Un necesario consenso social:

El proyecto de la ley 61 está en un proceso de discusión importante en este momento, por lo que es urgente que los grupos en debate lleguen pronto a un consenso que permita implementar, cuanto antes, una ley sobre educación sexual que contemple valores familiares y cristianos.

Las estadísticas hechas públicas por el Ministerio de Salud demuestran que estamos ante un grave problema: Niños que no llegan ni a los 14 años, pero ya tienen relaciones sexuales sin escrúpulos, sin guías y, sobre todo, sin el consejo de sus padres. Es claro que los padres deben dar las primeras enseñanzas al respecto, pero la mayoría no tiene la madurez ni la responsabilidad para educar a sus hijos. Son otros tiempos y el cambio ha sido para mal. Las generaciones anteriores inculcaban los valores morales, sin embargo, hoy la juventud los desconoce y actúa sin control alguno.

Es terrible ver a niñas de 10 años embarazadas. Me pregunto: ¿Dónde estaban los padres de esas niñas? Ellos son culpables de todo lo que le pasa a los jóvenes, porque no le importa qué hacen sus hijos ni ejercen la responsabilidad de ser los primeros en educarlos.

Me sorprendió saber que hay dos estudiantes de 14 años, con VIH, que mantenían relaciones sexuales con sus novias y que desconocían que eran portadores del virus.

Súmele a todo esto el uso de internet, que acorta las distancias e incrementa los conocimientos rápidamente, si es usado para instruirse. Pero, como todo se desvirtúa, esta herramienta es la base de datos de imágenes y videos pornográficos que despiertan el morbo en la niñez e impactan su inocencia.

De la misma manera, los teléfonos inteligentes y los dispositivos móviles contribuyen a que la niñez se avispe y quiera experimentar lo que ve. Considero que la iniciativa del proyecto de ley 61 es buena, pues si no hacemos nada, dentro de 20 años las nuevas generaciones serán como parásitos que solo pensarán en subsidios, porque no habrán terminado sus estudios por haber tenido hijos a temprana edad. Además, estos noveles padres carecerán de madurez para transmitir buenos consejos. Si queremos un futuro mejor para las nuevas generaciones, desde ya, tenemos que crear una plataforma de enseñanza sexual a temprana edad, basada en lo científico y, sobre todo, lo moral. Eso de que a un niño de cinco años no se le debe hablar de sexo pasó a la historia, mi madre siempre me dijo: “El peor consejo lo da un amigo”. Aprendamos la lección, pues los mejores consejos que puede recibir un niño en sus primeros años de vida provienen de sus padres, y de sus maestros, en su etapa escolar.

Espero que las discusiones en el Palacio Legislativo sean pensando en mejorar el futuro de la sociedad y en apego a los valores familiares. Hay que actuar con cautela e inteligencia, la juventud lo necesita con urgencia.

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