Acuerdos municipales, intelectuales y cultura

Ante las críticas de panameños por la ausencia en el país de una política cultural y la indiferencia hacia el patrimonio histórico, el pasado ofrece reveladores documentos sobre decisiones que el Concejo de la ciudad de Panamá, en los primeros años de la República, aprobó en apoyo a la cultura.

Según el historiador estadounidense Peter Szok, en aquel periodo, Panamá ‘experimentó una fermentación intelectual sin precedentes. Un pequeño siglo de luces '. Fecundos ensayos y poesías patrióticas narraban y trazaban el pasado de la nación que estaba en construcción a inicios del siglo XX. A través de contratos de compra de obras literarias, aprobados mediante acuerdos municipales, prolíficos intelectuales panameños proveyeron de sus valiosos escritos al país. En el Archivo Municipal de la ciudad de Panamá —este que requiere un apremiante proyecto de digitalización— reposan algunos de los folios de esos contratos e información de incalculable valor histórico.

Entre 1919 y 1922, diez acuerdos municipales decretaron la adquisición de meritorias obras literarias. El acuerdo n° 47 del 17 de septiembre de 1919 aprobó comprar sesenta ejemplares de la Revista Nueva y subvención al periódico escolar El Niño , dirigido por Octavio Méndez Pereira, en ese mismo año, mediante un acuerdo el Concejo adquirió la obra Frases históricas, su origen y su uso en el idioma de Juan Méndez, ciento cincuenta ejemplares de la obra Justo Arosemena de Méndez Pereira. En 1921, doscientos ejemplares de la obra Poemas extraños del poeta Demetrio Korsi e igual cantidad de las obras La tristeza del Vals de Enrique Geenzier y Ritmos melódicos de Aizpuru Aizpuru; asimismo, cien ejemplares del libro Lienzos de José Oller y la subvención de la revista Panamá. En 1922, se aprobó la compra de cien ejemplares de la obra Guía de Panamá de Guillermo Andreve, mediante los acuerdos n° 17 y n° 24 del 7 de junio y 10 de agosto de 1922, respectivamente, se aprobó la subvención de las revistas Preludios y El Mundo .

Esos testimonios del pasado exponen la preocupación de esas autoridades quienes, a través del Gobierno local, procuraron dotar a la población de la creatividad y narrativas de los intelectuales panameños y de esa floreciente época de las letras a inicios del siglo XX. Si bien hoy vivimos en plena era de la globalización y en la sociedad del conocimiento y es necesaria una visión más planetaria, es urgente una reflexión sobre las prioridades que tenemos como sociedad. La promoción de la lectura y el cultivo de las artes, serían aspectos insoslayables en un proyecto cultural dirigido a la población, especialmente, a la juventud. Esta que le ha correspondido vivir en una época en que la competencia está basada en el saber y no en la generación de mano de obra barata. No parece justo que un país con admirables cifras de crecimiento económico en los últimos años, prorrogue una tarea pendiente e indispensable a favor de la cultura y el conocimiento de los ciudadanos.

 

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