Objetivos de Desarrollo Sostenible y Gobernabilidad (II)

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, incluye un conjunto de 17 objetivos de Desarrollo Sostenible, para erradicar la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia, y hacer frente al cambio climático. En el Informe de los riesgos globales de 2013, se destaca el desafío de la explosión demográfica, así: en 1987 éramos 5000 millones; en 1999, 6000 millones; y, en 2011, 7000 millones. Esto significa que cada 12 años la población mundial se incrementa en mil millones de personas. Un tercio de la humanidad (China 1300 millones e India 1200 millones), crecen entre el 7 y 10 por ciento.

Esto establece un reto e implica la búsqueda de prácticas económicas ambientalmente sanas y socialmente equitativas. Es así que en 2025, China será la mayor potencia económica en el mundo. Brasil, India, Indonesia, Corea del Sur y Rusia representarán más de la mitad de la producción económica mundial.

Para América Latina, los pronósticos más conservadores apuntan a un crecimiento promedio anual del 3.7 por ciento en 2025. Tomando en cuenta la profunda desigualdad de ingresos que existe en la región, tendríamos que crecer a un 7.5 % por año, para llegar a eliminar la pobreza. Si cada uno de los y las profesionales que trabajamos para el Estado agudizáramos nuestra capacidad de percibir desde la óptica de los afectados, la capacidad de ponernos en la situación del otro, nuestro desempeño sería eficiente y contribuiría positivamente a la efectividad de nuestras funciones.

El Estado va a ir cobrando cada vez mayor relevancia, ya que la sociedad como tal requiere de un aparato burocrático con capacidad operativa y de gestión, que actúe en la previsión de potenciales conflictos e identifique problemas como lo son: el calentamiento global, la explosión demográfica, el cambio climático, la deforestación, la contaminación, los desastres naturales, el terrorismo, la violencia en todas sus manifestaciones, la pobreza, la desigualdad social, la gestión y conservación del agua, entre otros, y proponga soluciones.

Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la CEPAL en el Foro de Rectores de la Cumbre de las Américas 2015, señaló: ‘América Latina y el Caribe deben cerrar brechas estructurales en materia productiva, educativa y de ingresos para avanzar hacia un desarrollo inclusivo y sostenible, pues la desigualdad conspira contra la estabilidad de las democracias'.

Es necesario señalar que el crecimiento económico es una condición necesaria, aunque no suficiente para que cualquier país en desarrollo esté en posibilidad de mejorar la distribución del ingreso y atacar el problema de la pobreza.

La participación del Estado, la planificación y gestión de procesos, a través de la burocracia como aparato de profesionales conocedores de la cosa pública, serán la clave del éxito de la función de programación y funcionamiento de las democracias, mediante Estados con líderes políticos que cuenten con la colaboración armónica, previniendo problemas y brindando soluciones efectivas a los ciudadanos, expandiendo la democracia a través del fortalecimiento de una cultura de derecho, donde se superen los prejuicios y estereotipos que conducen a la exclusión social.

Para Panamá y los panameños, se hace imprescindible la construcción de una Visión del Futuro que deseamos, que nos permita evitar graves errores e improvisaciones del pasado, que tienen un alto coste social y comprometen la sostenibilidad de nuestra nación. Es necesario fortalecer la gobernabilidad mediante la generación de valor público, con adecuadas políticas públicas y sectoriales, que se conviertan en palancas de un Estado descentralizado, apoyado en la consulta y participación ciudadana, para construir un país donde todos estemos incluidos.

Administración Pública: disciplina para una gestión eficiente

La eficiencia era el santo grial de los funcionarios y académicos progresistas que crearon la moderna disciplina de la Administración Pública. Ellos trataron de colocar los asuntos públicos ‘sobre una base de negocios estricta', dirigida ‘no por los partisanos, ya sea republicano o demócrata, sino por hombres expertos en gestión empresarial y en la economía'.

En consecuencia, se creó una burocracia profesional para gestionar la creciente importancia de las funciones públicas de la ciudad del siglo XX, las calles tuvieron que ser adaptadas para vehículos de motor de nuevo desarrollo; los puertos tuvieron que ser profundizados para grandes y nuevos cargueros.

Además, la iluminación eléctrica los sistemas, los ferrocarriles de calle, instalaciones de eliminación de aguas residuales, suministro de agua, y los bomberos tuvieron que ser instalados o drásticamente mejorados para satisfacer las necesidades de los habitantes, humanos y comerciales, de cientos de rápido crecimiento de los centros industriales. Por otra parte, el establecimiento de una burocracia profesional en el ámbito municipal se ha traducido directamente a los niveles más altos de inversión en infraestructura y, por lo tanto, a un aumento significativo en el crecimiento económico.

La eficiencia organizacional significó una vez que el paradigma burocrático weberiano, que fue codificado para el sector público en el Taft, Brownlow, y de la Comisión Hoover, en los años siguientes a la publicación del primer informe de la Comisión Hoover, la administración pública no abandonó el paradigma burocrático, pero se alejó de la economía.

Los administradores públicos descubrieron la psicología organizacional y el comportamiento. Muchos en el campo rechazaron la distinción entre política y administración, con su énfasis en la competencia neutral. Algunos fueron intimidados por las matemáticas usadas por las disciplinas de la elección racional. Y unos pocos rechazaron los objetivos tradicionales de la economía y la eficiencia por razones ideológicas.

La reforma del sector público debe adaptarse a los efectos del paso del tiempo, una vía aboga por trasladar los objetivos de la empresa privada para fomentar la competitividad, mejora en la producción y la calidad y la reducción de costos a la gestión pública. Recordemos, así maximizamos el bienestar de una sociedad.

Por qué el silencio y la complacencia

Panamá sigue siendo ‘el país de las maravillas': pasan las cosas, surgen los escándalos, y es como si nada sucediera. Toca en esta ocasión llamar la atención sobre la forma como la Asamblea Nacional (AN) se hace de la vista gorda y los oídos sordos ante un escenario que aumenta la intensidad del malestar y el resentimiento ciudadano. En lugar de jugar un papel beligerante frente a lo que en su propia entraña ha entrado, convertido en funcionarios señalados por narcotráfico y, peor aún, a su alrededor, una Corte Suprema cargada de fango. Sobre la AN se ciernen problemas mucho más graves que las luchas por el poder político. Son asuntos de los cuales no puede ni debe mantenerse al margen, porque incluyen actos de corrupción, narcotráfico y denuncias entre magistrados del Supremo Tribunal. ¡Qué decir de la fiscalización que deben hacer a la ampliación del Canal y que no han hecho! Guardar silencio y mirar a un lado, como aprecia la ciudadanía que es la conducta de la corporación legislativa, es un acto de cobardía frente a la gravedad de la situación. ¿Será que existe temor de poner el pecho y enfrentar estos negativos y censurables acontecimientos con valentía y decisión? La respuesta se encierra en el proceder de la Asamblea Nacional y sus componentes, diputados que fueron electos por el voto popular, voluntad que, al parecer, poco les importa ante los hechos.

El estado deplorable de la justicia en Panamá

En 1987 el coronel Roberto Díaz Herrera hizo fuertes declaraciones contra el régimen militar al que pertenecía, dirigido por el general Manuel Antonio Noriega. Aquello cayó como una bomba ante el pueblo y provocó una convulsión política y social de dimensión nacional. Fue el suceso que marcó el inicio de la caída del régimen, consumado con la invasión armada de los Estados Unidos de América a Panamá, el 20 de Diciembre de 1989.

Veintinueve años después, en 2016, el magistrado Licdo. Harry Díaz, en declaraciones al canal 13 de televisión (Telemetro), reveló intimidades de actos de corrupción que ocurren en la Corte Suprema de Justicia, lo cual ha conmovido a la ciudadanía y ha provocado protestas de parte de la sociedad civil organizada, exigiendo la renuncia del presidente de la Corte, magistrado José Ayú Prado, e incluso del mismo magistrado Harry Díaz. Este hecho agravó la crisis de confianza que padece la Corte Suprema de Justicia de Panamá.

Se ha dicho que ‘la justicia consiste en la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo', con lo cual se quiere decir que lo justo es lo que debe ser asignado a cada cual, sin excesos ni defectos, según una medida objetiva e imparcial que no se inclina a reconocerle más ni menos a la luz de las normas vigentes.

Este reconocimiento debe ser acatado por aquellos a quienes se refiere el fallo y también por la persona que falla, quien no hace su voluntad sino la de la ley. Es precisamente lo que significa la justicia, representada desde la antigüedad por Temis, cuya figura aparecía con los ojos vendados y sosteniendo en sus manos la balanza. La venda simboliza la objetividad del juez, cuya tarea ha de desarrollarse con absoluta independencia de cualquier influjo externo, presión, inclinación, preferencia, favoritismo, animadversión, solidaridad o prevención, y a parte de cualquier prejuicio derivado de sus convicciones religiosas o políticas.

En el esquema general de las funciones estatales, la judicial es simultáneamente la más honrosa, la más comprometedora y la más difícil. La balanza representa la imparcialidad frente a las partes en el proceso y en relación con los hechos y la prueba de los mismos. En ella han de ser puestos todos los elementos, tanto los positivos como los negativos. El equilibrio es un concepto fundamental para una buena y confiable administración de justicia.

La importancia de la justicia en la sociedad y a lo que consideramos que son presupuestos necesarios para abordar el tema (que no es de nuestra especialidad), son los factores más significativos de la evidente crisis que afecta desde hace años a la institucionalidad judicial en Panamá, a saber: la justicia politizada, la justicia sin controles y, entre signos de interrogación, la justicia corrompida. La politización que tiene que ver de modo principal a los juegos del poder, los efectos electorales, la lucha mezquina de los partidos, etcétera.

Lo que constitucionalmente establece la separación de poderes exhibe notorios desbalances que dan pie a que se ponga en duda su efectividad. Los síntomas de corrupción de la justicia son alarmantes. La crisis de la justicia en Panamá sin duda ha tocado fondo.

No obstante, entre los magistrados que conforman la Corte Suprema de Justicia actual, se ha destacado el magistrado Abel Augusto Zamorano que, a nuestro juicio, ha demostrado impartir justicia con independencia, prontitud, imparcialidad, razonabilidad y respeto al debido proceso. Mantiene un alto nivel profesional y preocupación por su permanente capacitación y actualización. Ha sabido cumplir su trabajo con responsabilidad, sin dejar de impartir justicia por vacío o deficiencia de la ley y denegar pedidos maliciosos.

Ha sabido guardar, asimismo, la reserva debida en los casos que, por su naturaleza y en virtud de leyes o reglamentos, así lo requieren. Es decir, ha sometido a la evaluación su desempeño responsable, y ha guardado en todo momento una conducta intachable en el ejercicio de la magistratura. El magistrado Abel Augusto Zamorano ha demostrado, pues, cumplir en la práctica, con el perfil y trabajo propios de un verdadero magistrado de nuestro máximo Tribunal de Justicia.

Varela y su compromiso político de electrificar El Otoal (I)

Ha pasado año y medio desde la toma de posesión de la silla presidencial de su excelencia Juan Carlos Varela Rodríguez. Pasó la euforia política, propagandas, banderas representativas de cada facción, los continuos debates de los temas más sensitivos que aquejan día a día a todas las comunidades de nuestro hermoso Panamá, entre otros.

Detrás de toda esta estela de promesas estaban los líderes políticos, hombres de verdaderos compromisos con la comunidad. Este es el caso específico de dos figuras políticas que en este momento ostentan el poder. Hablamos del ministro de Trabajo y Desarrollo Laboral (Mitradel), Luis Ernesto Carles, y el presidente Juan Carlos Varela, el primero excandidato a diputado por el circuito 2-3.

En este momento, estamos en el plano de la realidad, el país enfrenta una de las sequías más agudas de todos los tiempos debido al fenómeno de El Niño y principalmente por designios divinos dados por el Creador en su plan y trato especial con el hombre. La comunidad de El Otoal no escapa a la misma conformada por aproximadamente 85 casas, a duras penas sobrevive un acueducto rural que en días pasados me comentaban los vecinos ya comienza a fallar. Bañada por río Grande, que a su vez deja huellas de lobo herido, otorga todas sus fuerzas a la generación de energía hídrica que entregan al Centro de Despacho Nacional de la Empresa de Transmisión Eléctrica (ETESA). A nosotros solo nos toca ver los postes de alta tensión que salen y llevan electricidad a otros, más no somos beneficiados con la misma.

En la Oficina de Electrificación Rural reposan las solicitudes y estudios de electrificación para la comunidad de El Otoal que en inicio tenía beneficiados a 52 viviendas y luego se aumentó, debido a solicitudes de la comunidad. Respecto a esto queremos dejar claro algunas cosas que se están manejando con acuerdos de recámara que en nada dan respuesta concreta a esta comunidad. Primeramente, la comunidad o regimiento de El Otoal está delimitada desde el vado de concreto sobre río Grande (casa del señor Emiliano Arrocha) pasando por Los Paulinos, Salitral, El Calabacito, Los Llanitos del Fraile hasta la Loma del Fraile, incluyendo los asientos del señor Abelino Castillo y su familia en el Guanabano.

No estamos de acuerdo a que solo se quiera beneficiar al sector de Salitral, con un aproximado de 15 casas, ya que en este momento se convierte en un lugar muy sensitivo y de especial atención debido al paso proyectado de la segunda etapa del proyecto hidroeléctrico El Fraile, propiedad de la empresa Hidroibérica, S.A.. Teniendo estos habitantes el beneficio de la electricidad darían las firmas para el Estudio de Impacto Ambiental, beneficiando en esto al empresario Ricardo Suárez, propietario de dicha empresa, y rechazado por esta comunidad por no dejar beneficios concretos a sus pobladores.

Al ministro de Trabajo y Desarrollo Laboral, Luis Ernesto Carles, deseamos recordarle que en campaña pregonaba ¡no a las hidroeléctricas! Su carisma y su don de gente nos convenció y El Otoal en pleno le dio sus votos y fue triunfador en las cinco mesas del corregimiento de Guzmán, más no ganó. Dios conoce nuestros corazones y más allá. Con su influencia en la cúpula del gobierno está beneficiando a muchas comunidades de La Pintada, con proyectos de electrificación rural. Su territorio, su dominio, me imagino que sembrando para posteriores contiendas políticas. Hemos tratado de buscar una forma de reunirnos con su persona y encontrar una respuesta concreta a nuestra problemática, pero creo que está pasando lo que dice mi papa, hijo mío: ‘el poder ciega y te impide mirar hacia abajo'.

De esta manera queremos finalizar opinando señor presidente Juan Carlos Varela, el panameñismo triunfo en El Otoal y en el corregimiento de Guzmán de Natá con creces; por favor deseamos un proyecto de electrificación rural que beneficie a la mayoría de los habitantes de El Otoal, no solamente al sector de Salitral, que el director de la Oficina de Electrificación Rural venga a nuestra comunidad a una reunión en pleno con el pueblo, que no deseamos más reuniones en donde no hay una representación legítima de la comunidad y busquemos una respuesta concreta a nuestra problemática social.

Que se investigue a la Corte y la injerencia del Ejecutivo

Harry Díaz destapó la olla de canguros, como Roberto Díaz Herrera en su momento o Arnulfo Adán Arjona en el suyo, y la respuesta del cuestionado magistrado presidente de la Corte Suprema de Justicia, José Ayú Prado, ha sido solicitarle a la Asamblea que investigue lo dicho por Díaz ante las cámaras de Telemetro Canal 13, en una entrevista exclusiva concedida al periodista Álvaro Alvarado.

Díaz, designado en la Corte durante el pasado gobierno de Ricardo Martinelli, se tenía ante la opinión pública en diciembre pasado como el eventual reemplazo de Ayú Prado en la presidencia de esa corporación, aun cuando el mismo día de la elección corrió como un rumor fuerte la posibilidad de que Oydén Ortega fuera quien ocupara el cargo por los próximos dos años.

Todo era posible excepto la inesperada reelección de Ayú Prado dado que, como dijo Díaz ayer, tenía su voto comprometido con la elección del propio Díaz, y además enfrentaba acusaciones ante la Asamblea Nacional. Ese contexto, es el que hace poco sorpresiva la reacción de Díaz, y permite pronosticar como complicados los próximos días para la Corte. Serias acusaciones ponen de manifiesto el degradado nivel de irregularidades por el que transita la Corte Suprema de Justicia, y explica de alguna manera el estado comatoso en que se encuentra la justicia en Panamá. Puede que Díaz y Ayú hayan abierto la puerta a una investigación necesaria, reclamada por años respecto a la estructura emblemática del Órgano Judicial, y que la Asamblea debiera aprovechar de manera rigurosa para poner en marcha el saneamiento reclamado por la comunidad nacional: venta de fallos, tráfico de influencia, arreglo de veredictos etc.

Hay que mirarse en el espejo de otros países vecinos donde situaciones como estas han llevado al Estado mismo a situaciones de inestabilidad. Pero hay un ángulo delicado en todo este panorama y es la denuncia de Díaz respecto al papel del Órgano Ejecutivo en las últimas elecciones para la presidencia de la Corte, que subraya la interferencia de un órgano del Estado, dentro de otro. No hay que descartar que las declaraciones del magistrado Harry Díaz sean el resultado de su resentimiento al no poder alcanzar el máximo cargo de la Corte, lo que no niega, sin embargo, la urgente necesidad de esclarecer la participación de la administración Varela en un hecho que despertó tantas expectativas y esperanzas en la ciudadanía como fue la designación de los dos últimos magistrados que han ingresado a la Corte. Fueron estas dos últimas figuras las que, pese a las severas críticas que registró su designación, hicieron la diferencia en los resultados de diciembre último, en lo que muchos estimaron como el cumplimiento de directrices salidas del Palacio de las Garzas. ¿Lamentable escenario, deteriorada imagen? Sí, por lo que la Asamblea Nacional tiene ahora la posibilidad de atender con todo el rigor que amerita, un engendro que ya tiene colmada a la comunidad nacional. No basta con la renuncia de los dos magistrados mencionados, se presenta como urgente que todo el organismo sea sometido a escrutinio.

Cuando la renuncia es la mejor salida

Ha transcurrido apenas la primera quincena del año 2016, un tremendamente corto período en el que han sucedido eventos que no podemos mirar de soslayo. Tal vez lo más relevante y a la vez censurable de los primeros quince días de este año bisiesto (que algunos relacionan con cosas muy malas) es la violenta sacudida que recibió la ciudadanía, directamente desde la Corte Suprema de Justicia.  Dos nuevos magistrados fueron ungidos desde el Órgano Ejecutivo, en un proceso que dio a los panameños cierta esperanza de que habría cambios en la administración de justicia, principalmente, en el supremo tribunal. Sin embargo, esas dos designaciones tiraron por tierra cualquier intento de cambio, o mejor dicho, de adecentamiento en la alta corporación de justicia. Nada más tomar posesión, sus acciones destruyeron toda confianza. Poca, por cierto.  En medio de la polémica reelección de José Ayú Prado como presidente de la Corte Suprema de Justicia, gestada por sus dos nuevos componentes, surge ahora la confesión de otro magistrado, Harry Díaz, quien ha revelado una serie de escabrosas y comprometedoras intimidades de la que debería ser una corporación judicial con la dignidad y la transparencia como norte. Después de tan pernicioso y repulsivo panorama, solo queda a nuestro juicio una salida para esta suciedad: la renuncia de ambos magistrados. Tal vez eso no suceda, pues en ellos no parecen convivir los valores de la dignidad, el decoro, la hidalguía y la vergüenza. Pero si llegase a pasar, el país entero lo agradecería…

 

El crimen organizado amenaza a la democracia”

Varios funcionarios públicos de las últimas administraciones gubernamentales, de nivel ministerial de Seguridad, de la Presidencia de la República y de la Asamblea Nacional, han expresado públicamente que el crimen organizado ha penetrado de una manera insidiosa las estructuras del Estado panameño. Lamentablemente, sus declaraciones no han aportado ni nombres ni evidencias de los hechos denunciados, creando expectativas sociales o dando la percepción de encubrimiento, a pesar de las promesas de ‘blindar' toda la estructura pública de los tentáculos del narcotráfico.

Las últimas detenciones de empleados públicos, trasegando drogas en vehículos oficiales o particulares con matrículas pertenecientes a funcionarios de alto nivel, colocan al descubierto la infiltración de organizaciones criminales en sus estructuras. También, posibles ‘alianzas' de corrupción entre el crimen organizado, servidores públicos y empresarios.

Esta situación pone de manifiesto la contradicción en la definición de la real amenaza y los verdaderos riesgos de seguridad en nuestro país. Seguir afirmando que el problema es de pandillas y pandilleros, no tiene ya sostén a la luz de las realidades que emergen de las detenciones y cautelaciones de drogas, armas y dinero, realizadas por las instituciones policiales. Se trata pues, de enfrentar al crimen organizado, que ya no pasa inadvertido en nuestro país y la región.

A pesar de la limitada experiencia de la sociedad frente a este fenómeno, a nadie le resulta difícil comprender la violencia resultante de sus múltiples causas, que perjudican gravemente la convivencia pacífica, el disfrute de los derechos y garantías constitucionales y el arraigo de la Democracia en nuestro país.

En el diagnóstico del problema, Panamá ha identificado los factores críticos a combatir del crimen organizado que nos ha penetrado. En ellos destacan el narcotráfico; el lavado de activos; el trasiego de armas de fuego, entre otros. La guerra contra esas actividades por los gobiernos de México y Colombia, desde el 2006 produjo el progresivo traslado de las mismas a nuestro territorio. Panamá parece estar dando pasos a la mexicanización o colombianización de su criminalidad, con los desastres que ello presagia.

El narcotráfico es el factor determinante detrás del crimen organizado y de gran parte de la violencia que nos afecta. Después de más de dos décadas de lucha contra este flagelo, cabe preguntarse si este delito transnacional representa mayor o menor amenaza para nuestra institucionalidad democrática y si las actividades ilegales conexas causan más o menos daños a la población en términos cuantitativos y cualitativos. Igualmente, si las drogas están hoy más o menos al alcance de la población y si, en definitiva, existe conciencia sobre el perjuicio del consumo de drogas y si ha aumentado significativamente o no.

Junto a estos crecientes fenómenos se identifica, también, la debilidad institucional del Estado para prevenir la delincuencia y la criminalidad común de manera integral. Los agentes causales de la violencia incrementan su capacidad de infiltración, influencia, corrupción y dominio social.

Nuestra sociedad experimenta una alarma generalizada porque la penetración del narcotráfico ha producido oferta y demanda. Y cada vez más, vulnera la economía formal, las instituciones de seguridad, de administración de justicia y procura ‘comprar' al aparato político que da sostén a la vida en democracia. Hoy, se paga con drogas, dinero y armas a los que apoyan a narcotraficantes en nuestro país. También se incrementa el riesgo de que se financien campañas electorales y se instalen funcionarios de elección popular que favorezcan al crimen organizado. A esto apuntan las recientes denuncias de los involucrados.

Nuestras autoridades policiales se esfuerzan y perseveran para evitar, a toda costa, que toneladas de drogas sean trasegadas a través de nuestros espacios territoriales. Desde esta perspectiva, a partir del 2008 Panamá ha fortalecido la persecución del crimen organizado, mientras se procura articular una estrategia de prevención de la violencia y la delincuencia en el país.

La Policía Nacional realiza ingentes esfuerzos de lucha frontal al crimen organizado y la criminalidad. Ha tenido importantes avances, particularmente, en la represión y persecución de delincuentes, aún con mucho por hacer. También por parte del Servicio Nacional Aeronaval y del Servicio Nacional de Fronteras, que exhiben importantes éxitos en sus misiones de seguridad nacional, detención de criminales y cautelación de drogas.

El escenario actual, reclama una visión integral, dada la evidente fortaleza del crimen organizado movilizado hacia nuestro país. Ello presupone fortalecer la inteligencia policial, su presencia comunitaria efectiva en los barrios, así como la certeza del castigo a infractores mediante una administración de justicia y un sistema penitenciario eficaz. Más vale que así sea.

Una vez más, la Corte

Durante quince años se ha venido debatiendo en los tribunales de justicia panameños un proceso por medio del cual se pretende obtener una indemnización por supuesto daño moral de parte de dos periodistas y un medio de comunicación. Quien reclama el daño aducido fungía como servidor público al momento que se dieron los hechos. ¿Qué hechos? La divulgación de una investigación periodística por medio de la cual se informaba sobre la construcción de una carretera que beneficiaba a un ministro. Este funcionario, contra los mínimos de respeto al ejercicio del periodismo libre e independiente, utilizó todas las instancias judiciales para recurrir contra los periodistas. Tal vez, en esto no habría mucho que señalar, si no fuera por el simple detalle que, ese funcionario, luego llegó a ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia, y han sido sus excolegas quienes, ahora, en un lamentable fallo, terminan inclinando la balanza de la justicia a favor del honor, supuestamente, dañado frente a la libertad de expresión, el derecho a fiscalizar a los servidores públicos y el libre ejercicio del periodismo. Con esta sentencia, en el caso Winston Spadafora contra el diario Panamá América y los periodistas Gustavo Aparicio y Jean Marcel Chery, que seguro será de mucho estudio, la Sala Civil de la Corte Suprema y la Administración de Justicia, una vez más, desechan una oportunidad de salvaguardar los derechos fundamentales de los asociados.

El magistrado

En su obra Reflexiones sobre el buen juez, el jurista peruano Ricardo Corrales Melgarejo reproduce la narración hecha por el magistrado Domingo García Rada (1912-1994) del ácido diálogo que tuvo con el general Manuel Odría (miembro de la junta militar entre 1948 y 1950, y presidente entre 1950 y 1956), cuando este lo presionó para que fallara contrario a derecho, con la siguiente frase: “Recuerde esto bien, señor doctor, yo no perdono a quienes no me sirven”.

“Señor, yo no tengo dinero y vivo de mi sueldo de la Corte, no voy a dejar a mis hijos sino mi nombre; mi honor es mi único patrimonio y no lo pierdo; si se lo doy a usted, señor, ¿con qué me quedo?”, le respondió García Rada. “No puedo, señor presidente, mi conciencia es lo primero. No tengo nada y espero mi sexto hijo en estos días, pero quiero dejarles mi nombre tan limpio como lo recibí”, puntualizó.

Como Odría insistió en darle hasta el día siguiente para que lo pensara, García Rada le respondió categóricamente: “Es inútil señor presidente; hace días que venimos conversando y pensando en la resolución (del caso)… el decir que lo voy a pensar sería engañarlo, y creo que un vocal de la Corte de Lima no puede engañar al Presidente de la República”.

Para ubicar este diálogo en su contexto histórico, cabe decir que Odría obligó al presidente José L. Bustamante a abandonar el país, en 1948, porque se negó a declarar ilegal al APRA. Y es que García Rada estaba consciente de que había sido designado para servir a la justicia, no al poder político o a los intereses creados. ¿Cuántos jueces o magistrados hemos tenido en Panamá que han rechazado presiones a cambio de mantener su integridad… su buen nombre?

El episodio del ilustre jurista peruano me vino a la mente cuando leía detenidamente el informe (rendición de cuentas) de Harley J. Mitchell de sus 10 años como magistrado de la Corte Suprema de Justicia (CSJ).

Designado por el presidente Martín Torrijos y ratificado por la Asamblea, Mitchell ingresó a la CSJ, en 2006, con el único compromiso de cumplir fielmente la Constitución y la ley. Pero no fue sino hasta 2008, cuando fue elegido presidente de la CSJ, cargo que desempeñó hasta enero de 2010, que pudo avanzar parte de su agenda. Esta incluyó acciones para reducir la mora judicial, ampliar el acceso a la justicia de los sectores marginados, automatizar la gestión institucional, y fomentar una cultura de ética, transparencia e integridad en la administración de justicia.

Es en el marco de la ética, transparencia, rendición de cuentas y el cumplimiento de la Constitución y la ley que deseo destacar el aporte del exmagistrado Mitchell. En materia de transparencia, no solo predicó la rendición de cuentas, sino que la practicó brindando informes periódicos sobre su actuación; este compromiso lo concluyó con un informe completo de su gestión para el periodo 2006-2015, que hizo público a inicios de 2016.

Entre sus aportes cabe mencionar la presentación del proyecto de ley de carrera judicial, que finalmente fue convertido en ley el 27 de agosto de 2015; su impulso al programa de atención a personas con discapacidad mediante la capacitación en lenguaje de señas a personal del Órgano Judicial; la actualización del Manual de buenas prácticas judiciales, adoptado mediante acuerdo en junio de 2009, y el impulso de las auditorías administrativas y judiciales en la CSJ como vía para medir el cumplimiento de los magistrados de su compromiso de administrar justicia de forma “expedita e ininterrumpida”. En esta vena dio el ejemplo al terminar su periodo con un índice de gestión del 91%.

Pero el legado que más me impresionó fue su apego a la norma constitucional (Art. 19) que dice: “No habrá fueros o privilegios ni discriminación por razón de raza, nacionalidad, discapacidad, clase social, sexo, religión o ideas políticas”.

En cumplimiento de ese mandato, desde que asumió el cargo en 2006 renunció a los privilegios de uso de placa oficial para sus automóviles, la exoneración para compra de vehículos cada tres años, el uso de placa oficial, los 100 galones mensuales de gasolina, el celular y los 700 minutos mensuales pagados por el Gobierno. Seguramente, con esta posición digna, el magistrado Mitchell le ahorró al Estado cientos de miles de dólares, suficientes para construir varias escuelas.

Destaco el ejemplo dado por Mitchell en momentos en que la CSJ comienza a renovarse, y en la Asamblea Nacional se descubre el uso de placas oficiales para fines delictivos. Aunque la primera acción de los dos nuevos magistrados al apoyar la reelección del cuestionado magistrado José Ayú Prado como presidente de la CSJ causó decepción, sería oportuno que comiencen a dar mejores señales renunciando a sus inconstitucionales prerrogativas. Ese sería el primer paso para eliminar esos costosísimos privilegios en el resto del sector público. Y un saludable indicador de que están honrando su juramento de cumplir la Constitución y la ley.