones. Que el director del PAN saliese con 60 millones nunca, creo yo, el presidente lo supo ni pensó; que al final su Gobierno pudiese estar involucrado en sobrecostos de más de 2000 millones de balboas no estaba en su mente ni creo aún lo pueda creer.

Hoy, cuando las primeras acusaciones para enjuiciarlo son sobre pinchazos, me imagino que no lo puede creer. Su mente tiene que estar en explicar sobreprecios y comisiones sobre compras, pero no sobre pinchazos. Y también se le hace difícil entender el caso de comida deshidratada, si él y Varela, como su vicepresidente, ordenaron parar ese programa a los meses de iniciado.

Acusar a Martinelli de todo lo ocurrido en su Gobierno sería igual que pensar que Torrijos supo todas las andanzas de sus amigos y compañeros de tragos, o Noriega la de todos sus amigos. Me consta que no supieron mucho de la verdad detrás de sus amistades. Yo, sin ser juez ni fiscal, creo que si Martinelli hubiese sabido las andanzas de los directores del PAN los hubiese destituido por no haberle participado, pero jamás hubiesen podido haberse llevado tremendo botín con su consentimiento.

Yo creo que es hora de separar responsabilidades. Una cosa fueron las andanzas de los funcionarios, otras las del presidente. Martinelli no es ningún santo, fue un presidente con visión de país, con un ministro que le facilitó las finanzas de sus sueños, pero que no es responsable de todo el desgreño ni todo el robo oficializado. En mi mente, es el primero en pedir que se investigue a todos y se establezcan culpas.

Martinelli tiene a su favor el tiempo. La memoria de los pueblos va más a recordar las obras y no las deudas. Para el pueblo, a Martinelli se le recordará en el Metro, en la ciudad hospitalaria, en los Minsa-Capsi, etc. Nadie hablará de la duda que subió de 10 000 a 20 000 millones de dólares, nadie hablará de la corrupción y los arrestados. Martinelli seguirá por ahora esquivando los juicios, huyendo a su estilo de la justicia, pero con el tiempo a su favor.

Por ahora, sin embargo, seguiremos embrutecidos por los medios que seguirán hablando de Martinelli para distraer al pueblo de los verdaderos problemas, agua, seguridad, empleo, educación, etc. Y él, fuera del país, esperando el juicio de la historia, más importante que el juicio de la justicia. No soy juez ni fiscal ni siquiera abogado, pero si me preguntan a mí, la historia absolverá a Martinelli, sus obras estarán por encima de su acusadores y al final, pasará como el soñador que fue.

Hoy, todavía su Gobierno está caliente, hay que esperar que el tiempo lo enfríe y entonces, desapasionadamente, podremos juzgarlo en su justa dimensión. Dejemos de ser jueces, dejemos de ser fiscales, seamos espectadores objetivos y veamos la realidad de quién fue un empresario que llegó a la Presidencia con grandes sueños y, la mayoría, los hizo realidad.

La casa de la humanidad

La Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático culminó con éxito; su propósito fue la concertación de un acuerdo mundial para reducir el aumento de la temperatura global; en palabras llanas, para controlar ‘la fiebre ' de nuestra casa común, el planeta Tierra; la fiebre es el signo y el síntoma de esta gravísima enfermedad, cuyo mayor riesgo, continuando con el símil del enfermo, sería la muerte por golpe de calor, consecuencia directa e inmediata del fallo de la regulación térmica. El daño que le hemos causado ya ha traducido múltiples efectos deletéreos y de no actuar sobre los factores desencadenantes del incremento de la temperatura, lo que está en juego es nada menos que la supervivencia de nuestra especie. En consecuencia, es digno del mayor reconocimiento el compromiso asumido para promover la máxima concienciación, para aplicar medidas efectivas a corto plazo y de forma progresiva, así como para la aplicación de un programa de supervisión, evaluación y control. La explotación irracional de los recursos naturales no renovables, así como el desmedido consumismo imponen la urgente e inaplazable tarea de mejorar la educación, así como la de promover la instauración de un Tribunal Internacional de Justicia Ambiental, porque corregimos el rumbo o el ‘shock ' térmico dará cuenta de nuestra especie.

Entendiendo el proceso contra Ricardo Martinelli (II)

Hay algunos actos en donde el investigado debe estar presente de manera obligatoria.  Sí, cuando, por ejemplo, se le quisiera imputar cargos, si se desea proponer una medida cautelar personal, los de la etapa intermedia.

Código Procesal Penal

Artículo 278.

A las audiencias de control de la aprehensión, de formulación de la imputación, las que versen sobre la nulidad de solicitud, modificación o rechazo o la proposición de medidas cautelares personales y las de la etapa intermedia deberán comparecer el fiscal, el defensor y el imputado o acusado.

¿Qué pasa cuando el investigado requerido no acude a la investigación?

Se le hace comparecer a la fuerza y, mientras tanto, se suspende la prescripción de la acción penal.

Código Procesal Penal

Artículo 158.

La ausencia de la persona imputada no afectará la fase de investigación y quedará suspendida la prescripción de la acción penal hasta que dicha persona sea aprehendida o comparezca.

¿Qué ente puede decretar la detención del expresidente Ricardo Martinelli?

El pleno de la Corte.

Código Procesal Penal

Artículo 490. Medidas cautelares. En la fase de investigación y en la fase de juicio, corresponderá al Pleno de la Corte Suprema de Justicia autorizar la aplicación de toda medida cautelar restrictiva de la libertad del diputado y la que ordene aprehensión o secuestro contra los bienes de estos.

¿Las nulidades y/o objeciones de las partes debían evacuarse antes de la audiencia?

No. Se dirimen en la audiencia, si acuden las partes, por la oralidad.

Código Procesal Penal

Artículo 128. Oralidad. Los actos procesales serán orales. Los asuntos debatidos serán resueltos en la misma audiencia, y los presentes se considerarán notificados por el pronunciamiento oral de la decisión judicial.

¿El juez de garantías, JERÓNIMO MEJÍA, se apegó al derecho en la audiencia?

A mi juicio, sí. Fue inclusive hasta docente, en sus decisiones, como todo un conocedor de la Ley Procesal.

Refutación al COHA sobre la invasión (I)

El Consejo de Asuntos Hemisféricos (COHA) es una organización independiente no lucrativa, uno de los cuerpos más respetados de eruditos y formuladores de políticas de EE.UU. El COHA hizo un análisis sobre la invasión el 15 de julio de 2008, que cito y comento a continuación:

1. ‘En diciembre de 1989, el presidente Bush decidió remover a la fuerza a Manuel Noriega para que compareciera a juicio en EE.UU. por tráfico de drogas y cargos conexos. La operación ‘Operación Causa Justa' no solo violó el derecho internacional, sino que desestabilizó a Panamá severamente —un efecto que el país siente hasta hoy '.

La decisión de remover a Noriega se remonta a 1986, cuando el Consejo Nacional de Seguridad (CNS) determinó desestabilizarnos para abrogar los Tratados, mantener las bases ‘bastante más allá del año 2000 ', impedir que Japón controlara el Canal y perpetuar el poder de EE.UU. sobre la vía. ‘Causa Justa ' fue el último nombre de la operación, planificada bajo Reagan.

Panamá no fue desestabilizada: fue destruida. La desestabilización, que incluía operaciones encubiertas y guerra psicológica, se originó el 10 de diciembre de 1985, cuando John Poindexter, director del CNS, amenazó a Noriega por no doblegarse ante exigencias inaceptables. Como parte de las acciones arbitrarias, el Departamento de Estado autorizó el congelamiento ilegal de activos públicos y privados de Panamá.

2. ‘La decisión de Bush de intervenir con fuerza militar fue un resultado directo de la crisis creada por el ascenso de Noriega al poder '. La decisión de Bush de intervenir militarmente fue resultado del fracaso de EE.UU. para derrocar a Noriega tras sanciones multilaterales. No era una crisis de Panamá sino de EE.UU., nacida de un problema suyo que Washington no podía resolver. El ascenso de Noriega al poder no creó la crisis: todos fuimos víctimas de la crisis de la política exterior de EE.UU. que explotó cuando Washington quiso alcanzar objetivos estratégicos ilegítimos.

3. ‘A finales de los ochenta, la represión del tráfico se convirtió en centro focal de la guerra contra las drogas y, en consecuencia, el involucramiento de Panamá en el comercio de la droga se convirtió en la clave básica para las relaciones turbulentas para las dos naciones '.

El involucramiento, supuesto o no, de Panamá o Noriega en el tráfico de drogas nunca fue una causa seria de las ‘relaciones turbulentas '. Éstas se hicieron turbulentas cuando Noriega decidió rechazar las órdenes de Poindexter. Si hubiese sido obediente y traidor, Noriega estaría en un exilio dorado y no en la cárcel.

4. ‘La caída en desgracia de Noriega estaba fundamentada en su condena en ausencia en 1988 por tráfico de drogas en una corte de EE. UU '. La comparecencia de Noriega ante una corte de EE.UU. fue una grave violación del derecho internacional, de la Constitución norteamericana y de tratados humanitarios.

5. ‘Cuando el presidente Bush tomó posesión en 1989, heredó una situación ingobernable en Panamá, mientras que Noriega se movía para consolidar el poder, habiendo amañado las elecciones presidenciales que acababan de concluir y transformado el Gobierno en una dictadura de facto '.

Bush no heredó una situación ingobernable en Panamá: él ayudó a producir la ‘situación ingobernable ' desde cuando era director de la CIA, luego vicepresidente y uno de los ‘amigos ' de Noriega.

Las elecciones presidenciales nunca llegaron a una conclusión desde el punto de vista legal e institucional. El ‘amañamiento ' de las elecciones fue anterior a su terminación inconclusa. Panamá capturó a un agente confeso de EE.UU. que operaba una emisora clandestina durante las elecciones (Kurt Muse), mientras que la potencia financió con $10 millones a la oposición.

El Gobierno de Noriega no se convirtió en una dictadura de facto en mayo de 1989, porque fue el de EE.UU. el que proclamó a principios de 1988 que el ‘Régimen Noriega/Solís Palma ' constituía una seria amenaza a la política exterior y los intereses vitales de EE.UU. y decidió no reconocer al Gobierno de Solís Palma, tratando de insuflar legitimidad al ‘Gobierno en el exilio ' de Eric Arturo Del Valle. Jamás un no reconocimiento convierte al Gobierno no reconocido en ‘dictadura de facto '.

6. ‘Después de las elecciones fraudulentas… la administración Bush se vio forzada a considerar opciones militares '. Las intervenciones de EE.UU. anularon toda legitimidad a los comicios. Las opciones militares jamás son una opción, salvo en legítima defensa. Fueron fuerzas de EE.UU. las que mataron a agentes de la Policía Nacional mucho antes de la invasión.

Derechos humanos vs soberanía nacional

En nuestro Continente Americano se observa la polarización o la oscilación pendular entre el discurso de la democracia y los derechos humanos contra el discurso de la soberanía y la identidad nacional. El primer grupo acusa al segundo de populista y demagógico, mientras que el segundo grupo acusa al primero de proimperialista (la confrontación del discurso político entre Estados Unidos frente a Cuba y Venezuela resulta ilustrativo). Si bien es cierto que esta confrontación de ideologías y formas de Gobierno en nuestro continente coexisten en la actualidad pacíficamente, ya vimos en Panamá que esta confrontación del discurso político y sus acciones condujeron a la brutal invasión del 20 de Diciembre de 1989, razón por la que entendemos su potencial bélico, cuyas principales víctimas son los pueblos.

Contrariamente a esta oposición, apostemos por la fusión e interrelación entre la democracia —con igualdad de oportunidades, participación ciudadana, diversidad e interculturalidad (fundamento de la democracia)— y la soberanía del Estado que construye la identidad y la autodeterminación nacional. Esta fusión permite además defender los derechos de los ciudadanos como nación y los derechos de nuestro Estado nacional en el mundo globalizado. Separar y oponer democracia (simplificado como un discurso meramente proimperialista) contra soberanía (reduciéndolo a un discurso de dictaduras) es un error en que los panameños incurrimos en el pasado y que debemos superar en el presente, cuando repensamos la República en mesas de concertación y foros nacionales para reformar leyes electorales, recomendar el nombramiento de nuevos magistrados para la CSJ, diseñar una nueva educación y construir estrategias de desarrollo y posicionamiento de Panamá en el escenario comercial global.

Aún dentro de la visión meramente jurídica de la democracia, el siglo XXI exige incorporar derechos humanos de primera, segunda y tercera generación, los cuales suman a los derechos civiles originarios (como el derecho a la libre expresión, a elegir y ser elegidos, entre otros), los derechos políticos y económicos (referentes a la redistribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades) y, finalmente, los derechos humanos de tercera generación que incorporan los derechos culturales (como son la memoria histórica, las identidades, las tradiciones, el patrimonio cultural material e intangible).

En Panamá estamos rezagados en materia de derechos humanos y concepción de nuestra democracia, porque no puede haber democracia en Panamá con base a leyes y regulaciones que intenten únicamente garantizar elecciones libres, transparentes y equitativas, si las prácticas políticas no respaldan una educación pública con el debido apoyo del Estado para elevar su excelencia y amplia cobertura; si las candidaturas en elecciones generales son excluyentes, según la capacidad financiera del candidato para enfrentar el elevado costo de las campañas; si las mujeres no contamos con el mismo acceso financiero, apoyo político y prestigio social que los hombres para postularnos; si nuestros libros de historia oficial no incluyen la historia y héroes de los pueblos indígenas, los panameños de origen africano, la comunidad chino-panameña y, en fin, en la que todos los panameños y panameñas se sientan representados (y si continúan obedeciendo a los intereses de un Gobierno, partido o clase social en detrimento de otros), si las oportunidades para las empresas transnacionales son avasalladoras para las pequeñas y medianas empresas locales y, por último, si nuestra democracia no defiende las necesidades de nuestro pueblo ni su derecho soberano a la autodeterminación frente a las grandes potencias.

Desde la perspectiva neoliberal, nos explica Ignacio Ramonet, el mundo globalizado de nuestros tiempos disminuye la soberanía del Estado nacional frente a la lógica de las empresas transnacionales y los organismos financieros, debilitando el poder de los ciudadanos y el de sus Gobiernos nacionales en la toma de decisiones concernientes a su nación y, en consecuencia, aplastando la democracia.

Ahora bien, cuando repensamos Panamá: ¿a qué democracia y qué república nos referimos? ¿Se reduce nuestra concepción a una democracia ateniense excluyente? ¿Nos contentaremos apenas con resolver los excesos del último quinquenio o deseamos dar ‘la milla extra ' para democratizarnos realmente?

Para quienes optamos por ampliar y profundizar la ‘democracia ' desigual y excluyente que tenemos en Panamá, el camino que emprenderemos es el de la constituyente originaria, con el objetivo de construir un nuevo contrato social entre todos los sectores de la sociedad panameña que sea cónsono con una democracia social y ecológicamente sostenible y con la identidad de una nación solidaria y diversa que, en ejercicio de su soberanía, se sitúa con inteligencia y dignidad en el concierto global de las naciones.

Pensar de manera crítica

En los últimos cinco años, los ciudadanos hemos adquirido un papel muy importante en el engranaje de los medios de comunicación en el mundo. Ya sea con un celular o a través de las redes sociales, hemos desarrollado una profesión de periodistas informales, en busca de brindarle nuevas opciones de información a un grupo determinado de personas.

Ya sea por una experiencia vivida o por la interpretación que le demos a una noticia presentada por los medios masivos de comunicación, nos encargamos de compartir nuestras opiniones frente a los hechos tanto nacionales como internacionales.

Claro está, estas opiniones e interpretaciones que hacemos llevan un carácter subjetivo importante que puede ser aceptado o refutado por quienes libremente deciden nutrirse de nuestro punto de vista y, como periodistas informales que somos, debemos ser tolerantes y responsables con la manera en la que transmitimos esa noticia y cómo recibimos las críticas.

Los medios de comunicación son considerados como el cuarto poder en el mundo y, por ello, son objeto de ataques contra la manera en la que presentan las noticias algunas empresas, alegando poca objetividad, pero los medios de comunicación no cumplen con una función distinta a la informativa, por eso, está en el criterio de cada persona aceptar, investigar u objetar la noticia presentada.

Muchos exigen que el periodismo sea elevado al nivel más alto de profesionalismo, en vez de exigir que sean los ciudadanos los que desarrollen un pensamiento crítico, que les permita discernir entre la gama de información recibida. Es muy fácil criticar el sistema, pensando que no formamos parte de esa organización.

Vivimos una época en que la gente, por llevarle una primicia a sus semejantes, prefiere compartir titulares sin conocer el trasfondo de la información ni investigar la realidad de ese titular.

Si queremos un verdadero cambio, tenemos que cambiar cada pieza del engranaje. No podemos mirar el problema desde afuera y culpar a las corporaciones de todo lo que pasa en el país. Tenemos que dar el primer paso, fortaleciendo la educación y promoviendo la lectura desde una temprana edad. Como panameños, todos remamos en una misma dirección, buscamos el bienestar del país y para acercarnos a ese ideal hay que elevar el debate social, dejando a un lado los rumores, los prejuicios y los tuits. Escuchar distintas ideas y formas de pensar permite ampliar nuestro conocimiento en un tema determinado, para emitir una opinión fundamentada en algo más que el lineamiento de un grupo.

Todos los países tienen noticias a favor y en contra del Gobierno, y periódicos que se pelean por poner más sangre que palabras. La manera sencilla de ver esto es generalizar y decir que los medios están parcializados y son amarillistas, pero cada quien es libre de elegir de qué fuente se informa. En un país tan pequeño como Panamá sabemos qué esperar de cada noticiero, diario y hasta de cada persona detrás de una red social.

Este es un debate de nunca acabar, pero mirando el lado positivo de esta situación, vivimos una época maravillosa, en la que todas las necesidades de mercado se satisfacen. Tenemos prensa amarillista para los que buscan saciar esa sed, noticieros que requieren una lectura posterior para su mejor entendimiento y hasta sátiras, para los que quieran una que otra carcajada. Ser responsables con las noticias está en nuestras manos. Hace mucho que dejamos de creer que el mundo era plano, por eso, hay que cuestionar siempre. Con el respeto que merecemos todos se fortalecerá la nación. Analicemos las noticias de manera crítica y objetiva, dejando atrás los pensamientos individualistas y procurando el beneficio de la colectividad.

Una audiencia histórica, con muchas sensaciones

Por primera vez en la historia de nuestro país, un ex presidente de la República es colocado cara a cara ante la real posibilidad de ser enjuiciado e incluso, encarcelado, luego de atestiguar una rápida audiencia de acusación contra Ricardo Martinelli, por el caso de los pinchazos telefónicos durante su administración. Hay que examinar lo ocurrido desde la única perspectiva posible: la sensación que le ha producido esta audiencia a los panameños. La intercepción ilegal de las comunicaciones privadas de los ciudadanos constituye un delito. Y queda claro que la existencia de una acusación formal y un proceso en camino, evidencia la necesidad de que esto sea aclarado. Que simplemente se haga justicia condenando a un expresidente tal vez no compense en su totalidad el daño que ha recibido la fibra íntima de la sociedad panameña, pues aún está latente la sensación de que habría una tercera persona al tanto de nuestras conversaciones. Por otro lado, dilatar este proceso resulta tan inconveniente para la paz y la estabilidad política del país, como esa sensación tan desagradable de que la privacidad de cada uno de nosotros es violada, a través de intercepciones ilegales. Panamá no se merece un escenario donde imperen esas malas vibraciones. Lo que el país reclama es justicia. Y lo que quiere es que se aclare la situación. Ir más allá de eso, es atentar contra la democracia, exponiéndonos todos a una situación de inestabilidad e inseguridad sin precedentes.

Aberrante precedente

Justo el día en que el país esperaba una bocanada de aire fresco con la designación de dos magistrados para la Corte Suprema de Justicia, en la esperanza —contra toda evidencia en contrario— de que estos nuevos nombramientos puedan convertirse en estímulo y dínamo para las transformaciones necesarias en nuestra administración de Justicia, nos cae como balde de agua fría una sentencia del Juzgado Decimotercero de lo Civil de Panamá condenando al diario La Prensa, en una demanda interpuesta por la empresa Transcaribe Trading, S.A. (TCT). Sí, esa misma que permitió que su equipo pesado fuera utilizado para tratar de impedir la libre circulación de medios impresos. El fallo sienta un aberrante precedente, por medio del cual podría impedirse, en el futuro, que los medios de comunicación informen sobre hechos de interés público —donde además están envueltos contratos y fondos públicos—, en el supuesto de que ocasionan un ‘daño moral ' a los propietarios de empresas que a su vez son contratistas del Estado. La jueza Melina Robinson Oro olvida lo consagrado en el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, convirtiendo su sentencia en un grave atentado a la libertad de expresión. Quedan instancias superiores que revisarán está decisión, pero esta vez no podemos decir, como Federico II, ‘veo, con alborozo, que todavía hay jueces en Berlín '.