Elección de Juncá y la ‘clase política’
Al día siguiente de la instalación de la segunda legislatura del tercer período de sesiones ordinarias de la Asamblea Nacional, los diputados de la República procedieron a elegir al nuevo magistrado del Tribunal Electoral de conformidad con disposiciones constitucionales (artículos 142 y 161) y legales (artículo 211 del RORI), cayendo dicha elección con un total de 40 votos en la figura del abogado exasesor de la Asamblea Nacional Alfredo Juncá. Para buscar una explicación a la conducta de los legisladores, actuación que muchos ciudadanos denominan como una comedia, tragedia o sainete político, hemos tenido que recurrir al concepto de política en virtud de que estos encarnan el prototipo de políticos. Nos hemos auxiliado, pues, con la hermenéutica conceptual a objeto de tratar de identificar en cuál definición encajan las actuaciones de nuestros parlamentarios. La Real Academia Española de la Lengua define la política, en dos, de su docena de definiciones, como “la ciencia o el arte de gobernar y dar leyes y reglamentos para mantener la tranquilidad y seguridad públicas y conservar el orden y las buenas costumbres” y también como “la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo”. Desde la perspectiva tomista, política es la actuación del gobernante para la consecución del bien común y la realización de la justicia”. Para los marxistas “el poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra. Para Marx el poder estatal no existe para administrar o velar por el interés de toda la sociedad, sino por el de una parte o clase social de ella” (prezi.com). O simplemente, “la política es el arte de lo posible, para lograrlo hay que intentar muchas veces lo imposible”, como afirmara en su momento Manuel Fraga Iribarne, político franquista clave en la transición democrática española. ¿Contribuye a la paz social, a “mantener la tranquilidad y seguridad públicas y conservar el orden y las buenas costumbres” la elección de Alfredo Juncá como magistrado del Tribunal Electoral? Por las opiniones vertidas en las “redes”, para un número plural de panameños, no. ¿Actuaron los parlamentarios en función del “bien común y la realización de la justicia”? Seguro que tampoco, según el dictamen de la mayoría de los panameños. ¿Siendo la política “el arte de lo posible”, han intentado “muchas veces lo imposible”, los diputados para alcanzar sus propósitos? Me parece que, en el sentido menos encomiable, esto se aproxima más a lo ocurrido en el recinto parlamentario. ¿La actuación de los diputados, que comentamos, fue “para administrar o velar por el interés de toda la sociedad” o por el contrario para satisfacer las ambiciones desmedidas “de una parte o clase social de ella”? Creo que efectivamente esto último fue lo que ocurrió. Desde que los invasores gringos reinstalaron en el poder a la oligarquía neoliberal, fracciones de ella se han sucedido en el poder durante 32 años para beneficio y usufructo de una parte minúscula de la sociedad y en detrimento de la mayoría del pueblo. De manera que independientemente de los malabarismos políticos, la concupiscencia política de las fracciones parlamentarias ayer el amancebamiento panameñistas PRD; hoy el reinicio del concubinato escandaloso panameñistas CD increíblemente se repite, una y otra vez, desde luego, auspiciado por el Órgano Ejecutivo en virtud del excesivo presidencialismo que solo puede ser cambiado por medio de una constituyente. En síntesis, los bochornosos hechos que comentamos reafirman la realidad objetiva de que la contradicción fundamental de hoy es el pueblo versus la oligarquía y la tarea impostergable del panameño de a pie, del “País decente”, no es “satanizar” a este o aquella personalidad política o grupo político en particular; sino desmantelar el perverso sistema político de la oligarquía neoliberal que nuevamente, de la mano de las “coimas” de Odebrecht, le ha “robado” al país cerca de 900 millones de dólares. ¡Así de simple es la cosa!
Antonio Saldaña