La carta de presentación del país:

Desde que muy subrepticiamente aparecen los Panama Papers, la conmoción nacional e internacional ha sido intensa, a todos los niveles, desde gobernantes, políticos, deportistas, profesionales, hasta los ciudadanos comunes. En todo el mundo se habla y especula sobre dichos documentos. El daño ya está hecho, nos han tirado lodo a montones, como si el país fuera la firma Mossack & Fonseca. Aún no salimos del estupor y la indignación que esto nos causa, pero por tratarse del país de todos razonemos con cabeza fría. No se trata solo de gritar y defendernos ante semejante infamia.

Por tres siglos, la ruta de Panamá fue patrimonio del Rey de España; luego, en 1880, Francia realiza el Congreso Universal del Canal de Panamá, para buscar la mejor fórmula para construir una vía a través de nuestro territorio.

El intento francés fracasó y Panamá se convirtió en la tumba del otrora gran imperio francés, y en la cuna del nuevo imperio estadounidense, que en 1914 inauguró el Canal.

Nunca hemos sido enemigos de los franceses, al contrario, muchos de ellos se quedaron y nos ayudaron a construir el país que hoy tenemos. Ahora explota esta bomba periodística la más especulativa de los últimos años sobre un problema de vieja data: las sociedades offshore, legales aquí y en todos lados. Y, sospechosamente, lo hace justo cuando estamos próximos a inaugurar el Canal ampliado, para seguir siendo parte fundamental del comercio mundial.

Que estas sociedades se usen con fines ilegales es harina de otro costal, y le corresponde a cada país, dentro de su jurisdicción legal, vigilar y fiscalizar qué hacen sus nacionales con sus finanzas. ¿Por qué tratar de dañar a un país pequeño con tanta saña, en vez de utilizar los medios de que disponen los países amigos, a través de los canales diplomáticos existentes? ¿Qué hay detrás de todo esto?

Hay que cerrar filas y, como bien decían los famosos mosqueteros franceses, ser: “Todos para uno y uno para todos”. El ataque no es contra Mossack & Fonseca, es contra Panamá.

Yo no sé si el presidente François Hollande tiene problemas políticos y quiere usar a Panamá de chivo expiatorio para exacerbar el sentimiento francés. Pero el exabrupto que ha cometido es imperdonable. Hace unas semanas éramos buenos y no teníamos que estar en ninguna “lista gris” y, ahora, por publicaciones tendenciosas que ponen de manifiesto que la humanidad vive del morbo, somos malos. Esto deja mucho que decir de la objetividad del gobernante galo.

Como los países poderosos ya no pueden valerse de espadas ni cañones para someter, ahora utilizan la intimidación, las listas y cualquier otro instrumento algo que sí es ilegal y amoral para tratar de doblegar a los países más pobres, en función de sus intereses y esquemas políticos y económicos.

El próximo 26 de junio el mundo nos tiene que encontrar a todos con un solo propósito y una determinación mayor que la que nos unió el 1 octubre de 1979, para que la ejecución del tratado fuera un éxito. En esa oportunidad era Estados Unidos y Panamá; ahora se trata del mundo entero y Panamá, pues nuevamente abrimos las entrañas del país para que las naves de todo el mundo pasen con mayor eficiencia, seguridad y a menor costo, y no podemos permitir que ninguna publicación ni gobernante afecte este gran logro de los panameños. Saquemos las banderas y pongamos de manifiesto el orgullo de ser panameños.

Hagamos del día en que se inaugurará el Canal ampliado la fiesta de todos, y que ese evento sea la carta de presentación de Panamá ante el mundo, como país serio y responsable.

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