El Gobierno debe servir al ciudadano
En cualquier sociedad del mundo hay dificultades cuya solución depende de las personas, en especial de la gente que a diario se enfrenta a ellas.
En Panamá, tales problemas sociales tienen nombres específicos: educación, justicia, delincuencia, salud, pobreza y tranques, y lejos de solucionarse, se acentúan e intensifican. Por definición y por ley, deberían ser resueltos por los gobiernos de turno, los que a la vez basan su propia existencia en el ataque, la mitigación y la solución de esos males. Sin embargo, en la práctica los funcionarios no los enfrentan de manera certera, como debería ser, sino que se enfocan en la generación de múltiples proyectos, principalmente de construcción.
Al parecer, ellos consideran que esto les da prestigio, incrementa su buena imagen y les sirve para promocionarse –aunque de forma engañosa, por supuesto– y hacer ver que sí están solucionando los problemas sociales de los ciudadanos. Por lo tanto, los problemas reales persisten, sin que el ciudadano común experimente alguna mejoría en su nivel de vida, por el contrario, empeora porque lo fundamental no se resuelve.
Lo más delicado de esta situación es que el caos social se agrava, el nivel de vida de la mayoría desciende y el descontento social, en general, se profundiza, algo que tiene un límite y de rebasarlo, se producen “explosiones sociales” muy graves.
La razón de este comportamiento gubernamental generalizado, reside en el hecho de que no es el ciudadano el que está en el centro del interés estatal, sino que ese lugar lo ocupa el interés político de permanecer en el poder, de beneficiar a los allegados y de generar riqueza de cualquier manera.
Estos componentes son los que mueven el interés gubernamental del grupo político que esté en el poder, sin importar lo que ofrezcan en las campañas políticas, pues estas no son más que una sarta de promesas que se incumplen y cuyo único objetivo es lograr el poder, como sea.
Por otro lado, los ciudadanos en general no poseen la capacidad analítica para definir la razón que explique por qué su nivel de vida baja continuamente, aunque sí saben quiénes son los responsables. Tratar de resolver todas las deficiencias de una vez, es irreal, sin embargo, entre todos los problemas que los ciudadanos panameños tenemos, el principal y más importante es el de la mala educación. De mejorarse este, inclusive se podrían resolver otros, a corto y mediano plazo. Todos estamos de acuerdo en el poder y el valor que tiene la educación en la vida de la gente, porque educar reviste acceder al conocimiento, como herramienta perfecta para la superación del ser humano y, por ende, del mejoramiento social.
Educarse no radica únicamente en el hecho de asistir a las aulas, tiene que ver con la generación de un medio propicio para que todos los ciudadanos accedan al conocimiento de manera sencilla, contando con los medios, las condiciones físicas y, sobre todo, el personal capacitado para educarlos.
Los gobiernos no invierten en la educación ni le dan solución a los problemas que la aquejan, porque con eso no promueven su imagen de manera inmediata, lo que necesitan para mantenerse en el poder. Temen fracasar en esa gestión y que, al término de su período, en las siguientes elecciones carezcan de resultados que mostrar a los ciudadanos.
Mientras los políticos mantengan esta manera de dirigir el país, Panamá continuará siendo subdesarrollado, por más edificios y rascacielos, y por más carros nuevos que circulen en las calles de la ciudad. La que, por cierto, a pesar de muchos, no es el reflejo del resto del país, sino solo una parte de este.
Si no cambian, seguiremos atrasados socialmente. La situación se agravará porque el mundo civilizado avanza y se aleja cada vez más de nuestro estándar de vida, estancado en el siglo pasado.