Adecentando el país

Por primera vez en mi vida percibo que hay un esfuerzo genuino de parte de los panameños en adecentar el país. Estoy consciente de que no es tarea fácil, hay cantidad de intereses actuando en contra del adecentamiento, tanto en el sector público como en el privado. Para el sector privado, se hace cómodo trabajar con un nivel de corrupción, a tal punto que muchos empresarios ni siquiera lo ven como corrupción, por ejemplo, pagar a una secretaria para agilizar un trámite. Igualmente el empresario considera que para ganarse una licitación o concurso del Gobierno requiere el apoyo de terceros, a los que normalmente les reconoce por su servicio un porcentaje del contrato o compra.

Pero del lado del sector público también la corrupción es aceptada. El jefe de Compras, el miembro de la comisión evaluadora, aquel que trabajó las especificaciones, y tantos otros están bajo la tentación de la coima. Y, como ocurrió en exceso en el Gobierno pasado, la cosa empeora cuando comprador y funcionario se ponen de acuerdo y alteran hacia arriba los precios, creando una estructura de sobreprecios alarmante. El panameño, aparte, sabe actuar en el sistema. Siempre te dirá que hay que darle algo al ministro o a su jefe, o, si es osado, al presidente. ¿Será verdad? Nunca lo sabrás.

Nunca olvido el cuento del cubano que vendía desde Miami, y al par de años de estar vendiendo llega a Panamá y dice a su comprador. ‘Preséntame al homosexual que nos cobraba ', ‘¿Cuál? ', ‘Oye cada vez que hacia yo una propuesta me decías que tenía que subir 20 % para el partido ese '.

Aquí hemos tenido funcionarios 20-30 (20 % para unas cosas, 30 % para otras). Era vox populi por años que los contratos del FIS/FES/PAN se lograban pagando el 15 %, vemos empresas constituidas meses y hasta semanas antes de las licitaciones y ganándolas, vemos como ‘por mejor valor ' compramos más caro que la mejor oferta de precio. La verdad, la corrupción ya estaba anquilosada dentro del sistema normal de operaciones en ambos sectores.

Hoy, con un Ministerio Público que persigue la corrupción del Gobierno anterior, con un presidente que parece, al menos, determinado a no permitir corrupción en su Gobierno, hay esperanzas. Claro, muchos esperábamos ver desaparecer las partidas circuitales a los diputados, quienes no tiene que hacer obras en su circuito, eso corresponde a los representantes y alcaldes, ver desaparecer el PAN sustituido quizá por un departamento dentro del Ministerio de la Presidencia para atender emergencias nacionales y dejar en el MIDES, al que corresponde, la asistencia a comunidades y casos especiales.

También teníamos esperanzas de que se modificara la Ley de Contrataciones del Estado, acabar con adjudicaciones por mejor valor y volver a lo que el Gobierno de Pérez Balladares diseñó, una precalificación donde se califican los que pueden licitar por producto, experiencia, solidez financiera, y luego los calificados pueden ir al segundo acto donde solo llevan sobre de precios y el más bajo gana.

El periodo de limpieza del sistema será largo, quizá tome toda una generación, una nueva generación que crezca sin el concepto del juegavivo, que crezca honesta y comprometida con la honestidad, que no compre exámenes en los colegios, que no se cuele en las filas, que respeta a los mayores y a la autoridad. Esa nueva generación, si llega a adulta, donde la sociedad ya esté castigando la corrupción, nos devolverá un país honrado.

Las ventajas de una sociedad que no permita la corrupción son múltiples. El Gobierno tendrá más recursos financieros, vendrán mejores empresas a los concursos y licitaciones, la imagen internacional del país mejorará, y, sobre todo, se agilizan las adjudicaciones y ejecución de obras al eliminarse prácticamente las razones de impugnación. La honestidad adicionalmente abarata las obras y compras del Estado.

Lamentablemente para lograr los resultados que quisiéramos, se requieren hombres comprometidos con ese cambio, hombres honestos y que rechacen la corrupción. No dudo que los haya, pero, ¿habrá suficientes? La corrupción ha estado creciendo de Gobierno en Gobierno, los últimos 25 años hemos visto el aumento de Gobierno a Gobierno, rompiendo todas las marcas en el último Gobierno de Ricardo Martinelli. Hoy le toca a Juan Carlos Varela hacer un alto, y gracias a Dios ha llegado con ese compromiso claro. El próximo Gobierno tendrá que seguir la tarea, hasta que quizá en unos 15 años lleguemos al nivel que todos deseamos de honestidad.

La lucha contra la corrupción no es algo que se inicia y puede descontinuarse, tiene que ser continua y solo así llegaremos al final.

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