País de contrastes

Mientras por un lado Panamá lloraba la partida de dos grandes caballeros de la política y el mundo empresarial, Raúl Baby Arango y Fernando Manfredo Jr., por el otro lado veíamos horrorizados el escandaloso encuentro entre dos diputadas: Zulay Rodríguez y Kathleen Levy.

Difícilmente, podremos generar otras figuras como Baby Arango, un caballero en política y en el mundo social y empresarial. Para Baby solo existían amigos, no creo haberle conocido un enemigo. Las diferencias se discutían con altura y honor, jamás con insultos. Pero, la nueva camada política nos ha traído a Zulay Rodríguez, fogosa diputada que se ha especializado en pelear con todos los de su partido, adversarios, amigos y enemigos por igual. Insulta sin medir sus palabras, sin pruebas y sin coherencia. El daño que le hace a la clase política, al PRD su partido, a la Asamblea, es difícil de dimensionar. Pero, ojalá fuesen esos los únicos problemas del país.

Panamá, con un crecimiento envidiable, que logrará el 6.3% en el 2016, el más alto de América, está saliendo de los 5 años más corruptos de su historia y empezamos a ver resultados con ex ministros detenidos y un presidente en rebeldía, etc. Sin embargo, ahora asoma un monstruo más grande: la presencia del narcotráfico en los estamentos de seguridad, en la Asamblea y en las oficinas públicas. Las grandes capturas de droga y dinero vienen ahora acompañadas de participación de policías, abogados y funcionarios de la Asamblea. El cáncer del narcotráfico ha hecho metástasis. La pregunta es: ¿tendremos la voluntad política de apresar a políticos detrás de ese narcotráfico y narcolavado? Por décadas los delincuentes de cuello blanco fueron impunes.

En este gobierno, cuando la ley finalmente alcanza a los antes impunes, aunque ya en el 2013 el entonces ministro de seguridad, José Raúl Mulino, nos advertida que el narcotráfico y las pandillas, habían penetrado los partidos políticos, es el propio presidente Juan Carlos Varela que no dice que efectivamente el narcotráfico está dentro de los partidos y no le temblará la mano para que caiga el que tenga que caer. Las redes del narcotráfico están dentro y fuera del país. Es una organización millonaria internacional, con profesionales, abogados, banqueros y políticos de todas las Américas. Tengo que reconocer que en mi propio partido, el PRD, es secreto a voces quienes están ‘sucios' por el narcotráfico, narcolavado, etc. Ningún partido parece estar libre de pecado.

Lo primero que yo haría es quitarle el título de honorable a los diputados, solo por el de diputados. NO me basta señor diputado y dejo el honorable para el que realmente lo merezca. Hoy, la distribución y venta de droga se hace usando profesores, taxistas, vendedores ambulantes, personal de bares, etc., en una gigantesca organización en donde hasta la policía participa. Panamá requiere una gran campaña nacional contra la venta y tráfico de drogas. Iniciativa que utilice a todos los ciudadanos en una gran campaña de participación ciudadana. Ésta debe incluir bonificaciones a quienes denuncien tráfico, faciliten arrestos, etc; todos, en forma anónima, que colaboremos con las autoridades. Pero, habría que crear una entidad receptora fuera de la propia policía, donde ya muchos creemos están comprometidos. La lucha contra el narcotráfico, entrometido, como ya lo está en partidos y estamentos de seguridad, será difícil. Solo con una guerra declarada, abierta y frontal, hay esperanzas de éxito. El gobierno debe nombrar una comisión de alto nivel que defina acciones a seguir, incluso buscar apoyo internacional.

El ret o es grande y el peligro aún más grande. Podemos caer a estado fallido y en manos de los narcos con mucha facilidad. Somos paso obligado de drogas y nuestro centro bancario es destino final del narcolavado. Todavía hay tiempo para erradicarlo del país, pero se necesita la voluntad política y el esfuerzo de todos. Mientras tanto, pongamos en orden la Asamblea, que los partidos pongan de su parte limpiando la casa y hagamos que las cosas en democracia, marchen mejor. Recuerdo la cuña de la campaña del expresidente Ernesto Pérez Balladares, donde seis en un bote remaban en distintas direcciones. Girando el bote sobre se eje, solo cuando todos reman en la misma dirección se avanza. Empecemos a remar en la misma dirección y dejemos de dar vueltas.

 

El legado de un magistrado

Este próximo 31 termina su presencia en la Corte Suprema de Justicia el ciudadano de Bocas del Toro, Harley James Mitchell Dale, prestigioso miembro del Foro Nacional. Como despedida de su ilustre carrera como funcionario público, el pasado 16 en el Colegio Nacional de Abogados presentó su libro Perfiles de Liderazgo, que compendia sus impresiones sobre lo que debe ser un líder pero sobre todo sus tantos años dentro del parlamento panameño.

Conocí al colega Mitchell cuando era legislador del primer intento de Asamblea Nacional que se hizo en 1980, tras el golpe de Estado de 1968 y que consistió en cuatro legisladores por provincia, dos de los cuales provenían de los corregimientos de cada provincia y dos por votación popular. Mitchell era representante en su provincia natal y fue uno de los escogidos, donde se le comenzaron a conocer sus quilates de parlamentario. A la sazón, yo era secretario general del PDC y teníamos dos legisladores en esa Asamblea: Néstor Gutiérrez y el inolvidable Camilo Franceschi.

Después, laboraría con el magistrado durante el tiempo que estuve como legislador en la Asamblea de 1984 a 1994, estando él de asesor legal, director técnico y secretario general de la Asamblea, electo por unanimidad, donde comprobé lo estudioso, dedicado y profesional que era el amigo bocatoreño. El orden mental como analizaba todos los asuntos a él confiados demostraban que era un abogado dedicado por entero al estudio de la ciencia del Derecho. Si bien Mitchell militó en su carrera política en el extinto Partido Republicano (muy arraigado en su época a su provincia) y en el PRD, era un hombre profundamente humanista. Como me confió, su formación la completa en Colón cuando asiste al Colegio Abel Bravo y allí se encompincha culturalmente con Raúl Leis y el futuro Obispo Rómulo Emiliani, y donde adquiere esas raíces social cristianas que lo acompañan el resto de su vida.

Como bien señalara en la presentación de su libro el doctor Jorge Eduardo Ritter, la obra está llena de mensajes desde su dedicatoria: ‘Pensando y sobre el liderazgo integral del Dr. Ricardo Arias Calderón'. También dijo Ritter que podría llevar el nombre de ‘Manual del Diputado' por la necesidad de buenas prácticas que hoy requieren quienes nos representan en la Asamblea Nacional, hecho recalcado por otros de los presentadores, ingeniero José Isabel Blandón, al mencionar los hechos que ese día se suscitaron entre dos damas diputadas. Destacó el otro presentador, Ebrahim Asvat, que la obra del magistrado contribuye a que sigamos hacia adelante, en un país que a pesar de todo lo malo que podamos encontrar hemos ido hacia adelante en estos 26 años consecutivos que hemos tenido de experiencia democrática.

Harley Mitchell se va de la Corte Suprema con la frente en alto. Cuando fue su presidente luchó por la transparencia en el Órgano Judicial, labor que lo caracterizó durante el decenio que allí perteneció. Debo pensar que su talento, plasmado en un libro de lectura obligatoria no sólo de la clase política panameña sino también de todos los que aspiran a mejorarse, será aprovechado por algún centro de estudios superiores para que siga irradiando a los demás sus tantas vivencias personales y profesionales.

Por un día de duelo nacional

¿Cuántas personas murieron durante la invasión estadounidense el 20 de diciembre de 1989? No se sabe. En 26 años ningún Gobierno panameño hizo una investigación. ¿Por qué los gobernantes de todos los partidos, que se han alternado en el poder en este cuarto de siglo, temen que se conozca la verdad sobre la invasión? ¿Les traiciona la conciencia? ¿Temen que su complicidad en el genocidio quede al descubierto? ¿O simplemente no quieren enojar a su amo, el Gobierno de Estados Unidos?

Circula una lista con cerca de 500 nombres de personas fallecidas durante la invasión. Según ese listado, más o menos la mitad de los muertos era civiles y al otra mitad militares caídos en combate. No se sabe la circunstancia, el momento y el lugar de la muerte de cada uno de esos nombres. No está muy claro quién y cómo hizo esa lista. En 1990, cuando redactábamos el libro La verdad sobre la invasión, sabíamos que ya el Comité Panameño de Derechos Humanos manejaba una lista, y se negaron a darnos copia. ¿Cómo la obtuvieron ellos?

La Cruz Roja sí entregó un informe de 2 mil heridos ocurridos durante ese y los cuatro días posteriores. Sabemos que hubo hasta 5 mil prisioneros políticos, la mayoría encerrados en un campo de concentración en el polígono de tiro de Nuevo Emperador. ¿Estas personas fueron resarcidas por sus heridas o por el tiempo de confinamiento sin que fueran acusadas de ningún delito?

En El Chorrillo hubo más de 20 mil damnificados que perdieron sus hogares y se proclamaron “refugiados de guerra”, como dijera el maestro Olivardía, uno de sus dirigentes. Se sabe que muchos recibieron una indemnización por sus enseres y un apartamento, aunque no todos pudieron volver a El Chorrillo.

Lo que no se dice es que el Gobierno estadounidense no pagó ni un centavo de ese dinero, sino que todo salió de las arcas nacionales.

La Cámara de Comercio presentó reclamos por 400 millones de dólares. ¿Alguien valoró las pérdidas a la propiedad pública? No. ¿Qué decir de las pérdidas económicas de los trabajadores que se quedaron sin empleo? A los que hay que añadir los despedidos o que vieron reducidos sus sueldos con “pagarés” y “bonos” desde que empezaron las sanciones económicas en 1988. ¿Alguien estableció la cuantía de la pérdida en ingresos de la clase trabajadora? ¿Se les resarció? No, a ambas preguntas.

¿Toda esta violencia y destrucción fue para “librarnos del dictador”? ¿Por qué no lo tomaron el 3 de octubre de 1989, cuando Giroldi se los ofreció esposado?

Noriega era la excusa, el objetivo imponernos el régimen corrupto, oligárquico y neoliberal que, cambiando la camisa cada cinco años, nos gobierna desde entonces. Por eso, la invasión no es un hecho del pasado, que le ocurrió a la gente de entonces, sino que sus consecuencias las sufren las actuales generaciones.

Hace un año el presidente Juan C. Varela, quien tiene el mérito de ser el primer mandatario que acompañó a los familiares en la romería, se comprometió con el Comité de Familiares de los Caídos en atender sus cuatro reclamos: 1. Declarar la fecha día de duelo; 2. Conformar una comisión investigadora para establecer la verdad de los hechos y la cantidad e identidad real de todos los muertos; 3. Resarcir la memoria histórica rindiendo honor a los caídos con monumentos y en los libros de historia; 4. Acompañar a las víctimas en sus demandas ante el Gobierno de EU.

Hasta hoy, aunque ha habido conversaciones, no se cumplió ninguno de esos compromisos, ni siquiera declarar el 20 de diciembre día de duelo nacional. Cuando el proyecto de ley iba a primer debate en la Asamblea Nacional, en los pasillos se rumoraba que la ausencia de los diputados se debía a que los comerciantes se oponen. ¿Puede más el interés pecuniario de una minoría que el dolor de un pueblo, que el honor debido a seres humanos muertos injustamente? Varela, cumpla su compromiso.

Libertad de expresión y censura

De la invasión, el 20 de diciembre de 1989, muchos panameños tienen ahora conclusiones muy distintas de las que realmente motivaron aquel nefasto suceso. Empero, no es el momento para debatir si fue buena o mala, pero sí lo es para analizar el papel del Tribunal Electoral a lo largo de los últimos 26 años. Y es importante analizarlo porque si bien las diferentes elecciones generales, parciales y referéndum han sido ponderados con buenas y excelentes calificaciones, sus regentes van dejando una estela de cuestionamientos que hacen pensar cómo va deteriorándose la institución que se supone guardiana de nuestra democracia. Tres ejemplos dan cuenta de este deterioro: Uno de los magistrados confeso por nepotismo y otro que no predica con el ejemplo y prefiere enquistarse en el cargo. Lo más lamentable es que estos mismos magistrados ahora quieran poner cortapisas a la libertad de expresión imponiendo sanciones que van desde multas hasta cierre de medios de comunicación social. Sabemos que la sociedad no va a tolerar semejante atrevimiento ni imposiciones dictatoriales, pero es injusto con esta sociedad que los magistrados y la misma Comisión Nacional de Reformas Electorales se empeñen en trastocar la paz. Señores, los medios hemos defendido al Tribunal Electoral, pero no permitiremos ni censuras ni normas dictatoriales. No jueguen con la institución ni con la democracia.

Por el honor de los juristas y de la CSJ

Este mes, el presidente, Juan Carlos Varela, designó a los futuros magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) para el período 2016-2026. Los juristas que tienen el honor de representar a este sector de profesionales y de, verdaderamente, hacer justicia, son Ángela Russo y Cecilio Cedalise, quienes reemplazarán al magistrado Harley Mitchell y a la magistrada suplente Nelly Cedeño.

Cuando pensamos en la CSJ, ¿qué es lo primero que se nos viene a la mente? Pues, en mí caso lo primero que recuerdo son las palabras: corrupción, mentiras, “coimas”; igual que la frase “hago lo que sea por llegar a ser magistrado”, entre otras.

Da lástima pensar así de nuestra CSJ. Sin embargo, en su gran mayoría, quienes tuvieron el honor de llamarse magistrados de la Corte no han sabido representar ni jugar un papel importante en el sistema de justicia. Debido a lo mencionado, considero que los nuevos magistrados tienen una ardua labor, tanto en el desempeño de sus funciones como en trabajar por el bien del país.

Aplaudo el proceso que se desarrolló para su selección, pues independientemente de la facultad constitucional del Presidente de la República para esa designación, en esta ocasión brindó una oportunidad para la participación ciudadana.

Panamá se encuentra en un proceso de renovación institucional, por lo que cada paso que demos, como país, debe ser para el avance y el cambio. Si bien es cierto, el Presidente de la República es quien tiene la facultad de decisión, él debe tomar en cuenta la opinión del pueblo que lo eligió y la de aquellos que no votaron por él también. De manera que el cambio y la renovación sea un proceso de equipo, en el que todos nos podamos sentir incluidos.

A pesar de que el proceso de escogencia fue bastante democrático, se debería trabajar en un cambio a la normativa constitucional, en cuanto a que el Presidente de la República sea quien designe a los magistrados de la Corte, pues se debe cortar de raíz cualquier vínculo existente entre órganos del Estado. A pesar de esto, sin duda, dimos un gran paso.

El caso más relevante en la CSJ es el de nuestro exmandatario Ricardo Martinelli. Independientemente de si es culpable o no, los magistrados deben respetar el debido proceso y tomar decisiones profesionales, e impedir la conspiración de personas adversas al proceso. Ese es el verdadero significado de hacer justicia.

El hecho de que un exmagistrado presidente de la Corte Suprema esté condenado por actos indebidos, cometidos durante el ejercicio de sus funciones, da un claro reflejo de lo que se ha convertido esta institución.

El derecho es una carrera que cada uno de los que tenemos el honor de llamarnos abogados, debemos honrar y respetar. Es una pena que la abogacía no se valore lo suficiente por quienes tuvieron la oportunidad de llegar al más alto cargo con el que todo abogado sueña desde sus inicios.

Las nuevas generaciones de abogados necesitamos, a gritos, buenos ejemplos en que nos veamos reflejados y podamos admirar. Como joven abogada, exhorto a los magistrados recién designados, y a los que todavía cumplen con el período que se les otorgó en el cargo, para que marquen la diferencia y limpien el honor de todos los profesionales del derecho.

A 26 años del silencio

La madrugada del miércoles 20 de diciembre de 1989 el ejército más poderoso del planeta invadió la pequeña república de Panamá con el pretexto de apresar a un hombre, el general Manuel Antonio Noriega. Antiguo amigo del gobierno norteamericano y del presidente Bush (padre) desde los tiempos en que dirigía la Agencia Central de Inteligencia, (CIA).

Los dos intentos de derrocar a Noriega, meses antes, fueron consultados con norteamericanos, pero en ambos casos no intervinieron. Ello es otra prueba de lo que el propio Bush dijera después: la invasión a Panamá ya estaba planeada desde inicios de 1989. Solo necesitaban un pretexto, más o menos formal, para ejecutarlo.

Cuatro días antes, el 16 de diciembre, un soldado norteamericano murió en un incidente con miembros de las Fuerzas de Defensa por lo que Bush señala que se están estudiando las opciones, pero ya la opinión pública norteamericana había sido moldeada por los medios de comunicación, para aceptar la invasión a Panamá. Efectos parecidos se lograron en diversos países del continente tras la campaña mediática. Panamá fue un laboratorio para ensayar diversas fórmulas propagandísticas, organización política, campañas mediáticas, penetración insurreccional y campañas de guerra de baja intensidad, para el ablandamiento previo a la invasión militar directa, la ocupación territorial, el genocidio y el Estado tutelado.

Más de 26 mil soldados estadounidenses, además de los 12 mil acantonados en las bases militares en Panamá,provistos de la más sofisticada tecnología de guerra probaron la efectividad de un arsenal nunca antes utilizado. No fue necesaria una declaración de guerra. Pasados los primeros minutos del 20 de diciembre se inició el bombardeo masivo que alcanzó el lanzamiento de más de 400 bombas. El sismógrafo del Instituto de Geociencias de la Universidad de Panamá registró solo en la capital panameña 422 bombas, lanzadas a intervalos de una cada dos minutos. El ejército de Estados Unidos atacó 27 objetivos en todo el país, en varios puntos encontró resistencia de soldados y civiles. Pero era muy grande la diferencia entre invasores y rebeldes.

Extraoficialmente, se calcula que murieron cerca de 80 soldados norteamericanos, aunque solo se reportaron 25 caídos y 324 heridos. Por la parte panameña, los norteamericanos informaron sobre 205 soldados panameños muertos y 100 civiles. No obstante, las organizaciones de derechos humanos de Panamá con apoyo internacional han cuantificado entre 3,000 y 5,000, entre muertos y desaparecidos.

La invasión a Panamá, llamada Causa Justa tuvo como pretexto sacar del poder al general Noriega y preservar la vida de los norteamericanos residentes en Panamá. Realmente, fue un ensayo para las subsiguientes intervenciones norteamericanas en distintas partes del mundo. En Panamá, fue estrenado el bombardero ‘invisible' Stealth F-117 y poderosos armamentos de fuego rápido con detectores térmicos y lasser en los helicópteros Blackhawk, Cobra y Apache A-H 64. También misiles Hell Five, bombas de 2,000 libras, cañones de 30 mm de fuego rápido, fusiles con mira infrarrojas y vehículos Hummer artillados con ametralladoras de alto calibre. Todo este arsenal fue utilizado en la Guerra del Golfo y otras.

Los bombardeos alevosos e indiscriminados a barrios populares como El Chorrillo y San Miguelito dejaron una secuela de dolor, luto e incertidumbre por la pérdida de familiares, vecinos y amigos, muchos desaparecidos, incinerados, lanzados al mar o sepultados en fosas comunes en muchos sitios desconocidos sin registros ni controles. Los daños psicológicos a decenas de miles de adultos y niños que vivieron los estragos de la invasión aún no han sido ni medidos ni estudiados, pero se logran percibir en los comportamientos violentos o anormales vividos meses y años después.

Han pasado 26 años de aquellos tristes acontecimientos y aún no logramos dar respuestas claras sobre esos acontecimientos. Se ha levantado una democracia sobre un cementerio clandestino, sobre fosas comunes y sobre el silencio de tantos panameños que murieron y otros que viven callados. No se puede maquillar el dolor ni promover el silencio. Hay un inmenso vacío, una enorme brecha de injusticia sobre los panameños caídos por la invasión norteamericana a Panamá en diciembre de 1989 y es necesario resolver con el reconocimiento de las cosas por su nombre, antes que tanto dolor fermentado, evadido y ocultado estalle en una irrefrenable iracundia.

Por un gobierno sin nepotismo

Desde el 1 de julio de 2014, el gobierno que encabeza Juan Carlos Varela demostró proclividades hacia el nepotismo, y los medios de comunicación denunciaron el hecho como acto de corrupción. Aunque el muy citado principio de “igualdad de derechos” no es absoluto en la práctica, creemos en el libre acceso del talento y del mérito en los cargos públicos. Esto es facilitar a todos hacer valer su talento y aptitudes, para estimular la participación y el concurso democrático. En este caso se ponen, como forma democrática, las dignidades, honores, cargos y preeminencias al alcance de todos los ciudadanos, por modesta que sea su procedencia. Vale decir, un sistema de carrera administrativa bien estructurado y aplicado.

Hoy, para ocupar altos cargos y empleos en la administración del Estado, sin duda, el talento es la mejor credencial. Pese a que en la práctica política no siempre se cumple este sano principio, está comprobado que el nepotismo, el amiguismo y el favoritismo procuran al hombre o la mujer ineptos cargos honoríficos y efímeras dignidades. Su verdadera dignificación y su exaltación a los altos puestos del Estado solo se obtienen cuando el político o el ciudadano unen a su talento, la credibilidad, honestidad, sensibilidad social y un carácter decisivo y valeroso. Por eso, no deben otorgarse las prebendas y empleos públicos solo a los individuos de determinado credo político o ideológico ni a familiares. Tal monopolio ilegal e inmoral resultaría odioso.

El gobierno del Estado que selecciona con cuidado a los funcionarios y otorga los destinos con sujeción al mérito de los favorecidos llega a tener servidores de gran valía. Igual, en la administración y la magistratura, en la educación y en la hacienda pública. Si, por el contrario, el nepotismo, el favoritismo, el amiguismo y las influencias son los elementos de la política de un país, entonces puede asegurarse que la Nación demandará en vano estadistas, educadores, magistrados, administradores y científicos que mantengan el prestigio que ha de colocarla a la par de las naciones progresistas y desarrolladas. La calidad de los funcionarios (desde el Presidente de la República hasta el mensajero), determina la calificación que pueda merecer un determinado gobierno.

En el caso de la administración de justicia, esta solo debe ser desempeñada por jueces y magistrados cuya intachable probidad los ponga al abrigo de toda sospecha de prevaricación, cohecho y desdoro. La política no debe tener ninguna influencia sobre las deliberaciones y fallos de los tribunales. Esto solo es posible cuando la independencia del poder Judicial y del Ministerio Público está garantizada por un servicio de carrera judicial. ¿Se practica este servicio en Panamá.?

¿Qué nos pasa como sociedad?

El enfrentamiento entre dos mujeres, diputadas de la Asamblea Nacional, debe llevarnos a una profunda reflexión o, más bien, a una fuerte sacudida. La fibra íntima de la sociedad panameña está seriamente lesionada, acusando un grave deterioro que va más allá de cualquier estimación o juicio de valoración en un plano objetivo. Lamentablemente, estamos viviendo un escenario que nunca nadie se hubiera imaginado, donde se aprecia, además del pobre espectáculo de las dos políticas, a gente del Legislativo involucrada en lavado de dinero y tráfico de activos, policías señalados por tráfico de estupefacientes, funcionarios que han llegado al extremo de las barbaridades al expresarse públicamente, e incluso, en el Órgano Judicial, señalamientos marcados por tráfico de expedientes. ¿Qué clase de escenario dantesco tenemos en nuestro país? Uno que, a nuestro juicio, retrata de cuerpo entero el deterioro que nos mantiene lejos de convertirnos en una sociedad y en una nación de primer mundo. Si a esto le agregamos el mal servicio del transporte público, calles en mal estado, delincuencia e inseguridad difíciles de controlar, y los constantes señalamientos acerca de la administración de justicia, es inevitable concluir que la sociedad panameña pasa por un muy delicado y peligroso tiempo de crisis.  ¿Cómo hacerle frente? De la única manera posible: con educación, una materia pendiente en todas las administraciones, llevada en vaivén tanto por quienes detentan el poder público como por quienes la ven como una forma de presión en busca de mejoras salariales, sin atender lo realmente importante, el estudiante y su desarrollo, pues el rescate de los valores de la sociedad panameña comienza con la educación.

Justicia climática requiere entereza

La justicia climática es el clamor que se hace a sí misma la humanidad, desde una perspectiva científica o empírica que tiene sobre la larga evolución que ha ocurrido hasta la aparición de las plantas, que en su fotosíntesis, nos regala el oxígeno en el aire que respiramos; unas 16 veces por minuto, sin que con esto estemos negando una fuerza suprema y divina en el universo y particularmente en nuestro planeta: la Tierra, tan ordenadamente.

En torno a lo bien marcado de esos conceptos, derivamos que el oxígeno en el aire ha hecho posible la aparición de las distintas especies sobre la tierra; y es por lo que entendemos el avance significativo de la cumbre celebrada en París, recientemente, con la participación de cerca de 200 países por encima de los temores que hayan podido existir entre sus asistentes. Luego de los atentados terroristas el pasado 13 de noviembre en que fueron asesinadas 130 personas su éxito, sin perturbación alguna, fue posible para el logro unánime de un acuerdo. Tras intricados debates, el mérito se le atribuye al verdadero anfitrión de esta cita mundial, el presidente de esta conferencia y ministro de Relaciones Exteriores francés Laurent Fabius.

Concretamente, el acuerdo que fue vinculante, establece mecanismos para lograr el límite de grados de calentamiento de la tierra y rebajar esa meta hasta 1.5 a largo plazo, con la obligación que tendrán los países cada en 5 años de revisar sus compromisos sobre el nivel de emisiones mediante un mecanismo de reporte y mediación de cuentas transparente con la obligatoriedad de gases invernaderos. Las propuestas fueron presentados por los jefes de Estado de los países participantes antes de que comenzara la cumbre del clima. Según los expertos el clima podría llegar a alcanzar los 30 C de calentamiento.

Se dice, sin embargo, que los acuerdos propiamente entrarán en vigencia en el 2020, pero siempre hay la duda de cumplimiento por la variedad que se dan en los sistemas políticos y por los daños que están afectando a la tierra. Cada vez, hay mayor preocupación en los plazos para que los acuerdos aprobados sean cumplidos, mientras los estragos negativos en la naturaleza se siguen incrementando.

Los científicos siguen advirtiendo que si no se reducen entre 40% y 70% las emisiones de gases invernadero para que el calentamiento global no supere los 2%, la tierra entrará en un terreno peligroso, cuyas consecuencias son desconocidas. De lo que se trata es que el mundo ha recibido el mensaje de que este es el final de la era de las energías fósiles.

Es evidente la gravedad del cambio climático que causa sin cesar enormes pérdidas en los cultivos agrícolas, inundaciones irremediables, pobreza, hambre y más de 34 millones de refugiados climáticos, etcétera.

Hay en toda esta calamidad una voracidad de los países altamente industrializados en el interés de hacer más riqueza con muestras de indiferencia a los perjuicios que causan al medio ambiente, pero sin pretender aludir a la división de clases sociales, ya que en este caso la responsabilidad es compartida, por ricos y pobres, con la obligación de resarcir los primeros a los últimos por ser los más afectados.

El pueblo no tiene abogados

Escuchando a ciertas figuras del Partido Revolucionario Democrático (PRD) declararse víctimas del gobierno de Cambio Democrático (CD) y a los de CD declararse víctimas del gobierno panameñista, entiendo que el “abuso” en Panamá sobrevive, estratificándose en capas y períodos de tiempo, que en todo caso jamás favorecen al pueblo.

Dicen por allí que la historia se repite en espiral, sin embargo, esto va un poco más allá que la simple tendencia natural a repetir los mismos errores, apostando, quizás, a que por exhaustiva tozudez nos regalen la próxima escala evolutiva.

Impresiona ver la cantidad de abogados que tiene el señor expresidente para su defensa. Desde la lejanía quizás esté más cómodo y activado que cuando gobernaba. Ser oposición le da la ventaja de solo adversar y vivir haciéndolo (¿O para hacerlo?) gracias al Twitter. Pero tampoco es que luzca deteriorado o preocupado. En todas sus intervenciones ha mostrado entereza y seguridad. No se ve apesadumbrado ni descompensado.

Los del PRD no están muy lejos de esa realidad. Desde luego, haber gobernado durante 20 años continuos no da para menos. Ellos también tienen sus abogados y tampoco lucen deteriorados, por más que griten “víctima” a los cuatro vientos.

¿Pero quién defiende al pueblo? ¿El Chapulín, acaso? Fuera de esta parrampanada mediática, nosotros (los del pueblo) seguimos madrugando para llegar menos tarde al trabajo, atendiéndonos con las sobras de la Caja de Seguro Social (sin dinero para la privada), sobreviviendo al tranque desalmado, lidiando con la falta de agua, rezando para que la gasolina y los alimentos nos alcancen, cuidándonos de la “percepción” delincuencial, peleándonos el pan con los extranjeros, etc.

Entonces, me pregunto: ¿Podremos llamar víctima al PRD y a CD? ¿O será que en realidad, las víctimas somos nosotros? Víctimas de todos ellos.

Algunas personas dicen que Panamá es un país surrealista, por las cosas que vemos a diario. ¡No insultemos al arte! Esto, más que arte, es la consecuencia aberrante, pero completamente lógica y directa de nuestra apatía, y por haber cedido nuestro lugar político.

De las personas que asistieron a la audiencia del expresidente, algunas lo apoyaban y otras, a las víctimas y querellantes. ¿Pero acaso tuvo el pueblo representación masiva y contundente, habiendo sido el principal y peor afectado de aquel desparpajo administrativo? Parece que esto no le importa a la sociedad civil desorganizada; y a la organizada, parecía preocuparle más la elección de los magistrados.

Es aquí cuando vuelvo al esquema de la mujer maltratada y su baja autoestima. Nuestra sociedad civil no organizada –léase la mayoría– sufre realmente del síndrome de la víctima. ¿Sabe usted cuántas mujeres maltratadas callan y no denuncian al maltratador, por temor a la exposición pública o a represalias?

Lo mismo (con una buena dosis de pereza adherida) le ocurre a nuestro pueblo para con sus gobiernos. Le da igual manifestarse o no, porque la justicia jamás estará de su lado.

La sociedad no organizada panameña, de tanto abuso, ha perdido su amor propio y vive deprimida, dentro de un marasmo sostenido en el que todo le da igual.

¡Sí! es cierto, el pueblo no tiene abogados ni los tendrá hasta que entienda, y quiera, y se proponga defenderse (y respetarse) a sí mismo.