Justicia Tardía Para La Mujer Maltratada: Daisy Chacón
Son los términos de moda. Enciendes la televisión y los escuchas en todos los noticieros, también en la radio y en la prensa escrita. Pero, ¿qué significa uno y otro? Ambos se refieren a los asesinatos de mujeres, pero el femicidio aplica en el caso de violencia contra la mujer que se da sin que esta la ocasione obligatoriamente un hombre, mientras que el feminicidio es aquel en el cual la agresión la comete específicamente un hombre.
La sociedad en pleno manifiesta su preocupación por la alta incidencia en este tipo de crímenes y las autoridades instan a las mujeres a que denuncien los casos de violencia familiar. Sin embargo, el proceso de denuncia de este tipo de situaciones es un túnel oscuro, tortuoso y doloroso. Veamos un caso de la vida real.
Ella está durmiendo plácidamente en su cama, sus hijos están también dormidos en su habitación, su esposo salió esa noche de copas con sus amigos y a las 4:00 de la mañana llega completamente ebrio, gritando, insultando. La mujer no sabe qué hacer, cómo reaccionar, la escalada de violencia aumenta y cuando menos lo espera tiene sus manos en su cuello y está asfixiándola, tiene un cuchillo en la mano y amenaza con matarla. De alguna manera logra escapar de él y se refugia en casa de una vecina. Llama a la Policía, que le brinda auxilio una hora después. Los miembros de la Policía se lo llevan a rastras, mientras él sigue con su conducta violenta.
Ella logra organizarse y llega a la estación de Policía donde debe detallar los hechos al agente policial, mientras su agresor está allí, sentado a su lado, intimidando y gritándole delante de la autoridad que la matará, que solo es cuestión de tiempo. La dama, con los ojos hinchados de tanto llorar, le pregunta al agente si está tomando nota de esto y él asiente con la cabeza.
Ese día, ella no pudo asistir a trabajar. La preocupación que tiene no solo por la situación, sino también por perder su empleo la abruma terriblemente. Finalmente, él llega a la corregiduría escoltado a eso de las 11:00 de la mañana pero pasan dos horas más para que los atiendan.
Ella debe soportar sus miradas amenazantes y recordar con horror, todo aquello de lo que él es capaz. Finalmente, son atendidos por la corregidora, quien ordena la emisión de una boleta de protección a su favor, una fianza de paz y buena conducta entre las partes y se ordena que él desocupe la vivienda familiar.
Ella no entiende cómo es esto posible. ¿La boleta de protección en verdad me protegerá? Pero eso no es lo más grave. Cuando él vuelve al ataque y ella pierde otro día de trabajo para denunciar la situación ante la corregiduría, le entregan otra boleta de protección y una de citación. La de citación debe ser entregada por ella a su agresor. La víctima debe enfrentarse al agresor y decirle: “buenas tardes, aquí tienes la boleta de citación, nos vemos en la corregiduría”. A usted, lector, ¿no le parece absurdo?
Este calvario debe repetirse dos veces más para que se expida la boleta de captura en contra del agresor. En este proceso pueden pasar de tres a cuatro meses, durante los cuales, si ella no toma otras medidas de seguridad, seguramente será atacada y las amenazas se convertirán en hechos. Ella pasará a ser un número más de las víctimas de feminicidio, dejando a sus hijos en la orfandad.
¿Por qué no se emite de inmediato la boleta de captura y se ordena la detención preventiva del agresor? ¿En verdad la boleta de protección tiene poderes mágicos para salvar a las mujeres?
La pregunta más difícil que debemos hacernos es: ¿Estamos realmente preocupados por el feminicidio? Si la respuesta es afirmativa, entonces debemos tomar medidas urgentes y proteger efectivamente a la mujer desde el instante en que se pone la denuncia, estableciendo la detención preventiva inmediata del agresor.
Es hora de defender y proteger efectivamente a las mujeres. ¡Basta ya de palabras y papeles!