El discurso y la realidad

Por razones obvias, todos los medios se han ocupado del asunto de la educación y la huelga de los educadores que, al momento de la entrega de este artículo, las diferencias con el Gobierno no habían sido resueltas. Pero el tema de la educación se ha venido discutiendo sobremanera en los últimos años; no solo eso, sino que es un asunto que ya tiene más de treinta y cinco años de estar en el tapete, si nos remontamos a la huelga de 1979 y a los años subsiguientes, por diversos motivos. Pero más recientemente, por las terroríficas deficiencias y los resultados trasladados a la pobrísima calidad de enseñanza, a todos los niveles.

Es de suponer que la población estudiantil de hoy es la que se insertará en el proceso de desarrollo y construcción de la Nación en pocos años. Deberán reemplazar a las capas productivas que irán abandonando paulatinamente los centros de producción y tendrán entonces que asumir la responsabilidad de seguir impulsando al país hacia mejores condiciones sociales. Como andamos en materia educativa, el futuro está en peligro.

Todos los discursos de las autoridades que nos gobiernan siempre se pintan de positivo y promulgan las bondades con que este tiempo de crecimiento económico de alguna manera nos ha favorecido en términos generales. La gente que sigue levantándose a las 3:30 de la madrugada para poder llegar a su puesto de trabajo o al colegio, desde los barrios periféricos de la ciudad y luego sufre las mismas penurias para regresar en horas de la noche, para hacer lo mismo el siguiente día (además del aumento en el costo de los alimentos, los colegios en mal estado, los profesores que no van, el sistema de salud que no la atiende, etc.) oye esos discursos y se persigna. No sabe en realidad qué beneficios este llamado desarrollo económico le está dando.

Hay voces que comienzan a sugerir medidas un poco más retadoras para atender algunas de nuestras deficiencias que, al parecer, ningún Gobierno se atreve a implementar por el costo político inmediato. En un artículo titulado ‘El factor Educación ' que publiqué hace nueve años en este mismo espacio escribí que: ‘Desafortunadamente, no recuerdo a quién escuché proponer la idea de que era hora con el sentido de urgencia debida de suspender todo el sistema educativo oficial por un año. ¿Drástico? No del todo. Cuando nos aqueja una grave enfermedad debemos dejarlo todo y dedicarnos a un periodo necesario de atención, bajo el cuidado de nuestros médicos y planes puntuales de recuperación’.

Los indicadores, año tras año, nos ofrecen el estado del paciente: el sistema está gravemente enfermo y requiere de acciones radicales para salvarle la vida. Esa vida es el futuro y el desarrollo exitoso de la Nación. Cada Gobierno viene con sus expertos y genios que a lo sumo han calmado la ‘fiebre ' que nos aqueja.

Pero si el paciente estuviera curado, no estaríamos discutiendo temas sociales y culturales como: la pobreza en el uso del idioma, el embarazo infantil, las enfermedades de trasmisión sexual en menores y el segmento joven de la población, el analfabetismo funcional, la falta de mano de obra capacitada para atender los nuevos retos de producción y desarrollo, el bajo nivel educativo de los que hacen el intento de ingresar a las universidades locales, etcétera.

El paciente el sistema educativo nacional no pude seguir así: no estamos logrando absolutamente nada. Es de visionarios reconocer que, muchas veces, hay que dar uno o varios pasos para atrás para poder avanzar con nuevos brillos.

Al suspender un año escolar para redefinir el asunto laboral de los maestros, invertir esos millones de dólares con que envían a estudiar inglés en el exterior por ejemplo en nuevos centros educativos y la adecuada reparación de las existentes, con instalaciones modernas y tecnología de punta, permitirá que al cabo de esos doce meses, todos puedan regresar a las aulas de clases a trabajar y aprender por el futuro del país.

Así tendremos un sistema educativo que propicie el mejor clima posible para el desarrollo personal, extensivo en todas las regiones poblacionales del país y que garantizará oportunidades para todos. Un ambiente educacional adecuado y justo permitirá un desarrollo humano más acorde con lo que se vislumbra deba alcanzar este país.

La justicia y el rol de los medios:

Los procesos judiciales que enfrentan los exfuncionarios del pasado gobierno, por presuntos actos de corrupción, se abocarán a un periodo decisivo en los próximos meses. En este tiempo quedará establecido si en Panamá se impondrá la tradicional impunidad de los delincuentes de cuello blanco o si como muchos esperamos prevalecerá la justicia. En este proceso, me preocupa el rol que ya han comenzado a jugar algunos comentaristas y analistas, al presentar en sus espacios un desfile de imputados y sus defensores, interesados en alienar a la opinión pública con la tesis de que los procesos en su contra obedecen a “persecución política”.

Los juicios mediáticos nacieron prácticamente con el surgimiento de la prensa. En Estados Unidos fueron famosos los juicios mediáticos a Bruno Hauptmann, a principios del siglo pasado, por el secuestro y homicidio del hijo de Charles Lindbergh; a Sirhan B. Sirhan, por el asesinato de Robert Kennedy; el seguido por el Congreso contra el expresidente Richard Nixon por espionaje político, que culminó con su dimisión el 8 de agosto de 1974 y, más recientemente, el de O. J. Simpson por el asesinato de su esposa Nicole Brown y su amigo Ron Goldman. En Panamá, el más conocido fue el juicio que le inició la Asamblea Nacional a José Ramón Guizado, en 1955, y su injusta condena por el asesinato del expresidente José Remón Cantera.

Lamentablemente, no siempre los medios han sido aliados de la administración de justicia. Y el riesgo se agrava cuando los procesados cuentan con recursos financieros y políticos para evitar la acción de la justicia. En un estudio titulado La administración de justicia, los medios de comunicación, la libertad de prensa y la búsqueda de la verdad, el jurista colombiano Luis E. Cuervo señala que la influencia de la “justicia de tabloide” aumentó considerablemente con la expansión de la televisión por cable, la transmisión de noticias durante 24 horas y la popularidad de los talk shows de radio y TV.

Los juristas que han analizado el rol de la prensa en la administración de justicia reconocen su legítimo derecho a la información y a la libertad de expresión, pero rechazan que ella influya en la conciencia pública y en los juicios. “Lo que se rechaza por unanimidad”, subraya Cuervo, “es que un procesado sea juzgado por la prensa”, y esta determine si es culpable o inocente y si debe estar sujeto a medidas cautelares o no. Quienes han venido siguiendo los casos de corrupción de exfuncionarios del pasado gobierno, habrán observado en medios locales el desfile de imputados y sus abogados alegando “persecución política” y “violaciones del debido proceso”. También alegan selectividad, algo con lo que estoy de acuerdo, pues ya es hora de que la justicia privilegie los casos de alto perfil, en lugar de hacerlo con quienes se roban una gallina.

El riesgo se agrava en Panamá por la crisis de credibilidad del sistema de justicia, sobre todo en el Órgano Judicial. Si bien el Ministerio Público ha estado cumpliendo su misión, los fallos de algunos jueces han sido cuestionables; ello impulsó al presidente Juan Carlos Varela, en su informe a la nación del 1 de julio, a formular un llamado a los funcionarios del Órgano Judicial, “para que no permitan que los jueces empañen la imagen de la administración de justicia, dejando en libertad a peligrosos criminales que amenazan la imagen del país y las vidas de los ciudadanos”. En casos como este, el jurista australiano Christopher Townsend opina que, “la acción por el Ejecutivo es importante cuando intenta restablecer la confianza en el sistema de justicia”.

De vuelta al tema central, ¿Cómo atacar ese secular conflicto para garantizar la correcta administración de justicia? El camino a seguir lo dan los tribunales que han fallado a favor de la libertad de expresión, cuando esta se ha enfrentado al debido proceso. En su obra Interactions between the media and the criminal justice system, Townsend señala que al sistema le conviene que la comunidad confíe en su efectividad. “Los medios juegan un rol significativo en perpetuar la justicia, y deben asumir este rol con seriedad”, puntualiza.

El futuro inmediato no solo pondrá a prueba la capacidad del sistema para administrar justicia, sino la de los medios, la sociedad civil y la ciudadanía para presionar hacia el logro de ese objetivo. La cobertura sesgada suele crear tensión entre la prensa y el sistema de justicia. Esa tensión, señala el documento Gobierno de la Justicia y Medios de Comunicación (www.cumbrejudicial.org), “en la mayoría de los casos no contribuye ni al afianzamiento del ejercicio de la libertad de expresión ni al fortalecimiento del sistema judicial”. En tal escenario es recomendable que fiscales y magistrados realicen diálogos y conferencias con directores, editores y periodistas a fin de explicar los procesos y superar anacrónicos dogmas sobre la capacidad de jueces y fiscales de emitir opiniones sobre los casos bajo su responsabilidad. Si no se revierte esta situación, la corrupción y el crimen organizado serán los triunfadores.

Por qué no espero nada del Estado

Al momento de enfrentar cualquier tipo de problema, la primera reacción de los ciudadanos es voltear a ver qué ha dicho o hecho el Estado respecto al tema. Esta se ha convertido en un impulso tan fuerte que hemos llegado a pensar que únicamente a través de la maquinaria estatal podemos resolver los conflictos. Esta conducta es entendible, dado a que teóricamente el Estado cuenta con la responsabilidad, mecanismos e instituciones para atacar el problema. Sin embargo, olvidamos que el Estado es naturalmente ineficiente y generalmente los resultados que obtiene son mediocres o insatisfactorios.

No culpo a nadie por reclamar o exigir que ‘el Gobierno debe hacer algo ', pues es una mentalidad heredada de pasadas generaciones. A diferencia de esas generaciones, nosotros contamos con los medios y la capacidad de difundir y coordinar la información disponible de forma mucho más eficiente. Si queremos evolucionar como país tenemos que actuar por medios distintos al Estado; tecnologías como Uber y los servicios de ‘busitos piratas ' han transformado la manera en que nos transportamos. Ninguna ley o programa estatal ha logrado mejorar nuestra capacidad de movilizarnos en la ciudad de forma tan eficiente.

No podemos ser ingenuos y pensar que una ley es el santo remedio a nuestros problemas. El éxito de cualquier acto estatal depende del movimiento de un sinnúmero de engranajes, probablemente oxidados que difícilmente producen resultados positivos. El sistema de transporte público es el perfecto ejemplo, a pesar de ser bien intencionado y del dinero y esfuerzo de muchas personas no ofrece servicios de calidad adecuada. La mayor parte de la ciudadanía organiza su vida alrededor de este sistema gubernamental y se olvida de la posibilidad de sistemas de transporte sin la existencia del Gobierno.

Resulta difícil materializar iniciativas privadas que puedan romper con las actividades estatales, porque el Estado mantiene (Metrobús y Metro) o concesiona (taxis) monopolios en el ejercicio legítimo de esas actividades y consecuentemente no permite la competencia. En caso tal que se permita la competencia, le resulta poco factible a una agrupación privada rivalizar con una entidad cuya operación es subsidiada por todos. A pesar de aquello, cada vez vemos más iniciativas innovadoras que logran proveer un buen servicio.

No tengo la solución a los problemas del transporte público y evidentemente el Estado tampoco. Sin embargo, las comunidades y emprendedores pueden organizarse de formas creativas para obtener un servicio más eficiente que el actual. El problema está en que el Estado no permite que esas organizaciones florezcan; en que vemos al Estado como la única forma de solucionar los problemas, sin entender que el inconveniente es precisamente el Estado. El transporte público es solo un ejemplo, debemos extender este pensamiento a todos los niveles de nuestra sociedad (salud, educación, seguridad y demás). El costo de la operación estatal no es solo el dinero recopilado por impuestos, sino también todo lo que los ciudadanos pudimos haber hecho con ese dinero.

Vivimos en una sociedad libre, nada nos limita a perseguir nuestras metas siempre y cuando los medios sean respetuosos al derecho ajeno. La próxima vez que enfrentemos un problema, pensemos cómo podríamos solucionarlo sin esperar que el Estado lo haga. Estoy seguro de que los remedios serán mucho más innovadores y eficientes que aquellos que puede aportar un burócrata con el trazo de su bolígrafo.

No espero que las iniciativas ciudadanas resuelvan todas nuestras complicaciones de la noche a la mañana, mucho menos que sean perfectas; pero seguramente son más deseables que las ofrecidas por el Estado. Existe una realidad paralela llena de creatividad e innovación donde nadie le ruega a su político de preferencia por nada, y en búsqueda de mejorar nuestra calidad de vida tomamos iniciativa propia. Intentemos converger la nuestra con aquella.

Más información, más debate

Equivocadas o no, las mayorías hablaron, evidenciando una profunda división respecto al proyecto de ley 61, un escenario que las autoridades deben considerar como evidencia de la gran ausencia de información que existe respecto al tema, y que la mejor forma de llevarlo adelante es mediante una amplia difusión y el más estricto de los debates.

Nadie puede dar por sentado que en este como en otros temas, basta la autoridad del Estado para imponerlo.

El Gobierno del presidente Juan Carlos Varela ha ido acumulando demasiado desencanto como para pensar que goza del suficiente capital político como para impulsar esta empresa.

La manifestación registrada este miércoles demostró las diferencias abismales existentes en la sociedad panameña, la distancia de unos y otros respecto al tratamiento y convicción de un tema como el de la ley 61.

El asunto radica en cómo convertir en docente un debate necesario, hasta lograr el consenso respecto al tema. Está claro que tópicos como el de la ley 61 están más cerca que otros de la realidad social de la familia, y cuando eso ocurre despiertan las pasiones y aumenta significativamente la participación de las mayorías, en uno u otro sentido.

Es la hora, entonces, en que alguien tome la iniciativa y convoque al debate sereno y reflexivo, sin pensar por ello, que se trata de una concesión humillante. La realidad es que mientras que un sector de la sociedad administra de manera científica una propuesta como la salud sexual y reproductiva, otra lo hace desde una perspectiva eminentemente prejuiciada y lo que es peor, sin saber siquiera de qué se trata o qué se propone.

Es un escenario como el de 1979 cuando se abordó el tema de la Reforma Educativa y, bajo la falacia de que era una propuesta comunista, se movilizó a una mayoría de educadores y el Gobierno de Aristides Royo terminó por ceder a una demanda que 37 años después mantiene a la educación en un ostracismo letal y preocupante que no acabamos de resolver. En aquella ocasión se hablaba de que, mediante la Reforma, el Estado trataba de adoctrinar a los niños a través de los Centros de Orientación Infantil (COIF).

Hoy se dice, sin mucha claridad, que la ley 61 impone una perspectiva de género y han puesto a circular fotos de muñecos que vestidos parecen un niño y una niña, y cuando se les desnuda ambos tienen pene. Al igual que la reforma, la ley 61 ha sido satanizada con argumentos falsos.

Hay quienes hablan de un artículo 22 inexistente, porque el proyecto solo contiene 21 artículos, pero este miércoles los manifestantes han dicho ‘con mis hijos no te metas ', bajo la convicción de que el proyecto atenta contra la integridad de los muchachos.

Vacuo argumento si se considera que una manifestación como esa no ha puesto fin a la pornografía de los medios impresos, a las telenovelas que distorsionan valores y a las estadísticas letales que hunden el pudor de las muchachas y aumentan las cifras de los embarazos adolescentes.

Es claro pues que la división de criterio no es una cuestión de ubicación social, porque las mayorías que se manifestaron el miércoles han sido movilizadas bajo la convocatoria de sectores que, en la cúpula de la sociedad, creen efectivamente que el proyecto de ley 61 es un exabrupto.

Si quienes respaldan esa propuesta no movilizan el debate, la información y la docencia será casi imposible impedir el naufragio del proyecto. Aun cuando la Asamblea Nacional ha decidido bajarlo a primer debate, si no hay convocatoria al debate, toda concesión sobre el tema tendrá la proyección de una derrota política.

Un necesario consenso social:

El proyecto de la ley 61 está en un proceso de discusión importante en este momento, por lo que es urgente que los grupos en debate lleguen pronto a un consenso que permita implementar, cuanto antes, una ley sobre educación sexual que contemple valores familiares y cristianos.

Las estadísticas hechas públicas por el Ministerio de Salud demuestran que estamos ante un grave problema: Niños que no llegan ni a los 14 años, pero ya tienen relaciones sexuales sin escrúpulos, sin guías y, sobre todo, sin el consejo de sus padres. Es claro que los padres deben dar las primeras enseñanzas al respecto, pero la mayoría no tiene la madurez ni la responsabilidad para educar a sus hijos. Son otros tiempos y el cambio ha sido para mal. Las generaciones anteriores inculcaban los valores morales, sin embargo, hoy la juventud los desconoce y actúa sin control alguno.

Es terrible ver a niñas de 10 años embarazadas. Me pregunto: ¿Dónde estaban los padres de esas niñas? Ellos son culpables de todo lo que le pasa a los jóvenes, porque no le importa qué hacen sus hijos ni ejercen la responsabilidad de ser los primeros en educarlos.

Me sorprendió saber que hay dos estudiantes de 14 años, con VIH, que mantenían relaciones sexuales con sus novias y que desconocían que eran portadores del virus.

Súmele a todo esto el uso de internet, que acorta las distancias e incrementa los conocimientos rápidamente, si es usado para instruirse. Pero, como todo se desvirtúa, esta herramienta es la base de datos de imágenes y videos pornográficos que despiertan el morbo en la niñez e impactan su inocencia.

De la misma manera, los teléfonos inteligentes y los dispositivos móviles contribuyen a que la niñez se avispe y quiera experimentar lo que ve. Considero que la iniciativa del proyecto de ley 61 es buena, pues si no hacemos nada, dentro de 20 años las nuevas generaciones serán como parásitos que solo pensarán en subsidios, porque no habrán terminado sus estudios por haber tenido hijos a temprana edad. Además, estos noveles padres carecerán de madurez para transmitir buenos consejos. Si queremos un futuro mejor para las nuevas generaciones, desde ya, tenemos que crear una plataforma de enseñanza sexual a temprana edad, basada en lo científico y, sobre todo, lo moral. Eso de que a un niño de cinco años no se le debe hablar de sexo pasó a la historia, mi madre siempre me dijo: “El peor consejo lo da un amigo”. Aprendamos la lección, pues los mejores consejos que puede recibir un niño en sus primeros años de vida provienen de sus padres, y de sus maestros, en su etapa escolar.

Espero que las discusiones en el Palacio Legislativo sean pensando en mejorar el futuro de la sociedad y en apego a los valores familiares. Hay que actuar con cautela e inteligencia, la juventud lo necesita con urgencia.

Derechos humanos…

Un día como hoy, hace 227 años, tuvo lugar la Toma de la Bastilla, cuando el pueblo parisiense, harto de los abusos y excesos del régimen absolutista, le puso fin a la monarquía; iniciándose así la Revolución francesa, punto de inflexión en la historia que hoy se reconoce como génesis de la lucha por los derechos universales del hombre. El artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos sintetiza los derechos sociales; sin embargo, transcurridos más de dos siglos, el capital financiero internacional y sus cómplices, insisten en vendernos que la salud, la educación, la comida y la vivienda son de quien pueda pagarlas; por eso las instituciones financieras internacionales ‘recomiendan ' recortar ‘gastos ' del sector social y como los Gobiernos ‘democráticos ' le siguen confiriendo prioridad a sus recetas y al servicio de la deuda, cada vez es mayor la población en condiciones de pobreza y franca miseria, traduciendo con ello que el componente más vulnerable de la sociedad, la niñez, registre altos índices de mortalidad como consecuencia de malnutrición, enfermedades prevenibles o intercurrentes que encuentran en ellos terreno fértil. Kennedy dijo: ‘Los que hacen imposible una evolución pacífica harán inevitable una revolución violenta '. Celebremos con coherencia, trabajemos por la paz, que es fruto de la justicia.

Presidentes a la cárcel

La mal llamada “clase política” (ni es política ni tiene clase) no acepta que el principal obstáculo al mejoramiento de Panamá es la corrupción. Por su rapacidad y su precaria formación (dan vergüenza cada vez que abren la boca), por su ineptitud y su codicia, quienes mal dirigen los destinos del país piensan que lo pueden seguir mangoneando de acuerdo con los burdos esquemas de saqueo y cleptocracia heredados de la dictadura militar y el antiguo régimen.

No solo se equivocan, sino que por el control que ejercen sobre el sistema político nos condenan al empobrecimiento y el atraso. Urge un nuevo modelo basado en la transparencia, el civismo y la creatividad, como lo expone un análisis confidencial de nuestra actualidad al que tuve acceso en días pasados:

“Una economía basada casi únicamente en el sector terciario plagado de escándalos de corrupción, políticos inescrupulosos y corruptos en permanente sucesión y la calidad de vida cada vez más empobrecida para el ciudadano medio reclaman una nueva forma de liderazgo político en Panamá”.

El nuevo liderazgo debe estar comprometido con la justicia, el Estado de derecho y la lucha contra la corrupción, valores que deben orientar toda la acción en la esfera pública. No solo basta con fingir adhesión a los preceptos señalados: es necesario dar pruebas fehacientes de auténtico compromiso con ellos.

De otra manera el resto del mundo, del cual dependemos para nuestra supervivencia, jamás nos tomará en serio. Como escribió Diego Quijano en la más reciente edición de la Revista K: “Si nunca hemos condenado a un pez gordo, si hemos sido pésimos colaboradores en materia judicial internacional y si de acuerdo al Reporte de Competitividad Global 2015-2016 del Foro Económico Mundial, nuestro sistema judicial ocupa la posición número 119 de 140 en términos de independencia, con Haití y Sierra Leona arriba, y Albania y Myanmar debajo como competidores, ¿con qué cara decimos que aquí defendemos el debido proceso?”.

Una buena señal para demostrar seriedad en la lucha contra la corrupción es el procesamiento judicial de los presidentes ladrones que hemos padecido desde el régimen castrense. Para justificar su existencia y presupuesto, la Autoridad Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (Antai) debe elaborar el informe que nunca se ha escrito –el de los atracos perpetrados por los presidentes panameños– y remitir las evidencias recabadas al Ministerio Público para la judicialización de los sujetos involucrados.

Hay que comenzar con los presidentes desechables de la dictadura, quienes en democracia han logrado pasar agachados a pesar de sus desfalcos y complicidad con la sistemática violación a los derechos humanos de los panameños. Desde 1968 hasta 1989 transitaron por el Palacio de las Garzas cazafortunas, logreros y ególatras, sujetos ambiciosos con gulas de toda índole, cuyo común denominador era el servilismo a los gorilas, sus ansias de figuración y su apetito por el dinero.

Gracias a la falta de justicia y el predominio de la corrupción como valor superior del Panamá democrático, consiguieron reciclarse tras la invasión. Nadie se acuerda ya de las miserias económicas que vivían antes de convertirse en presidentes “a dedo”, como tampoco de los tesoros mal habidos que los catapultaron a una vida de ricos y famosos.

El caso emblemático es el del académico de la lengua quien, paradójicamente, enmudeció cuando un dictador lo echó de la Presidencia, no se sabe si por atoramiento o por el empacho sibarítico que sufrió luego de cuatro años de codiciosa sumisión a los jenízaros. En tiempos en que en España no se perdonan deslices ni a la familia del rey, hay que cuestionar el desatino de la Real Academia en reconocerle la calidad de académico correspondiente a un individuo que, además de nunca haber escrito nada que valga la pena, usó la influencia que le daba el ejercicio de su cargo decorativo para acumular sumas millonarias.

Este y sus compinches presidentes, los de la dictadura y los de la democracia, han hecho un daño enorme con sus robos y latrocinios. Nadie, ni aquí ni en el exterior, tendrá respeto por el Estado panameño mientras no se castigue el saqueo a las arcas estatales perpetrado por quienes han sido presidentes por los votos y por las botas.

El mundo frente al caos y las leyes de la sexualidad humana

Para cuando este artículo vea la luz, el Proyecto de Ley 61 sobre supuesta ‘educación sexual ' es muy probable que haya sido devuelto a primer debate por no tener el consenso para su aprobación. Sin embargo, nunca es tarde para expresar a la comunidad lo que modestamente podamos aportar.

En la Asamblea Nacional, han querido aprobar la ley sobre el tema de la sexualidad, denominándola Ley sobre Educación Sexual, tal vez sin tener los conocimientos necesarios ni el valor moral para plantearlos. El diputado proponente de la ley ha traído al debate y como lo medular en su exposición, la inquietud que produce el grave aumento en las estadísticas de embarazos en menores y la proliferación de enfermedades venéreas en nuestros jóvenes. El problema es que el diputado-médico proponente, aún dándole el beneficio de la duda, no es pedagogo y el tema educativo debe encararse no como un problema de salud, sino dentro de la ciencia de la Educación, una ciencia con función social, donde el ser humano como personalidad, debe ser tratado con esmero y gran cuidado y lograr que exista una verdadera socialización, no creando leyes impuestas ni traídas de otros hemisferios, con el propósito de presentar ideas extrañas y costumbres nocivas que, con los medios de comunicación que imperan fuera y dentro de nuestro país, aumentarían las malas influencias a los nacionales, que maleados se convierten en una rémora para la patria. El Estado se ha olvidado de la familia como núcleo social que debe ser protegido, porque la manera de solucionar el problema estriba más en leyes que protejan a la familia y sancionen o repriman a los causantes de estos delitos contra los menores, que creando leyes con oscuros intereses.

Afortunadamente la gran mayoría de la población panameña está en contra de este proyecto falsamente llamado de Educación Sexual, pues no es solo sobre educación sexual, por lo que consideramos debemos llamarlo proyecto de Ley de la sexualidad humana y más aún con los reglamentos o guías que implementarían la misma, porque en vez de educar crearían en los niños y adolescentes el morbo y la inseguridad en sus identidades y en sus vidas.

Recuerdo cuando éramos niños, la malicia no existía y la religión y la unión con la naturaleza nos llevaba a explicarnos la vida, la enseñanza era de rondas infantiles, cuentos e historias de la vida de ciudadanos de la patria. Eso sucedía en el hogar y la escuela primaria, claro está con la enseñanza del idioma y la lectura. ¿Por qué expreso esto? Para decir cuál era la sencillez de ese entonces. Si bien la tecnología ha traído esa pérdida de la inocencia en los niños, observamos que la cura del mal que se plantea, es peor que la enfermedad. Hoy, con esos adelantos tecnológicos el hombre ha perdido su eje, su brújula y ha quedado inmerso en un caos, en una Torre de Babel en la que nadie se entiende y los medios de comunicación que dizque quieren orientar, con muy raras excepciones, violan las reglas éticas, presentando a toda hora pornografía, películas para adultos, malos tratos, programas chatarras y de locuras, como si fuese una gracia desorientar al pueblo. Eso es lo que hay que controlar. Se hace necesario tomar también estas premisas al momento de preparar una ley panameña que busque realmente una solución integral al problema.

Sin embargo, parece que la intención no es esta, detrás subyacen siempre intereses del consumismo y la rentabilidad e insistentes planes de los organismos internacionales, con intenciones no educativas, y al margen de los ciudadanos, manipularnos con una reingeniería social que cambie la forma de vida y de familia, alterar los roles de género para buscar la no fertilidad en las sociedades, sobre todo de los países no desarrollados, donde el ser humano niegue su naturaleza. De esto ya se han hecho estudios serios.

Ante esta situación si los señores diputados, ‘padres de la patria ', no saben sus obligaciones como creadores de leyes, es mejor que se retiren. No todo ser humano del país está preparado para discutir y aprobar leyes. Por ello, los panameños estamos muy preocupados con este Proyecto de Ley 61 que regiría la conducta moral del panameño y que contribuiría a acrecentar ese caos que nos puede llevar a la destrucción.

Las influencias y leyes creadas y promovidas por organismos internacionales no se pueden aplicar en nuestro país, si violan las leyes de la ética y si se usan para subyugar a los pueblos. Protestamos por el Proyecto de Ley 61 y negamos su aprobación. Lo que necesitamos, sin importar su costo, son verdaderas leyes de educación sexual que fortalezcan efectivamente la institución familiar y programas estatales con campañas publicitarias que de manera integral vigoricen los valores en nuestros niños y jóvenes.

Falta de justicia y el mundo actual

Después de la invasión norteamericana llegué a la conclusión de que en Panamá el aumento de la violencia se debía a varios factores: la cercanía de la muerte que vivió un gran sector de la capital hizo que mucha de nuestra juventud le perdiera el temor a la muerte y empezara a ver la vida de forma diferente. Por otro lado, las armas que quedaron sueltas en el país ayudaron a la violencia armada y finalmente el ejemplo del sicariato y las maras terminaron de contaminar a nuestra juventud.

Pero, pienso ahora, ¿por qué tanta violencia donde no ha habido la guerra? Los actos terroristas han proliferado, ya ni siquiera son parte de grupos organizados, muchos son ‘lobos solitarios ' que deciden cometer asesinatos múltiples por las más diversas razones. Primero hay que entender que el mundo está armado, no hablo de las naciones, hablo de las poblaciones. Lo triste es que cuando se da un ataque de esos de personas sin respaldo de organizaciones terroristas, todos son por falta de justicia.

Si vemos el caso de Dallas de la semana pasada, el y los francotiradores no respondían a ningún grupo internacional, simplemente el hecho de que la población negra de EE.UU. rechazaba el asesinato de dos jóvenes, uno en Luisiana y otro en Minnesota, a manos de la policía, lo o los llevó a salir como francotirador justiciero y matar policías blancos.

Los casos de estudiantes que rechazados por la sociedad de su propio centro de estudio se sentían apartados, se convirtieron en los casos de esos estudiantes que luego matan profesores, alumnos y personal del centro donde se sintieron ofendidos.

En países centroamericanos vemos con frecuencia que ante la impotencia de algunos frente a ataques de medios de expresión proceden a matar periodistas, sin llegar a una discusión seria y profunda con quien ellos consideran que los difaman o atacan. En Sur América es más común el matar fiscales y jueces por casos donde se consideran afectados por la falta de justicia.

Nuestro país tiene una característica especial, lo bueno lo copiamos rápido, lo malo nos toma más tiempo. Pero no dudo que llegaremos en corto plazo a los asesinatos de fiscales, jueces, periodistas y cuanto caiga en la injusticia, la difamación y las falsas acusaciones. Es cuestión de tiempo y llegaremos a ello, si no hacemos algo por garantizar la justicia.

Aquí hay periodistas que en glosas y reportajes atacan sin pruebas y de mala fe a personas, confiados en que los afectados aguantan todo lo que se les diga. En ese mundo de desprestigio, todos somos corruptos, todos ladrones, todos oportunistas. Y hoy, con las redes sociales sin control, las campañas sucias han proliferado.

Ya no me sorprenden los ataques de ‘lobos solitarios ', la frustración por la falta de justicia, el sentimiento de impotencia, los lleva a esos actos. Pero, ¿está la sociedad moderna consciente del cambio que estamos viviendo? EE.UU., por ejemplo, va hacia una confrontación racial al más alto nivel y poco parecen estar haciendo las autoridades para evitarlo. En nuestro mundo pequeño, aquí mismo, estoy viendo crecer la agresividad mientras cada vez más el panameño cree en tomarse la justicia en sus manos por la impotencia frente a una justicia cuestionable.

Lo que hoy vemos entre las pandillas y sus guerras, con muertes diarias entre ellos, pronto escalará a las clases superiores. Tenemos todos los elementos, una sociedad agresiva, armada, una justicia en la que nadie confía y la impotencia frente a los medios de comunicación que destruyen cualquier familia o negocio. Esto no lo resolveremos con una policía en las calles, esto comienza por establecer un sistema de justicia justo, honesto y expedito.

Creo que estamos a tiempo de recapacitar y enderezar el rumbo de la justicia para que nunca lleguemos al extremo de la impotencia que nos lleve a tomarnos la justicia en nuestras manos. Tenemos que volver a valorar la vida, a creer en la justicia, en resolver diferencias con el dialogo. Acercarnos más a Dios y lo espiritual, alejarnos de lo material.

Lamentablemente, los ejemplos que vienen de afuera no nos ayudan, los ‘lobos solitarios ' seguirán sorprendiendo a diversas sociedades, algunos por su rechazo a prácticas de algunos, como el caso de Orlando versus los homosexuales o negros haciendo justicia matando blancos.

Repito, estamos a tiempo de actuar para evitar estos actos de agresividad, hoy peleas entre conductores o peleas callejeras, mañana balaceras que buscan justicia a su manera.

Democracia: más de lo mismo

Este artículo es dedicado a la memoria de quien fuera mi buen amigo, Jorge Luis Quirós Ponce, Ph.D. Deseo dedicar estas reflexiones, similares en gran medida a las muchas que compartí con ese panameño ejemplar, quien fuera verdadero modelo de virtudes cívicas. Y digo ‘más de lo mismo ' porque ambos formamos parte de un selecto grupo que estuvo reuniéndose por meses, precisamente para explorar fórmulas de superación de nuestra realidad política.

Esta tarea resulta impostergable para ciudadanos de distintas generaciones, verdaderamente preocupados por el futuro desenvolvimiento de una verdadera Democracia. Requerimos, con urgencia, de serios encuentros de los líderes políticos y cívicos; pero dentro del espíritu de que nos habla el Dr. Gregorio Marañón, cuando se refería a una aleccionadora experiencia en el Cantábrico Español. Me refiero a las citas que se daban en el verano Benito Pérez Galdós, canario y liberal, y José María Pereda, conservador y santanderino. A esos dos grandes novelistas solía acompañarlos don Marcelino Menéndez y Pelayo, a quien Marañón consideró siempre un verdadero genio. ¡Ah!, pero edificante ejemplo de respeto, tolerancia y hasta admiración mutua.

Esto se impone en una sociedad como la nuestra, similar al respecto, a la que aludía Confucio 550 años antes de Cristo, en la que parecemos ‘seguir sin Ley y sin clara dirección política desde hace muchos años '. Consciente e inconscientemente hemos respetado muy poco la Constitución y la Ley, a la vez que hemos tolerado el ‘Terrorismo judicial ', del cual no pocos hemos sido víctimas. Se impone, pues, considerar el anverso y reverso político/económico de la Libertad y la Democracia.

Desde la última década del Siglo XX, la ‘implosión ' del modelo marxista-leninista-estalinista ha coincidido en China, por ej., con el abandono de El Capital como texto semisagrado. Mientras en la ex Unión Soviética tal modelo hizo crisis, desde las denuncias formuladas por Khrushchev en 1956, hasta su desplome como consecuencia de la caída del Muro de Berlín en Alemania.

No deja de resultar peligroso que, durante esas mismas décadas en América Latina, unos pocos intelectuales se han apegado a un caciquismo en que algunos jefes de Estado pretenden mantenerse indefinidamente en el Poder.

Pero es que nuestros problemas endémicos tienen raíces que anteceden a nuestras independencias. A este tema he dedicado mi libro Los Estados Unidos del Norte y los Desunidos del Sur (Paralelismo Histórico y Lecciones en Teoría Política) .

Recientemente, en el norte de Europa, el llamado Estado Benefactor ( Wellfare , en inglés) ha requerido revisión. Mientras que en EUA un candidato a la presidencia ha propuesto un socialismo democrático, de corte escandinavo. Por ello, el senador Bernie Sanders ha sido visto más como una idea, que como una persona.

Recuerdo que durante un Foro de la Democracia Latinoamericana celebrado en México, el expresidente chileno Ricardo Lagos predicaba que ‘la Democracia es un proceso… un quehacer permanente '. Esto nos parece un gran acierto, puesto que la Democracia es un ideal, tal como la sabiduría y la justicia.

Para ahondar en el tema de las diferencias raizales entre los Estados Unidos del Norte y los Desunidos del Sur, me parece indispensable recomendar las observaciones de Alexis de Tocqueville, en su libro La Democracia en América , al igual que los dos tomos de Lord Bryce titulados The American Commonwealth .

Para nosotros los latinoamericanos, tal vez aún más importante que los comentarios de Tocqueville y Bryce son las reveladoras observaciones del general Francisco de Miranda. El había recorrido también los entonces recientemente establecidos EUA en 1783, al renunciar al ejército español para abrazar la causa de la independencia de Hispanoamérica.

Las limitaciones de espacio de un artículo periodístico me impiden enumerar siquiera esas interesantísimas y diversas observaciones del general Miranda, Tocqueville y Bryce, las cuales pueden encontrarse fielmente reproducidas en mi libro antes mencionado.