Sanciones contra las trifulcas callejeras
En los últimos días, hemos visto imágenes que muestran la intolerancia y la poca cooperación que reina en el país.
A pesar de ser una nación pequeña en territorio y población, pareciera que la amabilidad que caracterizaba al panameño se perdió. Las agresiones verbales y físicas entre los ciudadanos cobran mayor relevancia en las calles, escuelas y en otros sitios públicos, inclusive, ante la presencia de las autoridades encargadas de mantener el orden. Entonces, ¿qué se puede esperar?
Durante el año que recién finalizó proliferaron los videos de riñas escolares que mostraban a jóvenes tanto hombres como mujeres arreglando sus diferencias a los golpes. Ya ni las palabras ni la comunicación forman parte de la solución; para muchas personas golpear al otro está de moda.
Esta intolerancia también se observa entre gente adulta, a pesar de que sabemos que eso no conduce a ningún entendimiento. Al contrario, la violencia pone en riesgo la vida, no solo de los involucrados, sino también de terceros.
Como sociedad, no debemos tolerar y menos celebrar los actos que alteran la tranquilidad, la armonía y la paz en los sitios públicos. Esto contradice nuestra aspiración de que Panamá sea un país competitivo y globalizado, en el que los habitantes solucionan sus problemas de forma civilizada.
Para corregir el problema debemos evitar hacer apología de estos actos, rechazarlos y condenarlos. En esto las autoridades encargadas del orden público y de hacer cumplir las leyes juegan un rol fundamental, por lo que les toca aplicar los castigos que correspondan, según la gravedad de los hechos y los daños causados.
A los ciudadanos reincidentes, se les debe aplicar castigos severos y ejemplares. Las leyes deben priorizar en que se mantenga el orden público y la seguridad integral para todos, y quienes afecten el orden público deben pagar, máxime cuando ya hay medidas ejemplares que contempla la ley, por ejemplo días de cárcel y multas.
Las personas responden a los incentivos, y cuando estos incentivos buscan corregir los malos comportamientos, entonces nos encaminaremos hacia una sociedad más comprometida con el orden social y con el cuidado del bien público. Necesitamos ciudadanos que se ayuden mutuamente, en vez de personas que se golpeen o se maten entre ellos.
A modo de sanción, en otros países a las personas violentas y con poca capacidad de comunicación, se les asignan trabajos de labor social, como limpieza de las calles, reparación de vías y autopistas y/o pintura de zonas turísticas para mantenerlas en buen estado.
Como las escuelas requieren empezar el calendario escolar en las fechas programadas, otra sugerencia sería que quienes cometen actos violentos paguen colaborando en la reparación de los planteles, así pensarán dos y más veces antes de enfrascarse a golpes en las calles. Además, podrían trabajar como vigilantes, en horarios diurnos y nocturnos, para que los malhechores no roben ni se lleven el mobiliario.
Lo que no podemos hacer es quedarnos callados ante este flagelo que nos daña a todos, como país, porque esto afecta la competitividad del país.
Por último, hago un llamado para que retomemos las cosas básicas de la vida, como el amor, la paz y el apoyo mutuo, solo así podremos encaminarnos al pleno progreso social y económico.