Narcodiputados

Un sistema electoral es el conjunto de normas formales (escritas) e informales (no escritas)  elaboradas para que la ciudadanía pueda elegir a quienes ejercen ciertas funciones públicas.

El criterio republicano y democrático es que el sistema electoral debe estar configurado de manera tal que el cuerpo ciudadano pueda destinar al personal más idóneo al ejercicio de cargos públicos.

Así lo argumentaba James Madison, uno de los arquitectos del republicanismo democrático, en los ensayos que escribió para El Federalista (1787-1788). Madison y sus colaboradores, evidentemente, tenían un concepto muy elevado de las posibilidades y el alcance de la constitución que promovieron.

Aun el más esmerado diseño electoral no garantiza la selección del mejor elemento social para el desempeño de empleos públicos. A pesar de ello, cuando comprobamos que el resultado de las elecciones populares es la integración de la Asamblea Nacional y los gobiernos municipales por individuos ineptos, corruptos y  como lo vemos crecientemente  entregados al crimen organizado, podemos colegir que algo tiene el sistema electoral que “desincentiva”, como dicen los economistas, la elección de gente íntegra y decente en favor del encumbramiento de ignorantes, pandilleros y maleantes.

Días atrás, el magistrado presidente del Tribunal Electoral acusó al gobierno anterior de querer “robarse las elecciones” (La Prensa, 30 de diciembre de 2014). Indicó, por supuesto, que gracias a él no se las robaron, dando a entender que sin su presencia en el Tribunal Electoral se hubiese torcido burdamente la voluntad del pueblo panameño el 4 de mayo de 2014.

Al presentarse como adalid de la democracia, Pinilla puede estar abonando el terreno para que la Asamblea Nacional lo reelija, lo cual le permitiría permanecer 10 años más en el cargo. Lo curioso es que Pinilla habla solo de la elección presidencial, que el gobierno anterior no logró robarse, a pesar de la escandalosa malversación de fondos públicos (permitida por el Tribunal Electoral) en favor de la candidatura oficialista.

No hace alusión a las otras elecciones celebradas ese día  particularmente las de diputados, alcaldes y representantes en las que sí hubo robo. O, más bien, compra descarada, permitida por el Tribunal Electoral.

Fue tan público y notorio el asunto que el jurista Miguel Antonio Bernal solicitó que se anulara la elección de 22 diputados de Cambio Democrático por “favorecerse ilícitamente” de recursos estatales para promover sus candidaturas. Se habló de una suma en exceso de 400 millones de dólares, “en apoyo oficial ilícito, así como partidas circuitales”, entregado a candidatos afines al gobierno.

Pero el Tribunal Electoral rechazó el recurso, aduciendo que “el período para presentar el recurso de nulidad respectivo precluyó” (La Prensa, 23 de julio de 2014).

La denuncia del Dr. Bernal se refería al uso ilegal de recursos estatales para fines electorales. También se emplearon millones de dólares de otras fuentes, no estatales, provenientes del sector privado y, presumiblemente, del crimen organizado, para comprar elecciones de diputados, alcaldes y representantes, a ciencia y paciencia del Tribunal Electoral.

En las campañas de 2009, 2004, 1999 y 1994 igualmente se invirtieron “millones” de dólares para comprar votos. En 2014 la danza de millones fue espectacular, pero de ninguna manera inusitada. La práctica tiene raíces firmes, que el Tribunal Electoral ha contribuido a profundizar.

Hoy queda claro que el crimen organizado ha comprado más de una curul en la nada augusta cámara, algunos de cuyos integrantes presuntamente mantienen vínculos con pandillas y otras organizaciones criminales. La detención, en semanas recientes, de dos funcionarios de la Asamblea Nacional ligados a diputados, una en posesión de cantidades inexplicables de dinero y otro con un paquete de “presunta droga”, apuntan claramente en esa dirección.

Un sistema electoral y un Tribunal Electoral que permiten que el crimen organizado compre, robe o de alguna otra manera se apropie de cargos de elección popular no le sirven a la sociedad. El presidente de la República ha dicho que habrá“ cero tolerancia con este tipo de vínculos” (La Prensa, 8 de enero).

Además de procesar a los implicados en actividades delictivas  así sean diputados, alcaldes o representantes debería aprovecharse esta coyuntura para corregir el sistema de elecciones y reconfigurar el Tribunal Electoral, a fin de impedir que el crimen organizado siga afincándose en la Asamblea Nacional y los gobiernos municipales.

Sanciones contra las trifulcas callejeras

En los últimos días, hemos visto imágenes que muestran la intolerancia y la poca cooperación que reina en el país.

A pesar de ser una nación pequeña en territorio y población, pareciera que la amabilidad que caracterizaba al panameño se perdió. Las agresiones verbales y físicas entre los ciudadanos cobran mayor relevancia en las calles, escuelas y en otros sitios públicos, inclusive, ante la presencia de las autoridades encargadas de mantener el orden. Entonces, ¿qué se puede esperar?

Durante el año que recién finalizó proliferaron los videos de riñas escolares que mostraban a jóvenes tanto hombres como mujeres arreglando sus diferencias a los golpes. Ya ni las palabras ni la comunicación forman parte de la solución; para muchas personas golpear al otro está de moda.

Esta intolerancia también se observa entre gente adulta, a pesar de que sabemos que eso no conduce a ningún entendimiento. Al contrario, la violencia pone en riesgo la vida, no solo de los involucrados, sino también de terceros.

Como sociedad, no debemos tolerar y menos celebrar los actos que alteran la tranquilidad, la armonía y la paz en los sitios públicos. Esto contradice nuestra aspiración de que Panamá sea un país competitivo y globalizado, en el que los habitantes solucionan sus problemas de forma civilizada.

Para corregir el problema debemos evitar hacer apología de estos actos, rechazarlos y condenarlos. En esto las autoridades encargadas del orden público y de hacer cumplir las leyes juegan un rol fundamental, por lo que les toca aplicar los castigos que correspondan, según la gravedad de los hechos y los daños causados.

A los ciudadanos reincidentes, se les debe aplicar castigos severos y ejemplares. Las leyes deben priorizar en que se mantenga el orden público y la seguridad integral para todos, y quienes afecten el orden público deben pagar, máxime cuando ya hay medidas ejemplares que contempla la ley, por ejemplo días de cárcel y multas.

Las personas responden a los incentivos, y cuando estos incentivos buscan corregir los malos comportamientos, entonces nos encaminaremos hacia una sociedad más comprometida con el orden social y con el cuidado del bien público. Necesitamos ciudadanos que se ayuden mutuamente, en vez de personas que se golpeen o se maten entre ellos.

A modo de sanción, en otros países a las personas violentas y con poca capacidad de comunicación, se les asignan trabajos de labor social, como limpieza de las calles, reparación de vías y autopistas y/o pintura de zonas turísticas para mantenerlas en buen estado.

Como las escuelas requieren empezar el calendario escolar en las fechas programadas, otra sugerencia sería que quienes cometen actos violentos paguen colaborando en la reparación de los planteles, así pensarán dos y más veces antes de enfrascarse a golpes en las calles. Además, podrían trabajar como vigilantes, en horarios diurnos y nocturnos, para que los malhechores no roben ni se lleven el mobiliario.

Lo que no podemos hacer es quedarnos callados ante este flagelo que nos daña a todos, como país, porque esto afecta la competitividad del país.

Por último, hago un llamado para que retomemos las cosas básicas de la vida, como el amor, la paz y el apoyo mutuo, solo así podremos encaminarnos al pleno progreso social y económico.

Honorables

El significado de honorable “se aplica a la persona que actúa con honradez de modo que es digna de ser respetada”.

A nuestros diputados se les puede catalogar como un honorable funcionario? Cada año que pasa la imagen de los diputados se deteriora, al punto de que ningún panameño cree en las palabras que esbozan en el hemiciclo legislativo. Es claro que todos están lejos de la definición de honorable, pero ellos creen que lo son y viven llenos de privilegios inmerecidos y abusan para sacar beneficios personales.

Lastimosamente, los ciudadanos no podemos hacer mucho. Para que ocurra un cambio radical en las normas que los rigen ellos tendrían que aprobarlos, pero ninguno se tirará la soga al cuello. Desde hace 25 años estos personajes de la política actúan al libre albedrío, sin que nadie les ponga un alto y no creo que piensen cambiar por voluntad propia.

Vemos que algunos abandonan los partidos gracias a los que fueron elegidos, con tal de recibir más regalías y así incrementar sus fortunas personales. Hay diputados que ni se aparecen por la Asamblea Nacional, con la excusa de que sus oficinas están en las calles del pueblo que los eligió; tampoco faltan aquellos que estando en un partido no siguen los lineamientos y se venden a la bancada oficialista para estar en la papa; otros se ven involucrados en el narcotráfico y utilizan parte de sus privilegios para evadir la justicia; hay algunos que cumplieron más de cuatro períodos y no permiten el relevo generacional. Por último, están los que aprovechan su imagen popular, ganada en los medios, para tener adeptos y lograr una curul. A la larga, estos son peores porque son títeres.

Muchas cosas deben cambiar, por ejemplo, la reelección múltiple se debe eliminar, igual que privilegios personales, y que reducir los altos salarios de los funcionarios. Queremos diputados que hagan leyes convenientes para el país, no aquellos que siguen una línea partidista para beneficiar al partido gobernante. Necesitamos diputados decentes y con un nivel académico adecuado; que puedan hablar con fluidez y respeto, no con chabacanerías ni que expresen ideas fuera de lugar.

Ahora, tal como lo expresó el presidente Juan Carlos Varela, en una entrevista televisiva: “El narcotráfico se ha apoderado de la Asamblea Nacional”. Esto es serio y se debe atacar de inmediato. El diputado que esté metido en ese mundo delictivo, sea del partido que fuera, debe ser castigado. Pero creo que pido mucho, pues ellos se tapan sus fechorías, de forma que esto lo veremos por mucho tiempo.

Sean Penn entrevista a Martinelli

La noticia es impactante. Solo hoy un hombre es capaz de hablar con los prófugos más buscados, esos que solo se comunican mediante teléfonos encriptados y mensajes cosidos en la ropa interior de un corredor de fondo. Los prófugos siempre suelen caer por su egolatría, por esos delirios de grandeza que suelen acosar en la soledad a aquellos que durante unos instantes (medidos en lógica histórica) rozaron el paraíso y que de pronto se encuentran en un cuarto, en shorts, con la barriga al aire y todo su magnetismo atrapado en una botella de ron Abuelo (encima, el ron de tu enemigo).

Esos hombres, inmensos en su ceguera, solo pueden ser contactados por Sean Penn. No iba a ser menos Martinelli. Penn, acostumbrado a personajes de carácter y a historias truculentas, llegó hasta el escondite estadounidense del expresidente de Panamá después de haber visitado al Chapo Guzmán en las montañas de Durango. Lo primero que sintió es una profunda decepción. Martinelli lo recibió en un hotel de lujo y le obsequió una gorra de Cambio Democrático mientras un equipo de la CNN esperaba la autorización del actor gringo para inmortalizar el momento. No le gustó a Penn, que esperaba una escena más clandestina, de más riesgo. Tampoco le interesó mucho la infancia de Ricardo, ni sus argumentos respecto a la persecución a la que está siendo sometido en Panamá. Así que, despeinado y aburrido, el actor le firmó una foto de recuerdo de la película 21 gramos y salió corriendo de la escena. Fracasamos en el intento de saber más de Ricardo en su exilio de oro y, si ya esperamos la película sobre el Chapo y sus míticas escapadas carcelarias, Penn prometió que no se acercaría a Martinelli hasta que pudiera publicar en Rolling Stone su primera entrada a prisión.

Cada país tiene a sus prófugos. Es evidente que México o Colombia han logrado altas cotas de rating en este asunto y que Panamá, de momento, se tiene que conformar con un señor grotesco que huye sin huir y que como preso de lujo sigue manejando ciertos dispositivos del poder desde su celda-hotel de cinco estrellas.

Sin embargo, es cierto que hay ciertos paralelismos con el Chapo Guzmán. El primero es que a los presidentes de sus países les interesa su existencia: mientras los medios y los consumidores de medios estén entretenidos con las hazañas del capo de la droga y del político-capo nadie enfilará sus críticas o sus lupas a las acción de gobierno. Peña Nieto ayudará al Chapo a escaparse de nuevo para poder mantener altas cotas de pantalla en esa novela que se llama Gobierno de México. Varela seguirá mandándole botellas de ron Abuelo a Martinelli para que las brechas en las paredes de las nuevas esclusas del Canal o la incapacidad para controlar la economía de país no le generen un problema político en su ficción preferida: gobernar.

Ambos personajes carecen de verbo grácil y su cultura general es tan escasa como su elegancia, pero los dos –el Chapo y Ricardo– gustan de presumir de dinero y poder y con ambos suelen tapar sus falencias en otros campos necesarios para despuntar en la “buena” sociedad. En los dos casos, el odio y la fascinación se combinan en dosis perfectas. Es lo que tiene la riqueza: que aunque haya sido adquirida por medios ilícitos (¡Y cuándo no!) siempre nos da un puntito de envidia. También comparten los buscados varones la capacidad de corroer las estructuras de cualquier sociedad. Uno lo hace distribuyendo droga y plomo de forma masiva; el otro lo consigue involucrando a una buena parte de la sociedad en un sistema de lealtades mafiosas y corruptas que pone a prueba cualquier solidez moral.

Así que Sean Penn quizá se esté equivocando con “nuestro hombre”, ese al que Trump no ha propuesto expulsar (a pesar de ser un inmigrante acusado de graves delitos en su país de origen) y ese al que es más fácil ver en la Fox o en CNN que en una sala de audiencias de la Corte Suprema de Justicia de Panamá (a pesar de que su amigo José Ayú Prado presida ahora este órgano trasplantable del que se duda más de lo saludable).

Sean, escúcheme usted: vuelva a buscar al prófugo panameño, propóngale comenzar una película rodando durante los culecos que tantas alegrías le proporcionaron al patrón, pídale la banda sonora a los que fueron sus músicos de cabecera (DJ Black y Los Rabanes podrían hacer un buen trabajo conjunto) y apueste por un éxito de taquilla en el que el protagonista puede hablar, bailar y robar al mismo tiempo. El Chapo no podría.

Corrupción

Cuando la ACP (Autoridad del Canal de Panamá) era presidida por la mayoría de funcionarios norteamericanos, incluyendo el administrador general McClauffy (EU) y el prestigioso paisano recién desaparecido, Fernando Manfredo, primer subadministrador del Canal, el dirigente panameño, el Lic. Luis Anderson, escogido por los 8 mil trabajadores, dignamente ocupaba una silla en aquella Junta Directiva. Pero, cuando el Lic. Anderson dejó de existir, junto con él también sepultaron la silla para el representante de los trabajadores en aquella perfumada Junta Directiva del Canal.

En inexplicable contradicción, cuando la silla que ocupaba Anderson desaparece y le dan un portazo en las narices a los trabajadores para siempre, ya los panameños éramos mayoría en la Junta Directiva, más el administrador, el Ing. Gilberto Guardia y luego Alberto Alemán Zubieta.

Además, mientras los norteamericanos estuvieron al frente, ninguna empresa en la que un miembro de la Junta Directiva tuviera un 10% o más en acciones, podía concursar para contratar obras o trabajos en el Canal para evitar los conflictos de intereses. Sin embargo, y en complacencia de la Junta Directiva, toda integrada de panameños, el administrador Alemán Zubieta en un santiamén logró modificar el reglamento de la ACP para elevar este porcentaje de acciones del 10% al 35% y evadir la veda moral y ética que venía rigiendo por 80 años en el Canal.

Desde entonces, era lo que perseguía el administrador. En lo sucesivo pudo concursar CUSA (Constructora Urbana, S.A), donde el administrador Alemán Zubieta tenía o tiene acciones. Pero, a partir de allí, la gestión hasta ese momento excepcional del administrador Zubieta comienza a declinar y a generar sombras, desde el instante que Sacyr con un guiño de ojo integró a CUSA (Grupo Unidos por el Canal ) al consorcio GUPC, jugada muy difícil de lograr con la BECHTEL-MITSUBISHI.

El 22 de octubre del 2006, los panameños fuimos convocados por el gobierno del ex presidente Martín Torrijos al referéndum para aprobar o negar el modelo y costo del Tercer Juego de Esclusas. Ya se nos había asegurado en lujosa y espectacular ceremonia patriótica y festiva en Atlapa, el 29 de abril del 2006, que esta obra por contratar en un concurso internacional no costaría más de $5,250 millones.

Por supuesto, en estos proyectos gigantescos siempre surgen los imprevistos sobre todo por sorpresas y fallas geológicas, en consecuencia también surgen los sobrecostos, pero estos casi nunca van más allá de un 20% a 50% sobre el presupuesto original. Sin embargo, hoy por el avance retardado de estos trabajos e incidentes, reclamos y paros de GUPC, ya alcanzan un incremento o sobrecosto real aceptado por la propia ACP de $3,200 millones en arbitraje, más otros $1.000 millones al considerar el lucro cesante, o lo que el Canal está dejando de ganar por el atraso de la entrega del proyecto en la fecha pactada con GUPC ya por año y medio, más otros $40 millones que los contratistas hoy piden prestados a la ACP para poder subsanar las grietas o filtraciones en las paredes de las nuevas esclusas.

Sin temor a incurrir en apreciaciones exageradas, más bien conservadoras, este Tercer Juego de Esclusas para naves de tamaño post-Panamax (15 mil contenedores de 20 pies) nos estará costando al final alrededor de $12,000 millones, o sea un sobrecosto insólito hoy más del 110% con tendencia a crecer y ‘no perder de vista que el precio que sedujo y sorprendió al administrador y a la JD, por GUPC , en el sobre sellado, fue de $3,118 millones'.

Vale decir, cuando la ACP u otro consorcio asuma el relevo para terminar la obra por el abandono o más bien fuga precipitada por la puerta de la cocina de GUPC, previendo estos que cuando pasen los primeros post-Panamax y vayan emergiendo otras fallas aún ocultas, ¡ojalá! que no en las tinas de reciclaje, el corazón del sistema!, Sacyr, Impregilo, los Belgas (Jan De Nul de Bélgica), CUSA, quisieran estar muy lejos de Panamá. Este relevo posible para terminar la obra, sin duda alguna, nos costará otro par de miles de millones de dólares y GUPC sabe y apuesta a ello que más barato es seguir con ellos, pero esto equivaldría primero a que se les reconozcan todos sus reclamos,… ‘nos tienen con los pantalones abajo y manos arriba contra la pared'.

Lo que significa amables paisanos panameños que estamos ante el posible caso de corrupción administrativa más grave de nuestra historia y demoledor e irrecuperable perjuicio por la desaceleración del desarrollo económico del país. Todo, sin dudas, agravado con perfil de corrupción administrativa por conflictos de intereses, abuso por malversación de los dineros del pueblo por él o los administradores de la ACP, sin freno ni contrapeso real, que todos confiábamos, representa y ejerce la Junta Directiva por mandato de los artículos de la Constitución 319 y 320.

Por lo contrario, más bien trasciende por la fuerza de los acontecimientos escandalosos. La JDACP no es más que una caricatura desde que sepultaron al prestigioso dirigente popular, Lic. Luis Anderson, subordinada totalmente a los caprichos del administrador de turno, ‘quienes tienen recursos para dispensar grandes favores y nombramientos', situación que hay que reparar y pronto Señor Presidente Juan Carlos Varela, aprovechando la coyuntura para sembrar dos verdaderos fiscales del pueblo en la JDACP, escogidos por los sindicatos de los trabajadores, obreros y administrativos de la fuerza laboral que hacen funcionar nuestro Canal.

De ser esto confirmado, sobre todo por el descomunal sobrecosto y todo a consecuencia del favoritismo en la escogencia del consorcio favorecido, GUPC, que incluye a CUSA, que no fue el verdadero ganador del concurso, sino más bien BECHTEL-MITSUBISHI, ésta además de su inmejorable calificación y experiencia mundial, contaba con el soporte moral y respaldo económico del Departamento de Estado Norteamericano, por ser una empresa bandera emblemática y orgullo norteamericano.

Por lo sucedido, corresponde como en todo Estado de derecho e instituciones sólidas y, además, lo menos que merecemos los panameños que por oficio el Procurador General de la Administración o el Órgano Legislativo citen a rendir cuentas a los dos últimos administradores del Canal de Panamá y respectivos integrantes de la Junta Directiva. Modificar en nuestra Constitución el Título XIV El Canal de Panamá, en su artículo 318 y 319 sobre la Administración del Canal de Panamá y función de la Junta Directiva Blindada contra toda posibilidad de que los administradores en el futuro le arrodillen por el peso de favores y cumplan con el delicado deber de ejercer los frenos y contrapesos ante los posibles desenfrenos y excesos de los administradores.

Participación en la Comisión Nacional de Reformas Electorales

La Comisión Nacional de Reformas Electorales (CNRE) se creó para que se modifiquen aquellas normativas imperfectas o conflictivas, después de cada proceso electoral. El procedimiento es tradicional, en una mesa de trabajo se reúnen representantes de los partidos políticos, del Tribunal Electoral y de la sociedad civil, y discuten sobre aquello bueno, malo y feo que ocurrió en las elecciones generales anteriores y cómo podría ser mejorado.

En ese sentido, no existía una representación de la juventud independiente, por lo que el Tribunal Electoral (TE) extendió la invitación y así nació el Foro de las Juventudes, conformado por distintas organizaciones de distinto pensamiento político, estudiantiles, en fin… de todo un poco. Si bien esta representación de jóvenes no cuenta con voto en las sesiones de la CNRE, sí tiene voz, lo que les ha abierto un espacio importante.

Desde enero de 2015, y en conjunto con la CNRE, el Foro de las Juventudes ha ido desarrollando propuestas sobre lo que “debe ser” un proceso electoral democrático y efectivo. Hemos defendido algunas y puesto presión contra otras. En definitiva, han sido muchos los temas tratados a lo largo de este año de reformas, pero resaltan por su interés: el financiamiento electoral, el porcentaje de inscripción para candidatos independientes y el fuero electoral.

El Foro de las Juventudes propuso cambios radicales con el fin de que quede sobre la mesa el camino que, a nuestro juicio, es el más transparente para el proceso electoral. Sin ningún tipo de alineación política hemos presentado iniciativas que, como mencioné, no siempre fueron acogidas con mucho entusiasmo.

¡Enhorabuena! Ha habido avance. Podemos destacar que se bajó el porcentaje de 4% a 2% para inscribir nuevos partidos políticos y para que estos subsistan después de las elecciones; se prohibió que los candidatos se postulen a más de un cargo de elección popular; se redujo el tiempo de campaña: ahora será de tres meses para las primarias y dos meses para las elecciones generales; además, se incluyó que todo servidor público que quiera optar por un puesto de elección popular debe renunciar a su cargo por lo menos seis meses antes. Las primarias de los partidos serán llevadas a cabo por el TE y se velará porque los debates presidenciales y las encuestas sean confiables, con el fin de no engañar al electorado.

Tenemos ciertos desperfectos que podríamos atribuir a los múltiples intereses que conforman este proceso de reforma, por ejemplo, que se mantiene el fuero penal electoral, y se cuenta ahora con un financiamiento público excesivo, lo que lleva a un subsidio –enorme–. Además, seguimos contando con muchas barreras para que los candidatos independientes aspiren a un puesto de elección popular, y las postulaciones para los diputados al Parlamento Centroamericano siguen siendo exclusivas para los partidos políticos.

Este proceso de reformas contiene en sí gran importancia al fortalecer el proceso electoral para hacerlo más transparente, efectivo y justo. Por ese motivo, es menester y nuestro trabajo involucrarnos, formar parte. Hay que debatir, brindar ideas, discutirlas, cuestionar. Hay que recordar que la silla está ahí, y si las personas con intereses legítimos en mejorar la patria no la toman, aquellos otros con intereses menos loables lo harán.

No es necesario estar detrás de la bandera de un partido político o de una organización constituida de sociedad civil para participar y estar al tanto de este proceso de modificación electoral. No es sencillo, pero vale la pena el esfuerzo.

Alternativas políticas en el PRD

El Partido Revolucionario Democrático (PRD) fue creado como instrumento de intermediación ideológica entre la sociedad civil y los cuarteles. Fue un espacio para cooptar a los cuadros políticos que esa agrupación requería en su relevo generacional. Por haber sido creación de Omar Torrijos y colaboradores cercanos, el PRD tenía que mantener un perfil socialdemócrata cónsono con el populismo que vivían las sociedades latinoamericanas. Los distintos frentes con alto nivel de organización que había a lo interno de este colectivo, le permitieron un arraigo significativo de masas, incluso en los peores momentos de la crisis política de la década de 1980.

Sin embargo, el PRD tras la apertura democrática posinvasión entró en el juego de la “democracia burguesa” impuesta en todos los países de América. Probó las mieles del poder y entró en la nefasta práctica del clientelismo político. Fue con Ernesto Pérez Balladares que se reedita esta práctica del discurso popular abstracto. En su gestión se aplicaron medidas neoliberales que afectaron la calidad de vida del pueblo. El PRD cosecha ahora lo que el liberalismo vivió como producto de su descomposición política y de la mala conducción en su gestión pública. La práctica de una línea electorera y la ausencia de relevo de cuadros ideológicos llevó al PRD a una crisis que puede superar si algún movimiento de rescate decide llevarlo hacia un rumbo más seguro.

Hay algunas propuestas de método y transformación para reflotar al partido:

1. En primer lugar, el PRD necesita figuras frescas, con compromisos, sobre todo, a largo plazo. No necesita líderes controversiales que digan ser torrijistas, pero en realidad juegan un doble papel que fortalece la división y favorece intereses ajenos al colectivo. Tampoco necesita de líderes sin formación, maleables a cualquier oferta corruptora.

2. El PRD necesita llamar, con urgencia, a un congreso general ordinario, que renueve su directiva por un verdadero consenso que aglutine a todas las fuerzas internas. Da la impresión de que este es un partido sin línea política y mucho mal le ha hecho dirimir sus problemas internos en los medios de comunicación. De no haber consenso para un nuevo CEN, sin el estigma de ciertos sectores electoreros que a lo interno tienen gran arraigo, existe la alternativa de la fisura, es decir, de una nueva corriente que refunde el partido, quizás con otro nombre, pero que se aparte de la línea por la que lo han llevado sus “seudodirigentes” y nuevos ricos que hicieron su fortuna en nombre de un proceso que buscaba el beneficio de los sectores más vulnerables, no de unos cuantos “juega vivo”.

El partido tiene la suficiente cuota para refundarlo, incluso con movimientos de corte popular. ¿Por qué acercarse a otras fuerzas de carácter socialdemócrata? El PRD y todos los partidos deben superar el discurso de “oposición contra gobierno”. Panamá necesita ofertas distintas para la solución de problemas puntuales como el desempleo, la salud y el alto costo de las viviendas. Si esto requiere que los colectivos políticos y la sociedad civil se unan, bienvenido sea, por el bienestar de todos los panameños.

Sugerente llamado de atención

Casi que desafiante, el presidente de la República, Juan Carlos Varela, le llamó la atención a la Asamblea Nacional el miércoles último, tras la detención del asesor de un diputado, mientras trasladaba un kilo de supuesta cocaína en un auto con placa del cuerpo legislativo.

Como jefe de Estado, Varela tiene, no solo el derecho, sino el deber de formular advertencias sobre temas que como el que nos ocupa, expone a uno de los órganos del Estado al vincularlo a uno de los delitos más perseguidos de la actualidad, como lo es el tráfico de estupefacientes. Más todavía, cuando la detención del asesor fue el tercer acto de esta naturaleza registrado desde abril del año pasado, y el segundo en menos de un mes. Hasta ahí, salud por el desempeño presidencial. Lo que no queda claro y parece más dirigido que espontáneo, es que hechos como éste se han registrado en otras instituciones y no han provocado ni registrado la reacción del mandatario. Solo en diciembre, varias unidades de la Policía Nacional fueron detenidas cuando custodiaban un cargamento (no un kilo) de estupefacientes. Ese mismo mes un conductor del Instituto para la Formación y Aprovechamiento de Recursos Humanos (IFARHU) fue detenido con un cargamento cuando regresaba de Darién y tan solo fue posteada la información. Tampoco hubo reacción pública del mandatario.

Es un hecho que varias son las instituciones del Estado que han sido permeadas por el narcotráfico, con acciones individuales de algunos de sus funcionarios, pero de ninguna manera las instituciones pueden ser señaladas o comprometidas con esos ilícitos, cuando sus propias directivas han salido a condenar o tomado medidas contra la actividad. Y es así, porque una cosa es el deber de la institución y otra la acción a tomar contra el funcionario que delinque. La acción judicial, la investigación o al final el arresto toca a las autoridades de ese campo, no a la institución en la que labora el señalado.

Por eso, llama la atención el sugerente mensaje del presidente a la Asamblea como si de ésta dependiera el comportamiento individual de sus integrantes; o como si fuera una dirección de investigación judicial, o si sus directivos tuvieran la tarea de investigar a cada uno de los que compone el cuerpo legislativo. En lugar de un llamado de atención, el mensaje de Varela parece proyectar cierta insatisfacción con la dirección actual de la Asamblea, surgida en julio del año pasado, más como un aliado que como un adversario, a cuenta incluso de asumir sanciones por parte del partido del que provienen tanto el presidente como el equipo que lo sustentó. Es posible que no se haya producido ni la expulsión de éstos del PRD, ni la división de ese colectivo y Varela se haya quedado esperando los efectos de lo que en principio algunos consideraron una maniobra para fracturar al PRD. Otra explicación no existe, porque si se tratara de la preocupación institucional del mandatario, con toda seguridad, la Policía Nacional hubiera sido expuesta, tanto como el IFARHU.

Nos traicionaron

La reciente reelección del magistrado presidente de la Corte Suprema de Justicia dejó en la boca de los panameños un sabor amargo. Y es que el magistrado con mayor número de denuncias y serios señalamientos en su contra vuelve a ocupar el máximo cargo en el Judicial. La sorpresa no fue la reelección de José Ayú Prado, sino quién lo propuso y quiénes lo respaldaron: los dos nuevos magistrados designados por el actual Ejecutivo. La reelección de Ayú Prado no tiene que entenderse de otra manera que producto del cálculo político, de la mancuerna, de la componenda y de la subordinación de un órgano del Estado sobre otro. Pero la lectura más acertada es, quizás, la de que no se quiere cambiar ni un ápice del actual estatus de la justicia. >p< Lo lamentable de esto es que la responsabilidad de esta reelección y el mensaje negativo que envió a la sociedad recaen totalmente sobre el presidente Juan Carlos Varela. Da tristeza, pues es otra esperanza que se esfuma, porque creíamos que la lucha contra la corrupción era en serio. Hoy sabemos que es pura palabrería, pura politiquería y pura demagogia… Empero, a pesar de este revés y de lo traicionados que nos sintamos, la sociedad panameña sigue luchando, sigue con el norte de que en algún momento, más temprano que tarde, la justicia realmente será imparcial y equilibrada, ejercida en un Estado donde no haya fueros ni privilegios y sí igualdad para todos.

Varela anuncia “Plan Estratégico Nacional”

El presidente Juan C. Varela anunció un ‘Plan Estratégico Nacional con visión de Estado: Panamá 2030' en su mensaje anual pronunciado en la Asamblea Nacional. El título de la propuesta es sofisticado y complejo. Varela lo reconoció de una vez al no intentar explicar lo que implica el ‘plan estratégico'. Lo echó al ruedo al final de un discurso que duró una hora en cadena de televisión.

El resto del discurso de Varela pareció el menú del algún restaurante de comida rápida. Aún peor, el presidente se dirigió al país sin entusiasmo y con indiferencia. En vez de encabezar su discurso con la propuesta de un plan estratégico, desplegó seis puntos que no articuló: Descentralización, blanqueo de ilícitos, compensaciones a las víctimas de envenenamientos, ambiente, el programa de Techos de Esperanza y Colón puerto libre.

Después planteó seis interrogantes para lo cual no tenía respuestas. Se refirió al crimen organizado y su vínculo con el tráfico de drogas sin presentar novedad y repitiendo lo que aparece en los folletos de las agencias norteamericanas que promueven la ‘Guerra contra las Drogas'. Reconoció que los sectores de la educación y de la salud habían colapsado y prometió que su gobierno construiría algunos centros para atender a la población. Propuesta sin visión para 2016, mucho menos para 2030.

En torno a la ampliación del Canal de Panamá, anunció que ‘alrededor' de mayo del presente año estaría inaugurando la obra. Agregó que habría fiesta pero que los barcos no pasarían por las esclusas sino en una fecha no determinada en el futuro. Sacaría la lección del libro de la presidenta Moscoso que inauguró el Puente Centenario en 2004 sin que tuviera las vías de acceso. En materia de políticas extractivas mencionó una propuesta de reforestación que no cuenta con financiamiento y menos con alguna visión de futuro. Igualmente, el gobierno está permitiendo que una empresa minera pase por encima de la ley y de la Constitución, acabando con el ambiente (comunidades, ríos, tierra, bosques, atmósfera) en Petaquilla.

Varela se refirió al problema del agro que se declaró en quiebra después de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Panamá era autosuficiente en sus necesidades alimenticias pero sus políticas públicas han arruinado el sector agrícola y, en la actualidad, los productores más afortunados (grandes) se han convertido en importadores con cuotas concedidas por los gobernantes. Las pocas familias trabajadoras del interior se están viendo obligadas a migrar a las ciudades (especialmente a las afueras de la ciudad capital) y a las pocas zonas ‘fronterizas' que quedan en el país.

Los gobiernos que han llegado al poder después de la invasión militar norteamericana de 1989, han desarrollado políticas dirigidas a quebrar los programas de la Caja del Seguro Social (CSS). El programa de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) que atiende las pensiones de los trabajadores ha sido especialmente vulnerable ante los embates de los especuladores atrincherados en la banca y en las aseguradoras privadas. El presidente Varela pareciera tener en mente el fin del programa pero de una manera que sea lo menos doloroso posible.

Su visión de la CSS para 2030 —que no presentó en su discurso— es una institución reducida a su mínima expresión con un programa de Invalidez, Vejez y Muerte que sólo atienda a los que tengan ingresos inferiores a $800. A su vez, que su Programa de Salud esté integrada al Ministerio de Salud. En unas declaraciones improvisadas, Varela aseguró que estudiaría la crisis institucional de la seguridad social después de terminada la ampliación del Canal. Pretende que parte de los ingresos provenientes de los peajes del Canal sean desviados a los intereses de la banca y de las aseguradoras que atenderían las necesidades de los trabajadores.

Hace seis meses, el presidente Varela anunció con pompa y circunstancia que no era el momento para hablar de una asamblea constituyente, tal como había prometido durante su campaña electoral. En la Asamblea de los 71 diputados –que mostraban menos entusiasmo que el presidente de la República para cumplir con la ceremonia– no hizo mención de la constituyente. ¿Qué piensa el presidente sobre una nueva Constitución Política? ¿Relaciona una nueva Constitución con el ‘Plan Estratégico Nacional con visión de Estado: Panamá 2030' que anunciara?

Varela y su partido tienen que decir cuál es su proyecto de nación. La oportunidad no la aprovechó el presidente en su mensaje a los panameños.