Balance y perspectivas del 1 de julio

Este 1 de julio no fue un día inolvidable, sino ¡un día para olvidar! La nota característica fueron los insultos, el “matraqueo”, el “doble discurso” y los malos ejemplos. Por ello, para gran parte de la ciudadanía resultó una ¡vergüenza! Máxime, siendo este el primer Órgano del Estado, el que representa a todo el país y a todo el arcoíris político, y está llamado a ser el más transparente, democrático y valioso instrumento para la construcción del bien común, y sus integrantes, cariátide de bronce de nuestra democracia.

Pero esa “experiencia” fue una descarnada demostración de nuestra realidad política, que debemos sintetizar para rescatar el aprendizaje que nos permita enderezar caminos y corregir errores. Para ello, desde mi perspectiva social cristiana, aporto una síntesis en tres ideas-acción:

Primero, demostró la crisis de todos los partidos políticos. No puede haber unidad ni disciplina, cuando está ausente una determinada ideología, principios compartidos, valores trascendentes y la causa común de un proyecto político que le propone a la sociedad un nuevo y esperanzador país, en pro de su continuo progreso.

Así, ante la falta de tolerancia y el debate interno, surgen las disidencias. Por ello, los caudillismos, la aplanadora y la “línea” partidaria son métodos arcaicos y generadores de conflictos.

¡Hay que regenerar la política! Para recuperar la credibilidad y confianza ciudadana, a partir del buen ejemplo inspirado en la ética, la honestidad, la integridad, la vocación de servicio y el trabajo en equipo competente y propositivo.

Todo esto debe ir orientado a construir el nuevo Panamá que bien merecemos: más humano, justo, democrático y solidario.

Segundo, se observó la ausencia de una agenda legislativa, porque todo se limitaba al “soy el que soy”. Ahora, hay que comenzar a desmontar el sistema corruptor impuesto por el presidente Ricardo Martinelli, mediante la modificación de la Ley de Contratación Pública y la derogación de la ley del blindaje. Además, se anuncian nuevos retos: la descentralización del Estado y el fortalecimiento municipal.

Hay otros temas vitales pendientes como promocionar la participación ciudadana, darle “garra y colmillo” a la transparencia, hacer viable el sistema único de salud y retomar la solidaridad para fortalecer el sistema de pensiones y seguridad social.

Tercero, la Asamblea Nacional tiene una tarea muy compleja. Debe cumplir, a cabalidad, sus funciones legislativas, judiciales y administrativas, con independencia, sin someterse al presidencialismo ni entorpecer la labor del Ejecutivo.

Para ello, la nueva junta directiva debe “construir puentes”. El Partido Revolucionario Democrático y Cambio Democrático deben “guardar cuchillos”, y todos, actuar con transparencia.

A la nueva directiva le favorece la demostrada capacidad de diálogo, trabajo e integridad del presidente diputado Rubén De León, y la buena carta de presentación y bienvenida representación de género de la diputada Katleen Levy. Pero, le desfavorecen las “ejecutorias” del diputado Raúl Hernández, copartícipe de las “ocurrencias” del presidente Martinelli para demoler la institucionalidad democrática.

Panamá no se merece que esta “nueva mayoría”, sea para “más de lo mismo”, “congelar” los procesos judiciales ni lograr prebendas mediante contratos injustificados y partidas circuitales disimuladas.

¡Amanecerá y veremos!

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