Panamá, ¿paraíso fiscal?
Muchos se preguntan cómo es posible que este país sea un paraíso, si los indicadores económicos y sociales de sectores de las capas medias y los de menor ingreso reflejan una realidad más del infierno que del jardín del Edén. Tampoco comprenden cómo puede ser un paraíso fiscal, si tienen que pagar impuestos sobre sus salarios, sueldos o ingresos, y por cualquier transacción que realicen.
No obstante, en el mundo de las finanzas hay países y regiones que, con el objetivo de atraer el capital de las grandes transnacionales, les brindan condiciones favorables y privilegios dizque para promover el desarrollo económico y social de los primeros. Les ofrecen una reducción considerable (si no exención) de los impuestos sobre las ganancias, la exportación de los dividendos, intereses y otras clases de ingresos sobre la transferencia de derechos de propiedad; secreto de información sobre los propietarios de tales empresas y ausencia de limitaciones de divisas (moneda extranjera). Les facilitan bajas tarifas y sencillez en el procedimiento del registro; se les permite utilizar un sistema simplificado de contabilidad y auditoría y no se les obliga a un control anual de auditoría. Además, se les admite que infrinjan la legislación fiscal y aduanera.
En el argot financiero a estos países se les llama paraíso fiscal u offshore (literalmente del inglés “fuera de la costa”). Por lo general, las transnacionales utilizan países pequeños para evadir el pago de impuestos. Actualmente hay cerca de 100 zonas offshore que pueden ser tanto Estados independientes (Andorra, Austria, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Singapur) o territorios dependientes (Gibraltar, bajo Gran Bretaña, o las islas de las Antillas bajo autoridad holandesa); así como parte de Estados (provincia de New Brunswick, en Canadá; los estados de Washington y Delaware; el cantón suizo de Zug, o la república rusa de Ingushetia), por decir algunos.
Los paraísos fiscales también se especializan en actividades concretas: para realizar grandes operaciones de exportación-importación; apertura de compañías holding y financieras; para transacciones de negocios; para registrar compañías de inversiones y de seguros.
Hay algunos que consideran a Panamá, después de Hong Kong, como el segundo centro de negocios offshore más grande del mundo, con más de 500 mil empresas y fundaciones que tienen su domicilio en este infierno. Los dueños de barcos registran sus compañías generalmente en Panamá y Liberia, aunque también pueden registrarlas en Gibraltar, Chipre, islas Bahamas y Malta. Las transnacionales aprovechan las transacciones y ningún negocio internacional puede prescindir de utilizar los offshore.
La meta principal de estas corporaciones es obtener ganancia de una mercancía exportada a un paraíso fiscal con el menor pago de impuestos. Para eso, la compañía registrada en uno de estos paraísos (y que forma parte de una transnacional) adquiere los productos al precio más bajo que se pueda fijar, sin despertar sospechas, para luego revenderlos a otra filial que esté en el país de origen o en otro, pero al precio internacional, quedándose con la diferencia, libre de impuestos y del control de las autoridades locales.
En la importación se realiza un proceso contrario: la compañía registrada compra al principio, para sí, la mercancía y luego la vende a su socio mayor en el país de origen a un precio que proporcionará mayor efecto antifiscal. Los precios de transferencia que utiliza casi toda transnacional se establecen fundamentalmente para optimizar la carga impositiva. A menudo se usan las ventajas de los paraísos fiscales al valerse de las firmas registradas como intermediarias comerciales en las estructuras de las transnacionales.
La compañía registrada en el paraíso fiscal puede intervenir como contratista para cumplir servicios jurídicos de marketing, información y otros que reducen la ganancia sometida a impuesto en el país de origen. Es obvio que el negocio offshore es beneficioso para las transnacionales y para los que registran las filiales de estas corporaciones en los “paraísos”, pero influye negativamente en la economía tanto de los países receptores como en los de origen, que pierden una parte de sus ingresos fiscales.