Pareciera que el mayor combate, para ciertos boxeadores, comienza después de la gloria en los cuadriláteros. Sin entrar en juicios y prejuicios sociales, es necesario exponer los factores que predisponen a algunos de ellos, y su posible vinculación a acciones delictivas, inclusive al consumo de alcohol y drogas. La salida de las condiciones socioeconómicas, exclusión social y la violencia del entorno donde residen, en algunos casos, pasa por la disciplina, la fortaleza y la perseverancia. Es así que el gimnasio se vuelve un sitio de oportunidades. “Un espacio protegido y disciplinante que va llenando de sueños a aquellos jóvenes con talento, dispuestos a todo por conseguir reconocimiento y, finalmente, la trascendencia de ser campeones”. (Villanueva. La rudeza no es suficiente, 2013).
Ser exitoso en una disciplina deportiva es un ascenso vertiginoso hacia un cambio en el estilo de vida, reconocimiento social, aunado a los riesgos económicos como aquellas “inversiones” que, mal administradas, son tan efímeras como el día y la noche.
La parte financiera está estrechamente vinculada con los logros en esta carrera; es así que un descenso vertiginoso en el rendimiento, aunado al consecuente retiro, es una trampa, una especie de callejón sin salida, quizás, el asalto más difícil para mantenerse en su sitial en la vitrina deportiva. Son lo que lograron, y aquello se vuelve su mayor desafío. ¿Cómo vivir al mismo nivel con menos ingresos? En este esquema, el crimen se vuelve una oportunidad. En otras palabras, el crimen ve en estas figuras una oportunidad.
Las adicciones y la vinculación a actividades delictivas rodean el boxeo, en algunos casos es una amenaza que se vuelve realidad. Se pueden mencionar casos emblemáticos: El dos veces campeón mundial, el venezolano Edwin Valero, se ahorcó en las instalaciones de la policía del estado Carabobo, el 19 de abril de 2010, al día siguiente de haber confesado que había matado a su esposa, al parecer, bajo los efectos de la cocaína. Su vida fuera del ring estuvo llena de escándalos, incluso había confesado ser alcohólico.
Carlos Monzón, uno de los mejores púgiles argentinos de la historia, empezó a tener serios problemas con el alcohol tras su retiro. En 1988 fue hallado culpable de homicidio simple, lo condenaron a 11 años de prisión. Cuando cumplía la etapa final de su condena, comenzó a gozar de salidas restringidas para trabajar. En una de ellas murió en un accidente automovilístico, el 8 de enero de 1995.
El mexicano José Pipino Cuevas, miembro del Salón Internacional de la Fama de Boxeo, se metió en problemas con la ley y estuvo en la cárcel en 2001, acusado de crimen organizado en México. Sin embargo, fue declarado inocente en 2002.
Mike Tyson es otro de los que encabeza la poco honorable lista. Ganó en dos ocasiones el título mundial, fue encarcelado (1992) por la violación de una chica de 18 años, delito por el que fue sentenciado a 10 años, 6 de ellos dentro de prisión y 4 en libertad condicional. Más tarde, en junio de 2003 fue acusado por asalto, acoso y conducta desordenada, tras protagonizar un altercado con dos hombres en un hotel de Brooklyn.
En el plano nacional, fue conocido el caso de Vicente Mosquera, acusado de un crimen ocurrido en Puerto Caimito, aunque siempre proclamó su inocencia. Él contó con el apoyo incondicional de su novia en los más de dos años en que estuvo privado de libertad. Salió libre en el año 2009.
En 1996, un juzgado condenó al excampeón mundial de boxeo peso gallo Jorge El Mocho Luján por posesión y consumo de drogas. Luján conquistó el título gallo de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en 1977), luego se confesó consumidor de cocaína. (http://www.caracol.com.co/noticias/judiciales/condenan-a-ex-campeon-de-boxeo-lujan-por-posesion-y-consumo-de-drogas/19970730/nota/72047.aspx).
Y, recientemente, surgió el caso de Pelenchín Caballero. Sin ahondar en este, creo que ha sido el de mayor impacto por su exposición en los medios, la ausencia de escándalos a lo largo de su carrera pugilística y su disciplina probada, entre otros atributos demostrados por años.
Dialogando con el periodista y comentarista Daniel Alonso, él identificó algunos aspectos, como: “baja escolaridad, mal manejo de sus finanzas y, sobre todo, “la merma en sus ingresos”, a lo que le sumo la posesión de bienes que rebasan los ingresos obtenidos.
En esta línea, un artículo de la revista Sport&Health (marzo de 1994) señala que “la causa principal del desmoronamiento financiero se debe a que la mayoría de los peleadores administra mal el dinero que con tanto esfuerzo se ganan. Los que mayor fortuna acumulan suelen ser los que más necesidades enfrentan en su vejez, por no haber sabido invertir sus ganancias, administrar sus ingresos y cumplir con sus pagos de obligaciones e impuestos”.
La publicación agrega que “las autoridades del boxeo también reconocen que la educación en finanzas básicas y la orientación en el control de los gastos son indispensables durante el proceso de formación de un boxeador, pues resulta más difícil ejercer influencia sobre sus hábitos de conducta cuando ya han llegado a ser famosos y adinerados” .
La mayor batalla es fuera del cuadrilátero, en el ocaso de la carrera. Durante el fin de los años de sacrificio, empiezan realmente los mayores asaltos y, quizás, el mayor desafío: mantenerse alejado de las tentaciones. Es cuando empiezan a pasar la factura los elementos comunes a la figura de algunos boxeadores. El crimen es oportunista, pero no una oportunidad. Simplemente, es un paso seguro para lapidar lo que queda de gloria y sacrificio.