Un presidente debe ser diferente y auténtico
Buscar cualidades destacadas en un presidente resulta hartamente complicado; como que todos terminan pareciéndose y sin muchas diferencias entre sí. Hoy por hoy es difícil encontrar a quienes tras larga lucha política dura y persistente han sobresalido en las difíciles tareas de gobernar, preparándose para hacerlo, en algunos casos hasta conociendo los rigores de la persecución y la cárcel por sus ideales y luchas. Eso no se hallará a través de asesores –como piensan algunos- que convierten al ‘nuevo líder' en carismático y con una imagen atractiva a la población. Tampoco creo que el líder nazca con las cualidades que le harán convertirse en exitoso dirigente en un momento determinado. Hay que trabajar en ello con tesón, dedicación, paciencia y sin buscar ese resultado a cualquier precio. Aparecerá en el momento que menos se anticipa y, como toda oportunidad, hay que aprovecharla.
Leyendo la historia de José ‘Pepe' Mujica uno se topa con las poco usuales cualidades que lo llevaron a ocupar la presidencia del Uruguay a la edad de 75 años, habiendo sido uno de los dirigentes tupamaros que combatieron contra la dictadura militar en su país. Sin educación universitaria pero si gran lector, Mujica se convirtió en diputado, Senador, Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, llegando a la Presidencia en 2010, siendo hoy nuevamente Senador. Una carrera ascendente en los años finales de su vida, porque fueron 13 años de cárcel y muchos de clandestinidad.
Si tuviera que escoger las dos virtudes más importantes en el éxito de Pepe Mujica como líder político, con un carisma que sobrepasa sus fronteras patrias, las resumiría en ‘ser diferente y auténtico.' Aquí tuvimos a alguien a quien también mostró esos atributos cuando inició su período presidencial, pero al mismo tiempo le fueron apareciendo otras cualidades que hoy lo mantienen con una orden de detención internacional y con una multiplicidad de procesos por su equivocado proceder.
Mujica se convirtió en un ícono mundial del político distinto. Ajeno al protocolo, nunca utilizó corbata en su mandato; de a casualidad usaba saco en actos especiales. Siguió viviendo en su chacra (vivienda rural con cultivos y animales), manejando él mismo el Volkswagen Beetle que se lo han querido comprar en un millón de dólares; soñando con ir in bicicleta a su despacho, deporte en el que destacó. Renunció al 75% de su salario porque no necesitaba vivir con más, creando una fundación para mujeres madre y padre. Si bien admite haber sido amigo de Chávez y haber recibido su ayuda cuando fue candidato, recuerda haberle advertido el fracaso que sería su proyecto político. Sin mucho protocolo decía verdades que otros callaban.
A pesar de su pasado guerrillero quiso llevarse bien con los militares. Nombró de ministro de Defensa a su compañero de luchas Eleuterio Fernández, considerado uno de los mejores que ha ocupado el cargo. Si tenía que separar del cargo a un copartidario, ya por incapacidad o corrupción, no le temblaba la mano. Esa autenticidad en su actuación lo llevó lejos, trascendiendo su estilo diferente a todas partes del mundo. Su relación con Barack Obama fue excelente¸ aunque admite que algo criticada en su país por sus pares de izquierda. A pesar de su ateísmo, hizo excelente migas con el Papa Francisco. Proyectó al mundo a un país pequeño de poco más de 3 millones de habitantes –parecido a Panamá-, rodeado de potencias como Brasil y Argentina.
¿Podemos encontrar en Panamá a dirigentes políticos que reúnan características similares de autenticidad y diferencia que lo proyecten como: Belisario Porras, Arnulfo Arias Madrid, Omar Torrijos Herrera o Ricardo Arias Calderón? Aunque parezca hoy imposible, siempre debe haber uno por allí. Y de verás que el país lo necesita; y con urgencia.