Motores de libertad, justicia y transparencia

Hay un nuevo libro del profesor David Cole, de la Escuela de leyes de la Universidad de Georgetown, en Washington, que se refiere al poder de los activistas ciudadanos, que hoy llamamos sociedad civil. Recordando a Raúl Leis, él definió a la sociedad civil así: “Grupos privados, dedicados a la agenda pública, sin aspirar al poder público”.

Lincoln dijo una vez: “El sentimiento público lo es todo. Con sentimiento público nada puede fracasar; sin el sentimiento público nada puede tener éxito”. Consecuentemente, aquel que moldea el sentimiento público profundiza más que aquel que hace pasar leyes o comunica decisiones.

Los grupos de la sociedad civil no son –ni pretenden ser– de naturaleza mayoritaria y, por ende, no son formados para lo que la mayoría de la ciudadanía desea en un momento preciso. Más bien se definen por un compromiso profundo y permanente a los ideales, y defienden estos ideales, sean o no populares. Es más, las organizaciones de la sociedad civil son más necesarias, precisamente cuando aquellos ideales que provocaron su nacimiento no tienen apoyo popular. Por esta misma razón, los ciudadanos que forman organizaciones de la sociedad civil están acostumbrados a superar grandes obstáculos y a continuar “contra viento y marea”, exigiendo cambios que se ajusten a sus principios.

En Estados Unidos, la mayoría de las reformas constitucionales se producen fuera de los juzgados federales. La sociedad civil ha jugado un rol crucial en la reforma judicial y constitucional en Estados Unidos.

Hay quienes hablan a la ligera de “movimientos sociales”. Si los movimientos sociales no tienen una base institucional sólida, es probable que no tengan éxito. Solo aquellas organizaciones que tienen comprobada capacidad de persistir en la lucha a largo plazo logran su propósito. Hay que crear esperanza, pero apoyada por acción constante y comprometida.

Hoy, en nuestro Panamá, hay dos reformas imprescindibles: Justicia y transparencia. La reforma de una requiere de la reforma de la otra.

Contamos con dos organizaciones de muchos años, dedicadas a los temas mencionados: La Alianza Ciudadana Pro Justicia, dirigida por Magaly Castillo, que incluso logró compromisos de gobiernos –muchos incumplidos–, pero sigue su lucha con valentía y persistencia, y Transparencia Internacional, capítulo de Panamá, hoy dirigida por Ramón Ricardo Arias y Carlos Gasnell. Esta organización por muchos años ha estado luchando por la transparencia como modus operandi del país.

Ambas organizaciones están luchando por sus principios, y a pesar de que sus luchas no eran populares, han sido consistentes y persistentes aun cuando muchos les decían que a nadie le importaban estos temas.

Hoy, creo que ambas deben fortalecer su alianza y convocar al país a la acción de calle, también persistente, vaya quien vaya, para que caiga quien caiga. Que sean, como siempre, verdaderos motores de justicia y transparencia. Si todos los miércoles marcháramos a la Corte Suprema, o a la Alcaldía o al Ministerio de Obras Públicas (Odebrecht), al principio seremos 15, luego 30, 50… y de repente estará mucha, mucha gente ¡hasta que pase algo!… y la visión internacional de un pueblo exigiendo transparencia y justicia sería un mensaje inigualable.

El manejo de Panamá ante Francia

El escándalo que estremece al mundo y que afecta, de forma directa la imagen de Panamá, debido a las irregularidades en una firma de abogados local. Demuestra lo frágil que es la reputación de un país y cómo los intereses creados pueden destruir nuestros centros financieros y bancarios, así como la reputación de los panameños.

Aunque este escándalo nos afecta de forma directa es posible reponernos, actuando con inteligencia, prudencia, sentido común, cordura y diplomacia. El presidente Juan Carlos Varela designó una comisión para estudiar el escándalo a fondo, conocer las repercusiones y cómo debemos actuar frente al Gobierno de Francia para restaurar la credibilidad de Panamá y reponer su reputación.

Con el mayor respeto, me permito sugerirle al presidente, que designe a la vicepresidenta y ministra de Relaciones Exteriores para que sea ella la que viaje a Francia y converse con sus autoridades. Sugiero que sea la canciller, porque ella ha ejercido ese cargo casi dos años y ya conoce a muchos de sus pares, y seguramente se ha ganado la admiración y el respeto de ellos. Es, sin lugar a dudas, la funcionaria de mejor imagen del gobierno, refleja sinceridad en sus planteamientos.

Me parece importantísimo que, tanto el señor presidente como la señora canciller se informen a profundidad sobre este escándalo, mediante la adquisición de la mayor cantidad de los susodichos “papeles”, de manera que no reciban sorpresas durante las reuniones con los representantes de Francia. Es decir, deben conocer hasta dónde se ha comprometido al país con estos “papeles”, que más bien han debido llamarse los Documentos de Mossack y Fonseca.

Por otra parte, el Ministerio Público debe indagar a los propietarios de la firma de abogados, para que, bajo juramento, informen a las autoridades el verdadero trasfondo de este escándalo que ha llevado al país a la situación actual y, conocer así, la otra cara de la moneda. Entre más esté informada la comisión mejor podrá defender al país en las reuniones con Francia. Es obligante que Panamá lleve la verdad y la presente con la mayor transparencia. Recordemos que Francia es una de las grandes potencias mundiales y, posiblemente, sabe más de nosotros que nosotros de ellos, así que evitemos la posibilidad de que crean que estamos defendiendo intereses ocultos.

Sugiero estos puntos por haber sido embajador de Panamá en Francia y haber conocido a fondo a la Cancillería francesa. Estoy seguro de que Francia no tiene absolutamente nada contra Panamá y que sus acciones son necesariamente geopolíticas y políticas, en defensa de su seguridad e interés nacional. La situación actual de Francia es muy delicada por los actos de terrorismo que se han registrado desde el 13 de noviembre del año pasado, y esa nación está en defensa de su economía y de sus valores.

Hoy la máxima preocupación que tiene ese país, al igual que otros, como Inglaterra, Alemania, Israel y Estados Unidos, es que el mayor peligro en el mundo es el movimiento de fondos ilegales entre país o de personas que puedan introducirlos en las organizaciones terroristas como el Estado Islámico, Al Qaeda, Hamas y otras. También les preocupa a estas naciones el lavado de dinero, ya sea por organizaciones o grupos privados, y que al lavarlo se filtren las organizaciones terroristas.

Debemos intuir que el hackeo a esta firma de abogados podría haber sido realizado, quizás, por una de las grandes potencias que están investigando, las 24 horas del día, el movimiento de dineros ilegales o de dudosa procedencia. Tenemos que comprender que la sustracción de 11.5 millones de documentos no es trabajo de aficionados ni de ladrones de oficinas. Para esto se requieren equipos altamente sofisticados que solo poseen países como Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania e Israel. Seguramente, Rusia tiene estos equipos también, pero por los resultados que vemos y las acusaciones que se hacen contra Putin, es posible que no hayan sido los rusos los que participaron en esto. Se acusa tanto del lavado de dinero como de la evasión de impuestos a altos funcionarios del régimen.

La Cancillería panameña se debe cuidar de personajes que ayer criticaban al gobierno y hoy apoyan y gritan que hay que actuar con medidas de retorsión contra Francia. En los programas de TV vemos a gente que considera que tenemos que aplicar la política de “ojo por ojo, diente por diente” contra Francia, como si Francia fuera nuestro enemigo. Otros desean protagonismo y ver cómo hacen para beneficiarse en el gobierno de turno.

Creo que Panamá tiene la razón, pero a veces la razón no es suficiente para aclarar los conflictos. Por ello considero que la canciller debe llevar como su carta más poderosa, la verdad, y evitar defender a individuos o grupos cuya codicia nos ha llevado a esta situación. Hay que tener en cuenta que los franceses pueden tener pruebas que nuestras autoridades aún no tienen.

Diputados y pensiones alimenticias…

En la Comisión legislativa de la Mujer, la Niñez, la Juventud y la Familia está en proceso de discusión en primer debate el proyecto de ley 325, que modifica y adiciona artículos a la Ley 42 de 2012 o Ley General de Pensión Alimenticia, pero, a excepción de la diputada Marylin Vallarino y su suplente, Agustín Sellhorn, el resto de los miembros de la Comisión NO SE PRESENTÓ el pasado martes solo Luis E. Quirós, quien llegó tarde. Es lamentable que un tema tan importante para nuestra sociedad carezca de interés para diputados de la REPÚBLICA, quienes deben tener como principal motivación el bienestar de la población, especialmente de los más vulnerables, los niños y los jóvenes; quienes, aunque trillada la frase, es cierta, ‘son el futuro del país '. La Comisión en mención la integran, además de Vallarino, los panameñistas José L. Varela, Katleen Levy y Luis E. Quirós; del CD, Dana Castañeda y Sergio Gálvez; y del PRD, Rubén De León, Zulay Rodríguez y Javier Ortega. Las pensiones alimenticias cuyo nombre debería ser mejorado, porque los menores tienen otras necesidades, además de comer TIENEN que ser un tema de especial atención para los PADRES y MADRES de la PATRIA.

Lo negativo de las reformas a la Ley de Contratación Pública

El Proyecto de Ley No. 305 de 18 de febrero de 2016 ha sido aprobado en primer debate en la Asamblea Nacional y espera los próximos debates en el futuro inmediato.

1. Crea una súper figura pública, la Dirección General de Contrataciones Públicas, que puede imponer multas de hasta un 30 % del salario bruto mensual del servidor que se considere responsable de infraccionar la normativa.

2. Relaja la seriedad en la presentación de la propuesta, al punto de permitirse la subsanación de aquellos documentos no aportados, siempre y cuando no se trate de documentos ponderables.

3. Afecta la libre empresa dedicada a la capacitación, debido a que solo la Dirección General de Contrataciones Públicas será habilitada para certificar las horas de capacitación al año, de los funcionarios de compras.

4. Aumenta el monto de la contratación menor hasta los 50 000.00, en donde los requisitos de exigencias son mínimos.

5. Reduce el monto para la fianza de recurso de impugnación al 10 %, para los bienes y servicios, haciendo viable la proliferación de recursos en el Tribunal.

6. Aumenta los días hábiles para notificar un acto en el sistema virtual, de un día a dos días ahora con la reforma.

7. Relaja la seriedad en la presentación de la propuesta, al punto de permitirse la subsanación de aquellos documentos no aportados, siempre y cuando no se trate de documentos ponderables.

8. Podría demorar la ejecución presupuestaria; pues, por la interposición de un recurso, se suspendería todo, hasta contar con el fallo final del caso.

9. Incapacita para contratar el haber sido condenado por delitos en Panamá, por sentencia judicial definitiva, no así en el extranjero.

10. Crea un sistema centralista de las compras en la Dirección General de Contrataciones Públicas, para los convenios marco.

Entre la espada y la pared

Los Panamá Papers se han convertido en un problema nacional, cuando debió ser de la firma involucrada. Han afectado al señor presidente, pues uno de los señalados es su amigo, fue su ministro consejero, presidente de su partido y donante de su campaña. Estas circunstancias han descarnado la urdimbre de relaciones y manipulaciones políticas que se manejan fuera de la vista del ciudadano común, en el negocio de los servicios legales internacionales panameños. No es secreto que la mayoría de las grandes firmas del país (y del mundo) tienen abogados que han ocupado importantes cargos, desde presidentes, ministros, magistrados, embajadores y otros, desde inicios de la República. El teorema es: “muchas de las grandes firmas han florecido bajo la sombra política”. Con esto no quiero demeritar el talante profesional ni ético de sus socios, pues en su mayoría han sido y son profesionales calificados, serios y responsables, que han contribuido al desarrollo de la plataforma de servicios legales internacionales que brinda Panamá. Ahora salió a relucir que, al menos, dos consulados clave para la promoción de negocios legales internacionales estaban bajo la administración de familiares de los socios principales de M&F, obviamente, nombrados por el Ejecutivo. Esto es la aplicación del teorema enunciado. Un problema corporativo se convierte en tragedia nacional y, ahora, el señor presidente se enfrenta a la ordalía de actuar de forma correcta ante esta situación. Y es una ordalía, porque ser objetivo implicaría excitar a la justicia para que, por la gravedad de las circunstancias, investigue con diligencia y firmeza la posible responsabilidad penal de los involucrados y que, con la misma prestancia con que no le pesó la mano para imponer medidas cautelares ante situaciones penales más diluidas, demuestre la rigurosidad que el mundo espera, en lugar de gestar una demorada intervención, en aras de determinar un delito informático. Gestión que si bien es conducente, no es el instrumento adecuado para lavar la cara al país. Esto crea suspicacias.

Ante la crisis, el Ejecutivo ha actuado de manera anodina y pretende resolver parte del entuerto convocando una comisión presidida por un laureado economista para “estudiar y analizar” nuestra plataforma de servicios, lo que debió ser una labor obligatoria y prioritaria del Gobierno, ante presiones de los consorcios internacionales y países que nos han colocado en listas negras o grises. Esa iniciativa, ante los hechos consumados, no es una acción reivindicadora. Lo ocurrido debilita nuestra capacidad negociadora y estos gremios se aprestan a sacar ventaja e imponer condiciones a su criterio. No es fácil, personal ni políticamente para el presidente, ver a un amigo señalado mundialmente, abrumado con caudales de indicios, como gestor o encubridor de delitos que afectan a otros países y que pueden llevar al nuestro a un desastre. Pero él es presidente de un Estado y responsable de todo un país, por muy justa y loable que sea la amistad existente, el deber le impone tomar decisiones, tal vez dolorosas, pero necesarias que no dejen dudas. Ejercer un liderazgo es una pesada carga, pero no todos tienen el talante de llevarla.

Panamá y los papeles de Mossack y Fonseca

He valorado mucho escribir sobre esta temática que afecta a nuestro país en diversas formas, pero además constituye una inflexión para valorar los caminos del mundo, los sistemas económicos globales y el interés de la población istmeña. Quisiera decir que nuestro sistema de servicios financieros se fundamenta en un modelo de economía abierta, con el que facilitamos los negocios internacionales y servimos de plataforma a la circulación del capital, garantizando, con ello, un centro financiero internacional, un Canal ampliado que requiere más fuentes hídricas, una estructura de reexportación logística y de conectividad, además de una burbuja inmobiliaria que se vincula a un proyecto turístico rentista y no ecológico actualmente.

Por estas razones, las prioridades del modelo de crecimiento no están ligadas al desarrollo agropecuario, ni a inversiones en los servicios ambientales y producción alimentaria; es decir, a un modelo primario de producción, sino a lo que tradicionalmente hemos explotado: un Panamá de tránsito, de economía de servicios y donde el producto interno bruto está determinado por ese impacto del comercio y los servicios. Este sistema económico se asienta en un capitalismo internacional, en el que la conectividad, el emprendimiento y el riesgo son premiados por la ganancia, sin que ello implique un compromiso con los principios de solidaridad, desarrollo social y transparencia.

Desde este contexto y marcados por un capitalismo salvaje, nuestros servicios financieros internacionales y las corporaciones jurídicas ligadas al negocio “societal” offshore, han venido participando agresivamente y han logrado forjar inmensas fortunas, aprovechando las reglas de un mercado aséptico. Por ello, cuestionar la naturaleza legal del comercio de sociedades offshore, sería enfilar contra la naturaleza del modelo capitalista de servicios que tenemos en Panamá. No hay duda de que aquí emerge todo un debate axiológico, que deberemos abordar adecuadamente y que en este momento reclama una propuesta alternativa de interés nacional, frente a este modelo que subyace con una voracidad teratológica.

En ese universo de la competencia y del negocio societario, los países del club de los ricos, han definido los caminos de Panamá, pero además tenemos que aceptar que hay un desafío global del crimen organizado, el terrorismo y el narcotráfico internacional. ¿Desmontamos nuestro sistema o establecemos ajustes sin matar ese modelo abierto? ¿Podemos hacerlo bilateralmente con cada país o tenemos que aceptar las reglas del club de los países ricos? Tal parece que ese será nuestro dilema, pues nos movemos en las reglas del mercado y de la centralización del capital. ¿Podemos apuntarnos un cascabel al gato? Solos no podemos, pero además el modelo social económico, no lo permite, pues estamos en mundo global, donde la fuerza del capital, sin valores ni principios, se fundamenta en el consumo irracional y la acumulación desenfrenada.

Los papeles Mossack y Fonseca son una expresión de ese torrencial aparato de acumulación en el que no están presentes los valores de solidaridad, amor a la patria, desprendimiento por los más pobres, sino un juego impuesto por las reglas de un mercado, en el que el riesgo se mide por la capacidad de venta o la pérdida de esa oportunidad.

Todo este escenario nos lleva, a los ciudadanos del norte y del sur, a construir una agenda basada en el derecho internacional y los derechos humanos; proponiendo una fórmula de paz y respeto a la dignidad humana, no solo individual sino de los pueblos. Un derecho contra el cambio climático, un derecho alimentario, un derecho en que el respeto al secreto profesional de los abogados no esté en contradicción con el derecho de los pueblos y de las futuras generaciones. Un derecho internacional para construir procesos basados en principios y valores, tanto en el ámbito interno de cada país, como en el ámbito de conflictos globales.

Destacamos que Panamá ha estado realizando regulaciones en temas del blanqueo de capitales, terrorismo (hasta somos parte de una coalición antiterrorista) y otras medidas. Por ello, impulsar investigaciones respetuosas del debido proceso no debe ser óbice para que el Estado de derecho sea solo una fórmula técnica, sino de compromiso político con la justicia y la verdad.

Debemos construir nuestra estrategia de país, pero no solo para conversar con los sectores de los servicios financieros internacionales, sino a todos los sectores del país; un diálogo que frente los malos nubarrones nos agarren unidos para refrescar la esperanza. Una estrategia que no se agota en los papeles de Mossack y Fonseca, sino en los temas del agua potable para todas las personas del país; nuevos recursos hídricos para el Canal y su impacto a los campesinos de la costa abajo de Colón; un diálogo con los productores enfrentados al exterminio provocado por el cambio climático; una estrategia de seguridad no solo contra el crimen organizado, sino contra los acaparadores de tierra, y de fincas privadas robadas; una rendición de cuentas de instituciones públicas paralizadas y dañadas; un diálogo con la juventud a partir de una transformación educativa. ¿Y dónde quedó la asamblea constituyente? Es decir, un diálogo en el que haya liderazgo y confianza. Una decisión de Estado y de la sociedad, para articular, dentro del modelo imperante, las bases de una alternativa inclusiva, anticorrupción, democrática y con una profunda cultura de paz, respetuosa de los derechos humanos.

MosFon Papers’ y la amistad franco-panameña

Las declaraciones de los ministros panameños contra Francia. Son el producto del nepotismo, negligencia y la condición sentimental (no de ‘Realpolitik ') de los funcionarios de este Gobierno [‘de yeyesitos inexperimentados '], nos dijo un gran diplomático nacional. El embajador anterior, un empresario exitoso y responsable (2009-14), mantuvo un gran acercamiento con las autoridades galas y logró excluir a Panamá de todas las listas malas. La imagen de Panamá en Francia estaba por las nubes (2009-14). Allí lo vivimos pueblo por pueblo. ‘¡Qué diferencia con la situación actual!,  nos dijo un diputado francés.

La primera embajadora panameña en París (de este Gobierno, 2014-19) fue la prima hermana del presidente actual, que nos contaron ‘perdió el ‘exequátur', porque su madre se enfermó ‘[ella la atendió personalmente] al final la señora falleció y como se cumplió el año, perdió valor su ‘exequátur '.

No sabemos si el nombramiento hasta el vencimiento fue pagado a la embajadora. Usted, señor lector, averígüelo y nos avisa. Lo cierto es que pasó más de un año sin embajador en París, lo que no ayudó a la situación actual. Cosa que un mandatario debe administrar bien, anticipando la calidad del Estado que gobierna, versus el nepotismo y la negligencia. Entonces nombraron a la cuñada del ministro de la Presidencia hace muy poco tiempo. Más nepotismo, pero los franceses respetan la filosofía de la mentalidad istmeña y accedieron al ‘agreement '.

Cuando uno se enferma es bueno escuchar a un médico de la familia (confianza), pero mejor es escuchar a uno que no es de la familia y que sepa más (especialista), pagándole. Según Max Weber: La familia en política no siempre es aconsejable para el Estado de derecho y la ética de convicción '.

Porque la embajadora debió decirle a su cuñado ‘La cosa es con la OCDE, Francia es solo el vehículo en Europa para los temas fiscales  Ese es el espíritu europeo. ‘No podemos tirar piedras al alcalde '. [Hollande, Moscovici, La Garde y Sapin son súper fregados en sus funciones y son los custodios fiscales de la OCDE y Europa]. ¿Sabrá esto la embajadora?

De 47 años de conocer la relación franco panameña (del lado francés), las de este Gobierno con Francia no han sido de las mejores, aunque todavía están a tiempo para superarlas. Hollande llamó a Varela para decirle en persona que Panamá ya es un paraíso fiscal, y que tiene que cooperar. Varela consintió inmediatamente, tragándose la saliva. Va a cooperar en todo con Francia.

El 12 de febrero fue a París el ministro de Finanzas panameño a ver a su homólogo galo, y allí le volvieron advertir (‘3er preavíso ') que pusieran en orden lo que habían firmado en el 2012 y no se ocuparon. (Según declaraciones del ministro galo y foto aparecida en Le Canard Enchainé. Entonces diríamos que el veto francés sobre los ‘Panamá Papers ' va dirigido más bien a este Gobierno y los abogados opacos y evasores y no a las relaciones franco panameñas que son inmortales. Todos moriremos y las relaciones quedarán, como dijo el Rey Sol en su lecho de muerte. Así que viva la amistad Francia Panamá para SIEMPRE.

Migrantes ‘offshore’

La posmodernidad y la globalización dicen habernos regalado un mundo permeable, abierto, complejo, casi nos hace propietarios de una ciudadanía planetaria. Pero no para todas las personas. Aunque ya no hablamos ni escribimos de las clases sociales, la globalización no va por barrios: va por clases.

Es cierto, los más “afortunados” (como si la riqueza fuera fruto de un sorteo en lugar de un expolio) pueden viajar a casi cualquier parte: su pasaporte y sus tarjetas de crédito, el color de su piel (casi siempre blanco), la persuasión de sus ademanes y la seguridad de que solo van a robar calzando guantes (también blancos) les abren todas las fronteras. En los aeropuertos, como en la vida, hay accesos VIP, salones VIP, seguridad invisible para los VIP, empleadas y empleados acostumbrados a tratar con quienes hablan y callan de una forma diferente.

También están abiertas las fronteras para sus negocios. Pueden importar y exportar desde y hacia los lugares más insospechados, abren compañías offshore asentadas en no-lugares para evitar pagar impuestos en sus lugares de residencia, tienen sus recuerdos en “la nube” y no suelen bajar de la nube de su clase para solucionar los problemas cotidianos: siempre se puede pagar a alguien para que haga gestiones en Migración, en Tránsito o en la Dirección General de Ingresos… Las puertas de la burocracia se abren con tanta facilidad como las fronteras cuando quien reclama o quien pide no es un nadie.

La globalización (y la posmodernidad) no son para los nadie. Es decir, para la inmensa mayoría de esta humanidad tan poco humana. Es más, esta globalización de cartón piedra tiene la capacidad de hacer invisibles a las poblaciones superfluas, a los “residuos humanos” (Bauman dixit) para los que nuestros Estados no tienen un lugar asignado. Y da igual que comporten sufrimiento, que sean los voceros de la barbarie… los nadie permanecen en el limbo de la legalidad pero, ante todo, de la humanidad.

Eso es lo que les ocurre a los 500 africanos que están a la intemperie en el terreno de nadie que separa Panamá de Costa Rica. Mientras los focos están puestos en Mossack y Fonseca y en los otros fabricantes de la globalización del capital… gente con nombres y apellidos, con vidas arruinadas por esta civilización tan poco civilizada, son expulsados de uno y otro lugar, en su afán por llegar al paraíso vetado del imperio del norte. Los países del sur son buenos guardias de seguridad del imperio y evitan que se perturbe al gigante asumiendo la vergüenza de tratar, como animales, a quienes buscan algún espacio en el que comenzar a ser.

Escribía Hanna Arendt que “estar desarraigado significa no tener en el mundo un lugar reconocido y garantizado por los demás; ser superfluo significa no pertenecer en absoluto al mundo”. Estas gentes, como los cubanos que empujan una frontera tan sólida como las leyes que las alambran, están pasando de desarraigadas a superfluas delante de la opinión pública (y publicada) de Panamá.

Las organizaciones de derechos humanos, las que defienden una justicia para todos y todas, las gentes de bien, deben movilizarse para recuperar para la vida a los migrantes offshore (sin patria, sin legalidad vigente a la que aferrarse). Si los Estados nos separan con muros y fronteras, con leyes y policías, nosotras, las personas dignas, debemos, como mínimo, estar al lado de los otros, de los que nos necesitan. Da igual quiénes sean; lo único que importa es que son seres humanos.

Los europeos en este triste 2016 hemos vuelto a 1935 y nos estamos comportando, con los cientos de miles de personas que buscan refugio en el continente que presume de derechos humanos, como los alemanes que se hicieron los locos ante el inicio del fin, ante la planificación industrial del exterminio. No puede ser asunto de cantidad de “residuos humanos”, sino de calidad de la respuesta. Si hoy no nos identificamos con los nadie y somos con ellos una masa solidaria que identifica en cada nombre y en cada sufrimiento el nombre y el sufrimiento propio, mañana solo nos habitará la ausencia y la vergüenza: seremos todos individualmente fascistas, seremos todos responsables intelectuales y materiales de las vidas arruinadas, desencajadas de los 500 africanos, de los 2 mil cubanos, de los cientos de “nadie” aún sin registrar que sufren en nuestra patria el infinito castigo del poder. Abandonemos el tonto egoísmo de creer que los derechos solo son para nosotros, hagamos una pira con los pasaportes y los patrioterismos y hermanémonos con los que son más parecidos a nosotros, que con los ricos que utilizan nuestra nación para robar, engañar, evadir impuestos y blanquear capitales. No hay derechos humanos si no son para todas y todos. No hay migrantes, hay personas. Puede haber fronteras entre los países, pero no entre nuestras almas.

Los problemas de Mossack-Fonseca en EE.UU.

He estado pendiente de las actividades de Mossack-Fonseca desde muchos años atrás. Como todo panameño, me ha preocupado cuidar el nombre de Panamá, así como su reputación. Mi hoja de vida habla de mis luchas contra la corrupción que destruye muchas más vidas que otros flagelos.

En el caso de Argentina, ya hemos visto cómo en los últimos días han detenido a Lázaro Báez, testaferro de Cristina y Néstor Kirchner, y a la expresidenta, como consecuencia de esa detención, la están vinculando en su país con el delito de blanqueo de capitales, a escasos tres meses de haber dejado el poder.

Lázaro Báez y Cristóbal López, abrieron 123 sociedades anónimas a través de la firma MF Corporate, localizada en Las Vegas, y administradas por la chilena Patricia Amunátegui. Cuando los dueños de los llamados fondos buitres NML , liderizados por Paul Singer, descubrieron la existencia de esas sociedades, pensando que sus cuentas bancarias pertenecían al Gobierno argentino, a quien perseguían para hacer líquido lo que se les debía, presentaron una serie de acciones ante el juez correspondiente en el lugar donde estas sociedades habían sido constituidas: Las Vegas, estado de Nevada, Estados Unidos.

El juez de la causa, Cam Ferenbach, solicitó información a MF Corporate, a fin de determinar si esas 123 sociedades pertenecían a Báez y López, y si las mismas tenían alguna relación con el bufete panameño Mossack-Fonseca. Negaron tal relación, por lo que mintieron, ya que el juez descubrió que en CF Corporate los accionistas eran Jurgen Mossack y Ramón Fonseca, con 45 % de sus acciones cada uno. Además, se descubrió que las líneas telefónicas que usaban eran las de la firma en Panamá, a pesar de que las habían cambiado todas para despistar y en la cuenta de MF Corporate disponían desde Panamá de sus fondos.

Además de haber mentido Mossack, obstruyeron la investigación, porque recomendaron a sus clientes en Las Vegas que no dieran ningún tipo de información a quienes estaban investigando. Ocultaron documentos, cambiaron los sistemas de red internos. En fin, su objetivo era impedir la investigación del juez Ferenbach.

Para esos mismos meses, finales de 2014, apareció un artículo del periodista investigativo Ken Silverstein, en la revista norteamericana Vice , que traducido al español, se intitula ‘La firma de abogados que trabaja con oligarcas, lavadores de dinero y dictadores '. Silverstein, que investigaba a Rami Makhlouf, primo del dictador sirio Bashar al Assar y hermano del jefe de inteligencia de ese país, se topó por casualidad con la sociedad Drex Technologies, S.A., descubriendo la relación de esta con Mossack-Fonseca, de quienes fueron sus agentes residentes desde el 2000 hasta el 2013. Sobra decir que el sujeto de marras está en la lista de personas que al sonar su nombre se prende uno de los botones rojos de la DEA y de los departamentos de Estado y Justicia de EE.UU.

La explosión mundial de los llamados ‘Panama Papers ' ha hecho un daño terrible a nuestro país y a su futuro crecimiento. El efecto expansivo ha llegado hasta la Rusia de Putin, donde se ha acusado a la CIA de su patrocinio para perjudicar al líder ruso y a China; donde, por la relación de altos dirigentes con los descubrimientos, se ha prohibido el acceso a noticias sobre el escándalo.

¿Por qué no pensar que podría ser cierto que las autoridades norteamericanas sí hayan estado detrás del asunto, en cierta forma cansada y molesta por las actividades de este bufete panameño dentro de su territorio y con grandes enemigos suyos, como el régimen sirio?

Saldrán más asuntos de estos once y medio millones de documentos extraídos extrañamente de las oficinas de Mossack-Fonseca. Le tocará a Lázaro Báez en Argentina acogerse a lo que en ese país se llama la Ley del Arrepentido , donde, a cambio de hablar sobre la trama para salvar a un hijo que también está implicado en el negocio, aclarará algunos detalles para explicarnos la relación que tenía con Mossack-Fonseca.

Como me decía un colega abogado sobre este escándalo, el problema de esa gente se resume en una sola palabra: avaricia. Yo le agregaría otras dos: osadía y sangre fría. Les importaba un pepino su país; su negocio estaba sobre todas las cosas. Solo me cabe preguntar sobre ¿el porqué el Gobierno de Panamá no puso distancia con ese bufete desde que fueron conociéndose esos detalles de sus turbulentos negocios?

Para superar la conflictividad social

Desde la aparición del hombre sobre la Tierra, el conflicto ha sido parte natural de la vida, y sus soluciones han variado a través de la historia.

Unos han apelado al uso de métodos violentos, y otros han favorecido los métodos pacíficos, como los tratados Torrijos Carter, en el caso de Panamá. Lo cierto es que nuestra sociedad no escapa a esta realidad de conflictividad social.

Roger Fisher, cofundador del Programa de Negociación de Harvard, sostenía que un elemento clave para comprender por qué las personas toman decisiones del modo en que lo hacen es conocer a los protagonistas de los conflictos; su cultura, para entenderlos mejor; los paradigmas que prevalecen y las causas que lo originan; los problemas de comunicación subyacentes; las emociones y las percepciones de las partes; los valores y principios; las formas de reaccionar; la influencia de los factores externos y, sobre todo, las posiciones, intereses y necesidades de los protagonistas.

Esta conflictividad social ha vulnerado los derechos del hombre de a pie, porque de manera inconsulta se toman decisiones contrarias a los intereses del pueblo por parte de los gobernantes, como la “ley chorizo”. El intento de vender los terrenos de la Zona Libre acarreó el caos, tanto en la provincia de Colón como en la ciudad capital, promoviendo el saqueo, el desorden y la anarquía. Amén de las acciones represivas del Gobierno contra los trabajadores, mediante la ley, y de otras protestas de enfermeras, educadores, médicos, etcétera.

Hay otros problemas, como la falta de agua, el inadecuado servicio de transporte y de recolección de la basura, colegios en mal estado e inseguridad, pendientes de respuestas.

Los conflictos han sido interpretados siempre en términos de catástrofe social, no obstante, pueden servir como oportunidades para el crecimiento de las partes, si desarrollamos y empleamos habilidades positivas y constructivas para la solución de estos. Recordemos que “es absurdo que queramos resolver los problemas nuevos aplicando las herramienta del pasado”, dijo Albert Einstein.

A través de la mediación social, el ciudadano, como parte integral de la comunidad, tiene el legítimo derecho de aportar a la solución de los conflictos que lo afectan. Hoy día, el rol que desempeña en la sociedad es incierto, cualquiera sea su capacidad intelectual. Por esta razón, tiene el derecho y el deber de comprometerse a participar siempre en la medida de sus posibilidades.

El ser humano puede imaginar futuros posibles, mejorar el actual y consensuar con sus semejantes. Su deber es convertirse en un actor social, en un verdadero protagonista de la realidad. En conclusión, la correcta distribución de las riquezas, la consecución de la justicia social y la felicidad colectiva solo se conseguirán previniendo la “lucha de clases sociales” que nos afecta hoy día.

Es necesario que todos los actores nos ubiquemos en los conceptos vertidos por el papa Francisco respecto a la solidaridad, para potenciar el diálogo como el medio privilegiado que favorezca el bien común, respetando la dignidad de las personas y los derechos humanos, sin descalificación, así edificaremos una sociedad caracterizada por la convivencia pacífica.