La democracia necesita una oposición constructiva

Cada semana surgen nuevas muestras del atraco al erario perpetrado por el régimen anterior y por los partidos políticos que le dieron sustento. Por esa razón, los dirigentes de esos colectivos no están en condiciones de jugar, en lo más mínimo, un rol de oposición pues su credibilidad se ubica en un nivel cercano al cero y están ocupados defendiéndose en los respectivos procesos judiciales que se les siguen.

Como el gobierno panameñista no tiene mayoría en la Asamblea Nacional, se vio forzado a negociar un pacto de gobernabilidad con la dirigencia del PRD, que no le ha traído beneficio alguno y solo sirvió para apuntalar las cuotas de poder de los desacreditados dirigentes del PRD, por ejemplo, la presidencia de la Asamblea para el próximo período legislativo.

En resumen, no hay una oposición política que sirva de contrapeso al Gobierno, siendo que los medios de comunicación son los que siguen –como lo han hecho en los últimos años– ejerciendo el rol fiscalizador del desempeño gubernamental.

Un elemento clave en democracia es la alternancia en el poder, a través del sufragio libre de sus ciudadanos, situación que se afecta al no tener oposición política. En estas circunstancias se corre el riesgo de que las actitudes autoritarias o despreocupadas se manifiesten en los gobernantes, ante la ausencia de contrapartes con opciones de triunfo electoral. Esto ha sido así en todas las latitudes desde la época de la República Romana, y Panamá no es una excepción; sobre todo, por la frágil institucionalidad que tenemos, sujeta en demasía a la voluntad de los hombres que ejercen los cargos públicos.

Ante esta necesidad, el PRD debe jugar su rol de oposición al actual gobierno y dejar de lado el pacto de gobernabilidad que no ha significado nada más que el reparto de espacios de poder. Esto no quiere decir que su papel sea entorpecer la labor gubernamental. Con una oposición constructiva y de altura, además de señalar desaciertos, se pueden aprobar las iniciativas que presente el Ejecutivo en la Asamblea Nacional y en los gobiernos locales, siempre y cuando demuestren que son en beneficio del país.

Al no asumir el papel opositor que el pueblo le ordenó en las pasadas elecciones, el PRD se consolida como un partido bisagra, sin proyecto nacional y que, junto al clientelismo que caracteriza a sus dirigentes actuales, lo condena a su desaparición como actor político y social. Si a esto le sumamos los señalamientos contra algunos de sus miembros, por su participación en el atraco al erario en el gobierno anterior, entonces vemos que su futuro no es muy prometedor.

Es impostergable, para la supervivencia del PRD y para consolidar nuestra democracia, con un partido de verdadera oposición, que los responsables de este descalabro salgan de escena y den paso a los principios, valores y métodos torrijistas que le sustentaron en la lucha por la soberanía nacional y la justicia social para todos los panameños.

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