En el Día de los Abogados

El ilustre abogado y exrector de la Universidad de Panamá, Carlos Iván Zúñiga, a propósito de la proliferación de universidades, dijo una vez que lo que requería Panamá era una excelente carrera de abogados, no la graduación masiva de abogados a la carrera. Hoy se celebra el Día de los Abogados, en conmemoración del natalicio del doctor Justo Arosemena, creador del Estado Federal del Istmo y considerado el jurista panameño más relevante del siglo XIX. Justo este día, la junta directiva del Colegio Nacional de Abogados instalará la Comisión Proconstituyente, una iniciativa que busca impulsar la redacción de una nueva constitución que rompa, de una vez por todas, con los atavismos de la Constitución de 1972, considerada la Constitución de la dictadura y que sigue vigente. El esfuerzo, sin duda, es enorme, porque los intereses creados y que mantienen a Panamá en una vorágine de corrupción que arrastra consigo la institucionalidad democrática del país, merecen una reflexión de todos los panameños. Y es que seguir como vamos es dar vueltas en círculos, donde el país no avanza y solo se benefician los que pelechan del caos. Día de los Abogados, los panameños debemos celebrarlo con mucho entusiasmo y esperanzas y ojalá que el esfuerzo que se haga desde esta Comisión Proconstituyente nos dé luz sobre el futuro de Panamá.

Ahora sí, el efecto ‘Panama Papers’

En distintos medios públicos afirmé que el asunto de los Panama Papers no era local, ni de una simple firma de abogados. Siendo optimistas, el negocio total de los mejores expertos nacionales entendidos en la alquimia no es ni el 0.7% del PIB. Siempre que las “reglas del juego” lo permitan, grupos de interés social buscarán ganancias extraordinarias en detrimento de la colectividad. Y esto se da en todas las ligas. Decir que las verdaderas inversiones importantes en Panamá están a la merced, secuestradas, por unos cuantos, no es éticamente aceptable. Ahora se habla de internet, de hackers, etcétera, pero en términos más prosaicos, podemos afirmar que momentos antes de que este país ingresara a la Organización Mundial del Comercio en 1995, la protección efectiva a las fresas panameñas era de 253%, en detrimento de la repostería de un país que se llamaba al desarrollo turístico. Sí, antes hemos sido secuestrados por empresarios agropecuarios e industriales, con una absurda estructura arancelaria que nos hizo menos competitivos en la economía internacional y, claro, más pobres en nuestro propio patio.

Cualquiera hubiese considerado que Joseph Stiglitz y Mark Pieth le darían un gran prestigio a la comisión que analizaría el panorama financiero de Panamá. Lo que no me cabía en la cabeza era por qué dicha invitación la hacía los que la hacían, siendo bien conocida su idiosincrasia. Pero, como sospeché, desde su propia perspectiva erraban por falta de conocimiento en la ciencia y práctica de la economía. En el caso específico de Stiglitz, premio Nobel de Economía, él ha denunciado sistemáticamente que la falta de regulación en la economía es uno de los principales lastres para su desarrollo, como sistema económico-social inclusivo y sostenible. Stiglitz es conocido como post-keynesiano, palabra sucia en Wall Sreet y entre, al menos algún ilustrado, de nuestros expertos en las artes de la alquimia.

Panama Papers es un nombre de marca (negativo para muchos patriotas, muy apropiado entre los entendidos del marketing, dado nuestro flamante recorrido histórico desde la perspectiva de la carga negativa (Morgan, Drake, el oro de California, el Escándalo de Panamá en los medios franceses, Noriega, la invasión, etcétera). El método científico inductivo sirvió para lograr una muestra verdaderamente representativa: investigar a una empresa panameña que se dedicara exclusivamente a ese negocio.

El problema de Panamá es mundial, no nuestro. Somos una prueba piloto y no importa lo que hagamos en la retórica; cuando se mete la pata, la prudencia indica que es mejor dejar al pie de marras bien sujeto en función de la fuerza de gravedad y evitar el menor movimiento.

Miembros de la comisión no comprenden la actitud de Stiglitz y Pieth. No comprenden cómo ellos explican el panorama financiero de Panamá. Afirman que su salida en nada afecta la labor del comité. Que tenían su propia agenda, no orientada a estudiar a Panamá ni hacer recomendaciones puntuales. Eso lo podrán decir aquí en el cálido terruño patrio.

Panamá busca desarrollar sus ventajas competitivas en la economía mundial. Esa es la liga. Y nos siguen viendo mal por incompetentes.

Distorsiones que afectan hoy

Tras la invasión estadounidense a Panamá, el país entró en la denominada era democrática. Pasados los cuatro primeros años de Gobierno fuera del régimen castrense, nuevamente el PRD, partido que estaba en el poder cuando la invasión, volvió a tener el control del Ejecutivo. Pero hay que reconocer que los presidentes de entonces, Guillermo Endara (q.e.p.d) y Ernesto Pérez Balladares, sentaron bases sobre lo que debía ser nuestra fuerza pública. Ambos acordaron que la Policía fuera liderada por un civil, lo que hoy no solo se rompió, sino que un uniformado dirige el principal ente de seguridad y otro uniformado es el ministro de Seguridad. Pero, no solo ha habido distorsiones en el camino en el tema de seguridad. Ocurrió también con el Ente Regulador de los Servicios Públicos. Cuando se creó, tres figuras fueron nombradas con períodos que superaban los períodos presidenciales. Pero, una vez más, el nuevo Gobierno cambió la ley y puso a los suyos en esas posiciones. Como los anteriores, hay múltiples ejemplos, lo que demuestra la carencia de visión de los gobernantes y partidos políticos, que solo ven la cosa pública como un botín para hacer negocios o tener influencias. Son estas distorsiones las que debemos acabar; de lo contrario, seguiremos dando tumbos y solo soñando con el desarrollo.

La corrupta justicia panameña

Hablar de corrupción en Panamá es un tópico, pero el descaro con que actúa la “justicia” es el colmo. A nadie decente puede dejar de hervirle la sangre al conocer el “fallo”, en el doble sentido de sentencia y error, cometido por el Segundo Tribunal Superior de Justicia, ante el caso del asesinato masivo con dietilene glycol, llamado “jarabe de la muerte” de la Caja de Seguro Social (CSS): seis altos cargos de la institución exonerados y cinco condenas irrisorias (La Prensa, 30/7/16). “La vida no vale nada”, dice una canción. En opinión del Segundo Tribunal Superior, Ángel De La Cruz, dueño de Medicom S.A., que vendió el veneno como medicina, y a quien se encontró culpable de alterar el certificado de análisis del producto, que la empresa española que se lo vendió (Rasfer International) identificó como “T.D. Glicerine al 99.5%” (o sea, sustituto de la glicerina) a “glicerina de pura calidad USP”, fue condenado a cinco años de prisión e inhabilitación de funciones públicas, que ya se cumplieron. O sea, en las próximas elecciones puede ser diputado.

Si el juicio aceptó la existencia de 170 víctimas mortales (La Prensa, 9/4/16), a De La Cruz le salió a menos de 11 días por muerto. Si contabilizamos a los 8 mil afectados por el envenenamiento, reconocidos por el tribunal, tenemos que pagó 0.04 partes de un día por afectado de por vida. Contando por lo bajito, porque desde el primer día tanto las autoridades de la CSS, como del Ministerio de Salud, del gobierno de Martín Torrijos y la Procuraduría fueron por lo menos negligentes en establecer el cálculo real de las víctimas. Si se fabricaron 260 mil frascos con el jarabe de la muerte, y reconocen haber distribuido al menos 60 mil frascos, los números no cuadran con los reconocidos por el tribunal.

Los otros responsables también fueron condenados a la ridícula pena de un año de cárcel. Todos ellos funcionarios de la CSS que debían cerciorarse de que lo que recibían era lo que decía la etiqueta, y no lo hicieron, a saber: Edward Taylor, jefe del Laboratorio de Control de Calidad de la CSS, quien certificó que el producto entregado por Medicom “cumplía con las especificaciones requeridas”; Miguel Algandona, almacenista del laboratorio, quien certificó la idoneidad de la materia recibida de Medicom; Nereida Quintero y Marta Sánchez, ambas directoras de Abastos, quienes eran jefas directas de los anteriores. Fueron exonerados por el tribunal tanto el exdirector de la CSS René Luciani, como Linda Thomas, jefa de los laboratorios, y Pablo Solís, que fungía de director de la farmacia. Aunque no eran responsables directos, sí lo eran como directores, al menos les cabía una sanción.

Esa es la repugnante realidad de la justicia en este notable caso. También podríamos mencionar otras situaciones: las autoconfesiones corruptas de un magistrado; la inculpación por delitos secundarios de Ricardo Martinelli, mientras que los crímenes de Changuinola y San Félix permanecen impunes; y el que no esté preso ninguno de los grandes oligarcas corruptos que se han hecho millonarios a costa del Estado, etc.

El presidente Varela cree que con haber removido dos magistrados y reemplazarlos ya es suficiente. Desde abajo crece el clamor por barrer con manguera todo el sistema judicial, al igual que los otros poderes del Estado, para sacar toda la podredumbre a la calle.

La república localista de Panamá

En las últimas semanas dos organizaciones, la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos (SPIA) y la Red Ciudadana Urbana de Panamá (RedCuPa) manifestaron su preocupación por dos problemas que, si bien son distintos, tienen un elemento en común, sacar a relucir la relación entre el gobierno central, los gobiernos municipales, los gobiernos locales y la ciudadanía.

La SPIA dio a conocer la corrupción que se mueve detrás de la notificación de anteproyectos de desarrollo urbano ante las juntas comunales, con el cobro de “donaciones” para dar su constancia. RedCuPa, por su parte, hizo sentir la inconformidad e impotencia de las comunidades ante las constantes violaciones a la ley, lo que degrada la calidad de vida de los residentes en distintas zonas residenciales de la ciudad, ante la mirada impávida de autoridades que solapan o toleran el caos, o que están impotentes ante un orden jurídico y un funcionariado que no permite, en especial a las autoridades locales, actuar con mayor fuerza.

En mi opinión, el espíritu de la denuncia de la SPIA, basada en una “extralimitación de funciones” por parte de las autoridades locales, es equívoca al desconocer el legítimo derecho de las comunidades, representadas legalmente por sus concejales y las juntas comunales, de gestionar lo que ocurre en su territorio. Esto demuestra una visión miope de la realidad urbana por parte del gremio, que ve en la Dirección de Obras y Construcciones Municipales un ente responsable solo de verificar y registrar planos, cuando debería verse como el brazo ejecutor de las directrices que esperamos emanen de la Dirección de Planificación Urbana, en nombre del Municipio de Panamá. Esto es así, si tomamos en cuenta que es mediante la actividad constructiva que se concreta lo dispuesto por los planes y normas urbanísticas, de lo contrario serían solo ideas en papel y tinta.

Si bien simplificar las relaciones entre el Estado y los ciudadanos es fundamental para la dinamización de la economía, la justicia y las relaciones sociales, buscar dicha simplificación en la centralización de los asuntos locales en un ente, como la Dirección de Obras y Construcciones, distante y desentendido de la realidad de las comunidades comprendidas en los 24 corregimientos del distrito capital o, peor aún, en el Miviot, es un grave error. Esto es palpable no solo con los extensos periodos de espera que padecen a diario quienes tramitan desde la remodelación de un local comercial, a un rascacielos, o una nueva urbanización, sino en las constantes quejas ciudadanas, sin resolver, al desvincular a las autoridades de corregimiento del proceso de planificación y del cumplimiento de sus disposiciones.

Mediante una curaduría urbana las juntas comunales deben tener la competencia de verificar in situ los desarrollos y nuevos negocios en su corregimiento y verificar, junto con las comunidades, si son cónsonos con los intereses de todos, para integrar al sector privado como socio y no como enemigo de los residentes, además de tener el poder coercitivo para aplicar sanciones ejemplares a quienes violen la ley.

Para regresar los poderes a las comunidades debemos adoptar una visión localista del Estado. Al devolverles el poder, además de reducir la burocracia y aumentar la eficiencia gubernamental, el gobierno municipal pasa a servir de garante, protector y coordinador de los gobiernos locales, sirviendo y representando sus intereses ante el gobierno provincial y este, ante el gobierno nacional.

Para evitar la corrupción local, la participación ciudadana activa y responsable debe ser el cimiento sobre el que debe descansar una gobernanza transparente en todas las acciones públicas y privadas. Con una ciudadanía más cercana a sus gobernantes, estos no podrán limitarse solo a informar de sus acciones, sino a brindar información detallada que ayude al ciudadano a juzgar por sí mismo el buen o mal curso del gobierno, y así premiar las buenas acciones y demandar cambios en cuanto se detecten anomalías.

Una visión localista debe revelar la importancia de los representantes de corregimiento, porque ellos además de ser responsables de la gestión de su territorio, lo son, dentro del Consejo Municipal, de acuerdos cuyos efectos legales vivimos a diario, y de otras importantes decisiones colegiadas a nivel municipal. Es importante exigir la libre elección de los miembros de las juntas comunales para que estos representen a la comunidad.

Esta devolución de poderes deberá brindar mayor oportunidad a las comunidades, aligerar la carga al gobierno central y asumir deberes ciudadanos de manera asertiva, propositiva y autónoma, rompiendo así el clientelismo político y la ineficiencia estatal, que tanto daño le hacen al país, y permitir al sector privado hacer aquello que sabe hacer mejor: fomentar el crecimiento económico y, por consiguiente, el empleo.

¿Es el Canal de todos o es una ilusión?

Finalizada la especie de fanfarria en que algunos convirtieron hace un mes los actos de la ampliación del Canal, es preciso detener la marcha para reflexionar sobre el futuro de nuestro principal recurso nacional y la forma cómo podemos lograr que la ciudadanía sienta de verdad que el Canal pertenece a todos. Algo que no se ha logrado aún en la mayoría de los panameños.

Al margen de comentarios estériles e infundados de tratar de enlodar el gran trabajo realizado, como artículos interesados en la prensa extranjera demeritando lo hecho, o introduciendo elementos como aquellos que sugieren que el Canal solo ha producido beneficios para la oligarquía panameña que continuarán con su ampliación, debemos quitarnos el sombrero frente a los que hicieron posible esta magna obra, la mayor en Panamá desde la construcción inicial en 1914. Si bien esto concluye en 2016, desde antes de nuestra separación de Colombia en 1903 muchos, tanto nacionales o extranjeros, principalmente afrodescendientes, hasta su vida dieron para ver cristalizar la prodigiosa obra que hoy el mundo entero admira, de la cual nos sentimos orgullosos.

Han surgido propuestas como las del expresidente Ernesto Pérez Balladares de que el 25 % de los ingresos canaleros sean utilizados para el desarrollo de la educación nacional. En la misma línea, en uno de mis mensajes en Twitter señalaba que ‘terminada la ampliación, debíamos profundizar en otra urgente ampliación: la de la educación nacional, para que no haya diferencias entre aquella impartida en las escuelas públicas de las privadas '. La actual situación de crisis educativa así lo demostró.

Pero debemos ir mucho más allá, ahora que dispondremos de mayores recursos. Se debe, como en su oportunidad hizo el general Torrijos, al enviar a universidades extranjeras a tantos jóvenes humildes e indígenas para que tuviesen acceso a educación superior. Ese aporte de Torrijos, al permitir el acceso a clases marginadas a lo que antes le estaba vedado, debe ser emulado para la presente generación, en un proyecto mucho más abarcador a largo plazo que enviar a profesores a estudiar inglés. Y eso lo podemos hacer con los fondos del Canal y con las tantas oportunidades de estudios superiores que se ofrecen hoy en tantas partes, inclusive en Panamá.

El efecto multiplicador de la educación debe ir acompañado de un profundo impulso a la cultura. Con los nuevos ingresos del Canal, se pueden impulsar programas a nivel nacional de estímulo emocional e intelectual en niños desde los tres años, mediante la enseñanza masiva de la música, al igual con tanto éxito se hizo en Alemania, lo cual en corto tiempo se comenzaría a ver sus frutos y que con tanto éxito se ha hecho en Venezuela, con el llamado ‘Sistema '. Por igual, como se lo sugerí al administrador del Canal, Jorge Luis Quijano, podría la ACP darle la mano al aspecto cultural de la población, no solo enseñándole al mayor número de estudiantes cómo funciona el Canal con visitas programadas todo el año, sino encargándose, de la mano del INAC, del mantenimiento y renovación de los sitios históricos más emblemáticos del país, como Fuerte San Lorenzo y Portobelo en Colón, el Sitio Barriles y el Volcán Barú en Chiriquí, Panamá Viejo, El Caño y la Iglesia de Natá y el nuevo descubrimiento arqueológico de Río de Jesús, por mencionar algunos. Ello proyectaría el Canal a un área que debe ser mucho más promocionada y que tanto afianzaría nuestra nacionalidad.

Ya con el Canal de Panamá en otra dimensión, proceso que se hizo en diez años luego del referéndum nacional de 2006 en la administración de Martín Torrijos, que apoyé entusiasmadamente, es preciso que nos aboquemos a preparar a nuestra juventud para afrontar con profundidad el desarrollo tecnológico e industrial del país, haciendo énfasis en áreas como el turismo y el valioso recurso humano de que disponemos y que se debería preparar mejor. Solo así podremos salir de la pobreza y la ignominia en que aún viven muchos panameños. Dándoles esas herramientas del conocimiento y la educación, le brindaremos la oportunidad de ser más y mejores panameños. Así todos, especialmente los más humildes, entenderemos por qué se dice que el Canal es de todos.

Reformas consecuentes y consistentes (II)

Aun con las debilidades que puedan existir, la fortaleza del sistema democrático radica en el apego a la ley y el cumplimiento de normas y reglas plenamente establecidas. Bajo ninguna circunstancia debe ceder o claudicar ante posiciones anárquicas o presiones demagógicas de actos individuales y/o sectores o grupos organizados con agendas ocultas o marcados intereses. Precisamente por aspectos de lógica y sentido común, mostramos una actitud decadente al sucumbir y conceder peticiones incongruentes. Hechos inconcebibles arropados en el manto de los derechos humanos y extraña interpretación del concepto género desvirtúan la auténtica libertad democrática.

En el mismo orden de idea, ‘La separación y armónica colaboración de los poderes del Estado ' no pueden ni deben continuar como estribillo de propaganda engañosa e inocua letra muerta. Por tal razón en las Reformas al Código Electoral y la Constitución, no se puede ni se debe andar con actitudes zigzagueantes y genuflexas. La consulta y participación ciudadana deben continuar siendo un medio abierto generador de ideas, cuyos gestos voluntarios de contribución al país, sirvan de aporte y retroalimentación en la tarea y no un elemento impositivo. En esa vía se requiere de las autoridades y entidades facultadas para la transformación y renovación de nuevas reglas del juego, una posición firme y madura, pero transparente y honesta para que lo justo y equitativo sirva de equilibrio y garantía de la estabilidad política.

Consciente del deber ciudadano, expongo ideas que sirvan para concretar tal cometido. Creo es inaceptable continuar con la forma cuestionable que se genera en la Asamblea Nacional por la elección del presidente de ese órgano del Estado, cada vez que cambia el Gobierno o en el método anual que elige nuevo sucesor.

En tal sentido, como mecanismo o fórmula para subsanar esta dificultad, opino que debe ser a través de una Reforma Constitucional. Por ejemplo en el título de la Asamblea Nacional, un artículo debe señalar que el presidente, primer vicepresidente y segundo vicepresidente de ese organismo estarán en el cargo por un periodo de cinco años. El mismo será seleccionado y anunciado por el TE como el diputado más votado a nivel nacional en la papeleta opositora de mayor porcentaje de voto presidencial en el torneo electoral correspondiente. El primer vicepresidente sería seleccionado de la misma forma, por un segundo partido opositor. El segundo vicepresidente se otorgaría a un diputado oficialista en analogía con los dos primeros.

Partiendo del principio de salvaguardar el mandato popular y derecho participativo de mayorías y minorías en el hemiciclo; si en la elección los diputados electos por libre postulación llegaran a obtener la cantidad de cinco curules que conformarían bancada independiente, entonces remplazarían la Primera Vicepresidencia sin alterar el orden antes establecido. Ello aparte de garantizar la participación de cuerpo colegiado, reafirma la autonomía de la institución, al estar libre de torniquetes y presiones foráneas en lo relativo al manejo y desenvolvimiento del órgano. En la tercera y última columna, plantearé recomendación y nuevo método para nombramientos de altos e importantes cargos en atribuciones facultativas de Asamblea Nacional, Órgano Ejecutivo y Corte Suprema de Justicia.

De libertad sindical, seguridad social y jubilaciones

La corrupción, la impunidad, el entreguismo, los intentos de cercenar las voces contestatarias, la criminalización de la protesta social, la incapacidad de los sucesivos Gobiernos por atender las principales demandas y necesidades del pueblo, las perversas políticas económicas y sociales de carácter neoliberal, han puesto en el centro del debate la obligación de unir esfuerzos para transformar el sistema excluyente y acabar con la falsa democracia.

A lo anterior se suma la situación de crisis económica mundial, signo claro del fracaso del modelo neoliberal, que profundiza el deterioro de las condiciones de vida de las mayorías y hunde más en el desempleo, la pobreza y miseria a amplios sectores de la población.

En ese contexto Conusi celebra su VI Congreso Nacional , bajo el lema Por la libertad sindical plena, seguridad social solidaria y jubilaciones dignas , en el cual participan delegados de todo el país. En el mismo se abordan los principales problemas que enfrentan los trabajadores, el movimiento sindical y social panameño. La revisión y actualización de la Plataforma de Lucha de Confederación, a fin de responder a los retos que enfrentan la clase trabajadora y el movimiento social en nuestro país y el mundo.

El VI Congreso Nacional se da en un escenario nacional donde los recursos del crecimiento económico y los aportes del Canal al Estado no se utilizan para atender los problemas de la población: falta de agua potable, aguas servidas, recolección de basura, ineficiencia del transporte público, infraestructura escolar y de salud en franco deterioro, problemas que se acentúan sin que se dé respuesta concreta por parte de las autoridades. Los precios de la canasta básica familiar van en galopante crecimiento, principalmente los precios de los alimentos. Aunados a las amenazas de privatizar la salud, la educación e introducir medidas paramétricas a la seguridad social.

En el escenario laboral, las cifras se tornan alarmantes cuando el desempleo en el país viene aumentando (5.1 %), subempleo visible 2.0 % y el subempleo invisible 9.3 %. La informalidad laboral es otro fenómeno que se impone, el 39.9 % (575 415) a nivel nacional.

Los sectores juventud, mujeres y profesionales están entre los más desfavorecido en materia laboral; el trabajo infantil sigue siendo enmascarado en las cifras oficiales. La violación de las normas de salud y seguridad ocupacional es otra de las vicisitudes que enfrentan los trabajadores ante el incumplimiento de los patronos y la falta de supervisión del Mitradel. La precariedad laboral se refleja en los niveles de salario de la mayoría de los trabajadores en el país. El derecho a la organización es violado en amplios sectores económicos y en el sector público.

Enfrentamos problemas: la tercerización empresarial que cercena los derechos laborales y sindicales; la creciente ola de fuerza de trabajo extranjera (mucha de ella ilegal y por encima de lo permitido por ley); el incremento de los cuentapropias ; la satanización de la organización social por parte de los grupos de poder económico y político a través de sus medios de comunicación social.

En este sentido, desde hace varias décadas la clase obrera, en especial las organizaciones que impulsamos el proyecto clasista (Conusi), hemos venido luchando contra toda esta política neoliberal ejecutada a tambor batiente desde finales de la década del setenta y profundizada por los autollamados ‘Gobiernos democráticos ' (Endara, Pérez Balladares, Moscoso, Torrijos, Martinelli y actualmente Varela).

En este Congreso, Conusi camina hacia la consolidación de sus organizaciones sindicales, en defensa de los intereses de la clase obrera y las demandas del pueblo panameño. Afianzamos nuestro trabajo como referente a nivel nacional del movimiento sindical que avanza en América Latina contra el neoliberalismo. Luchamos por la unidad desde las bases del movimiento sindical y social. Nuestra visión es refundar el país a través de una Constituyente Originaria autoconvocada, para construir el Panamá de justicia y equidad social.

La Justicia panameña es pobre…

Ya sabemos que hay otras carencias de la Justicia panameña, pero ahora nos referimos a que tiene los bolsillos limpios, volteados, es pobre, no le alcanza para cumplir con sus responsabilidades, con el Sistema Penal Acusatorio (lamentable, peligroso, decepcionante) ni con la Carrera Judicial, entre otras. Esto es una vergüenza en un sistema democrático. Si bien hay problemas de credibilidad, de imagen, y suspicacias sobre gastos, no es menos cierto que el Estado debe garantizar, sin que nadie tenga que hacer caminatas, que el Sistema Judicial funcione correctamente, sin limitaciones de ninguna clase y mucho menos económicas. La justicia es la base de la democracia, mas lamentablemente hace falta dinero para que las cosas funcionen como debe ser. Ojalá el Ejecutivo y el Legislativo no estrangulen al Judicial recortándole, como suelen hacer, lo que se ha presentado como presupuesto para el próximo año. A la Justicia, como a la Salud, Agro y Educación, deben respetarles sus propuestas para sus presupuestos de cada año. La Democracia lo demanda.

La corrupción de la deuda

A lo largo de la historia, el excesivo endeudamiento estatal ha llevado a la bancarrota y abierto la puerta a la dominación extranjera. Cuando México, en 1861, decretó la suspensión de los pagos sobre su deuda externa, Francia, España y el Reino Unido enviaron un ejército a Veracruz para obligar al gobierno liberal de Benito Juárez a recapacitar.

Satisfechos con los resultados obtenidos, los británicos y españoles se retiraron en 1862. No así los franceses, quienes en 1863 dispusieron ocupar el resto de la república y, en alianza con los conservadores mexicanos, establecer un Estado títere, dependiente de Napoleón III, con Maximiliano de Habsburgo a la cabeza.

Los Estados acreedores ya no envían cañoneras para cobrar sus deudas, pero sí imponen, a través de organismos financieros multilaterales, medidas económicas asfixiantes que estrangulan a las poblaciones afectadas. En años recientes, Argentina, Grecia y España (entre otros países) han enfrentado situaciones de este tipo, con efectos sociales muy duros.

Puerto Rico, una pequeña isla de tan solo 3.6 millones de habitantes, ha acumulado una deuda de 72 mil millones de dólares que no puede pagar (BBC, 2 de mayo de 2016). Estados Unidos, de quien depende el territorio, ha debido intervenir para evitar un colapso gubernamental (El País, 30 de junio de 2016).

Si, por una parte, el endeudamiento irresponsable tiene impactos muy fuertes sobre la población, por otro lado produce enormes ganancias a especuladores y traficantes. Banqueros internacionales y funcionarios participan en esta actividad que consiste en colmar la capacidad crediticia de los Estados para cobrar comisiones sobre los préstamos obtenidos.

Este esquema de abuso y pillería adquirió gran auge en Panamá durante la dictadura castrense. En la década de 1970, la abundancia de dinero en la banca internacional aumentó el ya voraz apetito de los amos militares de Panamá, quienes, guiados por presuntos “expertos” financieros, nos inundaron de préstamos.

Se trata de una deuda odiosa o execrable, un concepto de Derecho Internacional aplicable a créditos ilegítimamente contraídos por un gobierno, sin pleno conocimiento de los ciudadanos, usados para fines no beneficiosos a sabiendas de los prestatarios (Blai Collado, Nueva Tribuna, 30 de septiembre de 2014).

Los miles de millones de dólares así conseguidos sirvieron para enriquecer a los jenízaros y sus socios civiles, como también para financiar la demagogia y el populismo de la dictadura castrense. Pero ni el principal artífice de este atraco (quien después alcanzó la presidencia de la República por fraude) ni sus secuaces han respondido jamás por el daño que infligieron al pueblo panameño.

Por el contrario, se la pasan evocando sus “huellas” (La Prensa, 17 de julio de 2016) y recibiendo el homenaje de la sociedad política de mafiosos, la sociedad civil de cretinos y la seudo intelectualidad corrupta que se siente tan a gusto con los modelos de la dictadura.

Tras el derrocamiento de los militares, la práctica del endeudamiento adquirió nuevos bríos. Como en tiempos autocráticos, las oportunidades de lucro para los involucrados en las multimillonarias transacciones crediticias siguen siendo un importante aliciente para aumentar el saldo de la deuda pública.

Años atrás, la doctora Brittmarie Janson Pérez escribió: “Los funcionarios que gestionan esos préstamos se echan al bolsillo alrededor del 5% del dinero que piden prestado. Según mis cálculos, entre noviembre de 1997 y marzo de 1998, los funcionarios agraciados habrían cobrado unos $78 millones en comisiones por endeudarnos inmisericordemente” (Crítica, 22 de junio de 1999).

Si aplicamos ese criterio al endeudamiento del período democrático, los hallazgos son indignantes. Según cifras oficiales, entre el 31 de diciembre de 1990 y 2015 el saldo de la deuda pública aumentó de 4 mil 830 a 20 mil 222 millones de dólares.

En dólares corrientes, el incremento ha sido de 15 mil 392 millones de dólares. El 5% de esa suma equivale a 770 millones de dólares. He allí una estimación de lo que los comisionistas de la deuda y sus socios en los sectores público y privado pueden haberse embolsado en 25 años de democracia.

En los tres primeros meses de 2016, el endeudamiento estatal aumentó en mil 91 millones de dólares, lo que parece una exageración. Hay que poner coto a la corrupción de la deuda antes que terminemos como México, Grecia o Puerto Rico.