Política sin arreglo ético (corrupción)…

La corrupción es la acción ilegítima que, desde la esfera pública, evade procedimientos, extrae recursos estatales, asigna ventajas, hace inocua la Ley; en suma, influye indebidamente en la toma de decisiones públicas. Obviamente, hay ilegalidades administrativas que resultan de la deficitaria competencia técnica del funcionario. De esto se sigue que, en el cabal ilícito administrativo, hay una intencionalidad para que el entuerto fluya con apariencia de que la racionalidad administrativa sigue intacta.

Por ello, el funcionario corrupto es un gran simulador que se encauza a crear la ilusión de que el sistema no es vulnerado. Es evidente que tratándose de la corrupción en los niveles bajos del sistema, el cohecho, por ejemplo, es un evento burdo y simple. Pero, allí donde la corrupción es más insidiosa y más ingentes son los recursos económicos sustraídos del ‘pesebre del Estado', resulta que es más complejo y sutil el ilícito. Pues, dada la magnitud de la defraudación, la corrupción busca hacerse solapada y parecer legal. Aunque, si la corrupción se da en fases de hechura de ‘normas' con difusas sanciones al modo de la ‘lex simulata', pueden aspirar, quienes sustraen dineros públicos, a que la expoliación sea ‘legal', es el caso de la divagante normativa ambiental o de los fondos discrecionales.

Un rasgo originario de la burocracia es la competencia técnica; y, justamente, este atributo le justifica, pues el funcionariado especializado confiere racionalidad a la administración. De allí que Weber afirmara que ‘la burocracia es a la administración, lo que es el arado de bueyes a la agricultura mecanizada'. Por ello, la influencia ilícita en la toma de decisiones públicas daña esencialmente la gestión, porque diluye su racionalidad y genera desconfianza ciudadana en las instituciones. De este modo se menoscaba lo que es el crédito de un sistema político: la legitimidad; y con ello se degrada el estándar democrático y se debilita el orbe institucional.

Dado que en la corrupción interactúan un sujeto que es corrompido y quien funge como corruptor, cabe afirmar que confluyen los siguientes factores que crean un clima propicio para el cohecho, peculado y nepotismo: déficit ético en la sociedad y en el sistema; normativa con ingentes lagunas; adhesión perversa a dos bienes: poder y dinero; y, percepción general de impunidad. Así pues, la corrupción se institucionaliza, se afianza en el tiempo y tiende a desmoralizar los cuadros impolutos que se resisten a las ilegalidades administrativas. Consecuencia de ello es que terminan defraudadas las expectativas de buen gobierno, mediante una gobernabilidad quebradiza favorecedora de que el cohecho sea el nervio de las transacciones comerciales.

La salida de tal situación es de antiguo conocida: castigar la corrupción, y no solo en la figura de antagonistas políticos, puesto que esto anularía la igualdad ante la Ley; se trata de un cambio de marcha jamás promisorio, si a las capacidades técnicas de los funcionarios no se le suman infaltables aptitudes éticas, y la sociedad cese de exigir arreglo ético en la administración pública y en el desempeño de funcionarios de todo nivel.

Una injusticia de nuestra justicia

La severa condena impuesta recientemente a funcionarios administrativos y policías imputados por las muertes de internos del Centro de Cumplimiento para Menores de Tocumen ocurrida el 9 de Enero de 2011, constituye otro vergonzoso episodio en la actuación de nuestro sistema de justicia penal.

Como recordarán, en la fecha y lugar mencionados se produjo un motín protagonizado por reclusos, cuyo saldo trágico fue de cinco fallecidos, como consecuencia de un incendio en uno de los pabellones de ese lugar. Este hecho, como era de esperar, ocasionó indignación en amplios sectores de la sociedad, porque desde que ocurrieron siempre se le transmitió a la ciudadanía la idea de que el incendio fue provocado por los policías que trataban de controlar la revuelta y evitar la fuga de los detenidos.

Si bien es cierto que en los videos ‘editados' que nos presentaron en los principales noticieros televisivos, se observan imágenes de policías utilizando gases lacrimógenos y palabras duras contra algunos de los internos, a mi juicio estos actos no demuestran que hubo deseo de asesinar por parte de los funcionarios responsables de ejercer la custodia de ese lugar. Estoy seguro de que ninguno de los policías, ahora condenados con severidad desproporcionada, ese día amaneció con ganas de ir a su trabajo ‘a matar a algunos detenidos'. Nunca existió la intención ni la planificación de los terribles hechos que acontecieron, pero aún así los jueces decidieron en una primera instancia imponer penas sin precedentes de 46 y 40 años de cárcel a personas que antes del incidente ni siquiera tenían antecedentes penales. Esto lo considero una canallada, por decir lo menos.

Es sabido que en muchos países han ocurrido motines en centros penales o de resocialización, como prefieren llamarlos ahora, y en la mayoría de los casos los prisioneros incendian colchones e incurren en otras formas de violencia para lograr los objetivos del alzamiento, lo que generalmente ocasiona víctimas fatales, ya sea por acciones de las fuerzas de seguridad que tratan de reestablecer el orden, o como consecuencia de la violencia ejercida por los propios rebelados. Casi siempre en estos escenarios la policía utiliza las granadas o latas de gases lacrimógenos e incluso armas de fuego, si la situación lo amerita.

Sin embargo, y por lo que ha salido a la luz pública, en el caso de Tocumen, la Fiscalía encargada de las investigaciones satanizó el uso del gas lacrimógeno e incluso, apoyada en peritajes de dudosa credibilidad, concluyó que fue el causante del fuego que lesionó a los reclusos y finalmente les causó la muerte a algunos de ellos. Si fuese cierto que el gas lacrimógeno causa incendios entonces por qué se ha utilizado y sigue vigente como herramienta de control de multitudes en disturbios. En esos desórdenes callejeros, es común el uso del fuego por parte de los manifestantes, y nunca se ha visto que este gas avive esas llamas e incendie a los participantes en la protesta.

Definitivamente creo que la presión mediática en este sonado y triste caso terminó causando una infamia. Matar en vida echándole 40 años o más de cárcel a la que era directora del centro de detención y a los policías que sofocaban la revuelta, lejos de ser un logro merecedor de los aplausos de la sociedad, constituye otra descabellada decisión de los llamados a impartir justicia en este país.

Los invito a repasar el historial de condenas a algunos de los más crueles asesinos que hemos tenido (sicarios, descuartizadores, homicidas en serie, etc.) y, sin temor a equivocarme, les aseguro que no encontrarán condenas similares a las impuestas en esta ocasión. En lugar de eso, a algunos criminales los medios los convierten en celebrid ades, como al llamado ‘Salvaje Bill', cuya reciente boda, estando en la cárcel, recibió cobertura noticiosa.

Y que no se me mal interprete. No estoy exonerando totalmente de culpa a los acusados. Obviamente la falta de entrenamiento para enfrentar el tipo de situaciones que se dieron aquel fatídico día les pasó factura, pero de ninguna manera merecían un linchamiento absurdo como el que se ha cometido, porque, repito, no hubo premeditación y alevosía, dos requisitos indispensables para que un juez opte por aplicar la pena máxima posible, y todo indica que ellos no iniciaron el fatal incendio.

Ojalá el Tribunal Superior o la Corte Suprema de Justicia no se dejen influenciar por la presión mediática y de otra índole muy característica de estos casos, y actúen de manera imparcial y sobre todo justa, al atender la apelación presentada por la defensa de los condenados.

Y a los fiscales de la causa les digo que no es el momento de celebrar. Esto que lograron no es un triunfo del cual deben sentirse orgullosos, más bien pienso que, si algún día reflexionan, pueden terminar encorvados por el peso de sus conciencias.

Constituyente originaria o reforma constitucional

La oligarquía que ha detentado el poder político del Estado durante 92 años, con excepción de los 21 años de dominio militar, ahora está sumergida en una profunda crisis de legitimidad corrupción, tráfico de influencias y nepotismo en los tres órganos del Estado y el Tribunal Electoral), solo solventable a través del llamado de una asamblea constituyente originaria.

No obstante, tanto a la oposición de las fuerzas dominantes por razones obvias como a la de algunos despistados políticamente, debo decir a favor de esta propuesta que las cuatro constituciones (1904, 1941, 1946 y 1972) que ha tenido la república se han hecho mediante el procedimiento comentado, por una razón sencilla, es la única vía políticamente legítima para hacer una Constitución, porque el soberano popular revestido de “poder constituyente”, es definido como el único con facultad para hacer una nueva Constitución.

Pablo Lucas Verdú, catedrático de derecho constitucional, citado por el Dr. Rigoberto González Montenegro, en su ensayo La Asamblea Constituyente Originaria y su importancia, señala que el poder constituyente es “la voluntad originaria, extraordinaria y soberana de una comunidad que dicta las normas fundamentales para la organización y funcionamiento de su convivencia política”. (Memoria del XII Congreso Panameño de Derecho Procesal, 2015. pág. 100).

Este poder constituyente en la doctrina es de dos tipos: el originario y el constituyente derivado. El primero configura jurídica y políticamente el Estado constitucional de derecho y, el segundo, es el establecido en la norma superior y tiene únicamente la facultad de reformar la Constitución.

Dicho lo anterior, se puede afirmar que la asamblea constituyente originaria es un cuerpo especial, distinto a los demás poderes del Estado, y que opera como un cuarto poder, paralelo a los órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

De manera que la opinión pública debe tener muy claro que una constituyente originaria es convocada por el poder originario, de forma extraordinaria, para hacer una nueva Constitución y surge como resultado de un acuerdo político, para resolver una crisis de poder insalvable de otra manera, como es el caso de la actual situación de la República. Muy distinto es el proceso denominado “asamblea constituyente derivada”, originado del “poder constituyente derivado” mediante un mecanismo ordinario previamente establecido en la propia carta magna para reformar la Constitución, verbigracia los ejercicios realizados con el acto reformatorio de 1978, el acto constitucional 1983, los actos legislativos No. 1 de 1993 y No. 2 de 1994 y el acto legislativo de 2004.

Todos enmarcados en el Título XIII, Reforma de la Constitución, artículos 313 y 314 de la carta magna de 1972. En este caso se habla de un poder regulado de derecho y una asamblea regulada para realizar reformas a la Constitución y en modo alguno para producir o crear un nuevo ordenamiento jurídico superior.

En síntesis, como la república transita hoy por el sendero que conduce al “estado fallido”. Entonces, de lo que se trata es de hacer una nueva Constitución y lo conducente es el acuerdo político para la convocatoria de una asamblea constituyente originaria. ¡Así de sencilla es la cosa!

Ayú no es corrupto

Sí, José Ayú Prado ha sido por muchos años centro de controversia en cuanto al tema de la justicia en Panamá. Más recientemente por su reelección en la presidencia de la Corte Suprema de Justicia (CSJ).

A menos que la honorable diputada Zulay Rodríguez posea, entre sus señalamientos al magistrado, algún ‘as bajo la manga', de todos los que se hacen contra el alto funcionario ninguno que se sepa tiene que ver con actos corruptos.

Le conozco desde 2002, cuando, siendo reportero de TVN  Canal 2, cubrí algunos de sus operativos, y más tarde lo encontré en su Fiscalía, cuando fui asesor del Despacho Superior de la Procuraduría General de la Nación, en el período del licenciado José Antonio Sosa, y sí, es enérgico en sus actos, y se atreve a llevar la justicia a niveles que no lo hacen otros funcionarios en cargos como los que él ha ostentado.

‘Abuso de autoridad' y los supuestos viajes con don de ubicuidad, figuran entre las acusaciones que se le hacen y que están por ser probadas. Pero me atrevo a decir que dos son las razones que han hecho recurrente los ataques en su contra: la forma como se produce su reelección y las acusaciones que posteriormente hiciera públicas el magistrado Harry Díaz, que están por ser investigadas en la Asamblea Nacional.

La de Díaz parece más motivada por no haber podido contar con el voto de Ayú Prado en su aspiración por presidir la CSJ, pero si Díaz intentara ser transparente tendría que admitir que en el procedimiento interno de la votación solo podía contar con los votos de Ayú Prado o cualquier otro magistrado, si alguien hubiera sustentado su candidatura, y que se sepa, después que lo postuló el magistrado Abel Zamorano, nadie más la abanicó.

Lo de ‘abuso de autoridad' ha sido siempre una puntualización a la que apelan partes afectadas, lo que no quiere decir que sea cierta. Para que lo sea, quienes la hacen deben demostrarlo. Pero la nueva ronda de señalamientos contra Ayú Prado parece gravitar en torno a la inexplicable presencia de funcionarios del Ejecutivo en las elecciones del pasado cuatro de enero, y que el Ejecutivo no se ha tomado, siquiera, la molestia de explicar. Por lo demás, creo que nadie puede negar que en Ayú Prado hay un soldado contra el crimen organizado.

Incomprensible

Cuando se escuchan por doquier reclamos al Ministerio Público y a la Administración de Justicia en general, muchas veces se intentan explicar los pobres resultados en razones que van desde las limitaciones de recursos hasta la gran cantidad de casos. Lamentablemente, informaciones como las que llegan desde Estados Unidos ayer, dejan perplejo a cualquiera. Perplejidad que se convierte en indignación, al conocer los detalles. La empresa SAP ha sido conminada por la Comisión Nacional de Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC) a pagar 3.7 millones de dólares por los sobornos que ejecutó un exejecutivo de la empresa en Panamá. Este ciudadano norteamericano se encuentra confeso de haber entregado coimas a, por lo menos, tres funcionarios panameños, para obtener contratos con la Caja de Seguro Social durante la administración de Guillermo Sáez Llorens. Cómo entender que una investigación tan minuciosa que tiene a un corrupto condenado y a una empresa mundial como SAP obligada a pagar al fisco estadounidense una suma semejante, no pueda ser aprovechada por las autoridades panameñas para enviar un mensaje contundente sobre que las prácticas corruptas no tienen cabida en nuestra sociedad. Tantos viajes para coordinar con medio mundo y no pueden solicitar una cooperación que se traduzca en la investigación y condena de la contraparte panameña en este burdo acto de corrupción. ¡Incomprensible!

Los peligros de una constituyente

La grave crisis que afecta a la Corte Suprema de Justicia, producto de un turbio fenómeno que se ha gestado por años y que ha intoxicado crónicamente la estructura judicial. Ahora aflora como un tumor maligno que se ha estado alimentando de la endeble consistencia ética y moral de juzgadores inescrupulosos y malignos, que han utilizado la majestad de sus responsabilidades para enriquecerse y depredar la administración de justicia como bestias carroñeras; ha provocado que voces de la sociedad civil, del Colegio Nacional de Abogados y del propio Tribunal Electoral hayan manifestado la necesidad de crear una nueva Constitución.

Pareciera que la Constitución fuese la culpable de la precaria calidad moral de los gobernantes, del deterioro de la institucionalidad, y de la permisividad y corrupción con que los grupos de poder succionan beneficios del Estado; ello no es así.

La Constitución es un instrumento, no un fin, creado para lograr en resumidas cuentas, el desarrollo del Estado y el bienestar general de la sociedad. La creación de una carta magna debe realizarse por medio de una asamblea constituyente paralela conformada por 60 ciudadanos elegidos por el voto popular de acuerdo con lo que establece el artículo 314 de nuestra Constitución. Pero elaborar una nueva no es tarea fácil.

Hay sectores que consideran que debe salir de un consenso nacional, donde todos los sectores deben opinar. A mi juicio tal iniciativa sería una utopía en la práctica.

Entrar en una discusión nacional en la que panaderos, sindicatos, jubilados, médicos, abogados, amas de casa, gais, prostitutas, marinos, agricultores y otros tantos pretendan hacer valer sus opiniones, es evidentemente un desastre anunciado.

No significa que no se les debe tomar en cuenta, pero lo práctico sería nombrar una comisión limitada de expertos respetables y honestos que preparen un proyecto cónsono con los objetivos de desarrollo nacional. Pero, para lograr imponer la iniciativa de una nueva y mejor Constitución, se requiere fuerza política que el gobierno no posee.

El Tribunal Electoral sería el garante de tales elecciones, pero lo que no puede garantizar el Tribunal Electoral será la injerencia y manipulación visible o no de los partidos políticos y de los poderes reales que no estarán dispuestos a otorgar derechos ni a renunciar a privilegios en un nuevo texto constitucional. Y el peligro es real porque ni los políticos ni los partidos políticos han demostrado lealtad a sus fundamentos y mucho menos hacia los electores y al país.

Al carecer el gobierno de la fuerza política para establecer un nuevo texto constitucional, es evidente que tal situación se puede convertir en una oportunidad para que los políticos impongan condiciones y debiliten aun más al gobierno. Pero lo más grave pudiese ser que la propia sociedad aceptase un instrumento constitucional peor, porque la indolencia cívica que la perla es otra motivación para que los oportunistas de siempre logren asentar a nivel constitucional la protección de sus intereses.

Al final del día no importarán las bondades de una nueva Constitución, si la calidad humana de ciudadanos y gobernantes sigue sumida en esa disonancia cognitiva que irrespeta y desconoce el capital institucional del país. El panorama para una constituyente no está claro; negros nubarrones amenazan su devenir. Debemos, todos, actuar con cautela y sensatez.

Justicia, un tema pendiente

Hace aproximadamente un año tuvo lugar una marcha multitudinaria que salió desde la iglesia Virgen del Carmen, centro de luchas históricas, rumbo a la Presidencia de la República para exigir la celeridad en la investigación y juicios a funcionarios corruptos del pasado gobierno incluyendo al propio expresidente Ricardo Martinelli, quien se refugió en Estados Unidos (EU). Las consignas que se emitieron ese día recogían el sentir de muchos afectados por el uso desmedido de poder que obedecía a los caprichos y afán de lucro de quienes se olvidaron que un funcionario de la Nación está para servirla y no servirse de ella.

Lo interesante también de esta gran marcha, organizada por el profesor Miguel Antonio Bernal, es el hecho de que en la misma estaban presentes sectores variopintos del acontecer político-social del país que pedían la aplicación efectiva de la justicia a figuras de alto perfil institucional. No obstante, luego de un año y del nombramiento de varios fiscales especiales anticorrupción la sociedad panameña no solo ha sido testigo de la lentitud de varios procesos sino también de los siguientes aspectos:

1. La dilatación de algunos casos por supuestamente no reunir pruebas e información suficientes que puedan llevar a los implicados en casos de corrupción a un juicio transparente y efectivo.

2. La repentina enfermedad de muchos acusados a quienes se les ha asignado medida cautelar de casa por cárcel, país por cárcel y no me extrañaría que más adelante el planeta por cárcel.

3. El sobreseimiento por falta de argumento y relación al hecho en los implicados en el caso de las comidas deshidratadas por un juez local que debiera ser objeto de una investigación, ya que precisamente los implicados eran exministros de Estado del pasado gobierno. Al respecto nada se ha hecho y tampoco se le ha brindado la cobertura oportuna por lo aberrante de esta decisión en momentos en que la justicia es el tema angular en nuestra sociedad.

4. Muchos sectores sociales están cada vez más convencidos de que la justicia solo se aplica a los que no tienen dinero y apellido, por tanto, es muy probable que todo lo que se está viviendo en cuanto al enjuiciamiento de figuras del gobierno pasado solo resulte en un “show mediático”.

5. Siguen dándose casos de nepotismo y corrupción en el actual gobierno que llevan a pensar que no existe credibilidad en el discurso de transparencia e imparcialidad de los actuales funcionarios públicos.

En Centroamérica -contrario a lo que ocurre en Panamá- se presentaron tres casos en los que se sacudió el árbol de la impunidad en figuras de alta magistratura. En primer lugar estuvo el llamamiento a juicio en Costa Rica de los expresidentes Miguel Ángel Rodríguez y Rafael Calderón en el 2004. Ambos fueron conducidos incluso esposados ante la justicia costarricense. El segundo caso fue la separación del cargo por parte del expresidente de Guatemala Otto Pérez, que tuvo como telón de fondo una presión social de grandes proporciones; y el tercer caso fue la detención del expresidente salvadoreño, muy amigo de la exmandataria Mireya Moscoso. Todos estos casos tienen que ver con malversación de fondos, enriquecimiento ilícito y corrupción. Pero los mismos presentaron como escenario común a un sistema de justicia autónomo y con una hoja de ruta que apunta hacia el adecentamiento nacional. No olvidemos que dos de estos países pasaron por guerras civiles internas y pasajes de extrema austeridad y crisis social. La sociedad civil en estas naciones se encuentra atomizada en ejes comunes; es decir, su lucha incluye aspectos puntuales que se requiere resolver en corto plazo y para ello se emplean estrategias que apuntan hacia esto, a diferencia de Panamá que presenta diversidad en cuanto a ejes de lucha y se ha descuidado el hecho de que la moral, la ética y la aplicación de la justicia son tomas coyunturales de toda la región y que requieren una respuesta inmediata.

Si este tema se sigue dilatando en Panamá y se continúa con la erosión de la imagen de las instituciones de justicia, las consecuencias que pagaremos serán muy altas y las proporciones de violencia social serán inimaginables.

Macrojusticia

El mundo está en un laberinto de contradicciones, injusticias y utopías. Grandes capitales concentrados en pocos propietarios. Muchísimos pobres distribuidos en extensas regiones. Algunas poblaciones viven en un ambiente de paz y calidad de vida. Pero también muchos países están envueltos en permanentes conflictos religiosos, políticos y armados, que causan serios problemas de todo tipo.

Poderosas organizaciones mueven trascendentales fuerzas económicas, militares y diplomáticas como el Banco Mundial, la OCDE, el FMI que dirigen efectivamente las estrategias político-económicas internacionales. Las influencias y poderes que patéticamente se dan en la realidad, en guerras frías, agresiones, deudas financieras, extorsiones, chantajes, amenazas entre el neoliberalismo y el socialismo; en todas sus variables, intensidades, alianzas, y fórmulas.

Las presiones en todos los Gobiernos se dan por algún nivel de intereses, monetarios, mercantiles, transnacionales electorales. Aun en los Estados populares este tipo de actividades se dan, porque en los intercambios de producciones, comercios, tecnologías, hay desequilibrios, desestabilizaciones que concluyen en choque de intereses, tácticas o velocidades de acción.

Las fuerzas económicas se alinean en sus objetivos por controlar los mercados, las bancas, las creaciones científicas. Los grupos ciudadanos, los sectores subdesarrollados se agitan en la ONU, OMS, CELA, PACÍFICO SUR, SUR SUR, BRIC. Para intentar modificar las reglas impuestas. Las deudas, la dependencia tecnológica, las condiciones de los préstamos, los engaños, el cinismo, las divisas, las invasiones, los embargos, los bloqueos, el aislamiento bancarios, el subestimar o ningunear los pronunciamientos, son algunas de las maniobras aplicadas para imponer sus criterios.

A niveles locales los empresarios son sujetos y víctimas de esas macroconductas. las tarifas, oligopolios internacionales imponen precios fijados en un supuesto mercado que no son los consumidores, sino los macrointermediarios que manipulan la discutible ofertan y demanda y distorsionan la publicidad a la moda y dependiendo de una meta calculada y dirigida.

Con mayor razón son víctimas los usuarios y clases medias y populares llevados al consumismo, al hambre, las enfermedades, a delinquir para sobrevivir, a la prostitución, a la violencia, la ignorancia y la negligencia. al alcohol que es antídoto del estrés de los pobres.

En todas la religiones con la experiencia de la historia y, la humana microjusticia por el bienestar y la equidad social, a los inversionistas se les permite la producción y el comercio ético, sin usuras, explotación ni engaños, para cumplir una función social de crear, distribuir, promocionar lo necesario para la vida en sociedad.

Los pueblos y las leyes siempre pretenden crear las condiciones para que el costo de la vida se ajuste a la eficacia de su trabajo en una sociedad organizada justa y culta. Y con ese paradigma solicita comprensión y exigen reglamentaciones en ese sentido. La empresa privada moderna por su capacidad, experiencia y humanismo debe satisfacer las necesidades complejas de la sociedad. Pero en la evolución sociológica, el control y prepotencia que da la propiedad del dinero y las herramientas productivas ha llevado a distorsiones y acumulación de bienes no equilibrados con las necesidades grupales.

Este sentido de participación, conciencia social y consideración al prójimo es lo que claman las protestas, las huelgas, y todas las reclamaciones callejeras. El Estado como regulador, componedor y armonizador colectivo sigue buscando las fórmulas humanizadas y eficientes para lograr ese balance productivo laboral. La educación, la alimentación, la salud son áreas vitales.

Concretamente la producción y costos de los logros científicos, en medicamentos, alimentos y productos de primera necesidad deben estar al alcance de todos los niveles de la población. Los artículos suntuarios y tóxicos sociales (alcohol) son las líneas que pueden explotar los excedentes de capitalización para compensar los requerimientos vitales de todos.

La educación en valores por la TV y medios de comunicación comercial y el congelamiento de precios básicos, junto a los sueldos merecidos por el trabajo son modelos clásico que datan de nuestras culturas prehispánicas y de la prehistoria. Que deben ser adoptados, actualizados y activados en nuestras empresas para crear empleo y recursos en un Pro Panamá Beneficio.

La crisis de la Corte. Una solución…

La s declaraciones del magistrado de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) Harry Díaz dejaron al descubierto la percepción que teníamos los panameños de la CSJ: un órgano corrupto. Si a esas declaraciones añadimos las conclusiones de Transparencia Internacional, dadas por su presidente, señor José Ugaz, de que en nuestro país se requiere una nueva justicia, el Órgano Ejecutivo tiene que tomar decisiones urgentes, democráticas y transparentes, porque la escogencia de los nuevos magistrados, licenciados Ángela Russo y Cecilio Cedalise, dejaron un sabor amargo en la sociedad de que el Ejecutivo controla la CSJ. Y en esa línea van las demandas contra el magistrado Díaz, interpuestas por la junta directiva de esa institución: sacarlo de la Corte. El presidente de la República debe solicitarles a los nueve magistrados de la CSJ que pongan su puesto a disposición. Si no lo hacen, basarse en el artículo 2 de la Constitución Política y llamar a un referéndum a la población para que decida si los magistrados deben o no permanecer en sus cargos. Está acción del Ejecutivo es la señal más clara y transparente que hay para indicar el divorcio total entre el Ejecutivo y el Judicial, y el presidente entrará en la historia como un auténtico demócrata.

Las pruebas de la justicia selectiva (I)

El caso de las compras del PAN para el programa Techos de Esperanza del Miviot del actual Gobierno está dejando en evidencia lo que desde hace meses se viene denunciando: la selectividad con que la Procuraduría General de la Nación realiza sus investigaciones, llegando incluso a jugar con la Ley para formular cargos y ordenar detenciones para los que considera adversarios, por un lado, e ignorar la posible comisión de delitos, para los amigos, por otro lado.

Lejos de ofrecer nuestra opinión sin fundamento, presento las pruebas de mi introducción: El exministro del MEF, Frank De Lima, cumple ocho meses privado de su libertad y la exviceministra de Economía, Gladys Cedeño, igual período con casa por cárcel por su supuesta vinculación en la compra de granos hechas por el PAN para el MEDUCA en el 2014. El argumento central de la Fiscal Primera Anticorrupción para la vinculación de estos dos exfuncionarios al expediente fue que habían incurrido en ‘división de materia', presentando como base lo establecido en el artículo 280 Párrafo 2 de la Ley General de Presupuesto para el año 2014.

Lo han hecho porque la Fiscalía ha confundido (o tratado de confundir) la figura de ‘división del objeto del gasto en los traslados de partidas presupuestarias', que constituye una prohibición prevista en la Ley General de Presupuesto para el año 2014, más no tiene sanción legal, diferente a la ‘división de materia', figura regulada, prohibida y sancionada en la Ley 22 de 2006 sobre Contrataciones Públicas. Dos figuras totalmente diferentes.

De manera ‘antojadiza', en el expediente se describe la ‘división del objeto del gasto' de la Ley de Presupuesto y le dan efectos de ‘división de materia' de la Ley 22.

Con respecto a este tema, debo decir en primer lugar que la Fiscalía incurre en un grave error, pues ha ignorado el texto del artículo 67 de la Ley 22 de 2006 de Contrataciones Públicas, que tiene previsto que esa norma no es aplicable a las contrataciones hechas por el PAN (ahora ha surgido el debate sobre este tema central).

Esta premisa jurídica es suficiente para echar por tierra los cargos formulados por la Fiscalía; no obstante, y sin perjuicio de lo anterior, ‘ignoran' que, de acuerdo con la Ley 22, solo puede cometer ‘división de materia' la entidad contratante, dividiendo un contrato, valga la redundancia, de un monto superior a 300 000 dólares, en varios inferiores a esa suma con la intención de evadir los controles de Ley. De modo que en el caso de la compra de granos solo pudo cometer división de materia la entidad que contrató a las empresas para el suministro de granos, a la cual no le es aplicable la Ley 22 de 2006, por tratarse del PAN como ahora afirman algunos.

Entiéndase que el MEF no es la entidad contratante, por lo tanto, su titular no puede incurrir en división de materia.

Pero en las compras del PAN para el programa Techos de Esperanza del Miviot, entidad regentada actualmente por Mario Etchelecu, puede inferirse que es posible que se haya dado el fraccionamiento de un contrato en varios inferiores a los 300 000 dólares, dándose los presupuestos para la división de materia. Solo un ejemplo: el PAN de este Gobierno ha pagado 2.1 millones de dólares a Airco, S.A., a través de 22 contrataciones menores a 300 000 dólares.

Por lo dicho anteriormente, ahora sí hay un debate si al PAN se aplica o no la Ley 22 de Contrataciones Públicas. La norma referida es clara, en el sentido de que no le es aplicable; sin embargo, la Fiscalía no dudó usar como fundamento esta figura para formular cargos en contra de Frank De Lima, pasando olímpicamente por encima de la Ley.

Es por ello, que para la Procuraduría de la Administración, la Ley 22 sí aplica al PAN; de mantenerse este criterio, entonces sí hubo división de materia, en todo caso por el PAN, en el caso del MIVIOT bajo esta administración. Sigue mañana…