Políticas de Estado no de Gobierno…

Quitarle el tinte político partidista a los planes de desarrollo nacional, solo se logrará cuando quienes nos gobiernen hagan su mejor esfuerzo por ser los estadistas que todos los pueblos necesitan para avanzar. Ahora, que esos estadistas gobiernen no es solo responsabilidad de los políticos de partido y sus partidos, si no de los votantes, de partidos e independientes, quienes son los que ponen los Gobiernos. Pues, los partidos pondrán a quienes mejor convenga a sus intereses; por ello es urgentemente necesario un cambio de cultura política en la población. Pero mientras el clientelismo sea el que mayores réditos dé a los aspirantes, su principal tarea será mantener una masa votante condicionada por el interés a que se atienda su propio beneficio, aunque sea temporalmente. Habría que aprender e implementar lo que es una política de Estado, que se define como ' aquella, que forma parte de las estrategias centrales de un país. políticas que no varían, a pesar del color político ideológico de cada Gobierno ' (Artepolítica / Comunidad). Una cuestión de cultura ciudadana y política de primer nivel, en beneficio de la Nación.

Fracaso de la educación pública

El fracaso de la educación pública en Panamá es evidente. Escuelas con pésima infraestructura, currículos anticuados, malversación de fondos, etc. La mayoría de las personas entiende este fracaso, sin embargo, no logra comprender su origen ni la verdadera razón de esto. El origen se puede identificar en una sola institución: el Estado. Y es que, como afirmara el economista argentino Alberto Benegas Lynch, la expresión “educación pública” es engañosa. Realmente debemos referirnos a esta como educación estatal. Solo identificando al Estado, que representa el monopolio de la fuerza, lograremos comprender las razones del fracaso de la educación que ofrece, y también se lograrán reformas que mejoren el sistema educativo.

Identificar el culpable del fracaso institucional educativo es importante, porque incluso en las instituciones educativas privadas se ve la mano del leviatán: currículos escolares impuestos por el Ministerio de Educación, licencias ocupacionales para profesores, limitación de materias, burocratización de procesos y requerimientos, entre otras.

La realidad es que nuestro sistema educativo posee todas las características institucionales de un sistema fascista: la propiedad privada es registrada por personas privadas, pero es el Estado quien determina el uso y regulación de esa propiedad. Necesariamente, se dilapidan recursos que son escasos, mientras que las necesidades son infinitas. Esto crea pobreza.

La política no debe interferir en tan delicado tema como la educación. Como todas las personas son únicas y diferentes, los programas educacionales deben adaptarse de forma que satisfagan las necesidades únicas de cada persona. La forma dimensional requiere competencia entre las instituciones académicas. Así, los currículos, materias y otros elementos deben ser reformados y adaptados de manera espontánea, es decir, a raíz de la acción humana, mas no a través del designio humano. Ejemplos tenemos en otros ámbitos, como los idiomas, el origen del dinero, etc. La cura para los fracasos en nuestro sistema pasa por la descentralización y competencia, y no a través del poder político que impone mandatos de forma vertical, basándose en autoridad más no en lo que realmente funciona, que son las acciones voluntarias.

Entre los argumentos de aquellos que defienden un rol activo del Estado en la educación están los siguientes: primero, que es un bien público; segundo, que la educación pública es necesaria para otorgar “igualdad de oportunidades”; y tercero, que es un “derecho” que el Estado debe hacer valer. El primer argumento resulta ser una falsedad porque hay muchas instituciones académicas de índole e iniciativa privada que proveen ese servicio. Sobre la “igualdad de oportunidades”, en un principio parece ser un argumento bastante atractivo, pero es incompatible con la “igualdad ante la ley” y los principios de una sociedad abierta. La sociedad abierta debe proveer oportunidades para sus ciudadanos, pero esas oportunidades no tienen que ser iguales. Si un ciclista novato debe tener la misma oportunidad que uno profesional, entonces, mediante la coerción estatal se estaría infringiendo los derechos de este último. Es importantísimo diferenciar entre desigualdad, pobreza y justicia. En cuanto a la educación como un derecho, también es algo peligroso. Un derecho implica una “obligación” y nadie debe ser obligado a algo sin su previa voluntad.

Es de suma importancia comprender que la educación es esencial para el progreso y desarrollo social. Las reformas que incentiven la competencia, descentralización y que permitan la libre elección individual impulsan dicho progreso. Ejemplos históricos abundan, como es el caso de Atenas en la vieja Grecia, el antiguo mundo árabe con sus aportes en geometría, álgebra, medicina, etc., y hoy día mediante la educación virtual a través de internet, que permite educación sin fronteras. Es hora de que nuestro sistema responda a las necesidades de la sociedad y no a intereses políticos y autoritarios.

Sociedad democrática más muscular y más justa

Una democracia más muscular, más institucional, puede ser una realidad si se logra que sus ciudadanos sean menos pasivos, menos cínicos, menos desesperanzados, menos anestesiados. Y ¿cómo se logra esto? Con más y mejor educación. Una educación dedicada más a enseñar a pensar, que a memorizar; más dedicada a cuestionar que a ser un simple eco. Más dedicada a desarrollar una vida de propósitos nuevos, más dedicada a motivar, a lograr seres creativos e independientes y no, simplemente, buenos empleados dependientes. Más dedicada a lograr que cada estudiante sea libre para pensar de dónde venimos, quiénes somos y –sobre todo–¡hacia dónde vamos!

¿Tenemos un modelo de educación que logre lo descrito, que cree ciudadanos independientes y exigentes? Me atrevo a pensar que para la enorme mayoría de panameños la respuesta es un resonante ¡no! Si le preguntamos a esa misma mayoría de panameños ¿cuál es la mayor debilidad que tenemos como país?, esa misma mayoría responderá: la educación. Queremos convertir la educación en nuestra nueva obsesión nacional, así como lo fue hasta ahora el Canal, ¡y lo logramos!

El momento para comenzar a resolver nuestra obsesión por la educación, que queremos y que nos merecemos, es ahora. ¿Por qué? Porque acabamos de lograr un imposible. Ampliar el Canal a través de un gigantesco proyecto que ideamos, programamos, licitamos con transparencia y ejecutamos e inauguramos superando todos los obstáculos. Y lo hicimos a través de una entidad del Estado que juntos diseñamos para ese específico propósito. A esa entidad la pudimos proteger de la política partidaria, y los que trabajan en ella a diario son todos panameñitos vida mía –igual que los que trabajan en los demás entes del Estado– y funciona con categoría mundial. De esta podemos y debemos copiar todo lo bueno y eliminar lo que no lo es, para crear un modelo de gestión estatal para la nueva educación que queremos, y así cumplir la nueva obsesión nacional.

Hay otro deseo que queremos hacer realidad: que los beneficios del Canal le lleguen a todos los panameños en todos los confines de la República, porque son los dueños del Canal. ¿Cómo hacerlo y cómo lograrlo? Hay mil ideas y cada gobernante tendrá sus preferencias, pero hay solo una fórmula que garantiza que se beneficien todos, absolutamente todos los dueños del Canal, y es que el 100% de las utilidades se dedique al nuevo modelo de educación que inventemos. El presupuesto de utilidades del Canal del próximo año es de mil 600 millones de dólares, y el presupuesto del Gobierno para Educación es de mil 300 millones de dólares. Si todas las utilidades del Canal van a la educación, se podría dedicar lo que hoy gasta el Gobierno en esa materia –según el gobernante de turno– a las inversiones sociales de su preferencia. O sea, que desde el inicio habrá 30% más dinero para Educación y así se podrá mejorar a los maestros y profesores, mantener las escuelas, y un largo etcétera.

Entonces, si la gran mayoría acepta estas ideas básicas: el modelo de educación está exhausto y no funciona. Estamos obsesionados con cambiar y modernizarla… y tenemos un ejemplo comprobadamente eficaz de un ente del Estado del que podemos sacar ideas para un nuevo modelo de gestión educativa.

Las utilidades del Canal deben beneficiar a todos y la única manera de que así sea es dedicarlas 100% al nuevo modelo educativo. Hay dinero para iniciar ese nuevo modelo y elevar a los maestros y profesores al nivel que merecen, manteniendo la infraestructura para evitar gastos de entre $50 millones y $60 millones anuales, reparando escuelas siempre tardíamente. Si todo esto es así, ¿cuál sería el próximo paso?

Imaginemos que se acaba de crear la República y que los próceres nos han nombrado, a cada uno de nosotros, en una comisión para crear –desde cero– el mejor y más moderno y eficaz modelo de la educación para la nación. Nos piden que soñemos en grande. Saquemos una hoja en blanco y apuntemos nuestras ideas; cada panameño tiene el poder de lograr todo lo que le parezca importante. Hay que escaparse de la prisión de lo que existe y del pensamiento convencional. La tarea es grande, pero no nos podemos rendir.

Comencemos a apuntar ideas. ¿Cómo sacar la política partidaria de la educación? ¿Cómo lograr que la comunidad sienta propiedad sobre su escuela y la cuide? ¿Cómo evitar injustas locuras como que le deban 15 quincenas a los maestros? ¿Cómo eliminar a los maestros interinos? ¿Qué hacer para que todos tengan permanencia? ¿Cómo integrar a los mejores cerebros en las más importantes funciones y cómo medir la eficacia? Lo que no se mide no se logra. ¿Cómo crear ciudadanos libres y creativos en las aulas? (y sigue un largo etcétera).

Por pedido del Gobierno, el PNUD está por convocar a un diálogo sobre educación. Aseguremos que las hojas con nuestras ideas lleguen al diálogo. Pongamos lo necesario para que la obsesión por la educación pase a la acción. Busquemos a través de la nueva educación una democracia muscular y justa. ¡El momento es ahora! ¡Pongámonos utópicos en nuestra creatividad

Lecciones de una reelección

Varios puntos de interés deja la reelección de Rubén De León como presidente de la Asamblea Nacional, ocurrida este viernes, y que no deben ser enfocados bajo el estigma simple del transfuguismo o la venta de conciencias, como sostienen algunos observadores.

Desde el 24 agosto de 2001, cuando las bancadas de los entonces archienemigos partidos opositores PRD y Popular sorprendieron al país con el Pacto Meta, hasta las alianzas del pasado quinquenio, ha sido evidente que la Asamblea Nacional es un cuerpo que por su naturaleza considera más sus relaciones, buenas, malas o regulares con el Órgano Ejecutivo, y las posibilidades y proyectos políticos de quienes la componen, que las directrices de sus cúpulas, y menos si estas últimas no se ajustan a las realidades del hemiciclo.

Puede ser un desenfoque creer que la dinámica que allí adquieren las bancadas expresan disidencias con sus colectivos, aunque sí pueden ser corrientes que adversen sus líneas oficiales.

Un año después de su primera elección, De León demostró capacidad para nuclear e incrementar en su entorno a una mayoría de diputados, que procedentes de bancadas distintas, parecen compartir el criterio de que ser crítico frente al Gobierno no riñe con la gobernabilidad del país. Un activo que el Gobierno de Juan Carlos Varela debiera evaluar en su justa dimensión.

El discurso de De León puede considerarse una balanceada pieza programática que a la vez que puso a la Asamblea Nacional como escenario para tratar temas sensibles a la sociedad, ratificó principios, puntos de partida y señaló déficits como los de la educación e hizo equilibradas propuestas, que pueden explicar los 49 votos que obtuvo para su reelección.

Se ha dicho que ‘la política es el arte de hacer posible lo necesario ' en medio de determinadas circunstancias, y lo ocurrido este viernes en la Asamblea refleja no solo el escenario político nacional, sino las situaciones particulares de cada partido.

Mario Miller, de la dirección de Cambio Democrático, ha dejado en claro que la conducta de los 16 diputados de su colectivo político que votaron por De León no expresa división interna y que, por el contrario, a futuro, el CD se fortalecerá. Las pragmáticas declaraciones de Miller constituyen una evaluación exacta del papel que cumple una alianza de coyuntura como la que se vivió en la Asamblea y la capacidad de De León para encabezarla.

Podría decirse que no hay coherencia entre la posición del expresidente Ricardo Martinelli y la dinámica de su bancada en el Parlamento, y tratar de imponerse por encima de esta solo puede distanciarlo de sus parlamentarios. ¿Si a lo de este viernes lo ha llamado traición, qué nombre reciben las alianzas y cambios que se produjeron en el quinquenio pasado?

Asimismo, el propio Partido Revolucionario Democrático va dejando una huella que no se puede subestimar. Por ejemplo, si el año pasado, con tan solo seis legisladores perredistas, De León integró, junto al oficialismo y diputados del CD, una mayoría que lo llevó a la presidencia de la Asamblea por una ventaja mínima de votos, lo que les valió el estigma de disidentes o los llamados ‘seis del solar ', ¿cómo se les puede considerar ahora que ha renovado su periodo contando con 14 de los 26 diputados de su bancada? ¿No sería acaso realista pensar que, junto a sus cinco compañeros del año pasado y los ocho que este año lo han respaldado, De León encabeza una corriente que en el hemiciclo ha derrotado a la que oficialmente dirige hasta ahora al PRD?

Hasta aquí los hechos de este viernes, porque a futuro queda por ver el comportamiento de la nueva directiva de la Asamblea. Sería equivocado pensar que se parecerá a la del pasado año, porque ni será el mismo escenario ni los componentes son iguales… Y menos las demandas que va presentando la ciudadanía. Ha habido en el discurso de De León premisas importantes respecto al clientelismo, la transparencia y la secuela de los Panama Papers y el Caso Waked. Hecha la formulación, solo queda la forma cómo se va a encarnar en la perspectiva política del país.

Tercer período legislativo: ‘lo mismo, | pero peor’

Un escenario deprimente y poco esperanzador fue lo que vio y escuchó el pueblo panameño el pasado 1 de julio de 2016, con motivo de la instalación de la Primera legislatura, del tercer período ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional y del informe a la Nación del presidente de la República.

En efecto, lo que debió ser un acto de reafirmación democrática de separación de poderes, de balance, de pesos y contrapesos, propios de una democracia que se robustece y; de una alocución presidencial llena de ‘buenas nuevas ' para las mayorías nacionales —porque las minorías poderosas se defienden solas— lo observado por la ciudadanía en general fue un acto bochornoso, donde la ‘clase política ' panameña expresa una vez más que su único propósito es utilizar el poder político del Estado para usufructo propio, de sus familiares y allegados políticos y, donde las necesidades y carencias del pueblo no cuentan en lo absoluto.

Los diputados, por su parte, agregaron una cualidad más a su largo prontuario de politicastros, ahora también son arlequines políticos, con esta última ‘cualidad ' muchos de ellos pretendieron ‘explicar ' su voto en la escogencia de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional (presidente, primer vicepresidente y segundo vicepresidente), en circunstancias en que la mayoría de los panameños sabía de antemano que sus decisiones estarían motivadas por mucha macuquina procedente de la ‘Casona de San Felipe '.

Por otro lado, los ciudadanos esperaban que el mandatario del país procediera, en esta especial ocasión, a analizar las formas como atendería la solución de los agobiantes problemas que abruman el diario vivir del panameño de a pie. Por ello constituye una gran decepción el hecho de que el jefe del Estado no se refiriera en su comparecencia en la Asamblea Nacional a la grave crisis de salud que vive la Nación, que ha producido la hospitalización de 1500 personas y 42 muertos a causa de la afectación del virus A (H1N1). Como tampoco a la necesaria transformación del sistema educativo (Reforma Educativa); a la crisis del agua potable —decenas de comunidades no cuentan con el suministro del vital líquido—, mientras que de la producción de las plantas potabilizadoras del Idaan se pierde el 40 %; no mencionó la terrible situación del sistema de transporte metropolitano terrestre de pasajeros (‘diablos verdes ', cuyo dueño es, supuestamente, un diputado, y de los ‘piratas '). Como tampoco hizo alusión al abandono total del sector agropecuario y el consecuente aumento de la Canasta Básica de Alimentos (B/.304.12, enero de 2016), del aumento indiscriminado (especulación) del costo de vida; del deterioro del mercado de trabajo, con más del 40 % de informalidad laboral y una significativa precariedad salarial.

La situación del sector agropecuario, a causa del abandono de los Gobiernos postinvasión, es alarmante. Mientras que en la década del 50 del siglo pasado la participación del sector en el PIB fue de 25.4 %, hoy solo participa con un ínfimo 0.4 % (2015), se entiende que Panamá es un país de crecimiento medio, cuya participación en el PIB no puede ser la de 1950, pero tampoco es suficiente la del 2015. Un plan racional y científico para el sector sería ubicarlo en, al menos, 5 % del PIB.

También es inadmisible, aunque se trata de un tema coyuntural, que el Gobierno permita la especulación que se está dando en el precio de la cebolla un rubro regulado. En Panamá se consumen 500 000 quintales de cebolla anuales y se cultivan 450 000 quintales, de modo que se deben importar aproximadamente 50 000 quintales anuales, por lo que no se justifica el supuesto desabastecimiento del mercado para propiciar el incremento ilegal y arbitrario del precio de este bien, que de un precio regulado de B/.0.60 la libra ahora se comercializa al detal a B/.1.50 la libra.

La causa de la especulación salvaje en el precio de los alimentos, medicina y de otros productos de primera necesidad no se debe a la acción de la ‘mano invisible ', sino a la falta de coordinación interinstitucional de los entes del Gobierno y a la invisibilidad del presidente, quien no ha jugado el papel de ‘director de orquesta ' gubernamental.

Catarsis moral indispensable

Todos los panameños merecían y merecen esa legítima alegría, expresada, con orgullo y con pasión, el domingo de la inauguración de la histórica ampliación del Canal. De norte a sur, de este a oeste, desde todos los rincones, porque se luchó hasta la sangre, por la conquista de ese derecho, esta vez fundido emocional y físicamente en la visión, la ejecución y el sudor nuestros sobre el terruño plenamente soberano.

Allí estaban por decenas de miles, en Agua Clara y Cocolí, muchos de los 40 mil panameños y hermanos extranjeros que forjaron la hazaña con sus manos y su tesón; también los deudos que ofrecieron excelsos sacrificios en las calles durante años, y en la zanja fértil para la gloria y la oportunidad. Presentes, también (con el justo reconocimiento de dirigentes y conciudadanos), la memoria y la presencia de los que visionaron este destino y sus consecuencias trascendentes; los que llevaron a la realidad este sueño realizado; los iniciadores con todos sus ensayos y fracasos; los que lucharon con la sanidad y la ingeniería en sus manos y, además, las altas personalidades y dignatarios hermanos que nos honraron con su presencia. Todos para cantar, emocionados, el himno nacional; para dejar sentir su entusiasmo en cada zumbido de la garganta ronca del Cosco Shipping Panamá y sus remolcadores. Por eso como me apuntaba un exembajador estadounidense, amigo, desde ahora es el verdadero Canal de Panamá.

Es preciso conservar y exaltar ese legítimo ¡orgullo panameño! Desde hace mucho, y aún más recientemente, venimos sufriendo experiencias de dolor y de vergüenza, que inclusive por acciones ajenas vinculadas a los inicios del sueño canalero, empañaron nuestro nombre. Ahora, y en múltiples facetas, a pesar de los incomparables logros obtenidos en la inversión y el crecimiento, somos culpables de las sombras que nos desfiguran.

Entre los muchos legados que nos concedieron los griegos inmortales de la política, la democracia, el civismo, la filosofía y la ética está el concepto de catarsis. Tenemos entre sus afines interpretaciones la de “purificación, liberación o transformación por una experiencia vital profunda”. Esta vibrante manifestación general e irrestricta de orgullo patrio no frecuente debe ser un punto decisivo, una definida ocasión de cambio, para que el pedestal que representa esta exaltación sirva de catarsis moral, indispensable a la honra que merece y exige de todos la República.

Ahora nos toca apurar, con fervor, el paso de la decencia, apegarnos al civismo con convicción, comprometer el diáfano y responsable empeño de la conciencia. Y no solo para lucir bien ante el mundo en busca de su confianza y sus inversiones, sino para fortalecer nuestra autoridad moral, y asegurar el respeto que nos merecemos y que nos lleva a la seguridad y al bienestar sin sobresaltos. Tenemos que cultivar no solo la eficiencia, sino la honestidad. De esa manera protegemos el fruto de tanto orgullo y sacrificio, combatimos la desigualdad y la transparencia. La entrega al bien común hace vibrar la fraternidad con confianza y armonía.

La habilidad política y el retraimiento personal se escudan con frecuencia tras el planteamiento de largas y complejas tareas, ajenas a la asiduidad y al seguimiento esforzado y práctico. El recobro o fortalecimiento de la institucionalidad, a partir de la familia, implican complejos planes exigentes, en los que se diluyen los cortos períodos administrativos, ahogados luego en la tradicional ausencia de políticas de Estado, con inestables y hasta contradictorios programas, como los de educación, agricultura y seguridad.

La tarea no es fácil, pero la tensa situación por la que atravesamos, por diferentes razones, impone una actitud desafiante y definida. Cada panameño tiene que buscar su participación formal frente a los múltiples problemas que encara el país. No se trata solo de soluciones colectivas, que son imprescindibles, sino del envolvimiento personal y el compromiso de conciencia de cada individuo. No podemos seguir jugando a la Asamblea ni deteriorando más el estado moral de la justicia. Se necesita valor cívico para denunciar y enfrentar. Las concentraciones de protesta ante los desaciertos inhiben y causan temor al ciudadano, debilitando la fuerza de la civilidad. No podemos seguir el juego de las concesiones dolosas por más graciosas que sean. No podemos seguir apoyando al personaje político que delinque y que inclusive ha sido denunciado sin sancionarlo con graves perjuicios para el erario público y la satisfacción de las básicas necesidades sociales.

Por más de 20 años, la Fundación Panameña de Ética y Civismo ha venido estimulando una amplia participación comunal en la promoción de principios y valores, a todos los niveles y sectores. También hemos denunciado casos archivados que nunca llegaron a investigaciones ni sentencias o que fueron, después de hechas, retiradas. Hemos llevado por todo el país, con mucho esfuerzo, la voz cívica en la comprensión y participación formal de las elecciones al poder. Hemos propuesto la creación de escuelitas o catecismo de civismo, con la participación de miles de educadores jubilados, y creemos que el uso de cuantiosos recursos dedicados a congresos podría generar resultados positivos. En estos momentos llevamos voces autorizadas a colegios emblemáticos para aclarar los problemas que vive el país. Hay que buscar la efectividad del compromiso y de la acción en la conciencia de cada cual, para que el orgullo panameño y sus logros meritorios no lleguen a perderse.

Hacia un Panamá respetable

Panamá ha recibido golpes recientes que ponen a reflexionar. Desde 1927 adoptó un sistema de constitución de sociedades que le ha prestado un servicio importante a la nación y a muchas personas y organizaciones en el mundo que, aprovechado para propósitos aviesos, especialmente desde la década de 1980, a partir de las operaciones de narcotráfico en Colombia, de la guerrilla, el comercio ilícito de armas, contrabando y evasión de impuestos hoy se mira como sospechoso y sucio.

Desde 1948 se estableció la Zona Libre de Colón como un centro de comercio, distribución y redistribución de mercancías, aprovechando la privilegiada ubicación geográfica de Panamá, que pronto llegó a estar entre las tres primeras del mundo, reduciendo costos y haciendo accesible a los mercados latinoamericanos, principalmente mercancías e insumos que fueron bien aprovechados para el crecimiento económico, desarrollo industrial, comercial, agrario y hasta hogareño de las naciones del hemisferio americano; pero, también, esta fue penetrada por no pocos delincuentes para disfrazar las ganancias derivadas del delito.

El marco legal excepcional de la economía panameña en el hemisferio occidental, que permite la libre conversión de monedas, la circulación del dólar, la introducción y repatriación de capitales, bajos impuestos y tasas fiscales inexistentes o razonables, aunado a la visión del diseño de normas atractivas para la banca, hicieron posible que a partir de la década de 1970 surgiera aquí un centro bancario de primer orden, en el Caribe y las Américas. Este, eventualmente, fue aprovechado por la delincuencia internacional para sus operaciones ilícitas.

Es decir que en los 112 años de existencia que tiene Panamá, como república, aprovechando sus ventajas (con innovación e iniciativa) ha hecho, a diferencia de todos los países de la región y con contadas excepciones del mundo, una nación que sin mayores recursos naturales ni minerales obtiene envidiables ingresos, principalmente, derivados del sector de los servicios o terciario, lo que puede y debe contribuir grandemente a su bienestar. Sin embargo, ha descuidado vigilar que esas facilidades y ventajas favorezcan las actividades legítimas, convenientes para todos, previniendo que las herramientas de que se ha hecho caigan en manos de quienes las utilizan para dañar en lugar de beneficiar y ensuciar, en vez de servir.

Lo menos saludable es que el esquema montado no solo tiene efectos buenos y malos en su propio territorio, sino internacionalmente, y aquellos países que resienten el impacto de las operaciones ilícitas han enfocado su atención en Panamá porque, claro, la sienten como fuente de actividades que les son lesivas, sin descartar, por otra parte, que las que no lo son resultan competencia para sus propias economías.

Hay otros sectores de la economía panameña que pueden llegar a ser blanco de la misma mala imagen que se le ha endilgado, como la marina mercante y el Canal, y el logístico, por ejemplo. A pesar de que cuando todavía les falta mucho por desarrollar, carecerían de vigor para crecer, si no hubiera los señalamientos, en buena medida fundados, que se hacen.

En este orden de ideas, los esfuerzos dedicados a prevenir los efectos nocivos de quienes hacen mal uso del sistema económico de servicios de Panamá, como el establecimiento de una unidad de análisis de riesgos a nivel de la Presidencia, la introducción de medidas que obligan a saber la identidad, fuentes y legitimidad de los dineros de los clientes que requieren de servicios bancarios, profesionales, de bienes raíces y demás, no han sido suficientes ni seguramente, satisfarán plenamente la prevención de las actividades ilícitas que quieran aprovechar sus facilidades. Por ello las naciones que más resienten y envidian su éxito jamás estarán satisfechas.

No obstante, al mismo tiempo, tenemos una oportunidad maravillosa para poner la casa en orden y constituir un ejemplo regional y universal de sólida y admirable institucionalidad. La receta es justicia, una justicia firme, pero serena; estricta, pero sin selectividad; con recursos, pero sin lujos; respetada por imparcial, eficaz, legítima y transparente. Servirá para ordenarnos a nosotros mismos y tener el respeto que nos merecemos en la comunidad internacional. Hemos invocado a la justicia desde siempre, pero ¿la hemos elevado donde debe estar? Nunca.

La familia, un derecho del pueblo

Conocer el valor de la familia es dirigir la sociedad a su plenitud. Existen diversos factores que atentan contra esta institución, y que generan la desintegración familiar que es la realidad de una parte importante de la humanidad.

Como seres humanos, estamos en búsqueda de nuestro propósito, de satisfacer necesidades, de encontrar el sentido de la vida. Cada uno de nosotros y nosotras buscamos ser aceptados y valorados, y todo esto se desarrolla en el primer núcleo de la sociedad.

Es en este seno, donde cada miembro juega un rol primordial a favor del otro, es en donde la seguridad y la lealtad que da un padre son insustituibles y la incondicionalidad y ternura de una madre son inigualables; todas estas características definen la personalidad, por lo que es vital el amor conyugal, ya que este garantiza la educación y estabilidad emocional para afrontar distintas situaciones en la vida y poder superarlas.

La familia es patrimonio de la sociedad, es nuestro primer lugar de socialización, es donde hijos e hijas inician su formación en la fe y en la dignidad humana, donde los padres ofrecerán a cada persona su sentido de existencia y acompañaran a elaborar su proyecto de vida.

Durante las distintas etapas del crecimiento de los hijos e hijas se hace necesario garantizar su desarrollo integral. Es en la niñez donde se encuentra más exposición a la vulnerabilidad del entorno, por lo que se requiere mayor compromiso de los padres en la atención y cuidado de los menores, máxime cuando en esta etapa se define la afectividad, la sexualidad y la solidaridad. Pasada a la adolescencia, es el periodo donde se quiere conocer la propia identidad, el espíritu de grupo y la independencia de los padres, por lo que es importante que en este momento el adolescente cuente con buenos líderes, pues es el momento donde se busca imitar modelos de vida.

Es en este tiempo donde los padres no deben permitir que los afectos y las normas de conducta sean sustituidos por la comunicación virtual (redes sociales), que en el adolescente y joven pueden afectar su identidad personal y social.

Nuestra experiencia, al tratar con adolescentes y jóvenes, nos ha demostrado la carencia afectiva de padre y madre y cómo esto marca sus vidas, dándole a la sociedad seres humanos con conflictos emocionales, que no desarrollan liderazgos ni responsabilidad en común.

Es por ello que es vital la defensa de la familia, pues su crisis amenaza la identidad de la sociedad.

Emprendamos todos y todas acciones prioritarias como el diálogo permanente entre el Estado y la sociedad, promovamos una cultura de leyes a favor de la vida, del matrimonio y la atención integral de la familia.

Cierta vez escuché que ‘como está la familia está Panamá ', de ser así, luchemos por el derecho que tiene toda persona de este pueblo de poder contar con una familia que le cuide y le acompañe a vivir en una mejor sociedad.

¿Es transparente el Gobierno de Varela?

Siendo la transparencia en su gestión el principal tema de su discurso, primero como candidato y luego como presidente de la República, tanto local como internacionalmente, debe resultar un gran shock el resultado de la encuesta de mayo de Dichter & Neira, hecha pública por TVN Noticias. Asómbrese: El 75 % de los encuestados piensa que existe poca o ninguna transparencia gubernamental, en contraste con solo el 22 % que considera que hay total o mucha transparencia. Esto se da en una sociedad donde solo el 3 % considera que la corrupción es uno de los principales problemas del país. Al paso que vamos, faltando tres años para que este Gobierno deje el poder, prevemos que este deterioro empeorará a medida que se acerque el año de Hidalgo, tal como ocurrió con el anterior Gobierno panameñista. ¿Qué estará pasando entonces?

¿Será la culpa del presidente o de los ministros? ¿Será culpa de los diputados, sumergidos en una crisis de corrupción tan escandalosa como el Gobierno pasado o más? ¿Será culpa de la justicia manipulada, lenta o indiferente que tenemos? ¿Será responsabilidad de los que sirven de voceros incapaces de dar a conocer sus logros? O ¿será, como siempre, algunos pretenden hacer ver, que se trata de una mera percepción, porque la realidad es otra?

Hay detalles de la encuesta que llaman la atención. Lo casos Waked y Mossack-Fonseca, de acuerdo al 81 % de los consultados, al explotar esos escándalos fuera del país, refleja que nuestras instituciones de investigación, regulación y control no son eficientes, ya porque no pueden o no quieren. El 66 % indica que ha faltado voluntad gubernamental para proseguir con éxito los casos de corrupción que se han descubierto del Gobierno anterior. Esto lo agrava lo lento de la justicia en los casos de corrupción en la actual administración, como es el caso del antiguo director del IMA.

Juan Carlos Varela sabe que públicamente lo apoyé para la Presidencia. Explicaré por qué al único que responsabilizo por lo que ocurre es a él mismo. Tiene una visión centralista de la Presidencia: quiere tomar todas las decisiones, hasta en aquellas de nombrar o destituir funcionarios en una institución. No ha tenido la capacidad de crear la mística de trabajo necesaria para promover valores éticos y morales que tanto dicen sus voceros se profesan y practican en la actual gobernación. Algunas acciones pareciera que responden, más que a una decisión de Estado, a lo que quieren ciertos grupos económicos para satisfacer sus intereses.

Usaré un solo ejemplo: el caso Bern. Cuando el grupo de Herman Bern, allegado a todos los Gobiernos en la era democrática (desde Endara se le permitió construir sobre área de mar las torres Miramar que privaron de la espectacular vista al mar de la ciudad que había por la avenida Federico Boyd).

A Bern le adjudicaron en 2003 una licitación en la antigua ARI de parcelas de tierra para construir unos hoteles, que de inmediato fue cuestionada por ilegalidad por el único otro licitante. Simplemente, violando la ley vigente, las reformas al pliego de cargos no fueron publicadas. Bern fue parte del proceso en la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, pero, como sentía que ganaría, construyó a su propio riesgo y cuenta, lo que dice que le costó 40 millones de dólares. Al hacerlo así, se convirtió en una especie de precarista, con apellido e influencia, pero precarista al fin. La Corte, en 2008 declaró nula la licitación y Bern se quedó sin nada que lo amparara legalmente. En el Gobierno de Torrijos se las ingeniaron e ignoraron el fallo de la Corte Suprema.

En el Gobierno de Martinelli trataron de venderle los terrenos, pero fueron advertidos de la ilegalidad que se cometería. Desistieron. En mayo de 2015, la Sala Tercera de la Corte, ante otra demanda, declaró nula esta vez la concesión de Bern. Ante la pretensión del actual Gobierno de venderle a Bern, mediante carta de marzo de 2016 al ministro de la Guardia, advertí de la ilegalidad que cometerían.

En la Gaceta Oficial del pasado 20 de junio aparece la decisión del Consejo de Gabinete, firmada por el presidente de la República, de venderle los problemáticos terrenos al precarista Bern, olímpicamente ignorando dos decisiones de la Corte Suprema de Justicia, donde se supone que sus decisiones son inapelables y definitivas. De seguir este acomodaticio argumento, el MEF otorgará título a cualquier invasor de tierras que invierta millones donde se metió, porque si la invasión es solo de madera y zinc la policía interviene violentamente.

¿Contribuirán estas ilegales acciones a mejorar la malísima percepción de transparencia que tiene la población del Gobierno? ¿Contribuirá lo hecho, por el contrario, a profundizar la percepción de que los que mandan en Panamá son los intereses de ciertos grupos económicos? Siento pena por esto. Pobre país nuestro. Ahora todo queda en manos del contralor Humbert, quien todavía no ha refrendado este mamotreto.

Nuestro Canal

El imaginario colectivo ha declarado que el Canal de esclusas es panameño. Este alarde de propietario se alimenta de declaraciones oficiales, mediáticas y de las redes sociales. Estamos esperanzados en que este 26 de junio el futuro de riquezas y bienestar se derramará sobre la sociedad panameña. Ya no se trata de la vieja fantasía de 1903, sino de la realidad aclamada del Canal ampliado.

El país está de fiesta y las celebraciones se comparten selectiva y masivamente en pequeños y grandes festines. Todos estamos invitados, pero nunca dejan de faltar los aguafiestas, y me incluyo entre ellos. Me opuse al tratado de neutralidad permanente, votado en dictadura; me opuse al referendo de la ampliación, en que más de la mitad se abstuvo y casi un tercio votó en contra. Me cuento entre los ciudadanos que aspiran y luchan por una patria soberana y una comunidad próspera y digna. Somos dueños no solo del Canal, sino de la zona de tránsito, de sus aguas ribereñas, sus minas y cuencas hidrográficas.

En esto consiste la verdad histórica de la lucha de los panameños. Solo la verdad de este proyecto histórico de nación nos hará libres. Urge insistir en la verdad histórica para ser libres. Es un hecho notorio que se tiene un pacto de funcionamiento permanente del Canal. Los instrumentos de ratificación prohíben a Panamá hacer un presupuesto para que los peajes beneficien a la población. El objetivo de los peajes es autofinanciar la vía. No hay incertidumbre sobre los ingresos del Canal. La Reserva 4 y Entendimiento 1 del Tratado de Neutralidad y Funcionamiento permanente son de estricto cumplimiento. ¿De qué sirve ser dueño formal y hasta constitucional de todo nuestro territorio, si no tenemos libertad ni arbitrio para establecer un presupuesto canalero que produzca ingresos fiscales? Los excedentes del Canal son migajas para un país empobrecido.

Armadores, navieras, inversionistas, mandatarios, emprendedores y especuladores mundiales están deslumbrados por la magna obra que beneficia a los dueños del transporte marítimo de la costa este y oeste de Estados Unidos y al resto de los comerciantes y armadores del mundo. Este plan deliberado y perverso de beneficiar a los fuertes fue vislumbrado por Jimmy Carter y Omar Torrijos cuando firmaron los criterios y los factores a considerar para determinar los ingresos del Canal. La realidad y la seguridad jurídica del manejo del Canal ampliado se basan en un protocolo ya pactado y que las autoridades panameñas no se atreven a debatir. Al contrario, quieren sepultar nuestras claudicaciones en ese imaginario masivo de que el Canal es nuestro.

Algunos defensores oficiosos de la administración canalera, en rigor, tendrán que proponer alternativas beneficiosas para la población. Estas oportunidades colaterales tendrán que surgir no de las migajas de los excedentes, sino de las inversiones que se desarrollen en las riberas del Canal para darle apoyo logístico al aumento del tráfico. Hay que superar el protocolo del manejo actual que imponen los tratados. Es una labor difícil, pero impostergable. El tema no es de imaginarios, sino de realizaciones. Es un tema político de realismo fáctico –no mágico-. Además, es de la esfera pública. Tema que requiere una cultura de reciprocidad y equilibrio diplomático que tiene que distanciarse del exhibicionismo publicitario y del reduccionismo administrativo, que blinda de la consulta democrática y ciudadana todo lo concerniente al mito del Canal. Gritar que somos dueños del Canal es repetir esa paradoja que Justo Arosemena señaló 150 años atrás: saludar en los puertos a esos buques con banderas que no son nuestras.