¿Presidente Varela, hechura de Martinelli?

El 22 de enero de 2009, cara a cara, se formalizó la alianza política Martinelli-Varela, en la residencia de la embajadora Bárbara Stevenson de EE.UU. en Panamá. Varela fue electo vicepresidente de la República junto a Ricardo Martinelli, presidente (2009-2014). Desde el 1 de julio de 2009 hasta el 30 de agosto de 2011, fungió como ministro de Relaciones Exteriores, fecha en que fue destituido por el presidente Martinelli a través de su cuenta de Twitter, lo que, a su vez, motivó el rompimiento de la Alianza política formada por Martinelli y Varela.

Después de una animada escenificación de intrigas y de matraqueos politiqueros, en las elecciones nacionales del 4 de mayo de 2014, Juan Carlos Varela, candidato a la Presidencia por el Partido Panameñista y el Partido Popular, resulta triunfador y juramentado después como presidente de la República para el periodo 2014-2019. Su mentalidad y sus hábitos de Gobierno los forjó en la fragua de ‘Entran limpios y salen millonarios’, nombre con que a sí misma se había bautizado la ‘causa’ martinellista. Ni por su formación política ni por las condiciones ambientales que determinaron su ascenso al poder, Varela era el gobernante capaz de darle a la República el vuelco histórico que estaba reclamando.

En otros escritos hemos señalado las condiciones subjetivas de Juan Carlos Varela, su mayor o menor inclinación personal a las fórmulas transaccionales de Gobierno, es materia donde el psicólogo puede recrearse, pero no quien trate de hallarle una explicación racional al proceso histórico. Lo cierto es que el gobernante al cual le correspondió la conducción del país en una agitada y convulsionada etapa de transición, llegaba al poder sin siquiera un plan de Gobierno, y sin que un movimiento revolucionario hubiera quebrantado la armazón del Estado autocrático.

Terminado el periodo presidencial de Martinelli, el pueblo, desesperanzado, no fue más allá de esperar el supuesto estilo de gobernar del nuevo inquilino del Palacio de las Garzas; y de hacerse engañar por las muchas promesas de la campaña política. Juan Carlos Varela orientó sus primeros pasos en el Gobierno hacia la continuación del viejo orden de cosas.

El nuevo presidente, en sus intervenciones ocasionales por doquier, dentro de los cuarteles de la Fuerza Pública, hizo profesión de fe en la Policía Nacional y en los estamentos de Seguridad Nacional, defraudando las expectativas de un pueblo civilista por vocación democrática. Ha sido en extremo lento, a la hora de adquirir compromisos con la opinión pública y en los puestos claves del Estado ha mantenido, con algunas excepciones, a los mismos elencos que habían dado vuelta a la noria del mando —que no del Gobierno— durante los cinco años precedentes.

Varela pronto puso en práctica los malos hábitos de la autocracia aprendidos durante los 26 meses que estuvo sometido al estilo de Gobierno de su jefe (Martinelli). Interpretado sin mayor esfuerzo de exégesis significa que la etapa post-Martinelli nació de un acto de imposición autocrática. Empero, la despreocupada creencia de que el cambio de decorado del estilo autocrático se realizaría con familiares y amigos personales incapaces, con la regularidad con que en las viejas monarquías el delfín sucedía al rey muerto, se desvaneció rápidamente.

El ansia colectiva de una auténtica vida democrática y la realización de la mayor justa consigna de ‘liquidar al martinellismo’ no encontraron cauce en los partidos políticos democráticos ni en los sindicatos obreros ni en las organizaciones magisteriales, que de inmediato comenzaron a sumarse directa o indirectamente al estilo del nuevo mandón. De esta forma se malogró la esperanza de reforma institucional, sobre todo en aplicar ‘justicia igual para todos’, mejorar la educación y la salud de la población, además de un cambio estructural en la economía y el fisco nacionales.

Después de 2 y ½ años (2014/16) de desgobierno, el pueblo consciente de la realidad del régimen mando personal de Juan Carlos Varela, su hipocresía, egoísmo, lentitud, falta de carácter para ejercer con gravedad su alto cargo, se encuentra más desorientado e indefenso que antes. ¡El triste, penoso legado del régimen Varela al pueblo y a la historia nacional está a la vista de todos!

 

Paulino Romero C.

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