El pueblo no tiene abogados

Escuchando a ciertas figuras del Partido Revolucionario Democrático (PRD) declararse víctimas del gobierno de Cambio Democrático (CD) y a los de CD declararse víctimas del gobierno panameñista, entiendo que el “abuso” en Panamá sobrevive, estratificándose en capas y períodos de tiempo, que en todo caso jamás favorecen al pueblo.

Dicen por allí que la historia se repite en espiral, sin embargo, esto va un poco más allá que la simple tendencia natural a repetir los mismos errores, apostando, quizás, a que por exhaustiva tozudez nos regalen la próxima escala evolutiva.

Impresiona ver la cantidad de abogados que tiene el señor expresidente para su defensa. Desde la lejanía quizás esté más cómodo y activado que cuando gobernaba. Ser oposición le da la ventaja de solo adversar y vivir haciéndolo (¿O para hacerlo?) gracias al Twitter. Pero tampoco es que luzca deteriorado o preocupado. En todas sus intervenciones ha mostrado entereza y seguridad. No se ve apesadumbrado ni descompensado.

Los del PRD no están muy lejos de esa realidad. Desde luego, haber gobernado durante 20 años continuos no da para menos. Ellos también tienen sus abogados y tampoco lucen deteriorados, por más que griten “víctima” a los cuatro vientos.

¿Pero quién defiende al pueblo? ¿El Chapulín, acaso? Fuera de esta parrampanada mediática, nosotros (los del pueblo) seguimos madrugando para llegar menos tarde al trabajo, atendiéndonos con las sobras de la Caja de Seguro Social (sin dinero para la privada), sobreviviendo al tranque desalmado, lidiando con la falta de agua, rezando para que la gasolina y los alimentos nos alcancen, cuidándonos de la “percepción” delincuencial, peleándonos el pan con los extranjeros, etc.

Entonces, me pregunto: ¿Podremos llamar víctima al PRD y a CD? ¿O será que en realidad, las víctimas somos nosotros? Víctimas de todos ellos.

Algunas personas dicen que Panamá es un país surrealista, por las cosas que vemos a diario. ¡No insultemos al arte! Esto, más que arte, es la consecuencia aberrante, pero completamente lógica y directa de nuestra apatía, y por haber cedido nuestro lugar político.

De las personas que asistieron a la audiencia del expresidente, algunas lo apoyaban y otras, a las víctimas y querellantes. ¿Pero acaso tuvo el pueblo representación masiva y contundente, habiendo sido el principal y peor afectado de aquel desparpajo administrativo? Parece que esto no le importa a la sociedad civil desorganizada; y a la organizada, parecía preocuparle más la elección de los magistrados.

Es aquí cuando vuelvo al esquema de la mujer maltratada y su baja autoestima. Nuestra sociedad civil no organizada –léase la mayoría– sufre realmente del síndrome de la víctima. ¿Sabe usted cuántas mujeres maltratadas callan y no denuncian al maltratador, por temor a la exposición pública o a represalias?

Lo mismo (con una buena dosis de pereza adherida) le ocurre a nuestro pueblo para con sus gobiernos. Le da igual manifestarse o no, porque la justicia jamás estará de su lado.

La sociedad no organizada panameña, de tanto abuso, ha perdido su amor propio y vive deprimida, dentro de un marasmo sostenido en el que todo le da igual.

¡Sí! es cierto, el pueblo no tiene abogados ni los tendrá hasta que entienda, y quiera, y se proponga defenderse (y respetarse) a sí mismo.

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