Usted, su conciencia y la corrupción

Conciencia es el conocimiento que el ser humano tiene de su propia existencia, de sus estados y de sus actos.

Iniciamos esta nueva reflexión sobre un tema contemporáneo, objeto de preocupación de grandes personajes, e instituciones, etc., con una definición sencilla de lo que es la conciencia.

Hablamos una vez más del tema, pues muy a pesar de que somos signatarios de múltiples convenios que rigen y norman la lucha contra esa arma mortífera que hoy ostentan muchas personas, tanto en el ámbito Público como privado, el problema impresiona en preocupante ascenso.

Desviar dineros ilícitos para nuestros ahorros personales es sin duda alguna un homicidio culposo. Lo sustento, pues, cuando un funcionario o alguien del sector privado, en ilícita asociación, delinquen, desviando nuestros impuestos para satisfacciones personales, ocasionan muertes prematuras, barreras al ascenso social a través de la educación. Exponen a los marginados a vivir en lugares de alto riesgo para desastres naturales y su desaparición física como acaba de ocurrir en Panamá y países hermanos.

Impiden al agricultor marginado el transportar sus productos para ganarse la vida por carecer de caminos transitables. Limitan el acceso al agua potable y vacunas a sectores mayoritarios, exponiéndolos a un fallecimiento apresurado y evitable.

Es realmente un crimen u homicidio a los grandes pobres y aún a las capas medias en sus países.

¿Ha reflexionado usted como persona del daño que usted ocasiona? ¿Es feliz asistiendo a su iglesia, sabiendo que actúa con un espíritu de moderno Caín? ¿Piensa que será ‘dispensado’ por aportar limosnas o diezmos?

Todas las religiones tienen como principio fundamental no hacer daño al hermano.

¿Cree usted que su conciencia está tranquila?

Medite cuánto daño le hace al que usted dice ‘es su prójimo’.

Esta reflexión es por supuesto dirigida a quienes son practicantes de cualquier práctica corrupta, ya sea ella calificada o no como delito. Si no es penada por la ley es, al menos, inmoral. Y también a quienes sin serlo comprendan lo que podrían ocasionar en practicar ese nefasto ejercicio.

¿Hay diferencias en ser asesinado, con morir gradualmente por hambre o falta de atención oportuna a la enfermedad, en continuar en la ignorancia educativa que muchas veces causa frustración y sensación de morir en vida?

Ojalá en la próxima reunión a celebrarse en Panamá (o quizá ya celebrada al momento que este artículo sea publicado), en que se debatirá sobre el tema, todos los organismos asistentes vayan pensado en sugerir elevar los actos corruptos a categoría de homicidios o crímenes y ser sancionados con cantidad ejemplar de años de prisión.

No hacerlo es hacerse cómplice de estos crímenes u homicidios. Solo serán instituciones decorativas en esta lucha y formadas por excelentes expositores de retóricas huecas.

Eduardo A. Reyes Vargas

 

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