Mejorando las relaciones con Panamá

Panamá recientemente emitió una orden de arresto contra el expresidente Ricardo Martinelli, indicando que cometió numerosos crímenes durante su mandato, incluyendo el uso de vigilancia ilegal hacia sus opositores políticos. La corrupción es un viejo enemigo en Panamá, pero un poder judicial independiente y los esfuerzos del presidente Juan Carlos Varela parecen indicar que ha comenzado un nuevo día.

Hace poco más de un año, celebramos el centenario de la apertura del Canal de Panamá, un evento que transformó el comercio global y solidificó una relación duradera entre EE.UU. y Panamá. Actualmente Panamá es la economía de más rápido crecimiento en la región, y EE.UU. son su mayor socio comercial.

También existe una amplia cooperación en seguridad entre los dos países. De hecho, fue a través de una colaboración con la agencia de Administración para el Control de Drogas (DEA) que Martinelli originalmente propuso su programa de vigilancia interna. Martinelli le pidió a la DEA que lo ayudara a intervenir teléfonos, ya que creía que periodistas, estudiantes, religiosos, y políticos planeaban matarlo. Los Estados Unidos se negaron.

El caso Martinelli representa una mancha negra rara en una historia de democracia exitosa. Desde que EE.UU. ayudó a deponer al dictador Manuel Noriega en 1989, ha habido una sucesión de líderes reformistas electos democráticamente. Este compromiso con la democracia ha demostrado su solidez.

La relación entre Panamá y EE.UU. ha prosperado nuevamente bajo la visión reformista de Varela, quien fuera miembro del Gobierno de Martinelli. Varela se postuló y ganó con una campaña contra la corrupción. Siendo antiguos aliados, EE.UU. debiese apoyar la lucha dolorosa pero importante de Panamá para acabar con la corrupción, que incluya los esfuerzos de Varela para reformar la Ley de Contrataciones Públicas. Ninguna otra cosa puede cimentar mejor la legitimidad de una democracia que la transparencia y la igualdad de condiciones.

Reflexión sobre la justicia selectiva

En Panamá, seguimos con la justicia selectiva en detrimento del hijo de la cocinera y a favor de los ladrones corruptos de cuello blanco. Así, luego de un año de la cacería de corruptos y del show montado con el juicio a Moncada Luna, el resto del combo de Alí Babá y los 40 ladrones disfruta de “país por cárcel”, “casa por cárcel” o de prisión preventiva.

De forma que la funcionaria que tuvo mayor responsabilidad por permitir la estafa por varios millones de dólares en el Programa de Ayuda Nacional (PAN) –o de no hacer nada para prevenirla, si así le quieren llamar–, me refiero a la incompetente exministra de Educación Lucy Molinar, sigue tan campante, pues ha sido una de las beneficiadas con la medida de país por cárcel. A pesar de que se trató de un acto criminal el que se cometió contra los estudiantes, a quienes se les suministró comida deshidratada, ya a punto de vencer y con residuos con apariencia de vidrio. Además, ella, la exministra, destruyó la educación del país con su errada “transformación curricular” y le declaró la guerra abierta al cuerpo docente, contrariando a todo el gremio de educadores.

Una muestra palpable de la desigualdad en la aplicación de la justicia, de la que tanto se habla en este país, la tenemos en la forma como se manejó el caso de la empresaria Poulett Morales, a quien le formularon los cargos de peculado, estafa y corrupción por el caso de sobrecosto en la compra de mochilas, también a través del PAN, y quedó en prisión preventiva por un largo tiempo.

No obstante, en ambos casos, si algún día se les llega a condenar a las responsables, creo que la mejor pena para Molinar sería que se le obligara a comer los almuerzos desecados con vidrio por el resto de su vida, y que a la empresaria-diva se le prohibiera ir de compras a las tiendas de lujo con el dinero estafado, además de que llevara la mochila escolar pegada a la espalda, también de por vida.

Otra cosa que llama la atención es que, salvo pocas excepciones, los que tienen “país o casa por cárcel” gozan de buena salud, en cambio, los que tienen prisión preventiva, casi sin excepciones, alegan padecer de “serios quebrantos de salud” y sus abogados y médicos corruptos también montan shows en los que exhiben sus perversas habilidades e ingenio.

Los intereses que nos atrasan

Mientras Panamá no se desate de los intereses particulares que penetran los estamentos del Estado, seguiremos sumidos en un mal que golpea a los países en desarrollo. En la Asamblea Nacional está un proyecto que reforma la Ley Electoral y lo consensuado en la Comisión de Reformas Electorales, en donde están representados todos los sectores, no pasa por intereses particulares de los diputados de los diferentes partidos. Igual pasa con la Ley de Contrataciones Públicas. Como los anteriores, hay infinidad de ejemplos. Lamentablemente no hay liderazgo que rompa ese ‘modus operandi ' que nos mantiene en una vorágine de corrupción que ya es inaguantable. Pero como por algo hay que empezar, es imperativo arrancar desde el Gobierno. Desde la Asamblea y desde el Judicial. El Gobierno debe emprender un liderazgo que promueva leyes que faciliten la transparencia. La Asamblea debe garantizar la aprobación y enriquecimiento de esas leyes. El Judicial debe empezar a hacerse una autolimpieza y agilizar la resolución de los casos. ¡No es posible que sigamos con miles de personas detenidas sin que se les haya condenado, por ejemplo! Urge entonces, acabar con los intereses particulares de cada grupo, partido o persona, para poder escalar en el desarrollo del país. Pero sobre todo, urge que emerja un liderazgo que hoy no lo vemos.

Ley seca y devoción forzada En cualquier parte del país, está prohibido vender y consumir bebidas al

En pleno Siglo XXI, en Panamá aún tenemos resabios de prácticas gubernamentales y legislativas que son más propias del medioevo que de una sociedad moderna. Una de dichas prácticas es la de decretar ley seca todos los años en Viernes Santo, como si fuese rol del Estado velar por la devoción de los creyentes de la religión cristiana o de cualquier otra.

En cualquier parte del país, está prohibido vender y consumir bebidas alcohólicas en Viernes Santo. La prohibición la emite el alcalde de la comuna respectiva, mediante un decreto alcaldicio, días previos a la Semana Santa. No solo se ordena el cierre de bares, cantinas y discotecas, sino que en bodegas y otros establecimientos donde se venden estas bebidas en botellas cerradas, también se prohíbe su venta. Es típico que en los supermercados sellan el pasillo donde mantienen este tipo de productos, con cinta amarilla de la que vemos en las películas para sellar el área inmediata donde se acaba de cometer un crimen e impedir así la contaminación de dicha escena criminal. Y si va usted a un restaurante y quiere degustar un rico filete de pescado, acompañándolo de una copa de vino, tampoco se lo permiten, pues el alcalde de turno aparentemente ha considerado que no es bueno para vuestra alma que usted beba siquiera una gota de alcohol en esa fecha.

¿Cuál es el fundamento racional para esta prohibición? ¿Es función del Estado acaso legislar sobre la devoción religiosa de cada ciudadano? ¿Puede el Estado, válidamente, forzar al individuo a observar un rito religioso determinado? Es evidente que en un Estado laico no es legítimo obligar al ciudadano a observar ritos religiosos, por más que la mayoría de la población profese la religión en cuestión. El que la mayoría de la población panameña sea católica, no justifica que por ello se obligue a los no católicos ni a los propios católicos, a regirse por exhortaciones piadosas a la penitencia religiosa.

¿Será entonces que el fundamento es otro? Un argumento que se esgrime es que si se permite que operen las cantinas en Viernes Santo, los borrachos interferirán con la conmemoración religiosa del pueblo, lo que puede alterar la paz social y que es precisamente para evitar esto que se prohíbe el expendio y consumo de licor ese día. Pero este argumento es equivalente a prohibir el consumo de alcohol todos los días, sobre la base de que algunos borrachos pueden provocar riñas o incurrir en más serios actos de violencia, o que algunas personas se pondrán al volante estando intoxicados por alcohol y causarán con ello accidentes y daños a terceros. Es obvio de este ejemplo que prohibir la libertad de las personas, sobre la premisa de que algunos abusarán de su libertad, es nefasto e injustificable. Lo que se hace en esos casos es sancionar a quien abusó de su libertad afectando derechos de terceros, y no decretar una prohibición general llamada supuestamente a prevenir de modo absoluto la ocurrencia de abusos, pues dicha prohibición general preventiva, es en sí misma un abuso.

La prohibición de expendio y consumo de alcohol en Viernes Santo, es una práctica que debe erradicarse. Y esto no tiene nada que ver con que si la población es mayoritariamente católica o no, ni si usted y yo somos católicos o ateos. Es un asunto que va a la médula de una república laica. Y es una de esas normas que, todos sabemos, nadie respeta ni acata. Es evidente que en Panamá el Viernes Santo es un día que miles de panameños se beben sus cervezas o copas de vino en casa con sus familiares y amigos, compradas antes del mediodía del Jueves Santo. Mantener una prohibición absurda como la del expendio y consumo de alcohol en Viernes Santo, lo que logra es que la gente pierda el respeto por la ley en general.

Un compromiso es con la verdad

Siempre que pasan varios días de asueto, parte de la población, los que están al tanto de los asuntos que mueven los destinos de la sociedad, reanudan las labores pendientes de aquellos temas que les son de mayor interés. Queda, por ejemplo, la selección del defensor del Pueblo por parte de la Asamblea Nacional; que deberá tomar posesión de su despacho este próximo viernes 1 de abril. Ya sabemos que el tema de las reformas electorales quedará para los próximos meses. Hay problemas con el agua y las medidas que quedan por tomar en medio de los efectos del fenómeno de El Niño. Y así, otros temas.

En el ejercicio de presentar los temas para ilustrar a la ciudadanía sobre los beneficios o las desventajas de la variedad de asuntos que se mueven en las esferas de la cosa pública, los medios, los periodistas y los formadores de opinión, siempre han tenido un papel fundamental que desempeñar. Presento algunos párrafos ya publicados anteriormente, y agrego nuevas observaciones, enfatizando que hay mucho que se puede mejorar en el ejercicio de la comunicación institucional y la comunicación social en general.

Por décadas el concepto de comunicación del Estado erróneamente se ha enmarcado primordialmente en la difusión de las actividades del Gobierno de turno. La Constitución de la República de Panamá es bien clara. La administración del Estado recae sobre tres órganos vitales: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, por lo que la comunicación del Estado, basada en esta definición, debe encarar la tarea obligatoria de manejar las comunicación de estos tres órganos con el resto del país y con la comunidad internacional. Es entonces justo entender que la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de la República es, en esencia, la Secretaría de Comunicación del Gobierno (Ejecutivo).

La comunicación del Gobierno encierra, entre sus aspectos más importantes, la relación constante con los grupos de interés que va más allá de las relaciones con los medios o las relaciones públicas. La comunicación moderna de un Gobierno o de un Estado debe tomar en cuenta la necesidad de formular una política de comunicación coherente y bien planificada. De establecer canales interactivos y relaciones en áreas tales como: la comunicación interinstitucional, la comunicación internacional, la comunicación con el Órgano Legislativo y el Órgano Judicial, con la comunidad, con los órganos de Gobiernos locales, los sectores políticos, el sector privado, etcétera.

Se deben definir las estructuras de comunicación de arriba hacia abajo e interinstitucionalmente: ¿qué institución, por sus objetivos y responsabilidades, necesita que haya una estructura de comunicación más abarcadora o más reducida?, ¿en qué instituciones se necesitan relacionistas públicos?, ¿en cuáles se necesitan periodistas, si es que se necesitan?, ¿es estratégico nombrar a periodistas en las direcciones de comunicación de las instituciones?, ¿cuentan los asignados a estas posiciones con una visión moderna y científica de la comunicación institucional u organizacional?

Lo que aportan los periodistas al esfuerzo de comunicación gubernamental es su relación con su gremio: eso es útil y positivo para la institución —no sé si concuerda con su papel fiscalizador de los asuntos que la sociedad vive, entre esas los asuntos de Gobierno y Estado—. En el proceso, tal cual ocurre ahora, comprometen su objetividad periodística futura y el balance crítico que como profesionales deben tener.

Por otra parte, y sin entender para qué (cuando en su mayoría las instituciones ya tienen una oficina de comunicación), hay evidencias de una práctica de contratar a periodistas o formadores de opinión como ‘asesores externos ' para el manejo de temas institucionales, a fin de que ‘puedan ser comunicadas al público con efectividad '. Cuidado con esto. Aquellos periodistas o formadores de opinión que llevan a cabo estas tareas bajo el manto de la asesoría, comprometen su independencia de opinión al momento en que deben pronunciarse en otras esferas sobre el desempeño de la empresa a la cual le brindan esa llamada ‘asesoría'.

Se sabe que no todo lo que se difunde de una gestión y a nombre de la institución es la verdad. Muchas veces la información contraria a la oficial es más creíble. Los comunicadores ‘asesores ' deben ser responsables en el manejo de la información: principalmente en los temas que son de profunda preocupación nacional. El compromiso es con la verdad, ante todo, por difícil que sea.

Contra las cuerdas

Pareciera que el mayor combate, para ciertos boxeadores, comienza después de la gloria en los cuadriláteros. Sin entrar en juicios y prejuicios sociales, es necesario exponer los factores que predisponen a algunos de ellos, y su posible vinculación a acciones delictivas, inclusive al consumo de alcohol y drogas. La salida de las condiciones socioeconómicas, exclusión social y la violencia del entorno donde residen, en algunos casos, pasa por la disciplina, la fortaleza y la perseverancia. Es así que el gimnasio se vuelve un sitio de oportunidades. “Un espacio protegido y disciplinante que va llenando de sueños a aquellos jóvenes con talento, dispuestos a todo por conseguir reconocimiento y, finalmente, la trascendencia de ser campeones”. (Villanueva. La rudeza no es suficiente, 2013).

Ser exitoso en una disciplina deportiva es un ascenso vertiginoso hacia un cambio en el estilo de vida, reconocimiento social, aunado a los riesgos económicos como aquellas “inversiones” que, mal administradas, son tan efímeras como el día y la noche.

La parte financiera está estrechamente vinculada con los logros en esta carrera; es así que un descenso vertiginoso en el rendimiento, aunado al consecuente retiro, es una trampa, una especie de callejón sin salida, quizás, el asalto más difícil para mantenerse en su sitial en la vitrina deportiva. Son lo que lograron, y aquello se vuelve su mayor desafío. ¿Cómo vivir al mismo nivel con menos ingresos? En este esquema, el crimen se vuelve una oportunidad. En otras palabras, el crimen ve en estas figuras una oportunidad.

Las adicciones y la vinculación a actividades delictivas rodean el boxeo, en algunos casos es una amenaza que se vuelve realidad. Se pueden mencionar casos emblemáticos: El dos veces campeón mundial, el venezolano Edwin Valero, se ahorcó en las instalaciones de la policía del estado Carabobo, el 19 de abril de 2010, al día siguiente de haber confesado que había matado a su esposa, al parecer, bajo los efectos de la cocaína. Su vida fuera del ring estuvo llena de escándalos, incluso había confesado ser alcohólico.

Carlos Monzón, uno de los mejores púgiles argentinos de la historia, empezó a tener serios problemas con el alcohol tras su retiro. En 1988 fue hallado culpable de homicidio simple, lo condenaron a 11 años de prisión. Cuando cumplía la etapa final de su condena, comenzó a gozar de salidas restringidas para trabajar. En una de ellas murió en un accidente automovilístico, el 8 de enero de 1995.

El mexicano José Pipino Cuevas, miembro del Salón Internacional de la Fama de Boxeo, se metió en problemas con la ley y estuvo en la cárcel en 2001, acusado de crimen organizado en México. Sin embargo, fue declarado inocente en 2002.

Mike Tyson es otro de los que encabeza la poco honorable lista. Ganó en dos ocasiones el título mundial, fue encarcelado (1992) por la violación de una chica de 18 años, delito por el que fue sentenciado a 10 años, 6 de ellos dentro de prisión y 4 en libertad condicional. Más tarde, en junio de 2003 fue acusado por asalto, acoso y conducta desordenada, tras protagonizar un altercado con dos hombres en un hotel de Brooklyn.

En el plano nacional, fue conocido el caso de Vicente Mosquera, acusado de un crimen ocurrido en Puerto Caimito, aunque siempre proclamó su inocencia. Él contó con el apoyo incondicional de su novia en los más de dos años en que estuvo privado de libertad. Salió libre en el año 2009.

En 1996, un juzgado condenó al excampeón mundial de boxeo peso gallo Jorge El Mocho Luján por posesión y consumo de drogas. Luján conquistó el título gallo de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en 1977), luego se confesó consumidor de cocaína. (http://www.caracol.com.co/noticias/judiciales/condenan-a-ex-campeon-de-boxeo-lujan-por-posesion-y-consumo-de-drogas/19970730/nota/72047.aspx).

Y, recientemente, surgió el caso de Pelenchín Caballero. Sin ahondar en este, creo que ha sido el de mayor impacto por su exposición en los medios, la ausencia de escándalos a lo largo de su carrera pugilística y su disciplina probada, entre otros atributos demostrados por años.

Dialogando con el periodista y comentarista Daniel Alonso, él identificó algunos aspectos, como: “baja escolaridad, mal manejo de sus finanzas y, sobre todo, “la merma en sus ingresos”, a lo que le sumo la posesión de bienes que rebasan los ingresos obtenidos.

En esta línea, un artículo de la revista Sport&Health (marzo de 1994) señala que “la causa principal del desmoronamiento financiero se debe a que la mayoría de los peleadores administra mal el dinero que con tanto esfuerzo se ganan. Los que mayor fortuna acumulan suelen ser los que más necesidades enfrentan en su vejez, por no haber sabido invertir sus ganancias, administrar sus ingresos y cumplir con sus pagos de obligaciones e impuestos”.

La publicación agrega que “las autoridades del boxeo también reconocen que la educación en finanzas básicas y la orientación en el control de los gastos son indispensables durante el proceso de formación de un boxeador, pues resulta más difícil ejercer influencia sobre sus hábitos de conducta cuando ya han llegado a ser famosos y adinerados” .

La mayor batalla es fuera del cuadrilátero, en el ocaso de la carrera. Durante el fin de los años de sacrificio, empiezan realmente los mayores asaltos y, quizás, el mayor desafío: mantenerse alejado de las tentaciones. Es cuando empiezan a pasar la factura los elementos comunes a la figura de algunos boxeadores. El crimen es oportunista, pero no una oportunidad. Simplemente, es un paso seguro para lapidar lo que queda de gloria y sacrificio.

El comercio informal

Se dice que el comercio informal en Panamá mueve alrededor de 500 millones de dólares anuales y que ocupa al 40% de la población activa. Esto es un gran problema porque es un semillero de futuros indigentes, dependientes de programas de subsidio, como “120 a los 65”, y los gobiernos prefieren mirar a otro lado, asumiendo que no les tocará afrontarlo.

En este rubro se ubican buhoneros ambulantes y estacionarios, los “bien cuidao”, los lava carros en parques, los conductores de taxis, de buses piratas y de “diablos rojos”, los cargadores en los supermercados, etc.

Debe haber una forma de organizar este desorden. De no hacerlo, lo tendremos que pagar el resto de los trabajadores, por lo que es mejor que encontremos una forma de incorporarlos al régimen de la Caja de Seguro Social (CSS), al menos para que al final de sus vidas productivas tengan una pensión y no sean una carga para el resto de los ciudadanos.

Se puede ligar el pago vía ACH de sus cuotas, con la apertura de cuentas bancarias en las que depositarían sus ingresos y retirarían lo que necesitan. Eso le daría a un banco la idea del dinero que ellos mueven diariamente; su nivel de responsabilidad y hasta podrían ser considerados sujetos de crédito –si tienen un movimiento sostenido responsable por un año–, que les serviría para compras mayores, hacer mejoras en el hogar o adquirir una casa a su alcance.

Hay que buscar maneras creativas para que se semiformalizacen. Una podría ser que para ejercer esas actividades se les exija ser panameño, estar afiliado y cotizar a la CSS. El Estado y la CSS pueden ejercer un padrinazgo que les permita afiliarse, sin llevar toda la carga impositiva que se le aplica a las cuotas.

Si igual, al final del camino, se les entrega un subsidio, es mejor hacerlo ahora durante su vida productiva, cuando pueden contribuir parcialmente a sus cuotas. De esta manera, se ganarían su pensión, que ya no sería una limosna; se reglamentarían sus actividades; tendrían seguridad social y acceso a un crédito especial, contando con que algunos bancos, si no privados, estatales impulsen un microcrédito eficaz que pueda transformarlos en empresarios autosuficientes.

Es una premisa aceptada, entre los conocedores del tema, que es más fácil y económico hacer un empresario de un entrepreneur (emprendedor) que haya fracasado o que esté trabajando una actividad, que partir de un neófito.

Esta simple reglamentación haría un cambio brutal en todas las actividades, favoreciendo a los que ejecutan los trabajos y se incorporan a ella; daría un marco legal para retirar a los que no cumplen con este requisito, sin dar lugar a los consabidos reclamos de violación de los derechos de los ciudadanos.

Un simple ejemplo: Los cuidacarros colectan diariamente más de 20 dólares que, depositados durante cinco días hacen 4 mil 800 dólares al año de ingreso comprobado. Aunque se consuman el 95% de la ganancia, la actividad quedaría registrada y comprobada, y dejaría de ser informal.

Otros casos: por día un conductor de autobús pirata recoge para sí, más de 30 dólares; un vendedor de frutas, alrededor de 15 dólares; un cargabolsas en los supermercados, unos 15 dólares, y así hay muchos ejemplos de actividades informales que superan con creces estos ingresos.

Nadie ha dicho que es fácil. Lo que se requiere es la voluntad, la determinación y el deseo de mejorar la condición de la gente humilde que trabaja, sin esperanza. Ya es hora de que esos bancos que se gastan miles de dólares en promoción muestren otra cara, que contribuyan mediante una verdadera responsabilidad social a mejorar la condición de miles de personas, y que se atrevan a mover los más de 500 millones de dólares, producto del sudor de los más humildes.

Frustraciones con la justicia

Por primera vez, en la historia que yo recuerdo, el país entero ha estado pendiente de que la justicia finalmente actúe en los casos de corrupción de funcionarios. El pasado Gobierno de Ricardo Martinelli Berrocal logró que en el mundo de la percepción se dijo que se robaron, sea por sobreprecios, sobrecostos o coimas directas, de 3000 a 4000 millones de dólares, muy por encima de lo que el pueblo normalmente deja pasar a un Gobierno. Hoy, cuando la Procuraduría General estima que el peculado suma poco más de 600 millones, nadie le cree. Preferimos creer los rumores y convencernos de que fueron más de 3000.

Ahora bien, los medios con una cobertura hasta enfermiza de los casos, con publicación de expedientes y la repetición de casos, han mantenido a gran parte de la población pendiente de los más de 100 casos que se han abierto. Pero todo esto ha conducido a una gran frustración nacional, quitando al primer detenido Guardia Jaén, todo lo demás ha sido una cadena de contradicciones y errores que solo ha servido para desacreditar el sistema judicial. Los únicos dos detenidos adicionales y ya condenados fueron por confesión de parte, el magistrado Alejandro Moncada Luna y el economista Ignacio Fábrega.

El resto de los supuestamente implicados ha logrado, con hábiles abogados y quizá algo más, condiciones especiales, casa por cárcel, país por cárcel, fianza, impedimento de salida, etc. Uno que otro queda en detención preventiva, pero no en una cárcel real, mientras el panameño es testigo, gracias a los medios, de la lucha entre abogados defensores y fiscales.

Pero veamos dónde nacen los problemas del sistema. El Órgano Judicial tiene para empezar un mal inicio, la cabeza, la Corte Suprema de Justicia es designada por un método que ningún panameño hoy acepta, pero es el constitucional. El presidente libremente designa los magistrados que son ratificados por la Asamblea Nacional. Los designados, invariablemente son criticados por la sociedad civil y los medios. Luego están los fiscales, a los que aparentemente se les deja mucho a su criterio, lo que proyecta, por la presencia de los casos en los medios, serias contradicciones. Por ejemplo, en mi opinión, se debe establecer por ley cuándo se puede dar detención preventiva, cuándo se puede dar casa por cárcel, país por cárcel o simple impedimento de salida del país.

Luego está el caso cuando se da una medida y luego se cambia, dejando la impresión de que hubo de por medio algún tipo de pago. Otro manejo a criterio y que deja muchas suspicacias es el caso de cambio de lugar de detención por salud. Para un detenido no hay duda que prefiere quedarse en un hospital que en una celda preventiva, pero estos cambios siempre vienen acompañados de dudas acerca de su legitimidad.

Otro tema contradictorio es el hecho de que en un país como el nuestro sigamos con dos sistemas, el inquisitivo y el penal acusatorio. Hemos visto cómo jugar con los dos, como el caso del magistrado Benavides, le gana tiempo y hasta estanca el caso.

Por último, quiero dedicar espacio a lo que para mí es imprescindible que resolvamos cambiando la Ley. Tenemos que permitir los juicios en ausencia. Si a una persona se le notifica por medios escritos o bien en su residencia o lugar de trabajo habitual, y ella luego no se presenta personalmente es porque no quiere, si es inocente tendrá que designar su abogado y enfrentar los cargos en ausencia, si es culpable ella decide qué hacer, pero con abogado designado o designado de oficio por el juez, el juicio debe proceder.

La triste realidad que estamos viviendo en varios casos de prófugos, nos debe enseñar que mejor enjuiciarlos en ausencia que perder el tiempo esperando cómo traerlos.

Para mí es una locura que no puedes investigar, si no está encausado; y no lo puedes encausar, si no se presenta. Señores, juzguemos en ausencia y… ¡acelerad todos los procesos! Cuando los prófugos vean que los juicios van, vendrán, si son inocentes, a probar su inocencia. Pero para mí el caso Martinelli, Obarrio y otros es solo la mejor prueba de que el sistema no es eficiente.

Y ya en otro aspecto, es imprescindible que los casos no sean juzgados en los medios, los medios son para cubrir noticias, no ser juez ni parte influenciando la opinión publica. Ya hemos visto cómo al magistrado Ayú Prado lo han satanizado los medios, con querellas sin peso, 8 de ellas de una misma persona.

No habrá fueros ni privilegios

Según expresa la Constitución, no habrá fueros ni privilegios por razón de raza, nacimiento, clase social, sexo, religión o ideas políticas; lo que indica que todos los panameños somos iguales ante la ley.

En la práctica esto es una falacia, porque hay dos clases de justicia: una que se aplica a los desposeídos de la fortuna, que no tienen modo de consignar una fianza o de contratar uno o varios abogados, y muchas veces permanecen detenidos en cárceles inmundas por tiempo indefinido. En cambio, hay otros, los de cuello blanco, los llamados cocotudos, entre los que se cuentan personajes influyentes y altos exfuncionarios del Gobierno, para quienes la justicia es blanda y cariñosa, y reciben casa por cárcel o país por cárcel. Y, si por casualidad son detenidos, se les conceden todas las comodidades que su alta posición requiere. “Poderoso señor es Don Dinero”.

Lo curioso es que muchos de estos personajes, cuando caen en desgracia, les aparece toda clase dolencias, pero cuando estaban en los altos cargos, gozando de toda clase de privilegios, eran las personas más saludables del mundo, y lo creo. Esto se debe a que todo lo que hacemos aquí en la Tierra tiene sus consecuencias. El que siembra vientos, lo más seguro es que cosechará tempestades. Pero lo cierto es que el que se escapa aquí en la Tierra del castigo, en el más allá lo cogerán, y un juez justo le indicará cuál de los dos caminos debe tomar. Allá no hay elección; allá no se podrán interponer recursos dilatorios para alargar los procesos.

Ricardo Martinelli, diputado del Parlacen –hoy prófugo por su propia y espontánea voluntad–, prefirió tomar el camino del ostracismo, aduciendo persecuciones políticas. Sin embargo, toda persona sensata sabe que él no es ningún santo y que hoy está pagando sus delitos, porque vivir en el exilio, lejos de sus familiares, no es nada agradable. Está cosechando los frutos amargos de lo que sembró. Es cierto que gracias a su dinero tiene abogados muy hábiles que lo defienden e interponen toda clase de recursos para dilatar los procesos ante una Corte Suprema de Justicia que, por razones que sería muy largo enumerar, no se dispone a ordenar en forma directa y sin subterfugios su detención inmediata en el extranjero. De ahí que Transparencia Internacional le haya solicitado al Parlacen revocar su membresía como diputado, por considerar que en Panamá no hay equidad y, en consecuencia, este caso debe ser atendido por la justicia ordinaria.

Otro caso curioso. Ahora me entero, por informaciones aparecidas en La Prensa, que solo en el distrito de San Miguelito hay 5 mil abarroterías. Que yo sepa, todas o casi todas venden licor. Lo que indica que es un negocio lucrativo. Si esto es así en ese lugar, ¿cómo será en el resto del país?

Interjuzgamiento’ entre diputados y magistrados

Ciertamente existe una profunda percepción de que el ‘interjuzgamiento' entre magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y diputados es disfuncional.

Existen algunos factores relacionados a ello: 1. supuesto pacto de ‘no agresión'. El hecho de que los magistrados y diputados se juzguen mutuamente genera en la población la grave percepción de la existencia de un pacto de no agresión; 2. Factores logísticos y económicos que no debemos dejar pasar. Estos procesos activan toda la maquinaria judicial del Pleno de la CSJ y/o de la Asamblea Nacional (AN); hecho que los convierte en tribunales atípicos por el elevado número de juzgadores involucrados, lo que llega a entorpecer, incluso, el desarrollo de las funciones propias, tanto de la AN como del Pleno de la CSJ. En los mismos intervienen once magistrados en la CSJ, incluyendo, claro, al magistrado de garantías y al fiscal; nueve diputados de la Comisión de Credenciales y 71 diputados como tribunal de juicio. Esta situación conlleva además costos extraordinarios, dada la creación de oficinas fiscales ‘ad hoc', cientos de miles de balboas por cada proceso, puesto que la fase de investigación en estas causas especiales ya no es adelantada por el Ministerio Público, sino por el propio ente juzgador; 3. Proceso especial con normas del Sistema Penal Acusatorio (SPA) que tiene mayores garantías para el procesado. La más conocida es que el procesado esté presente en las audiencias de imputación y acusación; siendo así, entonces ¿qué sucede cuando se trata de un procesado que no quiere atender el proceso y simplemente se autoexilia? Surge la evidente necesidad de modificar múltiples normas del SPA, para garantizar un proceso justo y sin dilaciones; 4. tiempo que requiere un proceso ante un tribunal colegiado atípico. Con la declaratoria de inconstitucionalidad del artículo 491-A del Código Procesal Penal, está vigente el proceso ordinario. Es decir, no hay plazo definido para imputar a los diputados y lo mismo sucede con los magistrados; y 5. la AN es un ente político por excelencia, lo cual estigmatiza cualquier decisión (en funciones judiciales) que se tome, por apegada a derecho que pueda ser.

Conclusión: La lógica parece indicarnos que se debe crear un Tribunal Especial del Estado para juzgar a magistrados de la CSJ, diputados, presidentes y vicepresidentes de la República. Tal vez unos 5 miembros (3 para juicio oral, 1 fiscal y 1 juez de garantías), nombrados uno por cada órgano del Estado y 2 por la sociedad civil, estos dos últimos coordinados para su nombramiento por la Autoridad Nacional de Transparencia, el Comité Ecuménico, el Colegio Nacional de Abogados o cualesquiera otra entidad protransparencia judicial.

Resultados a corto plazo de este tribunal especial: 1. eliminar la interdependencia de juzgamiento entre los poderes del Estado, garantizando mayor imparcialidad; 2. reducir el costo de estos procesos; 3. desahogar tanto a la AN como al Pleno de la CSJ, para que atiendan sus funciones naturales, al excluir de su competencia estos procesos de ‘interjuzgamiento'. Lo anterior constituye una idea genérica que, por supuesto, debe ser ampliamente desarrollada y requiere modificaciones constitucionales.