De Lomboko a Mossack & Fonseca

La destrucción del fuerte de la isla de Lomboko, frente a las costas africanas, simbolizó la nueva posición de la humanidad sobre una actividad económica muy rentable y lucrativa, actividad que generó grandes fortunas e influyó en el desarrollo de muchos países. Aunque era un negocio que generó cierto recelo entre los más piadosos, siempre fue una actividad aceptada abiertamente por todos, ya que “era moral y era legal”, me refiero a la esclavitud.

La esclavitud durante varios siglos fue un mecanismo efectivo para hacer dinero, pero la evolución del criterio de la sociedad, el progreso del razonamiento, los avances de la ciencia y todo lo que influyó en el desarrollo del discernimiento del hombre que dio el paso de la Edad Media a la Edad Moderna dejaron claro que esa actividad económica era inaceptable y censurable.

Ahora estamos frente a un momento histórico, un momento de inflexión para un modelo de negocio que durante décadas había sido una forma efectiva de hacer y “cuidar” dinero: las sociedades offshore. Esta evolución intelectual, ese desarrollo conceptual de la razón humana, nos ha estado susurrando casi desde los albores del siglo XXI que “algo huele mal en Dinamarca”, y que la necesidad de esconder y proteger activos solo puede ser justificada por la dudosa procedencia de los mismos o la intención de evadir obligaciones legales, y así como el término “negrero” pasó de ser un mote honroso a un sinónimo de ignominia, así también la frase tax heaven trocó su definición de “lugar ideal para crear sociedades” a “cueva de piratas”; y en virtud de ese cambio de criterio, la creación de sociedades offshore, al igual que la esclavitud, ya no es vista más como un negocio moral ni legal.

Mossack & Fonseca, seguramente, será nuestro Lomboko, será el símbolo que con su caída personificará la debacle de una actividad económica que generó (y cuidó) fortunas por muchas décadas y ayudó a transformar el perfil de muchos países; que alguna vez fue vista con orgullo y arrogancia y que ahora su sola mención dispara las alarmas del lavado de dinero.

Seguramente, al igual que con la esclavitud, muchos defiendan la licitud de este modelo de negocios (la creación de sociedades offshore en jurisdicciones, como Islas Vírgenes Británicas o islas Caimán, para proteger activos); incluso algunos se opongan férreamente, y por supuesto que otros lo seguirán haciendo aunque sepan que es ilegal. La lección de todo esto es que el mundo, la humanidad y el pensamiento no dejan de evolucionar, y debemos tener presente la validez de las palabras del mariscal de campo alemán Friedrich Paulus, cuando advirtió, a modo de mea culpa, que “la verdad de hoy puede mentir mañana”.

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