Sociedad, crimen y derecho penal

Desde hace años escribo acerca de la criminalidad y, al igual que lo señalé en una charla dirigida a jóvenes y orientada en la economía informal, considero que sería injusto pedir a los miembros de los estamentos de seguridad un 100% de efectividad en el cumplimiento de sus deberes. Además de apostar por la represión de los delitos, esta cruzada debe abordar el problema con un enfoque integral, en el que converjan profesionales de la sociología, de la antropología y de la criminología, además del instituto que dedica sus esfuerzos a combatir el delito, y tomar en cuenta la participación ciudadana.

Lo anterior tiene su fundamento en una verdad de acuño, tal como lo señala uno de los más consagrados criminólogos, el maestro Antonio Beristain, quien en su obra La droga, aspectos penales y criminólogos –cuyo prólogo es de la autoría del Dr. Hernando León Londoño– señala que la matriz delictual es la propia sociedad. Un análisis que ignore esta realidad, será siempre sesgado e improductivo.

Probar lo anterior no demanda esfuerzo, sobre todo, en una sociedad con carencia de valores y en la que predominan los medios masivos de comunicación que incentivan la dolce vita, mediante la actividad delictual. Por esta razón, es cínico endosarle la culpa entera a la familia, cuando esta enfrenta una crisis que empieza por su autodesintegración, y el Estado panameño no tiene control sobre esta variable.

No es suficiente que los que patrocinan y promueven los “culebrones” que transmiten las televisoras adviertan que “no son aptos para menores”. ¿Defienden la libertad de expresión o el libertinaje alienante?

En esta materia el debate no para, mientras tanto, la escuela del crimen gana cada día más adeptos. Una situación difícil de lidiar para el sistema.

Lo anterior nos lleva a señalar que carecemos de una visión antropológica de esencia garantista que, inmersa en una política de Estado, nos permita manejar la lucha contra la criminalidad desde una perspectiva integral y humana. Téngase esto como una crítica sana. Los panameños desconocemos los fundamentos tácticos y estratégicos para enfrentar el crimen, solo tenemos versiones sesgadas. Para que no se me malentienda, no aludo a cuestiones de inteligencia y contrainteligencia, sino a un componente de lo que yo denomino el enfoque integral del fenómeno delictual.

En este contexto, no podemos –como ocurre– apelar a un derecho penal represivo. Debemos procurar que se castigue y reprima la acción penal y que el autor responda por ello, sin perder la condición humana. Esto, por lo general, no ocurre. En nuestro medio, el sistema penitenciario se torna en “centros de formación delictual”, en los que el recluso acumula odio y resentimiento contra la sociedad. Por eso, al salir recaen en la delincuencia.

El derecho penal, hoy modernizado por una concepción garantista, predomina. En materia de la lucha contra el crimen, el Estado no debe actuar como un ente vengativo, sino en apego a la justicia. Y eso lo deben saber los jueces y fiscales.

Por último, a todo pulmón le he pedido a las autoridades que convoquen una gran mesa para intercambiar ideas que ayuden a enfrentar la delincuencia con un enfoque integral–estratégico, tal como lo ha hecho el presidente de El Salvador, quien entendió que se debe involucrar a la sociedad y a los ciudadanos, para enfrentar los desafíos que plantea el crimen. Ya no se trata de ganar o perder, sino de ganar ganar, para lograr un país de paz, sosiego y tranquilidad.

Señor presidente, agarre la sartén por el mango y ponga manos a la obra.

 

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