El sepulturero de la democracia panameña

La cultura democrática es el conjunto de convicciones y valores perdurables que propician el surgimiento, desarrollo y consolidación de los regímenes democráticos. Existe en el edificio del Tribunal Electoral un Museo de la Cultura Democrática, concebido como “un espacio para la educación ciudadana, que expone en un auditorio, una galería y seis salas, información sobre la historia de la democracia en el mundo y en Panamá, desde 1903” .

De acuerdo con Miguel Seminario, presidente de la Red Internacional de Museos de la Democracia: “Tener un museo de esta naturaleza en Panamá refleja el gran interés de las autoridades del Tribunal Electoral por fortalecer la cultura democrática, a través de una educación y formación cívica ciudadana [sic] permanente” .

En ese contexto, el Tribunal Electoral ha convocado a una licitación para producir un documental sobre el dictador Omar Torrijos (1968-1981), con la intención de proyectarlo en el museo (La Prensa, 17 de octubre). Para disimular, la convocatoria comprende también la elaboración de videos sobre las dirigentes políticas Clara González y Esther Neira, y el líder panameñista Arnulfo Arias, derrocado por Torrijos y sus compañeros militares el 11 de octubre de 1968 .

La idea parece ser confundir al público en un intento por evitar que civilistas y panameñistas protesten por la presencia del sepulturero de la democracia panameña (Omar Torrijos), en un espacio dedicado a promover los valores asociados al sistema democrático. Esa estratagema podrá enredar a los simples, pero carece de todo fundamento teórico o histórico.

Bajo ningún punto de vista puede decirse que Torrijos contribuyó a “fortalecer la cultura democrática”. La cultura democrática sustenta la democracia, el régimen político cuya característica esencial es el gobierno del pueblo, a través de representantes escogidos mediante votaciones libres, competitivas, limpias y transparentes, efectuadas bajo condiciones de la más amplia libertad y autonomía personal.

Tras el golpe militar, Torrijos suspendió las garantías constitucionales, clausuró la Asamblea Nacional, sometió toda la prensa a su control, cerró la Universidad de Panamá y emitió el Decreto de Gabinete No. 58 de 1969, “por el cual se extinguen los partidos políticos vigentes”, aquellas organizaciones que, según los magistrados del Tribunal Electoral, son esenciales para el mantenimiento del gobierno democrático.

Las votaciones populares llevadas a cabo durante la dictadura de Torrijos (1972, 1977, 1978, 1980) no fueron ni libres, ni competitivas ni limpias, ni transparentes. Además, bajo Torrijos ocurrió el mayor número de muertes y desapariciones del período militar.

El dictador hizo de la persecución, la expropiación, el arresto arbitrario, la tortura, el exilio y el asesinato político sus instrumentos predilectos. ¿Son estos los elementos de la cultura democrática que los magistrados del Tribunal Electoral desean promover?

En años recientes, la ciencia política ha avanzado hacia mediciones más esmeradas del carácter y calidad de los regímenes políticos. Polity IV, una de las más citadas, califica a los sistemas políticos en un rango que oscila entre -10 (autocracia institucionalizada) y +10 (democracia institucionalizada) .

En la víspera del golpe, la calificación de Panamá era +4. Durante la dictadura de Torrijos, la calificación de Panamá descendió abruptamente a -7 (1968-1977) y -6 (1978-1981).

Evidentemente, el contenido democrático del régimen vigente hasta 1968, de por sí modesto, se perdió tras la revuelta castrense y la instauración de la autocracia torrijista. ¿Qué democracia es esa?

Freedom House es otra organización que, a partir de 1972, realiza mediciones anuales del carácter de los sistemas políticos. Sus datos son de amplia aceptación en la disciplina.

En las evaluaciones de Freedom House, los Estados democráticos son “libres”. Freedom House califica a Panamá bajo Torrijos como un Estado “no libre” (1972-1977) y “parcialmente libre” (1978-1981), solo después de que Washington obligó a la dictadura a flexibilizarse un poco como requisito para la aprobación de los tratados del Canal de 1977 por el Senado estadounidense.

A no ser para exponer cómo atentó contra el régimen democrático, el sepulturero de la democracia no tiene cabida en un museo dedicado a promover la cultura democrática. El Tribunal Electoral debe rectificar el exabrupto que pretende cometer en su afán de enaltecer al dictador que desbarató el sistema democrático en Panamá.

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