La represión como respuesta

“La obligación de un gobierno es luchar contra la pobreza, no contra los pobres” (anónimo), sin embargo los pueblos latinos y otros, incluido Panamá, parecen destinados a ser pisoteados, maltratados, humillados, perseguidos y acosados por quienes manejan el poder económico y político.

Nuestros gobiernos aplican programas clientelistas, para manejar mejor y en todos los sentidos la forma de actuar y hasta de pensar de la clase media y baja. Los pueblos latinos somos de origen noble, nuestra naturaleza autóctona, de lucha en defensa de los intereses populares y de la nación fue ultimada, primero por los españoles en las colonizaciones, bajo el atropello, esclavitud y asesinatos que nos hicieron serviles y obedientes, dejando a un lado nuestra cultura patriótica y guerrera.

Algo similar sucedió en Panamá, con su posterior unión a Colombia, para luego quedar entre las garras del águila estadounidense de la que aún somos presa.

A los gobernantes les preocupa poco si las comunidades urbanas o rurales tienen agua potable o si la toman de los ríos, y si cuentan con electricidad y letrinas. Ellos consideran que con entregar becas universales y bonos de “120 a los 65” se soluciona el hambre y la miseria.

Pero, sin desarrollo no hay calidad de vida. No son los centavos que regalan los que hacen a las comunidades mejores, sino los mecanismos como el respeto, la honestidad y el desarrollo, mediante los programas de salud, agua potable, escuelas y caminos de penetración.

Es necesario crear centros de salud, escuelas y acueductos rurales, con mantenimiento preventivo y programado, así como caminos rurales y calles asfaltadas, pero esto es casi imposible, porque la naturaleza de los gobiernos es crear necesidades y mantener el clientelismo político para las elecciones cada quinquenio.

Quizás esa es parte de la visión de pro hombres como Alberto Betito Quirós Guardia (q.e.p.d.) y de tantos ilustres, verdaderos héroes panameños, que nos anteceden ante el Señor, cuyo ejemplo impiden guindar los guantes a quienes aspiramos a un mejor país y, muy por el contrario, nos obliga mantener la lucha sin cuartel en defensa de la población desprotegida.

Los pueblos claman por agua, los niños y docentes exigen aulas escolares, los aborígenes reniegan de las hidroeléctricas por el daño que causarán a sus tierras, al medio ambiente y que agravará la escasez de agua, en las ciudades la población protesta por el exceso de basura en las calles y la falta de agua potable… y la única respuesta que se recibe ante estos reclamos es el envío de antimotines.

Vivimos en zozobra constante, pero con adormecimiento mental. La responsabilidad permanece amalgamada en nuestro yo interno, porque: “Los pueblos que eligen corruptos no son víctimas, son cómplices”.

¡Dios te salve, Panamá!

 

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