Al Capone era un detalle
El siniestro personaje Al Capone ya ha sido sobrepasado, con creces, en su aventura gansteril. Sus actuaciones fueron simplificadas a la postre, como un evasor de impuestos y traficante de licor. Es más, sin afán de beatificarlo, creo que muchas de las hazañas que se le atribuyen son simples leyendas urbanas y que las enseñanzas que pudo haber legado al mundo de la maleantería son para niños de primer grado, que creen que la escuela del delito es el centro de educación ideal para su perfeccionamiento profesional.
Panamá no escapa a la moda ni a los aprendizajes de las tendencias universales. Al Capone después fue superado por una caterva de rufianes, innombrables, para no hacerle culto a sus desafueros, quienes se agitaron en las huestes de la delincuencia.
En la política criolla hay visos del uso de los manuales del delito para perjudicar no solo al adversario, sino para granjearse el pecunio del Estado. La corrupción siempre ha sido maquillada, conjugada y casada con la percepción para mitigar su gravedad y dejar en duda su existencia. Hay casos puntuales que vale la pena mencionar. Bosco Ricardo Vallarino se convirtió un burgomaestre de la comuna capitalina con subterfugios legales –pues no calificaba para ello–, para entronizarlo en el poder de manera momentánea, con la intención posterior de descabezarlo, lograr que su suplencia se hiciera con el cargo y luego “hacerle la cama” con un soborno por parte su amigo, que ya había colaborado con él en otro asunto de ribetes delincuenciales, como es el caso de Murcia Guzmán.
Al mejor estilo del tráfico de personas, qué mejor entidad para hacerlo sino aquella que regula las entradas y salidas del territorio nacional. Ahí floreció la venta de nuestra nacionalidad y el reparto de las regalías que esto producía, para beneficio de los participantes. Es decir, aquellos que debían prevenir que ello ocurriera.
En el PAN hubo otro festín debido a la venta de productos y servicios a sobrecostos para exigir “coimas”. Los delatores de aquel nefasto negociado pactaron con la justicia su rendición y así ganar las canonjías y prebendas judiciales que se otorgan por ser “sapos”, y para vivir con lo que les queda de sus actividades, como si fuera de una honesta jubilación.
Habrá que esperar a que se apliquen los correctivos por una de las conductas más desleales en el mundo del hampa, cuyo resultado son las vendettas.
La extorsión forma parte de los capítulos de la novela del crimen. Hay quienes tienen conocimiento de los ilícitos y mantienen en vilo a los actores, exigiendo parte del botín para, en efecto, no denunciarlos ante las autoridades.
Los testaferros o prestanombres son otro grupo de personas o sociedades que se han encumbrado en la trampa para servir de “tapadera” a los verdaderos autores materiales de los delitos, a cambio del pago de una pírrica cuota por sus servicios y la garantía del silencio, en caso de ser sometidos a los rigores de la investigación criminal.
Antes se había prometido una “quebradera de piernas” para bajar a un adversario político, ese fue un preámbulo del homicidio por encargo para acallar a una persona que sabía demasiado, es un tema crítico que debe ser investigado, aunque pareciera ser la historia que nadie quiere creer, pero con la parranda de millones que orbitan cualquier cosa puede suceder en este país.
En toda esta trama la justicia juega su rol, pero con la fama que tiene todo indica que ha sido salpicada por las actuaciones de quienes la dirigen y que gozan del mismo “prestigio” de los que pretenden investigar y sancionar.
La figura de Al Capone, como marco de referencia, palidece en este panorama, él es solo un detalle.